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Eustoquio Gómez

Versión digital del libro de Edgar C. Otálvora

Editorial Pomaire. Caracas. 1993

 En el texto se identifica al autor con las iniciales “ECO”. Las intervenciones del señor Eustoquio Gómez Villamizar y la señora Josefita Gómez de Briceño se identifican con las iniciales "EG” y “DJ”, respectivamente


 

Capítulo III

De la guerra a la paz

 

ECO: El viaje del general Eustoquio Gómez al Táchira como Comandante de Armas, para ser nombrado posteriormente Presidente del estado, es un momento sumamente importante en la vida de él. Desde esa fecha comenzó a ejercer plenamente el poder, en un estado que para el gobierno de Castro y de Juan Vicente Gómez resultaba de vital relevancia. Recordemos por un momento, que el general Gómez había sido encargado del Táchira durante el gobierno del general Castro.

En el Táchira se inicia la fama de cruel gobernante, de aterrorizador y asesino de pueblos. El segundo crimen que la historia le adjudica al general Eustoquio Gómez sucede durante su presidencia en el Táchira. ¿Cuál es la versión que ustedes tienen del famoso caso de los ahorcados del Táchira, crimen adjudicado a su padre?

EG: La historia de los ahorcados del Táchira es un buen ejemplo de cómo era el Táchira en aquellos años, cuando tocó a papá encargarse de mantener el orden en el estado.

Una noche, en San Cristóbal, un grupo de hombre armados atacó la casa de habitación de Evaristo Gómez, medio hermano de mi papá, hijo de mi abuelo y de la señora Maria Barrera.

Los atacantes formaban parte de un grupo de bandoleros, que días antes hablan emboscado a mi padre, hiriéndolo gravemente. Era de esos grupos de bandidos que iban de uno a otro lado del Táchira atacando, saqueando y quemando pueblos y caseríos. Porque hay que decir las cosas como realmente fueron. Se ha escrito que mi padre mandaba a su tropa con órdenes de quemar caseríos, pero hay algo que no se ha dicho.

Los alzados contra el gobierno del general Juan Vicente Gómez, los bandoleros que asolaban pueblos y haciendas, muchos de los que apoyaban a Juan Pablo Peñaloza, acostumbraban tomar los pueblitos del Táchira, robar en las bodegas, robar en las casas de familia, y luego, antes de darse a la fuga, prendían fuego a todas las casas. Cuando llegaban al sitio, las fuerzas del gobierno enviadas por papá, encontraban casas convertidas en cenizas. Luego, los enemigos de mi padre lo acusaban de los incendios a los caseríos.

Volviendo al cuento de los ahorcados. Evaristo se defendió; él y su esposa quien aún vive, de nombre Flor Ramírez de Gómez, cogieron sus máuseres para defender su casa. Como dato curioso, esta casa todavía existe, allí estuvo la Inspectoría de Tránsito de la ciudad de San Cristóbal.

Después del tiroteo, luego que llegaron fuerzas del gobierno a responder al ataque de los bandoleros, quedaban tres hombres muertos. Sus cadáveres por orden de Simón Gómez, hermano de Evaristo y medio hermano de mi papá, fueron colgados para escarmiento de los bandoleros del Táchira.

Papá no tuvo absolutamente nada que ver con aquel suceso tan bochornoso. Papá estaba fuera de San Cristóbal, él se encontraba en Ureña curándose de las heridas recibidas poco tiempo antes en la emboscada que le montaron. Al día siguiente del suceso de los ahorcados, papá recibe el parte de lo ocurrido, ordenó que inmediatamente fueran descolgados aquellos hombres y que los sepultaran.

Papá dio órdenes para que Evaristo y Simón se presentaran ante él en Ureña y le dieran cuenta de sus actos. Los reprendió muy fuerte, les dijo que él no justificaba esos actos. Fue tal el enojo de mi padre que desde aquel día les prohibió que visitaran su casa. Aquel día se produjo una ruptura total entre ellos.

Mi padre tenía cinco medio hermanos, hijos de la señora Barrera: Evaristo, Simón, Fernando, María y Angelina. Con Fernando, quien fue un hombre cercano a la vida de Maracay alrededor del general Gómez, mi padre mantuvo siempre buenas relaciones. Los medios hermanos de mi padre, le hicieron mucho daño durante toda su vida, se aprovechaban de su situación para abusar. Recuerdo que cuando en 1929, papá se hizo cargo del Estado Lara, les prohibió, a todos menos a Fernando, visitarlo en aquel Estado. Simón y Evaristo se encargaron de crearle situaciones muy difíciles a mi padre, casi hasta los últimos momentos de su vida.

