ECO: El viaje del general Eustoquio Gómez al Táchira
como Comandante de Armas, para ser nombrado posteriormente Presidente del
estado, es un momento sumamente importante en la vida de él. Desde esa fecha
comenzó a ejercer plenamente el poder, en un estado que para el gobierno de
Castro y de Juan Vicente Gómez resultaba de vital relevancia. Recordemos por
un momento, que el general Gómez había sido encargado del Táchira durante el
gobierno del general Castro.
En el Táchira se inicia la fama de cruel gobernante,
de aterrorizador y asesino de pueblos. El segundo crimen que la historia le
adjudica al general Eustoquio Gómez sucede durante su presidencia en el
Táchira. ¿Cuál es la versión que ustedes tienen del famoso caso de los
ahorcados del Táchira, crimen adjudicado a su padre?
EG: La historia de los ahorcados del Táchira es un buen
ejemplo de cómo era el Táchira en aquellos años, cuando tocó a papá
encargarse de mantener el orden en el estado.
Una noche, en San Cristóbal, un grupo de hombre armados
atacó la casa de habitación de Evaristo Gómez, medio hermano de mi papá,
hijo de mi abuelo y de la señora Maria Barrera.
Los atacantes formaban parte de un grupo de bandoleros,
que días antes hablan emboscado a mi padre, hiriéndolo gravemente. Era de
esos grupos de bandidos que iban de uno a otro lado del Táchira atacando,
saqueando y quemando pueblos y caseríos. Porque hay que decir las cosas como
realmente fueron. Se ha escrito que mi padre mandaba a su tropa con órdenes
de quemar caseríos, pero hay algo que no se ha dicho.
Los alzados contra el gobierno del general Juan Vicente
Gómez, los bandoleros que asolaban pueblos y haciendas, muchos de los que
apoyaban a Juan Pablo Peñaloza, acostumbraban tomar los pueblitos del
Táchira, robar en las bodegas, robar en las casas de familia, y luego, antes
de darse a la fuga, prendían fuego a todas las casas. Cuando llegaban al
sitio, las fuerzas del gobierno enviadas por papá, encontraban casas
convertidas en cenizas. Luego, los enemigos de mi padre lo acusaban de los
incendios a los caseríos.
Volviendo al cuento de los ahorcados. Evaristo se
defendió; él y su esposa quien aún vive, de nombre Flor Ramírez de Gómez,
cogieron sus máuseres para defender su casa. Como dato curioso, esta casa
todavía existe, allí estuvo la Inspectoría de Tránsito de la ciudad de San
Cristóbal.
Después del tiroteo, luego que llegaron fuerzas del
gobierno a responder al ataque de los bandoleros, quedaban tres hombres
muertos. Sus cadáveres por orden de Simón Gómez, hermano de Evaristo y medio
hermano de mi papá, fueron colgados para escarmiento de los bandoleros del
Táchira.
Papá no tuvo absolutamente nada que ver con aquel suceso
tan bochornoso. Papá estaba fuera de San Cristóbal, él se encontraba en
Ureña curándose de las heridas recibidas poco tiempo antes en la emboscada
que le montaron. Al día siguiente del suceso de los ahorcados, papá recibe
el parte de lo ocurrido, ordenó que inmediatamente fueran descolgados
aquellos hombres y que los sepultaran.
Papá dio órdenes para que Evaristo y Simón se presentaran
ante él en Ureña y le dieran cuenta de sus actos. Los reprendió muy fuerte,
les dijo que él no justificaba esos actos. Fue tal el enojo de mi padre que
desde aquel día les prohibió que visitaran su casa. Aquel día se produjo una
ruptura total entre ellos.
Mi padre tenía cinco medio hermanos, hijos de la señora
Barrera: Evaristo, Simón, Fernando, María y Angelina. Con Fernando, quien
fue un hombre cercano a la vida de Maracay alrededor del general Gómez, mi
padre mantuvo siempre buenas relaciones. Los medios hermanos de mi padre, le
hicieron mucho daño durante toda su vida, se aprovechaban de su situación
para abusar. Recuerdo que cuando en 1929, papá se hizo cargo del Estado
Lara, les prohibió, a todos menos a Fernando, visitarlo en aquel Estado.
Simón y Evaristo se encargaron de crearle situaciones muy difíciles a mi
padre, casi hasta los últimos momentos de su vida.
ECO: ¿Cómo fue el atentado sufrido por su padre en el
Táchira?
