ECO: Vamos ahora a volver la mirada un poco atrás en
el tiempo. Tal como hemos diseñado este trabajo, vamos a recrear la imagen y
el tiempo del general Eustoquio Gómez, a partir de los recuerdos de sus
hijos, testigos muy especiales de eventos que sucedieron durante los años
del gobierno del general Juan Vicente Gómez. Quiero pedirles que intentemos
reconstruir los primeros años de la vida de su padre, en base a las
anécdotas escuchadas, a las conversaciones mantenidas con su padre...
EG: Mi padre nació el Día de las Animas, el 2 de
noviembre del año 1868. Nació en La Mulera, la hacienda de la familia Gómez,
en un lugar llamado La Laguna y en una casa que llamaba “El viso del zorro”.
Sus padres fueron Femando Gómez y Tránsito Prato.
Fernando Gómez, mi abuelo, era hijo de José del Rosario
García y de la señora Ana Dolores Gómez Nieto, quienes tuvieron tres hijos,
Silverio, Pedro Cornelio, padre del general Juan Vicente, y Fernando, mi
abuelo. Por esta razón mi padre y el general Juan Vicente Gómez, eran
primos.
De la unión de Femando Gómez y Tránsito Prato nacieron
cuatro hijos; Eustoquio, el mayor de la familia, Emilia, Sara y Hernán. Este
último encontraría la muerte en la batalla de Tocuyito cuando en 1899 se
organizó la Revolución Restauradora, con el general Cipriano Castro y Juan
Vicente Gómez a la cabeza.
Papá acostumbrada relatamos sucesos de su vida como
campesino en el Táchira. Su vida era muy dura, marcada por la rigurosidad de
su padre Femando Gómez. El se formó en La Mulera, compartiendo con la
familia Gómez el diario trabajo como criadores de ganado y cultivadores de
café.
La familia Gómez estaba integrada como un verdadero clan,
presidido por Juan Vicente, todos muy unidos echaban adelante las tareas en
aquella inmensa propiedad que poseían en la frontera.
Su compañero de faenas era Juan Crisóstomo Gómez, hermano
de Juan Vicente y que pasó a figurar en la historia de Venezuela como
Juancho Gómez, recordado entre otras cosas por haber sido asesinado en
Caracas, durante el gobierno del general Gómez, a causa de la pugna por la
sucesión.
Papá acostumbraba hablar con nosotros para relatarnos su
trabajo de campesino en La Mulera, hasta que se vio obligado a salir al
exilio junto a Juan Vicente. Este exilio se debió a la participación de la
familia Gómez en el intento de Cipriano Castro para respaldar, desde Los
Andes, los deseos continuistas del presidente Andueza Palacios, Por esta
razón, mi padre sale al exilio colombiano en 1892, hasta cuando en 1899
invaden los 60.
Estando en el exilio, Juancho y papá, cada uno por su
parte, se dedicaron al comercio, cada uno de ellos abrió su propia venta de
víveres.
ECO: Las informaciones sobre la presencia de Eustoquio
Gómez en el grupo de los sesenta que invadió el 23 de mayo de 1899, son un
poco contradictorias. Por ejemplo el libro del general Eleazar López
Contreras sobre Cipriano Castro no nombra a Eustoquio Gómez entre los
restauradores.
EG: Mi padre no atravesó el río Táchira junto al grupo de
los sesenta. El y Rafael María Velazco, quien luego ocuparía puestos muy
importantes en el gobierno del general Gómez, atravesaron la frontera varios
días antes del 23 de mayo. Velazco fue comisionado para ir hasta Capacho y
papá debía ir a La Mulera. Ambos estaban encargados de preparar material de
guerra y organizar acciones previas a la invasión.
ECO.: Muchos han insistido en el analfabetismo de los
Gómez...
EG: Papá aprendió a leer y escribir, así como las
matemáticas elementales, siendo un muchacho allá en el Táchira. Nos relataba
que su aprendizaje había sido muy difícil. Su padre, Fernando Gómez era un
hombre muy enérgico, y no permitía que sus hijos fueran a la escuela que
quedaba cerca de Rubio. Mi abuelo pensaba que cuando los muchachos van a la
escuela abandonan sus obligaciones en el campo. Por esta razón, papá junto a
Juancho se las arreglaban para escaparse hasta la escuela.
ECO: ¿En alguna ocasión su padre les contó las razones
para incorporarse junto a Juan Vicente en la aventura militar?
EG: El nos contó que una madrugada mientras trabajaba, en
medio de aquel frío de páramo andino, se golpeó muy fuerte en un pie con un
pico En ese momento pensó que él debía salir de allí, en busca de una nueva
vida. El quería dedicarse al comercio...