ECO: ¿Cómo fue el atentado sufrido por su padre en el Táchira?

EG: Papá tuvo por costumbre, estando en el Táchira y luego en Lara, ir a supervisar permanentemente las obras públicas que se estuvieran ejecutando bajo su jurisdicción. Una de las obras que se estaban haciendo en el Táchira, era la carretera que une a San Cristóbal con el llano, carretera que llamaban de Río Frío. Estaban construyendo para ese tiempo, un puente colgante que aún existe. Papá tenía una rutina, tenía bien fijados los días cuando visitaba aquella obra a la cual iba una o dos veces a la semana. Por esta razón era muy fácil saber anticipadamente el día y la hora en que papá viajaría hasta allá.

Un grupo de bandoleros, en una colina situada en un sitio llamado La Palmita, estaban esperando el paso del automóvil de papá, un Ford tablita de la época. En medio del camino estaban unos tercios de leña, unos paquetes de madera seca que impedían el paso a cualquier vehículo.

El chofer de papá, un joven tachirense de nombre Erasmo Espinel, trató de esquivar el obstáculo, pero papá le ordenó que se detuviera, diciéndole: Usted como que tiene miedo, Espinel. Con ellos iba un edecán de papá, un guardaespaldas de nombre Gumersindo Guerrero, a quien papá ordenó bajara del carro a retirar la leña. Gumersindo es el primero en recibir el impacto de los disparos que hacían desde arriba el camino. Contaba papá cómo vio salir prácticamente volando a aquel hombre a causa del impacto de bala.

Comenzaron a disparar contra el vehículo y papá ordenó al chofer que sacara de la parte de abajo del asiento, una carabina que siempre llevaba en aquellos viajes. Espinel no llegó a sacar el arma porque también resultó herido de un tiro en la cabeza, en realidad nada grave porque la bala sólo le rozó, pero de momento perdió el conocimiento.

Papá estaba gravemente herido, en total recibió siete disparos en diferentes partes del cuerpo. Al carro posteriormente le contaron treinta agujeros de bala, lo que puede dar una idea del plomo que les dispararon desde tres sitios diferentes y al mismo tiempo.

Papá al verse bañado en su propia sangre pensó que su muerte era un hecho. Salió de atrás del carro donde se había refugiado, se paró al centro del camino y pegó un grito muy fuerte. Cobardes, si son hombres de verdad, vengan a matarme de frente. Los disparos cesaron de repente.

Cuando papá no escuchó más disparos, comenzó a arrastrarse hasta que encontró muy cerca de allí uno de esos hornos de cal típicos del Táchira. Allí se refugió permaneciendo desmayado durante muchas horas.

Espinel contaba que cuando se despertó, cuando volvió en si, buscó desesperadamente a papá, al no encontrarlo pensó que los atacantes le habían dado muerte y se habían llevado el cadáver. Prendió el carro y se fue hacia Río Frío, desde donde se comunicó con las autoridades de San Cristóbal, informándole del suceso.

Fueron muchos soldados, policías, el secretario de papá, Eloy Montenegro, quien era para la época algo así como el prefecto de San Cristóbal, y el doctor Gonzalo Vargas.

Después de buscar con cuidado y siguiendo el rastro de sangre que había dejado, encontraron a papá en el horno de cal. Lo llevaron a San Cristóbal donde lo atendió el doctor Vargas, quien lo operó y le amputó un dedo, el dedo índice de la mano derecha. Muchos años después, yo frecuentaba al doctor Vargas en San Cristóbal y él me contó cómo fueron aquellos sucesos. En la operación a la que se sometió mi padre, él no permitió que le aplicaran anestesia. Estaba seguro de que iba a morir y por eso le dijo al médico que prefería esperar la muerte estando despierto.

El doctor Vargas conservó el dedo de mi padre en un recipiente de vidrio, y luego su hijo, José Rafael, continuó en posesión de aquel recuerdo.

Algunos días después, trasladaron a papá por órdenes médicas a Ureña, para que utilizara las aguas termales, que para esa época eran vistas como aguas benditas, para la salud de los enfermos.

El general Gómez al enterarse del estado de mi papá, envió varios médicos desde Caracas, recuerdo que al Táchira fueron los doctores Adolfo Bueno y Tejera.

