ECO: En definitiva ¿con cuánto dinero cuenta la
familia Gómez para enfrentar un exilio cuya duración pocos podían estimar en
aquellos días?
EG: Nosotros salimos con muy poco dinero. Con casi nada
si se toma en cuenta el dinero que mi papá había ido ahorrando. Al momento
de salir al exilio llevábamos cerca de ciento cincuenta mil bolívares.
Contábamos con un dinero que papá había venido depositando en un Banco en
los Estados Unidos. Claro, ésa no era una cifra fabulosa como la que
cualquier ex- ministro se lleva fuera del país en estos días. Mi papá,
después de muchos años de trabajo en sus haciendas tenía menos de tres
millones de bolívares, de bolívares, no de dólares, en la oficina del Royal
Bank en la ciudad de New York.
Afortunadamente pudimos recuperar algo de dinero de las
propiedades que teníamos en el país. Nosotros desde afuera hicimos muchas
gestiones para intentar recuperar algo de nuestro dinero. Al final pudimos
hacemos de cerca de dos millones de bolívares. De este dinero no sólo
tuvimos que pagar a algunos abogados que se encargaron de las acciones
necesarias, también una persona, demasiado cercana como para decir su
nombre, se apropió de un millón de bolívares.
ECO: Vamos a retomar la historia...habíamos quedado en
el momento cuando dejan en libertad al doctor Leopoldo Briceño, su cuñado.
EG: Cerca de una semana después que sueltan a Leopoldo,
llega a Maracay un mensajero con los pasaportes de toda la familia. Poco
después nos estábamos embarcando en Puerto Cabello. El barco español.
“Marqués de Comillas”, partía a Europa haciendo escala en Puerto Rico, hacia
allá partimos iniciando nuestro exilio.
ECO: Las casas de los Gómez fueron asaltadas, las
pobladas se encargaron de saquear las propiedades de los miembros de la
familia Gómez y de algunos colaboradores del régimen...
EG: Hubo muchos saqueos en Caracas. Las casas de los
Gómez y de quienes habían tomado parte en el gobierno. No sólo las casas
eran saqueadas sino los equipajes de quienes salían de Caracas rumbo al
puerto de La Guaira, buscando el camino del exilio. Los equipajes eran
robados, las personas eran insultadas. Los que intentaban salir por el
puerto de Puerto Cabello eran asaltados en Valencia, casi ninguno se salvaba
de aquellas pobladas.
Nuestra casa de Maracay no fue asaltada porque el coronel
Medina Angarita había colocado una guardia permanente alrededor de la casa.
Desde la muerte de papá, nuestra casa estaba cercada por veinte hombres del
ejército al mando de un capitán, quien estaba responsabilizado por nuestra
situación. Claro que esta protección también significó que nadie podía
entrar a visitamos. En realidad aquella protección era un virtual secuestro
en nuestra propia casa.
El coronel Medina Angarita, hombre que se comportó muy
bien con mi familia en aquellos difíciles días, ordenó a la guardia que
custodiaba nuestra casa que nos acompañara a Puerto Cabello. Nuestro
equipaje llegó al puerto bajo protección militar, ésa es la razón por la que
no fuimos saqueados como los demás.
Ya estando nosotros embarcados, desconocíamos la suerte
corrida por nuestro equipaje, el cual venia en otro vehículo. Poco antes de
que el barco zarpara rumbo a La Guaira, se acercó al barco uno de esos
cargadores de puerto, un negro altísimo. Preguntaba a gritos por Eustoquio
Gómez. Tanto insistió que yo me asomé para saber qué cosa era la que quería
aquel hombre. “Venga Eustoquito, venga conmigo hasta la bodega del barco
para que revise su equipaje. Yo mismo lo cuidé para que no le pasara nada”.
Aquello nos extrañó muchísimo. Yo desde arriba le
agradecí al negro lo que había hecho, él insistía en que yo bajara a contar
las maletas. Nosotros temíamos que fuera una trampa para asesinarme o para
secuestrarme, no sabíamos qué podía pasar en aquellos momentos de tanta
confusión.