ECO: Pero al final terminó de militar, recorriendo
todo el país con sus tropas...
EG: El general Cipriano Castro se las ingenió para
ganarse a Juan Vicente y lograr su respaldo monetario a la Revolución
Restauradora. El dinero que aportara Juan Vicente era vital para la
realización de aquella invasión planeada por Cipriano Castro. La fortuna de
Juan Vicente así como la de mi abuelo Femando, era
cuantiosa.
Recuerda que sus propiedades se extendían desde Rubio
hasta San Antonio del Táchira.
Como los Gómez funcionaban como un clan, la presencia de
Juan Vicente significaba automáticamente que otros Gómez se aventurarían en
la invasión. Papá contaba lo renuente que Juan Vicente estuvo hasta último
momento, porque a Juan Vicente le preocupaba la suerte que corrieran sus
propiedades, sus cosechas de café y sus crías de ganado vacuno y bestias.
Pero al final, el general Cipriano Castro convence a Juan
Vicente y se arma a Revolución Restauradora. Papá no participó en esta
invasión fuera del Estado Táchira, porque sufrió una herida durante un
encuentro con las fuerzas del gobierno, cerca de la población tachirense de
El Cobre. Un tiro atravesó la caja del máuser, hiriendo a papá en la mano.
Esto obligó a que papá se quedara en el Táchira. Cuentan que la herida
presentaba signos de gangrenamiento, por ello le aplicaron un tratamiento
altamente doloroso. Sumergían la mano en ollas que contenían agua hirviendo
con llantén.
ECO: La tradición popular tachirense nos habla de un
Eustaquio Gómez parrandero, amigo de las fiestas y permanentemente metido en
peleas de bar.
EG: Papá era un hombre muy dado a las fiestas, amigo de
las parrandas y los bailes. Le gustaba tomarse sus tragas, cosa que abandonó
totalmente después de la muerte del gobernador de Caracas en 1907.
A Juan Vicente le molestaba que su hermano Juancho
estuviera con mi padre en sus correrías en la zona de la frontera, porque
papá tuvo algunos problemas en ese tiempo de muchachos. Una vez, antes de
salir del exilio de 1892, estaba en un botiquín y allí se encontró con un
individuo de apellido Villamizar. Este hombre lo empujó y papá reaccionó sin
conocer la fama de matón que Villamizar tenía. Le devolvió el empujón y el
otro sacó un puñal y se fue contra mi papá quien agarró con su mano, la hoja
del puñal, logrando dominar a aquel hombre. Por esa razón papá conservaba
una cicatriz en su mano. Papá le dio una golpiza a Villamizar y otros
hombres, que estaban presenciando aquello, le aconsejaron a papá que se
fuera a esconder porque Villamizar seguramente iba a buscarlo para darle
muerte como venganza.
A raíz de este suceso papá compró su primera arma. Fue
hasta Cúcuta a adquirir un arma con la cual defender su vida.
Afortunadamente no pasó nada grave con Villamizar. Con el pasar del tiempo
se encontraron en un camino. Papá lo reconoció a lo lejos y se bajó de la
cabalgadura. Le dijo a Villamizar que bajara de la montura para arreglar
allí mismo el problemita que ellos tenían. El hombre le respondió:
“Eustoquio déjate de esas cosas. Yo soy muy amigo de tu papá y lo de la otra
vez fueron cosas del miche. Dejemos esto así porque yo no quiero tener un
problema con un hijo de Femando Gómez”.
Posteriormente, Villamizar llegó con unos hombres a la
bodega que tenía mi padre. Llegó exigiendo que le entregaran alimentos. Los
hombres se bajaron de las monturas como si fueran a saquear el negocio, papá
les dijo: “llévense lo que necesitan pero con orden”. Villamizar ordenó a
sus hombres que hicieran caso a mi padre y luego pagó con una bolsa de
morocotas.
Con esta anécdota me viene a la memoria la famosa frase
dicha por López Contreras, los días siguientes a la muerte del general
Gómez. López recomendaba al pueblo que saqueara las casas gomecistas, pero
en orden, con mucho orden...
Al parecer, peleas como la contada entre Villamizar y mi
papá, eran muy usuales en aquella tierra tachirense.
ECO: El pueblo de Los Andes venezolanos, y muy
especialmente el pueblo tachirense, fue protagonista de una gesta de valor
político y militar, de primera magnitud. La Revolución Restauradora y las
campañas militares organizadas para hacer frente a los caudillos
tradicionales, son pasos fundamentales parata constitución de la actual
Venezuela. ¿Qué comentarios hacía el general Eustoquio Gómez sobre su etapa
de actividad militar?