EG: Papá tuvo por costumbre, estando en el Táchira y
luego en Lara, ir a supervisar permanentemente las obras públicas que se
estuvieran ejecutando bajo su jurisdicción. Una de las obras que se estaban
haciendo en el Táchira, era la carretera que une a San Cristóbal con el
llano, carretera que llamaban de Río Frío. Estaban construyendo para ese
tiempo, un puente colgante que aún existe. Papá tenía una rutina, tenía bien
fijados los días cuando visitaba aquella obra a la cual iba una o dos veces
a la semana. Por esta razón era muy fácil saber anticipadamente el día y la
hora en que papá viajaría hasta allá.
Un grupo de bandoleros, en una colina situada en un sitio
llamado La Palmita, estaban esperando el paso del automóvil de papá, un Ford
tablita de la época. En medio del camino estaban unos tercios de leña, unos
paquetes de madera seca que impedían el paso a cualquier vehículo.
El chofer de papá, un joven tachirense de nombre Erasmo
Espinel, trató de esquivar el obstáculo, pero papá le ordenó que se
detuviera, diciéndole: Usted como que tiene miedo, Espinel. Con ellos iba un
edecán de papá, un guardaespaldas de nombre Gumersindo Guerrero, a quien
papá ordenó bajara del carro a retirar la leña. Gumersindo es el primero en
recibir el impacto de los disparos que hacían desde arriba el camino.
Contaba papá cómo vio salir prácticamente volando a aquel hombre a causa del
impacto de bala.
Comenzaron a disparar contra el vehículo y papá ordenó al
chofer que sacara de la parte de abajo del asiento, una carabina que siempre
llevaba en aquellos viajes. Espinel no llegó a sacar el arma porque también
resultó herido de un tiro en la cabeza, en realidad nada grave porque la
bala sólo le rozó, pero de momento perdió el conocimiento.
Papá estaba gravemente herido, en total recibió siete
disparos en diferentes partes del cuerpo. Al carro posteriormente le
contaron treinta agujeros de bala, lo que puede dar una idea del plomo que
les dispararon desde tres sitios diferentes y al mismo tiempo.
Papá al verse bañado en su propia sangre pensó que su
muerte era un hecho. Salió de atrás del carro donde se había refugiado, se
paró al centro del camino y pegó un grito muy fuerte. Cobardes, si son
hombres de verdad, vengan a matarme de frente. Los disparos cesaron de
repente.
Cuando papá no escuchó más disparos, comenzó a
arrastrarse hasta que encontró muy cerca de allí uno de esos hornos de cal
típicos del Táchira. Allí se refugió permaneciendo desmayado durante muchas
horas.
Espinel contaba que cuando se despertó, cuando volvió en
si, buscó desesperadamente a papá, al no encontrarlo pensó que los atacantes
le habían dado muerte y se habían llevado el cadáver. Prendió el carro y se
fue hacia Río Frío, desde donde se comunicó con las autoridades de San
Cristóbal, informándole del suceso.
Fueron muchos soldados, policías, el secretario de papá,
Eloy Montenegro, quien era para la época algo así como el prefecto de San
Cristóbal, y el doctor Gonzalo Vargas.
Después de buscar con cuidado y siguiendo el rastro de
sangre que había dejado, encontraron a papá en el horno de cal. Lo llevaron
a San Cristóbal donde lo atendió el doctor Vargas, quien lo operó y le
amputó un dedo, el dedo índice de la mano derecha. Muchos años después, yo
frecuentaba al doctor Vargas en San Cristóbal y él me contó cómo fueron
aquellos sucesos. En la operación a la que se sometió mi padre, él no
permitió que le aplicaran anestesia. Estaba seguro de que iba a morir y por
eso le dijo al médico que prefería esperar la muerte estando despierto.
El doctor Vargas conservó el dedo de mi padre en un
recipiente de vidrio, y luego su hijo, José Rafael, continuó en posesión de
aquel recuerdo.
Algunos días después, trasladaron a papá por órdenes
médicas a Ureña, para que utilizara las aguas termales, que para esa época
eran vistas como aguas benditas, para la salud de los enfermos.
El general Gómez al enterarse del estado de mi papá,
envió varios médicos desde Caracas, recuerdo que al Táchira fueron los
doctores Adolfo Bueno y Tejera.
ECO: Se ha comentado que a raíz de los disparos
recibidos, el general Eustoquio presentaba un estado de hipertensión, de
paralización de la cara.
EG: Los problemas de papá por alta tensión arterial se
presentaron muchos años después. Cuando vivíamos en Caracas alrededor del
año 1928, cuando se le presentó un derrame, afortunadamente un derrame
externo.