Tanto insistió ese hombre que al final yo me decidí a
bajar. Fuimos a la bodega y él insistía en que contara las maletas, yo en
esos momentos no estaba para esas cosas, así que le pregunté cuánto le
debía. Mi sorpresa fue cuando aquel negro me dijo que no le debía nada.
“Usted seguro que no se acuerda de mí. Pero una vez yo me atreví a ir a la
casa de ustedes en Barquisimeto a pedir una ayuda porque mi madre estaba
enferma, y nosotros no teníamos nada de plata para comprarle remedios y
pagarle a un médico. Usted me regaló mil bolívares con los que se pudo
salvar mi mamá”. Yo la verdad es que no recordaba aquello que el negro
me estaba contando. De todas maneras le dije que sí lo recordaba, le metí en
el bolsillo unos cuantos billetes y volví a subir al barco. Esa anécdota del
negro en Puerto Cabello deja ver que no sólo teníamos enemigos, sino que por
lo menos la familia de Eustoquio Gómez tenía amigos entre el pueblo.
ECO: Ustedes viajan a Puerto Rico y luego a Europa...
EG: Estando en Puerto Rico, la persona de la que antes
hablé, quien estaba tramitando nuestro dinero en Venezuela y luego se quedó
con parte de lo recuperado, esa persona nos obliga a ir a Las Palmas, a Las
Canarias. Nosotros llegamos el 4 o 5 de julio, días después se inicia la
guerra civil española.
Teniendo como base Las Palmas mi familia viajó a Francia,
luego iríamos a Inglaterra. Tres años duró nuestra estadía en Europa, allí
me casé por primera vez, allí estábamos cuando comenzó la Segunda Guerra
Mundial.
Estábamos en Francia invadida por los alemanes yo viajé a
París junto a mi esposa. Su padre estaba refugiado en París a raíz del
triunfo de Francisco Franco en España. Nosotros pretendíamos viajar a
América y era casi obligatorio que fuéramos a Francia, para que mi esposa
saludara a su padre.
En aquella visita a Francia pasamos una noche en
Marsella. Aquella noche hubo dos terribles bombardeos contra la ciudad. A
las diez y luego a las cuatro de la madrugada. Las bombas cayeron en las
afueras de Marsella pero la sensación que producen las sirenas es espantosa.
La ciudad no tenía refugios para casos de bombardeos, así que al día
siguiente todos permanecíamos en las casas.
Nuestro viaje hacia América comenzó en Lisboa. Allí nos
embarcamos rumbo al Brasil donde estuvimos unos tres meses, viviendo en Río
de Janeiro. Luego viajamos a New York y nos establecimos en los Estados
Unidos, hasta comienzos de 1945 cuando decidí regresar a Venezuela. Poco
después vendría el golpe contra Medina Angarita y comenzaría un nuevo
exilio.
Aquellos fueron días difíciles para nosotros. Después de
estar un tiempo en los Estados Unidos, regresé a Colombia. Me establecí en
la zona de Cúcuta donde adquirí una pequeña hacienda. De allí no regresaría
a Venezuela hasta el gobierno del doctor Caldera. Sólo regresé a Venezuela a
mediados de los años cincuenta, durante el gobierno de Pérez Jiménez. Vine a
trabajar en una central arrocera en Barinas, allí estuve hasta el golpe de
año 58.
Fíjate cómo son las cosas del destino. Yo había conocido
al general González, aquél que fue hombre de las montoneras de Juan Pablo
Peñaloza y quien luego siendo Presidente del Estado Táchira fuera el
encargado de hacer preso definitivamente a Peñaloza. Yo era muy amigo de los
hijos del general González, de José Antonio y Ricardo González.
Durante el gobierno de Marcos Pérez Jiménez, Ricardo
González era presidente de la Corporación Venezolana de Fomento. Desde ese
cargo me ofreció la posibilidad de venirme a Barinas a dirigir el central
arrocero de Barinas. Dado que yo ya tenía alguna experiencia en arroz que
era el cultivo de mi hacienda en Cúcuta, yo le acepté el cargo.
Me vine a Barinas y me quedé hasta poco después de que
tumbaron al gobierno. Allí nació la primera hija de mi actual matrimonio.
