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Eustoquio Gómez

Versión digital del libro de Edgar C. Otálvora

Editorial Pomaire. Caracas. 1993

 En el texto se identifica al autor con las iniciales “ECO”. Las intervenciones del señor Eustoquio Gómez Villamizar y la señora Josefita Gómez de Briceño se identifican con las iniciales "EG” y “DJ”, respectivamente


 

Capítulo X

Los Gómez al exilio

 

ECO: La muerte del general Eustoquio Gómez sirvió de detonante a la situación política del momento. A la muerte del general Gómez y luego del asesinato de Eustoquio se produce un movimiento callejero de repudio al gobierno gomecista. ¿Cuál era la situación de su familia en aquellos momentos?

EG: Mi cuñado Leopoldo y Fernando Gómez, quienes habían acompañado a papá a su viaje a Caracas, son arrestados allí mismo en la Gobernación. Son enviados inmediatamente a La Rotunda. Mi madre, mi hermana y yo permanecíamos en Maracay, virtualmente prisioneros en nuestra casa. El para aquel entonces coronel Isaías Medina Angarita, quien había sido nombrado Ministro de Guerra y Marina, nos visitó en Maracay. Nos advirtió que debíamos salir lo antes posible del país, porque las cosas se estaban poniendo muy feas para la familia Gómez. A su juicio era conveniente que saliéramos por un tiempo corto del país, mientras se arreglaban las cosas. A mí me tocó asumir el papel de jefe de familia. Le dije que nosotros no pensábamos abandonar el país mientras el marido de mi hermana no se reuniera con nosotros. Mi hermana no iba a viajar sin su esposo y nosotros, mi madre y yo, no estábamos dispuestos a viajar sin ella. Hasta tanto no soltaran al doctor Briceño, nosotros no salimos fuera de Venezuela.

Pasaron quince o veinte días desde aquella conversación hasta el día que dejaron en libertad a mi cuñado.

ECO: En Barquisimeto hubo un incidente por el dinero de la Gobernación...

E.G.: Papá habla declarado poco antes de su muerte, en lo que fue su último mensaje como Presidente del Estado Lara, que el Estado contaba con más de dos millones de bolívares en caja para aquel momento. Ese dinero papá lo mantenía en su casa de Barquisimeto...

ECO: ¿Por qué se guardaba el dinero del gobierno en la casa privada del Presidente del estado?

EG: Esa era una costumbre que él tenía. Pensaba que el dinero del estado estaba más seguro en su casa, antes que en cualquier otro sitio.

El coronel Domingo Romero, comandante de la Guarnición de Barquisimeto, al enterarse de la muerte del general Gómez procedió a violar nuestra casa, sacando el dinero que mi padre tenía allí. Luego dijeron que habían sido las turbas las que habían sustraído aquella cuantiosa suma de dinero. Eran más de dos millones de bolívares, cifra nada despreciable en aquella época. Incluso algunas personas sostienen que el comandante Domingo Romero estaba recibiendo órdenes de Caracas, las cuales incluían impedir a toda costa que papá regresara a Barquisimeto.

Dado que ese dinero se perdió, ese dinero que mi padre siembre había cuidado responsablemente, el gobierno inició un juicio contra los sucesores de Eustoquio Gómez, es decir, un juicio contra nosotros. Por esta razón nos embargaron las casas y otras propiedades que mi padre poseía en el estado Lara. Eso ocurrió luego que nosotros abandonamos el país, en 1936.

Nosotros tuvimos muchos problemas con nuestro dinero. Papá conservaba permanentemente como siete millones de bolívares, siempre guardados en nuestra casa. Eso todos lo sabían, porque confiadamente papá se lo comentaba a sus conocidos. “Yo tengo los reales en casa porque aquí los cuido yo mismo”.

Papá tenía mucha desconfianza de los bancos. Papá no guardaba dinero en un banco sino por razones muy especiales. Esta desconfianza a los bancos se inició cuando perdió unos millones que tenía depositados en unos bancos alemanes, en los años cuando aún vivía en el Táchira. El tenía cerca de cuatro millones de bolívares, producto de ventas de café de su hacienda de Rubio, ese dinero estaba depositado en una cuenta en un banco alemán. Cuando vino la guerra europea los bancos no reconocieron los depósitos que muchos tenían en el Táchira Total, se perdió ese dinero. La desconfianza de papá empezó con esa pérdida. Lo cierto es que a la muerte de papá, teníamos con nosotros en Maracay una caja de dinero que mamá habla traído consigo desde Barquisimeto. La suma de siete millones de bolívares.