ECO: Se ha comentado que a raíz de los disparos recibidos, el general Eustoquio presentaba un estado de hipertensión, de paralización de la cara.

EG: Los problemas de papá por alta tensión arterial se presentaron muchos años después. Cuando vivíamos en Caracas alrededor del año 1928, cuando se le presentó un derrame, afortunadamente un derrame externo.

Se le presentó una hemorragia nasal, que no se contenía con nada. Fue atendido por el doctor Héctor Sánchez Becerra quien le encontró la tensión altísima. El tratamiento aplicado fue el único existente para la época, le hicieron una sangría...

ECO: Típico tratamiento medieval...

EG.: Bueno Edgar, recuerda que para la época aún no existían los hipotensores químicos. El doctor Sáchez Becerra le sacó sangre de una vena, sacándole como medio litro de sangre a mi padre. La hemorragia nasal se paró. El derrame que sufrió  en 1935 sí fue bastante grave. La cara se le paralizó en uno de los lados, perdiendo temporalmente la visión, y el tratamiento fue igualmente en base a sangrías que le estuvieron haciendo cada quince días, además de una dieta rigurosa.

ECO: Las noticias que se conocen de los años del gobierno del General Eustoquio en el Táchira, luego de exterminio de los caudillos en otras regiones del país, dejan ver un virtual estado de guerra civil no declarada entre distintos caudillos de la zona...

EG: El Táchira estuvo en guerra antes de la llegada de los andinos al poder en 1899, estuvo en guerra antes de que papá se encargara del estado, estuvo en guerra siendo Presidente del Estado y continuó en guerra luego que en el año 1925 papá abandonó el Táchira.

ECO.: Se ha dicho y escrito que cerca de veinticinco mil tachirenses abandonaron al Táchira refugiándose en Cúcuta, en su huida ante el estado de terror implantado por el general Eustoquio Gómez.

EG: De ser eso verdad, se hubiera quedado sin gente el Estado Táchira. Claro que salieron familias al exilio, yo no lo puedo negar. Pero eso no fue en la magnitud de la que ahora se habla. Pero Edgar, ¿quiénes eran esas familias que salieron a refugiarse en el lado colombiano? Muy sencilla la respuesta. Eran las familias de los guerrilleros, de los bandoleros, las familias de quienes se declaraban alzados contra el gobierno del general Gómez. Después que yo regresé de mi exilio en los Estados Unidos, en la década de los años cuarenta, iba con mucha regularidad a San Cristóbal. Yo busqué para conocerlos, a los miles de enemigos que supuestamente debería tener en el Táchira, y no conseguí a ninguno.

Le pregunté a mis conocidos, he hablado desde entonces con mucha gente y no he encontrado rastros de la supuesta persecución tiránica que dicen hizo mi padre cuando era Presidente del Estado Táchira. En Cúcuta se refugiaron los peñalocistas, los compinches de Peñaloza, los que conspiraban contra mi papá y querían asesinarlo para quedarse con el poder.

Mi padre me contaba, que cuando él fue al Táchira, le correspondió hacerse cargo de una tierra llena de violencia. Diariamente le llegaban informes sobre toda clase de actos antisociales. Eran asesinatos, peleas colectivas con decenas de heridos y muertos cada noche. Y estos muertos no eran causados precisamente por el gobierno. Aquello seguramente por ser una zona fronteriza, estaba plagado de asesinos, ladrones, bandoleros, y a papá le correspondió la obligación de regresar a su tierra natal a pacificarla y asegurarle al general Gómez la completa calma de aquella importante zona del país. Era una cosa muy grave porque las peleas por razones políticas se confundían con peleas y pleitos familiares y personales.

ECO: ¿En su opinión, la acción de su padre puede calificarse como una persecución a muerte contra los enemigos del régimen?

EG: Persecución a muerte contra los enemigos del régimen, siempre ha existido en Venezuela. Acaso cómo se puede calificar la muerte de Bottini Marín por ser enemigo del régimen, de Livia Gouvemeur en los años sesenta, la masacre de Puerto Cabello o la muerte del profesor Lovera.

ECO.: ¿Viejo, usted justifica el asesinato de los enemigos políticos del gobierno, sea cual sea ese gobierno?

EG: La pelea es peleando, Edgar. El que se meta a intentar derrocar violentamente a un gobierno, debe estar preparado para que el gobierno se defienda con las mismas armas. El que intenta derrocar gobiernos corre el riesgo de que el gobierno le gane la partida.