Se le presentó una hemorragia nasal, que no se contenía
con nada. Fue atendido por el doctor Héctor Sánchez Becerra quien le
encontró la tensión altísima. El tratamiento aplicado fue el único existente
para la época, le hicieron una sangría...
ECO: Típico tratamiento medieval...
EG.: Bueno Edgar, recuerda que para la época aún no
existían los hipotensores químicos. El doctor Sáchez Becerra le sacó sangre
de una vena, sacándole como medio litro de sangre a mi padre. La hemorragia
nasal se paró. El derrame que sufrió en 1935 sí fue bastante grave. La cara
se le paralizó en uno de los lados, perdiendo temporalmente la visión, y el
tratamiento fue igualmente en base a sangrías que le estuvieron haciendo
cada quince días, además de una dieta rigurosa.
ECO: Las noticias que se conocen de los años del
gobierno del General Eustoquio en el Táchira, luego de exterminio de los
caudillos en otras regiones del país, dejan ver un virtual estado de guerra
civil no declarada entre distintos caudillos de la zona...
EG: El Táchira estuvo en guerra antes de la llegada de
los andinos al poder en 1899, estuvo en guerra antes de que papá se
encargara del estado, estuvo en guerra siendo Presidente del Estado y
continuó en guerra luego que en el año 1925 papá abandonó el Táchira.
ECO.: Se ha dicho y escrito que cerca de veinticinco
mil tachirenses abandonaron al Táchira refugiándose en Cúcuta, en su huida
ante el estado de terror implantado por el general Eustoquio Gómez.
EG: De ser eso verdad, se hubiera quedado sin gente el
Estado Táchira. Claro que salieron familias al exilio, yo no lo puedo negar.
Pero eso no fue en la magnitud de la que ahora se habla. Pero Edgar,
¿quiénes eran esas familias que salieron a refugiarse en el lado colombiano?
Muy sencilla la respuesta. Eran las familias de los guerrilleros, de los
bandoleros, las familias de quienes se declaraban alzados contra el gobierno
del general Gómez. Después que yo regresé de mi exilio en los Estados
Unidos, en la década de los años cuarenta, iba con mucha regularidad a San
Cristóbal. Yo busqué para conocerlos, a los miles de enemigos que
supuestamente debería tener en el Táchira, y no conseguí a ninguno.
Le pregunté a mis conocidos, he hablado desde entonces
con mucha gente y no he encontrado rastros de la supuesta persecución
tiránica que dicen hizo mi padre cuando era Presidente del Estado Táchira.
En Cúcuta se refugiaron los peñalocistas, los compinches de Peñaloza, los
que conspiraban contra mi papá y querían asesinarlo para quedarse con el
poder.
Mi padre me contaba, que cuando él fue al Táchira, le
correspondió hacerse cargo de una tierra llena de violencia. Diariamente le
llegaban informes sobre toda clase de actos antisociales. Eran asesinatos,
peleas colectivas con decenas de heridos y muertos cada noche. Y estos
muertos no eran causados precisamente por el gobierno. Aquello seguramente
por ser una zona fronteriza, estaba plagado de asesinos, ladrones,
bandoleros, y a papá le correspondió la obligación de regresar a su tierra
natal a pacificarla y asegurarle al general Gómez la completa calma de
aquella importante zona del país. Era una cosa muy grave porque las peleas
por razones políticas se confundían con peleas y pleitos familiares y
personales.
ECO: ¿En su opinión, la acción de su padre puede
calificarse como una persecución a muerte contra los enemigos del régimen?
EG: Persecución a muerte contra los enemigos del régimen,
siempre ha existido en Venezuela. Acaso cómo se puede calificar la muerte de
Bottini Marín por ser enemigo del régimen, de Livia Gouvemeur en los años
sesenta, la masacre de Puerto Cabello o la muerte del profesor Lovera.
ECO.: ¿Viejo, usted justifica el asesinato de los
enemigos políticos del gobierno, sea cual sea ese gobierno?
EG: La pelea es peleando, Edgar. El que se meta a
intentar derrocar violentamente a un gobierno, debe estar preparado para que
el gobierno se defienda con las mismas armas. El que intenta derrocar
gobiernos corre el riesgo de que el gobierno le gane la partida.