López Contreras le envió un telegrama a mamá donde le pedía que sostuvieran una entrevista. Le pedía que fuera a Caracas a reunirse con él. Yo me opuse rotundamente a ese viaje de mamá, yo le argumenté razones para que no aceptara la invitación de López Contreras, pero mamá decidió aceptar la invitación, decidió ir a Caracas a entrevistarse con López. Los pormenores de la entrevista los contó mamá a su regreso a Maracay. “Yo se que ustedes tienen una cifra muy grande de dinero en su casa de Maracay y eso no es muy conveniente, tal como están las cosas en estos días”. El le habló a mamá de su temor de que nuestra casa fuera víctima de una poblada, temía un asalto a nuestra casa por parte de los alzados. López Contreras le sugirió a mamá que colocara ese dinero en una cuenta en el Royal Bank de Venezuela.

Mamá estuvo de acuerdo con López, y éste quedó en enviar una camioneta con guardias militares que custodiaran el traslado del dinero hasta la oficina del Royal Bank. Ese dinero efectivamente llegó a Caracas, pero no al Royal Bank. López Contreras se comunicó con mamá y le informó que después de pensarlo mejor había decidido enviar el dinero a las bóvedas del Banco de Venezuela, ya el dinero había salido de nuestro control, ese dinero se perdió, esos reales jamás nos fueron devueltos.

 

 

 

ECO: En definitiva ¿con cuánto dinero cuenta la familia Gómez para enfrentar un exilio cuya duración pocos podían estimar en aquellos días?

EG: Nosotros salimos con muy poco dinero. Con casi nada si se toma en cuenta el dinero que mi papá había ido ahorrando. Al momento de salir al exilio llevábamos cerca de ciento cincuenta mil bolívares. Contábamos con un dinero que papá había venido depositando en un Banco en los Estados Unidos. Claro, ésa no era una cifra fabulosa como la que cualquier ex- ministro se lleva fuera del país en estos días. Mi papá, después de muchos años de trabajo en sus haciendas tenía menos de tres millones de bolívares, de bolívares, no de dólares, en la oficina del Royal Bank en la ciudad de New York.

Afortunadamente pudimos recuperar algo de dinero de las propiedades que teníamos en el país. Nosotros desde afuera hicimos muchas gestiones para intentar recuperar algo de nuestro dinero. Al final pudimos hacemos de cerca de dos millones de bolívares. De este dinero no sólo tuvimos que pagar a algunos abogados que se encargaron de las acciones necesarias, también una persona, demasiado cercana como para decir su nombre, se apropió de un millón de bolívares.

ECO: Vamos a retomar la historia...habíamos quedado en el momento cuando dejan en libertad al doctor Leopoldo Briceño, su cuñado.

EG: Cerca de una semana después que sueltan a Leopoldo, llega a Maracay un mensajero con los pasaportes de toda la familia. Poco después nos estábamos embarcando en Puerto Cabello. El barco español. “Marqués de Comillas”, partía a Europa haciendo escala en Puerto Rico, hacia allá partimos iniciando nuestro exilio.

ECO: Las casas de los Gómez fueron asaltadas, las pobladas se encargaron de saquear las propiedades de los miembros de la familia Gómez y de algunos colaboradores del régimen...

EG: Hubo muchos saqueos en Caracas. Las casas de los Gómez y de quienes habían tomado parte en el gobierno. No sólo las casas eran saqueadas sino los equipajes de quienes salían de Caracas rumbo al puerto de La Guaira, buscando el camino del exilio. Los equipajes eran robados, las personas eran insultadas. Los que intentaban salir por el puerto de Puerto Cabello eran asaltados en Valencia, casi ninguno se salvaba de aquellas pobladas.

Nuestra casa de Maracay no fue asaltada porque el coronel Medina Angarita había colocado una guardia permanente alrededor de la casa. Desde la muerte de papá, nuestra casa estaba cercada por veinte hombres del ejército al mando de un capitán, quien estaba responsabilizado por nuestra situación. Claro que esta protección también significó que nadie podía entrar a visitamos. En realidad aquella protección era un virtual secuestro en nuestra propia casa.