Mira Edgar, en La Rotunda el general Gómez no tenía preso a muchachitos, ni jovencitos idealistas. Los presos eran generalotes de armas a tomar, eran los Gabaldón, los Delgado Chalbaud. No eran muchachos metidos en la política como una aventura juvenil, eran hombres de pelea, guerreros, que sabían los riesgos a los que se enfrentaban.

ECO: Cuando se revisan las publicaciones de la época gomecista uno descubre a personajes que son recordados como enemigos del general Gómez, pero que también fueron, tarde o temprano, funcionarios del régimen andino...

EG: Claro que sí, Edgar. Fíjate en el caso del general José Antonio González, para hablar de un ejemplo del Táchira. Este hombre fue compañero de Juan Pablo Peñaloza durante muchos años, fue uno de los que estaban alzados contra mi papá en el Táchira. Le envió una carta al general Gómez y poco después fue nombrado Presidente del Estado Táchira, y a él le correspondió la tarea de arrestar definitivamente al propio Peñaloza y enviarlo al Castillo de Puerto Cabello donde moriría.

Fijate también en el caso de Maximiano Casanova Morales, que aparece en un libro escrito por Ramón Vicente Casanova, como uno de los luchadores contra el régimen gomecista. Pero yo tengo una publicación de la época, en la que aparece este señor como jefe civil de El Cobre. Recuerda también al general Gabaldón, antes de alzarse en armas en 1929, había ocupado cargos muy importantes. Había sido Ministro de Guerra y Marina y Presidente de varios Estados de la República.

ECO: La violenta salida del general Eustaquio Gómez de su cargo como Presidente y del propio Estado Táchira, ha sido objeto también de múltiples comentarios. Se ha dicho que viejos amigos del general Gómez quienes vivían en el Táchira, le hicieron llegar informaciones que preocuparon a Juan Vicente. Concretamente se ha hablado de supuestos preparativos del general Eustoquio para dar un golpe, para lo cual estaba organizado un ejército propio. Otra versión sobre las causas de la salida sostienen que la pugna por la sucesión, escenificada por los familiares del general Gómez y que condujo al asesinato de Juancho Gómez, había creado una imagen negativa del general Eustaquio ante su primo el general Gómez.

 

EG: Las noticias que desde el Táchira o desde Caracas, le llevaron al general Gómez sobre mi papá indicaban que él estaba preparando un ejército en el Táchira con el objeto de derrocar a su primo. Aquello originó una decisión del general Gómez que golpeó muy duramente a papá, porque el general Gómez, desconfiando de mi padre, le envió un reemplazo, sin consultarlo ni informarlo previamente.

El general Juan Alberto Ramírez, compadre de mi padre, padrino de mi medio hermano Josué Gómez, fue el hombre enviado por el general Juan Vicente Gómez, para suplir a papá en el cargo de Presidente del Estado.

Ramírez no llegó a presentar sus órdenes a mi papá. Previamente se dedicó a visitar a los oficiales al mando de las tropas establecidas en San Cristóbal. Sólo después de aquellas visitas fue a presentar las órdenes del general Gómez a papá.

Papá, sumamente golpeado por aquel gesto del general Gómez, con el cual mostraba una desconfianza injustificada, entregó sin reparos el poder en el Táchira e inmediatamente ordenó que la familia preparara viaje.

Mi hermana con doce años de edad y yo con diez años, iniciábamos nuestro primer viaje fuera de aquellas montañas donde habíamos nacido.

El viaje se hizo desde San Cristóbal hasta la Estación Táchira, en automóvil. Cada cien metros, en la carretera estaba un soldado vigilando. Evidentemente no formaban parte de las tropas que mi padre mantenía en el Táchira, evidentemente eran hombres enviados por el general Gómez para garantizar que papá entregara el poder a Ramírez.

Nuestro viaje continuó en tren hasta Encontrados, donde nos embarcamos en el “Nuevo Mara”, un barco de vapor viejo y deteriorado que hacía la ruta entre Encontrados, bajando por el río Catatumbo, hasta desembocar en el lago y luego seguir hasta Maracaibo.

Aquella región era completamente salvaje. Se veían caimanes, tigres, monos, se podía ver en la orilla a los indios motilones que se acercaban para ver pasar el barco.