ECO: Hay un tema que he dejado para el final de este
capítulo. Se trata de un suceso particularmente poco conocido de la historia
reciente venezolana. Me estoy refiriendo al intento de alzamiento contra el
gobierno nacido a raíz del golpe del año 1945. Quizás debiéramos comenzar
refiriendo sus relaciones con Rómulo Betancourt, antes del golpe.
EG: Tal como te contaba antes, yo regresé a Venezuela a
principios del año 45. Ese año intenté establecerme de nuevo en Caracas,
pero el golpe contra Medina Angarita no me lo permitió.
Aquel año conocí a Rómulo Betancout. Resulta que yo
acostumbraba a ir de cacerías en los Estados Unidos, allá la pesca y la
cacería se convirtieron en mis pasatiempos. Cuando regresé a Venezuela
comencé a viajar al llano a cazar. Yo frecuentaba los llanos de Guárico
buscando piezas de cacerías. Allá conocí a la familia Montilla, la familia
de Ricardo Montilla el dirigente adeco, que en paz descanse. Yo comencé una
gran amistad con Ricardo Montilla. El vivía en Caracas, en Los Chorros, y yo
acostumbraba visitarlo con cierta regularidad. Nos hicimos muy amigos,
siempre salíamos juntos de cacería al llano y cuando esto ocurría nos
hospedábamos en la casa de su familia en El Sombrero. Una noche llegué a
visitar a Ricardo como de costumbre y allí estaba Rómulo Betancourt. Pero
Betancourt salió de la sala y fue a esconderse en algún sitio dentro de la
casa. Ricardo me tenía tanta confianza, que siendo Rómulo su compañero de
actividad política, me dijo que allí estaba Rómulo Betancourt pero que se
negaba a salir porque él no quería tener nada que ver con la familia Gómez.
Recuerdo que le respondí: “Mira Ricardo, pues ahí se quedará un buen rato
porque yo vine a visitar y todavía no me voy”.
Posiblemente Ricardo habló después de aquella noche con
Rómulo. Lo cierto es que otra noche, en otra visita mía a casa de los
Montilla, encontré a Rómulo Betancourt en la sala de la casa, esa vez no se
escondió.
Esa noche conversamos hasta muy tarde y al poco tiempo
después de nuestra primera conversación, estábamos de amigos. Varias noches
salimos juntos a parrandear por Caracas, en repetidas ocasiones fuimos a
parrandear a El Trocadero.
ECO: El Trocadero es un hombre que trae muchos
recuerdos a los caraqueños, recuerdos mezclados de noches de diversión y
luego de noches de pesadilla, cuando los tiempos de la
Segundad Nacional
EG: El Trocadero era un night-dub caraqueño, célebre por
la inmensa cortina que separaba una zona del local que era club familiar y
otra que era menos santa, en la que habían mesoneras. Después, bajo el
gobierno de los mismos adecos nació allí la Seguridad Nacional. Ahí se
estrenaron en el país los métodos de tortura que ahora son tan conocidos,
los rines, las panelas de hielo, las lámparas de 600 watt, el tábano, ese
instrumento que usan los camioneros para obligar al ganado a levantarse.
Esto es mucho antes de que viniera Pedro Estrada a encargarse de la
Seguridad Nacional, recuerda que Estrada estaba en Miami, estaba en el
exilio conspirando contra el gobierno adeco.
Déjame terminar el cuento con Rómulo Betancourt. El
estaba metido con Montilla intentando montar un negocio. Estaban pensando en
establecer una fábrica de hielo en El Sombrero, en pleno llano del Guárico.
Ellos me invitaron a formar parte del negocio, pero yo no estaba interesado
en ese tipo de negocios; yo estaba intentando trabajar en el negocio de la
importación de productos. Al final me quitaron unos reales prestados. Esos
reales me costó mucho recuperarlos porque después vino el golpe contra
Medina y yo me quedé parado en Colombia.