Mira Edgar, en La Rotunda el general Gómez no tenía preso
a muchachitos, ni jovencitos idealistas. Los presos eran generalotes de
armas a tomar, eran los Gabaldón, los Delgado Chalbaud. No eran muchachos
metidos en la política como una aventura juvenil, eran hombres de pelea,
guerreros, que sabían los riesgos a los que se enfrentaban.
ECO: Cuando se revisan las publicaciones de la época
gomecista uno descubre a personajes que son recordados como enemigos del
general Gómez, pero que también fueron, tarde o temprano, funcionarios del
régimen andino...
EG: Claro que sí, Edgar. Fíjate en el caso del general
José Antonio González, para hablar de un ejemplo del Táchira. Este hombre
fue compañero de Juan Pablo Peñaloza durante muchos años, fue uno de los que
estaban alzados contra mi papá en el Táchira. Le envió una carta al general
Gómez y poco después fue nombrado Presidente del Estado Táchira, y a él le
correspondió la tarea de arrestar definitivamente al propio Peñaloza y
enviarlo al Castillo de Puerto Cabello donde moriría.
Fijate también en el caso de Maximiano Casanova Morales,
que aparece en un libro escrito por Ramón Vicente Casanova, como uno de los
luchadores contra el régimen gomecista. Pero yo tengo una publicación de la
época, en la que aparece este señor como jefe civil de El Cobre. Recuerda
también al general Gabaldón, antes de alzarse en armas en 1929, había
ocupado cargos muy importantes. Había sido Ministro de Guerra y Marina y
Presidente de varios Estados de la República.
ECO: La violenta salida del general Eustaquio Gómez de
su cargo como Presidente y del propio Estado Táchira, ha sido objeto también
de múltiples comentarios. Se ha dicho que viejos amigos del general Gómez
quienes vivían en el Táchira, le hicieron llegar informaciones que
preocuparon a Juan Vicente. Concretamente se ha hablado de supuestos
preparativos del general Eustoquio para dar un golpe, para lo cual estaba
organizado un ejército propio. Otra versión sobre las causas de la salida
sostienen que la pugna por la sucesión, escenificada por los familiares del
general Gómez y que condujo al asesinato de Juancho Gómez, había creado una
imagen negativa del general Eustaquio ante su primo el general Gómez.
EG: Las noticias que desde el Táchira o desde Caracas, le
llevaron al general Gómez sobre mi papá indicaban que él estaba preparando
un ejército en el Táchira con el objeto de derrocar a su primo. Aquello
originó una decisión del general Gómez que golpeó muy duramente a papá,
porque el general Gómez, desconfiando de mi padre, le envió un reemplazo,
sin consultarlo ni informarlo previamente.
El general Juan Alberto Ramírez, compadre de mi padre,
padrino de mi medio hermano Josué Gómez, fue el hombre enviado por el
general Juan Vicente Gómez, para suplir a papá en el cargo de Presidente del
Estado.
Ramírez no llegó a presentar sus órdenes a mi papá.
Previamente se dedicó a visitar a los oficiales al mando de las tropas
establecidas en San Cristóbal. Sólo después de aquellas visitas fue a
presentar las órdenes del general Gómez a papá.
Papá, sumamente golpeado por aquel gesto del general
Gómez, con el cual mostraba una desconfianza injustificada, entregó sin
reparos el poder en el Táchira e inmediatamente ordenó que la familia
preparara viaje.
Mi hermana con doce años de edad y yo con diez años,
iniciábamos nuestro primer viaje fuera de aquellas montañas donde habíamos
nacido.
El viaje se hizo desde San Cristóbal hasta la Estación
Táchira, en automóvil. Cada cien metros, en la carretera estaba un soldado
vigilando. Evidentemente no formaban parte de las tropas que mi padre
mantenía en el Táchira, evidentemente eran hombres enviados por el general
Gómez para garantizar que papá entregara el poder a Ramírez.
Nuestro viaje continuó en tren hasta Encontrados, donde
nos embarcamos en el “Nuevo Mara”, un barco de vapor viejo y deteriorado que
hacía la ruta entre Encontrados, bajando por el río Catatumbo, hasta
desembocar en el lago y luego seguir hasta Maracaibo.
Aquella región era completamente salvaje. Se veían
caimanes, tigres, monos, se podía ver en la orilla a los indios motilones
que se acercaban para ver pasar el barco.