Como a las tres de la madrugada aquel viejo barco chocó contra un enorme árbol que estaba en medio del río. El impacto originó un boquete en el casco, y por supuesto aquel barco comenzó a hacer agua. La alarma corrió inmediatamente y el capitán informó a mi papá de la necesidad de desembarcar a los pasajeros porque el barco se Iba a pique. Papá se opuso rotundamente, bajo ninguna posibilidad estaba dispuesto a permitir que su familia fuera desembarcada en medio de aquella selva llena de peligros. Con la autoridad que lo caracterizó siempre, papá asumió el mando de aquel barco casi hundido. Ordenó al capitán que organizara a los hombres, para que unos se dedicaran a sacar agua y otros bajaran a reparar el agujero. Total, lograron reparar el barco y continuamos viaje hacia Maracaibo.

En el estado Zulia estaba como Presidente el general Isilio Febres Cordero, el cual recibió muy bien a papá. Fue un anfitrión muy cordial. Al día siguiente continuamos viaje a bordo del barco “Manzanares”, el cual como todos los barcos de la época hacia escala en Curaçao antes de dirigirse a La Guaira. Papá, en base a informaciones recibidas en Maracaibo y por lo visto en el Táchira, decidió no continuar el viaje hacia Caracas, por lo que nos quedamos en Curaçao. Allí comenzó el primer exilio de mi vida.

ECO: ¿El general Eustoquio Gómez temía ser hecho preso por su primo el general Gómez?

EG: Papá había recibido noticias según las cuales iba a ser arrestado al llegar a Caracas. Por supuesto, él no iba a permitir que eso ocurriera, de allí su decisión de quedarse en Curaçao, donde vivimos cerca de cuatro meses, hasta que papá tomó la decisión de viajar a establecerse en Europa, concretamente en Francia, no sólo pensamos en su seguridad personal, además tenía en mente la educación de nosotros, sus hijos.

Nos embarcamos rumbo a Francia en el vapor “Flandoe” de bandera francesa, el cual tocaba en el puerto de La Guaira antes de tomar rumbo hacia Europa.

Estábamos en el puerto de La Guaira, esperando que el barco continuara el viaje, pero papá recibió un emisario con un mensaje del general Gómez.

El general Gómez invitaba a mi papá para que se reuniera con él, en la ciudad de Caracas.

Papá, sin conocer las intenciones del general Gómez, pero en base a una fidelidad que siempre le profesó, decidió aceptar la invitación y subió a Caracas.

Antes de salir rumbo a su cita, se reunió con nuestra madre. En aquella conversación le ordenó que en el caso de que lo hicieran preso en Caracas, nosotros debiéramos continuar el viaje a Francia.

La conversación entre el general Gómez y papá fue en muy buen tono. Papá le habló de su intención de irse a vivir en Europa, mientras Juan Vicente le habló de que Eustoquio debía  quedarse en Venezuela, en Caracas, porque él, el general Gómez lo necesitaba cerca. El general Gómez incluso había mandado a preparar habitaciones para todos nosotros en el Hotel Palace.

Yo me imagino que en aquella conversación se aclararon los malos entendidos entre los dos, al final mi padre decidió quedarse a vivir en Caracas.

Bajó hasta el puerto de La Guaira y nos llevó a Caracas, comenzando así unos años de mucha paz en nuestra familia, con mi papá prácticamente separado de la política de aquellos días.

ECO: ¿Cuál es, en resumen, la obra de Eustoquio Gómez al frente de la Presidencia del Estado Táchira?

EG: Hablando por ejemplo de la obra que ejecutó en la capital, en San Cristóbal, hay que anotarle su empeño por modernizar a la ciudad. Procedió a trazar las principales calles de la ciudad, eso obligó a modificar la forma de las manzanas que antes no eran totalmente cuadradas.

Yo tengo en mi poder una copia de un documento presentado en 1925 por Angel Biaggini, quien luego fuera el candidato a la presidencia apoyado por Medina Angarita en 1945. En este documento Biaggini, quien era Presidente de la Asamblea Legislativa en su condición de diputado por el Distrito Capacho del estado Táchira, hace una lista de algunas de las obras realizadas por el gobierno de mi papá. Obras tales como el Palacio Municipal, hoy Palacio de Gobierno, el Acueducto de San Cristóbal, el Hospital Vargas, el Aeródromo, la Planta Eléctrica, parques y plazas que aún existen en San Cristóbal. Papá se dedicó de manera especial a garantizar una vía de comunicación del Táchira con los llanos, por eso le dio tanta importancia a la carretera de Río Frío la cual une al Táchira con lo que ahora se llama la región suroeste del país.

 

 

 

 

 

 

 

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