EG: Papá en muy pocas ocasiones nos relataba sobre su
vida militar. Sin embargo, su actividad militar fue permanente, siempre al
lado del general Gómez, destacándose por su extraordinaria valentía.
Recuerdo haberle escuchado hablar de las campañas por el
oriente del país. El estaba muy cerca del general Gómez, cuando éste cae
herido de bala en la batalla de Carúpano, por lo que debió asumir la
jefatura de las tropas. De su campaña por el Zulia nos contaba cosas no
relacionadas con la vida militar. Siempre prefería referirse a detalles que
había observado entre los indios guajiros.
Recordaba en sus conversaciones los duros días cuando
debieron ir a todo lo largo y ancho de los llanos venezolanos, en
persecución de los caudillos alzados contra el gobierno. Nos. hablaba de la
sequía, el sol ardiente, la sed que debieron enfrentar aquellos hombres en
esas campañas.
Hay una anécdota que me la refirió mi primo Florencio
Gómez, hijo del general Gómez y de quien la escuchó. Durante el sitio a
Ciudad Bolívar, el cual concluyó con la derrota del famoso general Rolando,
ocurrió lo siguiente. Las fuerzas de Rolando sumaban cinco mil hombres,
mientras que las del gobierno bajo el mando del general Gómez, sólo eran de
mil hombres. Al parecer Rolando envió un emisario a conversar con oficiales
del gobierno, ofreciéndoles retirarse de la ciudad sin lucha, para evitar
una carnicería. Los oficiales contactados por el emisario de Rolando, le
comunican a papá la información y éste se la comunica al general Gómez.
“Eustoquio quién le dijo a usted que nosotros somos menos soldados que los
de Rolando?. Recuerde que tenemos mil soldados, y que usted vale por mil
soldados y yo por otros mil soldados. Con tres mil soldados como nosotros
tenemos la victoria segura”.
ECO: Al general Eustoquio Gómez se le adjudican dos
graves crímenes. El primero de ellos sucede durante el gobierno del general
Cipriano Castro, el 27 de enero de 1907. En un bar de nombre “Bois de
Boulogne”, situado en Puente de Hierro, en Caracas, muere asesinado el
gobernador de Caracas Luis Mata Illas, quien era un hombre de confianza de
Castro e incluso estaba comprometido en el movimiento llamado “La Conjura’
que buscaba impedir el acceso al poder del general Gómez. El crimen fue
adjudicado al general Eustoquio Gómez, lo que significó varios años de
prisión. ¿Cuál es la versión que de estos hechos les contara su padre?
EG: Lo ocurrido en aquel bar de Puente Hierro en Caracas,
forma parte de los enfrentamientos entre los Gómez y la gente que rodeaba a
Castro.
El general Cipriano Castro tenía una persecución jurada
contra mi papá. No sólo por ser el primo de Juan Vicente, además por la
conducta que papá había tenido para con Castro.
Siendo Castro Presidente, mi papá fue el jefe de sus
edecanes. Doña Zoila, la esposa del presidente, la esposa de Cipriano
Castro, siempre llamaba a papá, buscando información de los pormenores de la
vida de Castro. Doña Zoila quería que papá la mantuviera informada sobre los
sitios que visitaba, las personas con las que armaba sus fiestas que eran
célebres en Caracas. Pero papá no era amigo de enredos de faldas, era
enemigo de los chismosos que rodeaban al Presidente. Por este motivo, papá
toma la decisión de renunciar al rango de Jefe de Edecanes. El no quería
verse envuelto en los enredos palaciegos. Cipriano Castro se molestó ante la
decisión de papá, ya que creía que esta decisión era parte de los planes de
Juan Vicente Gómez para tomar el poder. Los caraqueños de quienes se rodeaba
Castro le hablaban constantemente de supuestos planes del gomecismo para
derrocarlo. De tal suerte que papá estaba en la mira del Presidente Castro,
y el asesinato de Mata Illas fue la oportunidad perfecta para encarcelar a
Eustoquio.
Aquella noche, papá había salido de fiesta. Le
acompañaban cinco de sus mis íntimos amigos. Recuerdo los nombres de Isaías
Nieto, Eloy Tarazona y Milton Martínez, ascendiente del artista de
televisión ya fallecido de nombre Oscar Martínez...