Recuerdo que una vez, estando reunidos en casa de Ricardo
Montilla, antes del golpe claro, Rómulo Betancourt me mostró una pistola. Ya
varias veces me había dicho que él deseaba mostrarme algo muy querido para
él. Se trataba de una pistola, dentro de un estuche lujoso. Esa pistola
había pertenecido al general Gómez, quien la había recibido como regalo de
una fábrica europea de armamentos, una empresa checoslovaca. Era una hermosa
pistola, con el escudo de Venezuela y una leyenda de dedicatoria al general
Juan Vicente Gómez. Betancourt me dijo aquella noche que él guardaba esa
pistola como un amuleto.
ECO: El golpe del año 1945 produjo un fenómeno muy
interesante en Cúcuta. Allí se encontraron los representantes de todas las
fuerzas que tuvieron figuración en la vida política venezolana desde que los
andinos llegaron al poder en 1899. A los gomecistas se unieron los viejos
castristas, los peñalocistas del Táchira, los lopecistas y los seguidores de
Medina Angarita, además de los Baptista de Trujillo y sólo Dios sabe cuántas
variantes más de eso que genéricamente llaman el gomecismo.
EG: En efecto, en Cúcuta se congregó mucha gente, muchos
que salieron del país cuando la muerte del general Gómez y otros que
tuvieron que huir a la caída de Medina Angarita. Allí en Cúcuta, con
contactos con los grupos regados por todo el Caribe y en los Estados Unidos,
se comenzó a diseñar una invasión a Venezuela. Yo fui Comisionado para un
cargo bien importante, y además bien interesante, me nombraron responsable
de los contactos internacionales de la invasión.
Por esta razón me tocó comenzar a viajar. Fui a Nicaragua
a entrevistarme con Somoza, me entreviste varias veces con Trujillo antes de
que se estableciera los campamentos en República Dominicana Por poco viajé a
España a entrevistarme con Francisco Franco para solicitar su respaldo a
nuestros planes.
ECO: ¿Quiénes estaban en esa conspiración contra el
gobierno adeco?
EG: Estábamos los Gómez, López Contreras, León Jurado, el
doctor Rangel Lamus, el general González de quien ya he hablado y que fue
peñalocista y luego Presidente de Estado bajo el gobierno del general Gómez.
Estaba comprometida gente muy importante de la época. Militares activos, los
Vargas, unos de ellos de la Guarnición de San Cristóbal y el otro estaba
establecido en Caracas.
Recuerdo que juntos a uno de los Baptista de Trujillo,
con Carlos Baptista, quien viaja con pasaporte falso a nombre de Libardo
Blanco, estuve en los Estados Unidos en una operación para conseguir armas,
provenientes de un arsenal del ejército americano.
En una ocasión me reuní, imagínate lo organizado que
estaba todo aquello, me reuní con el doctor Miguel Moreno, quien fue luego
secretario de la junta de Gobierno que derrocó a Gallegos, y con Julio César
Vargas, quien en esos días ocupaba un alto cargo militar en el gobierno
adeco. La reunión supuestamente era secreta, se realizó a bordo de un barco
sobre el río Mississippi, en los Estados Unidos. Allí se trataba de
coordinar las acciones de afuera con las de adentro. La invasión que
estábamos planificando iba a contar con el respaldo de varias guarniciones
en todo país.
A los pocos días, cuando regresó Vargas a Caracas, fue
hecho preso inmediatamente.
ECO: Trujillo, el dictador dominicano prestó toda su
colaboración a ese intento de golpe. Incluso ustedes estaban acuartelados en
instalaciones militares de República Dominicana.
EG: Todos los que andábamos metidos en la conspiración,
menos López Contreras, estábamos en República Dominicana. Estábamos
divididos en varios grupos. Por ejemplo todos los Gómez estábamos hospedados
en una casa de Rafael Leonidas Trujillo en su hacienda La Romana. Al final,
todos nos concentramos en la base naval de Caldera, donde se preparaba la
invasión.
Allá tenían dos lanchas especiales para desembarcos.
Tenían dos tanques de guerra, teníamos varios avioncitos que eran piloteados
por pilotos venezolanos que habían desertado. Estos pilotos estaban metidos
en un intento de golpe anterior, al parecer pretendían bombardear el Palacio
de Miraflores, fueron descubiertos y se fugaron con sus naves hacía la zona
del Arauca colombiano. Después se unieron a la gente de Cúcuta y luego
terminaron en República Dominicana encargados de los avioncitos de nuestra
invasión.