El coronel Medina Angarita, hombre que se comportó muy bien con mi familia en aquellos difíciles días, ordenó a la guardia que custodiaba nuestra casa que nos acompañara a Puerto Cabello. Nuestro equipaje llegó al puerto bajo protección militar, ésa es la razón por la que no fuimos saqueados como los demás.

Ya estando nosotros embarcados, desconocíamos la suerte corrida por nuestro equipaje, el cual venia en otro vehículo. Poco antes de que el barco zarpara rumbo a La Guaira, se acercó al barco uno de esos cargadores de puerto, un negro altísimo. Preguntaba a gritos por Eustoquio Gómez. Tanto insistió que yo me asomé para saber qué cosa era la que quería aquel hombre. “Venga Eustoquito, venga conmigo hasta la bodega del barco para que revise su equipaje. Yo mismo lo cuidé para que no le pasara nada”.

Aquello nos extrañó muchísimo. Yo desde arriba le agradecí al negro lo que había hecho, él insistía en que yo bajara a contar las maletas. Nosotros temíamos que fuera una trampa para asesinarme o para secuestrarme, no sabíamos qué podía pasar en aquellos momentos de tanta confusión.

Tanto insistió ese hombre que al final yo me decidí a bajar. Fuimos a la bodega y él insistía en que contara las maletas, yo en esos momentos no estaba para esas cosas, así que le pregunté cuánto le debía. Mi sorpresa fue cuando aquel negro me dijo que no le debía nada. “Usted seguro que no se acuerda de mí. Pero una vez yo me atreví a ir a la casa de ustedes en Barquisimeto a pedir una ayuda porque mi madre estaba enferma, y nosotros no teníamos nada de plata para comprarle remedios y pagarle a un médico. Usted me regaló mil bolívares con los que se pudo salvar mi mamá”. Yo la verdad es que no recordaba aquello que el negro me estaba contando. De todas maneras le dije que sí lo recordaba, le metí en el bolsillo unos cuantos billetes y volví a subir al barco. Esa anécdota del negro en Puerto Cabello deja ver que no sólo teníamos enemigos, sino que por lo menos la familia de Eustoquio Gómez tenía amigos entre el pueblo.

ECO: Ustedes viajan a Puerto Rico y luego a Europa...

EG: Estando en Puerto Rico, la persona de la que antes hablé, quien estaba tramitando nuestro dinero en Venezuela y luego se quedó con parte de lo recuperado, esa persona nos obliga a ir a Las Palmas, a Las Canarias. Nosotros llegamos el 4 o 5 de julio, días después se inicia la guerra civil española.

Teniendo como base Las Palmas mi familia viajó a Francia, luego iríamos a Inglaterra. Tres años duró nuestra estadía en Europa, allí me casé por primera vez, allí estábamos cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial.

Estábamos en Francia invadida por los alemanes yo viajé a París junto a mi esposa. Su padre estaba refugiado en París a raíz del triunfo de Francisco Franco en España. Nosotros pretendíamos viajar a América y era casi obligatorio que fuéramos a Francia, para que mi esposa saludara a su padre.

En aquella visita a Francia pasamos una noche en Marsella. Aquella noche hubo dos terribles bombardeos contra la ciudad. A las diez y luego a las cuatro de la madrugada. Las bombas cayeron en las afueras de Marsella pero la sensación que producen las sirenas es espantosa. La ciudad no tenía refugios para casos de bombardeos, así que al día siguiente todos permanecíamos en las casas.

Nuestro viaje hacia América comenzó en Lisboa. Allí nos embarcamos rumbo al Brasil donde estuvimos unos tres meses, viviendo en Río de Janeiro. Luego viajamos a New York y nos establecimos en los Estados Unidos, hasta comienzos de 1945 cuando decidí regresar a Venezuela. Poco después vendría el golpe contra Medina Angarita y comenzaría un nuevo exilio.

Aquellos fueron días difíciles para nosotros. Después de estar un tiempo en los Estados Unidos, regresé a Colombia. Me establecí en la zona de Cúcuta donde adquirí una pequeña hacienda. De allí no regresaría a Venezuela hasta el gobierno del doctor Caldera. Sólo regresé a Venezuela a mediados de los años cincuenta, durante el gobierno de Pérez Jiménez. Vine a trabajar en una central arrocera en Barinas, allí estuve hasta el golpe de año 58.