ECO: En un libro aparecido en 1956, bajo el título
“Eustoquio Gómez, un general de la Rehabilitación”, su autor, Hermann
Garmendia, comenta que el coronel Milton Martínez, se encontraba enfrentado
al general Cipriano Castro. Según el autor, Milton Martínez fue nombrado
edecán del Presidente durante el tiempo que Juan Vicente Gómez estuvo
encargado de la Presidencia en los días de “La Aclamación”. Cuando Castro
vuelve a ocupar su cargo presidencial, Milton Martínez fue pasado a cesantía
por orden directa del Presidente.
EG: Aquel grupo llegó al bar que tú has mencionado, en
unas victorias, y comenzaron a festejar. Ya embriagados comenzaron a gritar
dado vivas a Juan Vicente Gómez y mueras a Cipriano Castro. El alboroto que
armaron era de tal magnitud que al poco rato llegó un grupo de policías,
pidiéndoles que se calmaran, y anunciando que habían sido enviados
directamente por el Gobernador. Papá y sus acompañantes estaban tan
exaltados que les contestaron a los policías que si el Gobernador era muy
guapo, que fuera él mismo a someterlos. Al cabo de una hora apareció de
nuevo el grupo de policías encabezados por el gobernador Mata Illas,
portando sus armas en forma desafiantes. Sintiéndose retados por la policía,
estos hombres desenfundan sus armas y comienza la balacera, en medio de una
terrible confusión, en la que cae asesinado el doctor y general Mata lilas.
Este crimen le ofreció a Cipriano Castro la oportunidad
perfecta para dar un golpe a la familia Gómez. Del grupo que acompañaba a
papá, ninguno fue hecho preso.
Decía mi padre, que él tenía la plena seguridad de no
haber sido quien disparó contra Mata Illas. En una oportunidad a mi hermana
y a mí, lo que ahora te estoy relatando. Aquel día nos dijo: “El día de
mañana, cuando yo falte, serán ustedes víctimas de las acusaciones que se
harán contra mi persona, por eso quiero que ustedes conozcan la verdad de lo
ocurrido aquella trágica noche”.
ECO: La cárcel de la Rotunda es, para el venezolano de
hoy en día, símbolo de la tiranía gomecista. A muchos sorprenderá que el
general Eustoquio Gómez pasara dos años de su vida, prisionero en ella.
EG: Papá pasó dos años, engrillados, en una de las peores
celdas de La Rotunda. Casi todos los días aquella celda se inundaba con
aguas putrefactas. Mi padre debía levantar aquellos pesados grillos, para
así lograr subirse a la tabla que le servía de cama, esperando que bajara el
nivel del agua.
Cerca de un año después de su encierro, le retiraron los
grillos.
Poco tiempo después llegó a su celda un mensajero, que
traía una orden directa de la Presidencia de la República, para obligar a mi
papá para que firmara una confesión de culpabilidad en el asesinato de Mata
Tilas. Papá se negó a firmar esa falsa declaración
y enfurecido, usando el fuete que cargaba el mensajero,
arremetió contra el hombre, que intentaba salir de la celda, por el agujero
a nivel del piso que servía de puerta.
Una hora mas tarde llegó un oficial con un grupo de
soldados, golpearon salvajemente a mi papá y luego le volvieron a remachar
los grillos.
En La Rotunda mi padre continuó preso hasta el año 1909,
cuando el general Gómez ordena su libertad y es enviado como jefe del
Castillo San Carlos, el cual era una cárcel situada a la entrada del Lago de
Maracaibo.
ECO: El general Juan Vicente Gómez envía al general
Eustoquio Gómez al cuartel San Carlos, bajo el nombre de Evaristo Prato.
Durante la estadía de Eustoquio en este lugar, se produce un motín de tropa
y presos.
EG: Eso fue un motín entre presos y soldaditos. Aquella
noche fue asesinado a machetazos mientras dormía, un medio hermano de mi
papá, de nombre Aníbal.
Para salvar la vida, papá debió saltar al mar en plena
noche sin ser un buen nadador. Desde el castillo disparaban contra él, pero
afortunadamente no ocurrió nada grave. Se mantuvo escondido en unos
manglares y luego en los restos de un barco de nombre “Lola”. A la mañana
siguiente sorprendió a dos prisioneros fugados junto a dos mujeres. Estaban
preparando una canoa para llegar hasta Maracaibo. Papá los encañona y los
obliga a llevarlo hasta Maracaibo.
Mi padre regresa entonces a Caracas. El año 1911 es
enviado al Táchira, primero como Comandante de Armas y luego como Presidente
del Estado. Comenzaba una nueva etapa en la vida de mi padre, llena de
peligros por cuanto su misión en el Táchira era pacificar aquella región.
Enfrentarse a Peñaloza, a Maclovio Prato, José Antonio González y tanto
otros caudillos locales.
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