ECO: ¿Cuál era exactamente el plan de invasión?
EG: Bueno, se trataba de invadir a Venezuela por la Vela
de Coro. Había un acuerdo con militares de todo el país quienes se iban a
sublevar al momento de la invasión. Estaban comprometidos militares de las
guarniciones de Coro, Caracas, Mérida y San Cristóbal.
Supuestamente Eleazar López Contreras llegaría al día
siguiente de la invasión, cuando la situación ya estuviera definida.
Como parte del plan había un hombre, un maracucho que
poseía una gran habilidad con las armas, su puntería era perfecta. Este
señor fue contratado por López Contreras para asesinar a Rómulo Betancourt.
El contrato era por 30.000 dólares, de los cuales fueron entregados la
mitad. A este hombre después de varios días que pasó en la base de Caldera
lo sacaron de República Dominicana, por supuesto que nunca intentó cumplir
con su contrato y se dedicó a pasearse por el Caribe.
ECO: ¿Cómo terminó aquella aventura de invasión?
EG: Al final, todo estaba preparado para la invasión. Los
equipos militares estaban preparados y los hombres habíamos recibido
entrenamiento militar. Recuerdo que gracias a mi buena puntería obtenida
gracias a mis prácticas de cacería, de tiro al pichón en los Estados Unidos,
obtuve un grado militar en aquella invasión. Me nombraron capitán de ese
ejército.
Se acercaba el día de la invasión y un día llegó el
general Fiallo, comandante general de las Fuerzas Armadas de República
Dominicana. Nos reunió a los principales de la invasión y nos dijo que era
necesario parar todos los preparativos. En Venezuela todo se había
descubierto, estaban presos en Caracas varios de los involucrados en nuestra
invasión. Mi decisión fue inmediata. Mi familia estaba en los Estados
Unidos, compré mi pasaje de avión y me marché a New York vía Miami. Después
regresé a Colombia, vino la visita de Ruiz Pineda a Cúcuta y pude regresar a
Venezuela.
ECO: ¿Cómo es que usted termina formando parte de una
conspiración encabezada por López Contreras, luego de las situaciones
vividas en el año 1935?
EG: Yo no estaba en el grupo de López Contreras. Yo
pertenecía aun grupo de hombres diferentes a él. Yo estaba con Juancho
Gómez, con Vicente Gómez, con la gente del general González.
ECO: ¿Se produjo en aquellos días acercamiento con
López Contreras?
EG: Si. Yo me reuní con López Contreras en Miami, en los
días cuando todavía se estaba tramando la conspiración En aquella ocasión se
habló de los planes que cada grupo tenía, de la organización de la invasión
y de los apoyos que era necesario buscar.
ECO: ¿Se trató en esa reunión con López lo referente
al asesinato de Eustoquio Gómez?
EG: Para nada se tocó ese punto. Nos limitamos a hablar
de la invasión. Muchos años después, ya estábamos viviendo en Venezuela,
viviendo López en Caracas, me envió varios recados con un primo mío. Mario
Pacheco en repetidas oportunidades me comunicó el interés de López Contreras
de sostener una entrevista privada conmigo. Un error muy grande que yo
cometí fue no aceptar jamás su invitación Yo supongo que él deseaba contarme
su versión de los sucesos del año 1935, su versión del asesinato de mi padre
en la Gobernación de Caracas. Incluso, luego de la muerte de Eleazar López
Contreras, su viuda, María Teresa, continuó haciéndome llegar recados,
invitándome a su casa. Lamentablemente nunca se produjo esa reunión.
Yo me hice muy amigo de un hijo de López Contreras. En
medio el bochinche ése que llamábamos invasión, me hice muy amigo de Femando
López. Lo aprecié mucho en vida y lamenté profundamente su temprana muerte.
Nuestra amistad nació en los duros años de exilio en Cúcuta y duró hasta su
muerte. Jamás, jamás entre nosotros se tocó el tema del enfrentamiento entre
nuestros padres. No tratábamos como Femando y Eustoquio, sin que tuviera
importancia el nombre de nuestros padres. Uno no puede hacer de los hijos
una prolongación de los defectos de los padres.
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