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La biografía de Juan Pablo Rojas Paúl

 

 
   
 
 
 
  9 / El Mundo / Miércoles / Caracas , 30 de Marzo de 2005
 

Mirando el vecindario

Zapatero y el protocolo bolivariano


 

En junio de 1999 se produjo en Río de Janeiro la Primera Reunión Cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de América Latina, Caribe y la Unión Europea.

José María Aznar, cabeza del Gobierno español, acompañado de su esposa Ana Botella, cruzó el Atlántico para asistir a la cumbre carioca y visitar Ecuador, Paraguay, Venezuela y Trinidad & Tobago.

Eran tiempos en los cuales Aznar, como muchos, se aproximaba a Caracas con inocultable curiosidad. La prensa reseñaba la suspicacia que en Madrid causaban algunos desplantes y la tendencia castrense del Gobierno de Venezuela. Aún así, Aznar llegó a Caracas “para transmitir su apoyo a las reformas y procesos institucionales en marcha” y firmar acuerdos de cooperación.

En Río de Janeiro, en medio del programa paralelo organizado para las primeras damas, la señora Botella comunicó a la esposa de un alto funcionario venezolano, quien actuaba como compañía de la Primera Dama venezolana, el deseo de la pareja española de ver en Caracas a algunos viejos amigos. La señora Botella pidió que el dirigente socialcristiano Eduardo Fernández y su esposa Marisabel fueran invitados a la cena de Estado que la pareja presidencial venezolana ofrecería días después en el Palacio de Miraflores. “Estaremos muy poco tiempo en Caracas y no quiero irme sin saludar a Eduardo y Marisabel, y como seguro nos han preparado una recepción, ojalá ellos sean invitados”.

Se trataba de un pedido usual dentro de las prácticas diplomáticas. En las visitas oficiales de jefes de Estado extranjeros a países democráticos, los gobernantes suelen extender invitación a importantes personalidades, de gobierno y oposición, para departir en Palacio con el ilustre huésped.

Cuentan testigos que la res! puesta d el Alto Gobierno venezolano fue contundente: “Eduardo Fernández no puede ser invitado porque él es enemigo nuestro”.

Ya en el temprano año 1999 la diplomacia venezolana comenzaba a sufrir un cambio sustancial.

Dejaba de ser de Estado para convertirse en diplomacia de gobierno, por lo cual las cancillerías de los países amigos debieron modificar su esquema de actuación. En aquella oportunidad, Aznar se reunió con líderes de AD y Copei, como si se tratara de un hecho insólito.

Los potenciales encuentros entre gobernantes visitantes y personalidades opositoras son ahora objeto de monitoreo por el gobierno bolivariano.

A raíz de la visita del presidente Rodríguez Zapatero esta semana, la Cancillería venezolana declaró que “celebra la disposición del jefe del Gobierno español de reunirse con sectores que adversan la actual administración”.

Lo que en países democráticos es un hecho rutinario, en regímenes como Cuba y ahora Venezuela, es un hecho excepcional que amerita una declaración gubernamental con viso de “permiso concedido”.

En tanto, el jueves en Bogotá el señor Zapatero disfrutará de un almuerzo ofrecido por el presidente Álvaro Uribe. La lista de convidados, según nos informó la Casa de Nariño el lunes pasado, aún estaba en preparación. Pero según la Dirección de Protocolo de la Cancillería colombiana, estarán invitados empresarios y políticos, algunos de ellos no afectos al gobierno, como es usual en esos casos.


 

Ya en 1999 la diplomacia venezolana comenzaba a sufrir un cambio. Dejaba de ser de Estado para convertirse en diplomacia de gobierno


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