Fíjate cómo son las cosas del destino. Yo había conocido al general González, aquél que fue hombre de las montoneras de Juan Pablo Peñaloza y quien luego siendo Presidente del Estado Táchira fuera el encargado de hacer preso definitivamente a Peñaloza. Yo era muy amigo de los hijos del general González, de José Antonio y Ricardo González.

Durante el gobierno de Marcos Pérez Jiménez, Ricardo González era presidente de la Corporación Venezolana de Fomento. Desde ese cargo me ofreció la posibilidad de venirme a Barinas a dirigir el central arrocero de Barinas. Dado que yo ya tenía alguna experiencia en arroz que era el cultivo de mi hacienda en Cúcuta, yo le acepté el cargo.

Me vine a Barinas y me quedé hasta poco después de que tumbaron al gobierno. Allí nació la primera hija de mi actual matrimonio.

ECO: Hay un tema que he dejado para el final de este capítulo. Se trata de un suceso particularmente poco conocido de la historia reciente venezolana. Me estoy refiriendo al intento de alzamiento contra el gobierno nacido a raíz del golpe del año 1945. Quizás debiéramos comenzar refiriendo sus relaciones con Rómulo Betancourt, antes del golpe.

EG: Tal como te contaba antes, yo regresé a Venezuela a principios del año 45. Ese año intenté establecerme de nuevo en Caracas, pero el golpe contra Medina Angarita no me lo permitió.

Aquel año conocí a Rómulo Betancout. Resulta que yo acostumbraba a ir de cacerías en los Estados Unidos, allá la pesca y la cacería se convirtieron en mis pasatiempos. Cuando regresé a Venezuela comencé a viajar al llano a cazar. Yo frecuentaba los llanos de Guárico buscando piezas de cacerías. Allá conocí a la familia Montilla, la familia de Ricardo Montilla el dirigente adeco, que en paz descanse. Yo comencé una gran amistad con Ricardo Montilla. El vivía en Caracas, en Los Chorros, y yo acostumbraba visitarlo con cierta regularidad. Nos hicimos muy amigos, siempre salíamos juntos de cacería al llano y cuando esto ocurría nos hospedábamos en la casa de su familia en El Sombrero. Una noche llegué a visitar a Ricardo como de costumbre y allí estaba Rómulo Betancourt. Pero Betancourt salió de la sala y fue a esconderse en algún sitio dentro de la casa. Ricardo me tenía tanta confianza, que siendo Rómulo su compañero de actividad política, me dijo que allí estaba Rómulo Betancourt pero que se negaba a salir porque él no quería tener nada que ver con la familia Gómez. Recuerdo que le respondí: “Mira Ricardo, pues ahí se quedará un buen rato porque yo vine a visitar y todavía no me voy”.

Posiblemente Ricardo habló después de aquella noche con Rómulo. Lo cierto es que otra noche, en otra visita mía a casa de los Montilla, encontré a Rómulo Betancourt en la sala de la casa, esa vez no se escondió.

Esa noche conversamos hasta muy tarde y al poco tiempo después de nuestra primera conversación, estábamos de amigos. Varias noches salimos juntos a parrandear por Caracas, en repetidas ocasiones fuimos a parrandear a El Trocadero.

ECO: El Trocadero es un hombre que trae muchos recuerdos a los caraqueños, recuerdos mezclados de noches de diversión y luego de noches de pesadilla, cuando los tiempos de la

Segundad Nacional

EG: El Trocadero era un night-dub caraqueño, célebre por la inmensa cortina que separaba una zona del local que era club familiar y otra que era menos santa, en la que habían mesoneras. Después, bajo el gobierno de los mismos adecos nació allí la Seguridad Nacional. Ahí se estrenaron en el país los métodos de tortura que ahora son tan conocidos, los rines, las panelas de hielo, las lámparas de 600 watt, el tábano, ese instrumento que usan los camioneros para obligar al ganado a levantarse. Esto es mucho antes de que viniera Pedro Estrada a encargarse de la Seguridad Nacional, recuerda que Estrada estaba en Miami, estaba en el exilio conspirando contra el gobierno adeco.