Como a las tres de la madrugada aquel viejo barco chocó
contra un enorme árbol que estaba en medio del río. El impacto originó un
boquete en el casco, y por supuesto aquel barco comenzó a hacer agua. La
alarma corrió inmediatamente y el capitán informó a mi papá de la necesidad
de desembarcar a los pasajeros porque el barco se Iba a pique. Papá se opuso
rotundamente, bajo ninguna posibilidad estaba dispuesto a permitir que su
familia fuera desembarcada en medio de aquella selva llena de peligros. Con
la autoridad que lo caracterizó siempre, papá asumió el mando de aquel barco
casi hundido. Ordenó al capitán que organizara a los hombres, para que unos
se dedicaran a sacar agua y otros bajaran a reparar el agujero. Total,
lograron reparar el barco y continuamos viaje hacia Maracaibo.
En el estado Zulia estaba como Presidente el general
Isilio Febres Cordero, el cual recibió muy bien a papá. Fue un anfitrión muy
cordial. Al día siguiente continuamos viaje a bordo del barco “Manzanares”,
el cual como todos los barcos de la época hacia escala en Curaçao antes de
dirigirse a La Guaira. Papá, en base a informaciones recibidas en Maracaibo
y por lo visto en el Táchira, decidió no continuar el viaje hacia Caracas,
por lo que nos quedamos en Curaçao. Allí comenzó el primer exilio de mi
vida.
ECO: ¿El general Eustoquio Gómez temía ser hecho preso
por su primo el general Gómez?
EG: Papá había recibido noticias según las cuales iba a
ser arrestado al llegar a Caracas. Por supuesto, él no iba a permitir que
eso ocurriera, de allí su decisión de quedarse en Curaçao, donde vivimos
cerca de cuatro meses, hasta que papá tomó la decisión de viajar a
establecerse en Europa, concretamente en Francia, no sólo pensamos en su
seguridad personal, además tenía en mente la educación de nosotros, sus
hijos.
Nos embarcamos rumbo a Francia en el vapor “Flandoe” de
bandera francesa, el cual tocaba en el puerto de La Guaira antes de tomar
rumbo hacia Europa.
Estábamos en el puerto de La Guaira, esperando que el
barco continuara el viaje, pero papá recibió un emisario con un mensaje del
general Gómez.
El general Gómez invitaba a mi papá para que se reuniera
con él, en la ciudad de Caracas.
Papá, sin conocer las intenciones del general Gómez, pero
en base a una fidelidad que siempre le profesó, decidió aceptar la
invitación y subió a Caracas.
Antes de salir rumbo a su cita, se reunió con nuestra
madre. En aquella conversación le ordenó que en el caso de que lo hicieran
preso en Caracas, nosotros debiéramos continuar el viaje a Francia.
La conversación entre el general Gómez y papá fue en muy
buen tono. Papá le habló de su intención de irse a vivir en Europa, mientras
Juan Vicente le habló de que Eustoquio debía quedarse en Venezuela, en
Caracas, porque él, el general Gómez lo necesitaba cerca. El general Gómez
incluso había mandado a preparar habitaciones para todos nosotros en el
Hotel Palace.
Yo me imagino que en aquella conversación se aclararon
los malos entendidos entre los dos, al final mi padre decidió quedarse a
vivir en Caracas.
Bajó hasta el puerto de La Guaira y nos llevó a Caracas,
comenzando así unos años de mucha paz en nuestra familia, con mi papá
prácticamente separado de la política de aquellos días.
ECO: ¿Cuál es, en resumen, la obra de Eustoquio Gómez
al frente de la Presidencia del Estado Táchira?
EG: Hablando por ejemplo de la obra que ejecutó en la
capital, en San Cristóbal, hay que anotarle su empeño por modernizar a la
ciudad. Procedió a trazar las principales calles de la ciudad, eso obligó a
modificar la forma de las manzanas que antes no eran totalmente cuadradas.
Yo tengo en mi poder una copia de un documento presentado
en 1925 por Angel Biaggini, quien luego fuera el candidato a la presidencia
apoyado por Medina Angarita en 1945. En este documento Biaggini, quien era
Presidente de la Asamblea Legislativa en su condición de diputado por el
Distrito Capacho del estado Táchira, hace una lista de algunas de las obras
realizadas por el gobierno de mi papá. Obras tales como el Palacio
Municipal, hoy Palacio de Gobierno, el Acueducto de San Cristóbal, el
Hospital Vargas, el Aeródromo, la Planta Eléctrica, parques y plazas que aún
existen en San Cristóbal. Papá se dedicó de manera especial a garantizar una
vía de comunicación del Táchira con los llanos, por eso le dio tanta
importancia a la carretera de Río Frío la cual une al Táchira con lo que
ahora se llama la región suroeste del país.
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