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4 / El Mundo
/ Lunes / Caracas , 17 de Octubre de 2005 |
Mirando el vecindario
Cumbres rutinarias
La semana pasada,
mientras las delegaciones debatían el contenido final de la
declaración de la XV Cumbre Iberoamericana cumplida en España, un
impasse surgió y rápidamente fue informado por las agencias de
noticias. Colombia aspiraba que la declaración incluyera una tácita
condena a la acción de los grupos armados “ilegales” que actúan en
su país.
En un espurio conflicto de “mesa de negociación”, el delegado
venezolano objetó el uso de la palabra “ilegal”, a lo cual se sumó
inmediatamente el delegado cubano (¡la diplomacia cubanovenezolana!).
Los negociadores colombianos no entendían por qué Venezuela se
entrometía en un asunto de adjetivación de los violentos
colombianos, mientras las demás delegaciones asumían que se trataba
de una nueva escaramuza diplomática entre los dos países.
Las llamadas telefónicas comenzaron a cruzar el Atlántico y los
archivos de la Cancillería bogotana fueron revisados con lupa para
comprobar que la palabra “ilegal” fue incorporada en diversas
declaraciones aprobadas por Venezuela, la última de ellas la semana
anterior en Brasilia. El presidente Álvaro Uribe supuso que
Venezuela quería jugar un poco de pocker.
Uribe sube la apuesta y ordena que sus negociadores pidan la
inclusión del calificativo “terrorista” para identificar a las
guerrillas. Sabe que eso hará saltar de la silla a quien esté
negociando por Caracas. “Si no dice terrorista no firmamos nada”,
asegura la agencia Efe que Uribe dijo a su canciller, vía teléfono.
Como era de esperarse, Cuba y Venezuela objetaron la palabra
“terroristas” y propusieron el término “irregulares”.
Al final, la declaración sobre Colombia incluyó el calificativo
“ilegales”, dando fin a la pulseada de Caracas y Bogotá, con Cuba
terciando.
Colombia quedó satisfecha al obtener en Salamanca (es decir, en
Europa) el apoyo a la desmovilización de las Autodefensas, cosa que
ya había conseguido del Vaticano y la Unión Europea, de los
suramericanos en Brasilia una semana antes y del Grupo de Río en
agosto en Bariloche.
Por su parte, Venezuela y Cuba lograron que la Cumbre se pronunciara
sobre sus temas propagandísticos actuales: la extradición de Posada
Carriles y el “bloqueo” de EEUU a Cuba.
Salvo la “foto en familia” y el arranque de un nuevo aparato de
burocracia internacional bajo el esquema de Secretaría Permanente,
la Cumbre latino-ibérica pasó como otra de la larga lista de eventos
presidenciales del vecindario.
El “cumbrismo” pareciera que está en crisis, como lo evidenció la
suspensión (por forfait generalizado) de la Cumbre del Grupo de Río
de agosto pasado. Lo rutinario de los eventos hace que de ellos sólo
se obtengan declaraciones abstractas y generales de escaso impacto o
pronunciamientos coyunturales sin mayor peso político real.
Las cumbres se han convertido en convenciones presidenciales buenas
para el pocker diplomático de gobiernos con ínfulas geopolíticas, o
que buscan desesperados titulares de prensa internacional. Por este
año, todavía faltan dos o tres...
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