Déjame terminar el cuento con Rómulo Betancourt. El estaba metido con Montilla intentando montar un negocio. Estaban pensando en establecer una fábrica de hielo en El Sombrero, en pleno llano del Guárico. Ellos me invitaron a formar parte del negocio, pero yo no estaba interesado en ese tipo de negocios; yo estaba intentando trabajar en el negocio de la importación de productos. Al final me quitaron unos reales prestados. Esos reales me costó mucho recuperarlos porque después vino el golpe contra Medina y yo me quedé parado en Colombia.

Recuerdo que una vez, estando reunidos en casa de Ricardo Montilla, antes del golpe claro, Rómulo Betancourt me mostró una pistola. Ya varias veces me había dicho que él deseaba mostrarme algo muy querido para él. Se trataba de una pistola, dentro de un estuche lujoso. Esa pistola había pertenecido al general Gómez, quien la había recibido como regalo de una fábrica europea de armamentos, una empresa checoslovaca. Era una hermosa pistola, con el escudo de Venezuela y una leyenda de dedicatoria al general Juan Vicente Gómez. Betancourt me dijo aquella noche que él guardaba esa pistola como un amuleto.

ECO: El golpe del año 1945 produjo un fenómeno muy interesante en Cúcuta. Allí se encontraron los representantes de todas las fuerzas que tuvieron figuración en la vida política venezolana desde que los andinos llegaron al poder en 1899. A los gomecistas se unieron los viejos castristas, los peñalocistas del Táchira, los lopecistas y los seguidores de Medina Angarita, además de los Baptista de Trujillo y sólo Dios sabe cuántas variantes más de eso que genéricamente llaman el gomecismo.

EG: En efecto, en Cúcuta se congregó mucha gente, muchos que salieron del país cuando la muerte del general Gómez y otros que tuvieron que huir a la caída de Medina Angarita. Allí en Cúcuta, con contactos con los grupos regados por todo el Caribe y en los Estados Unidos, se comenzó a diseñar una invasión a Venezuela. Yo fui Comisionado para un cargo bien importante, y además bien interesante, me nombraron responsable de los contactos internacionales de la invasión.

Por esta razón me tocó comenzar a viajar. Fui a Nicaragua a entrevistarme con Somoza, me entreviste varias veces con Trujillo antes de que se estableciera los campamentos en República Dominicana Por poco viajé a España a entrevistarme con Francisco Franco para solicitar su respaldo a nuestros planes.

ECO: ¿Quiénes estaban en esa conspiración contra el gobierno adeco?

EG: Estábamos los Gómez, López Contreras, León Jurado, el doctor Rangel Lamus, el general González de quien ya he hablado y que fue peñalocista y luego Presidente de Estado bajo el gobierno del general Gómez. Estaba comprometida gente muy importante de la época. Militares activos, los Vargas, unos de ellos de la Guarnición de San Cristóbal y el otro estaba establecido en Caracas.

Recuerdo que juntos a uno de  los Baptista de Trujillo, con Carlos Baptista, quien viaja con pasaporte falso a nombre de Libardo Blanco, estuve en los Estados Unidos en una operación para conseguir armas, provenientes de un arsenal del ejército americano.

En una ocasión me reuní, imagínate lo organizado que estaba todo aquello, me reuní con el doctor Miguel Moreno, quien fue luego secretario de la junta de Gobierno que derrocó a Gallegos, y con Julio César Vargas, quien en esos días ocupaba un alto cargo militar en el gobierno adeco. La reunión supuestamente era secreta, se realizó a bordo de un barco sobre el río Mississippi, en los Estados Unidos. Allí se trataba de coordinar las acciones de afuera con las de adentro. La invasión que estábamos planificando iba a contar con el respaldo de varias guarniciones en todo país.

A los pocos días, cuando regresó Vargas a Caracas, fue hecho preso inmediatamente.

ECO: Trujillo, el dictador dominicano prestó toda su colaboración a ese intento de golpe. Incluso ustedes estaban acuartelados en instalaciones militares de República Dominicana.

EG: Todos los que andábamos metidos en la conspiración, menos López Contreras, estábamos en República Dominicana. Estábamos divididos en varios grupos. Por ejemplo todos los Gómez estábamos hospedados en una casa de Rafael Leonidas Trujillo en su hacienda La Romana. Al final, todos nos concentramos en la base naval de Caldera, donde se preparaba la invasión.

Allá tenían dos lanchas especiales para desembarcos. Tenían dos tanques de guerra, teníamos varios avioncitos que eran piloteados por pilotos venezolanos que habían desertado. Estos pilotos estaban metidos en un intento de golpe anterior, al parecer pretendían bombardear el Palacio de Miraflores, fueron descubiertos y se fugaron con sus naves hacía la zona del Arauca colombiano. Después se unieron a la gente de Cúcuta y luego terminaron en República Dominicana encargados de los avioncitos de nuestra invasión.

ECO: ¿Cuál era exactamente el plan de invasión?

EG: Bueno, se trataba de invadir a Venezuela por la Vela de Coro. Había un acuerdo con militares de todo el país quienes se iban a sublevar al momento de la invasión. Estaban comprometidos militares de las guarniciones de Coro, Caracas, Mérida y San Cristóbal.

Supuestamente Eleazar López Contreras llegaría al día siguiente de la invasión, cuando la situación ya estuviera definida.

Como parte del plan había un hombre, un maracucho que poseía una gran habilidad con las armas, su puntería era perfecta. Este señor fue contratado por López Contreras para asesinar a Rómulo Betancourt. El contrato era por 30.000 dólares, de los cuales fueron entregados la mitad. A este hombre después de varios días que pasó en la base de Caldera lo sacaron de República Dominicana, por supuesto que nunca intentó cumplir con su contrato y se dedicó a pasearse por el Caribe.

ECO: ¿Cómo terminó aquella aventura de invasión?

EG: Al final, todo estaba preparado para la invasión. Los equipos militares estaban preparados y los hombres habíamos recibido entrenamiento militar. Recuerdo que gracias a mi buena puntería obtenida gracias a mis prácticas de cacería, de tiro al pichón en los Estados Unidos, obtuve un grado militar en aquella invasión. Me nombraron capitán de ese ejército.

Se acercaba el día de la invasión y un día llegó el general Fiallo, comandante general de las Fuerzas Armadas de República Dominicana. Nos reunió a los principales de la invasión y nos dijo que era necesario parar todos los preparativos. En Venezuela todo se había descubierto, estaban presos en Caracas varios de los involucrados en nuestra invasión. Mi decisión fue inmediata. Mi familia estaba en los Estados Unidos, compré mi pasaje de avión y me marché a New York vía Miami. Después regresé a Colombia, vino la visita de Ruiz Pineda a Cúcuta y pude regresar a Venezuela.

ECO: ¿Cómo es que usted termina formando parte de una conspiración encabezada por López Contreras, luego de las situaciones vividas en el año 1935?

EG: Yo no estaba en el grupo de López Contreras. Yo pertenecía aun grupo de hombres diferentes a él. Yo estaba con Juancho Gómez, con Vicente Gómez, con la gente del general González.

ECO: ¿Se produjo en aquellos días acercamiento con López Contreras?

EG: Si. Yo me reuní con López Contreras en Miami, en los días cuando todavía se estaba tramando la conspiración En aquella ocasión se habló de los planes que cada grupo tenía, de la organización de la invasión y de los apoyos que era necesario buscar.

ECO: ¿Se trató en esa reunión con López lo referente al asesinato de Eustoquio Gómez?

EG: Para nada se tocó ese punto. Nos limitamos a hablar de la invasión. Muchos años después, ya estábamos viviendo en Venezuela, viviendo López en Caracas, me envió varios recados con un primo mío. Mario Pacheco en repetidas oportunidades me comunicó el interés de López Contreras de sostener una entrevista privada conmigo. Un error muy grande que yo cometí fue no aceptar jamás su invitación Yo supongo que él deseaba contarme su versión de los sucesos del año 1935, su versión del asesinato de mi padre en la Gobernación de Caracas. Incluso, luego de la muerte de Eleazar López Contreras, su viuda, María Teresa, continuó haciéndome llegar recados, invitándome a su casa. Lamentablemente nunca se produjo esa reunión.

Yo me hice muy amigo de un hijo de López Contreras. En medio el bochinche ése que llamábamos invasión, me hice muy amigo de Femando López. Lo aprecié mucho en vida y lamenté profundamente su temprana muerte. Nuestra amistad nació en los duros años de exilio en Cúcuta y duró hasta su muerte. Jamás, jamás entre nosotros se tocó el tema del enfrentamiento entre nuestros padres. No tratábamos como Femando y Eustoquio, sin que tuviera importancia el nombre de nuestros padres. Uno no puede hacer de los hijos una prolongación de los defectos de los padres.     

 

 

 

 

 

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