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4 / El Mundo
/ Lunes / Caracas , 14 de Noviembre de 2005 |
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Mirando el vecindario
Divorcio México-Caracas
El enfrentamiento
entre los gobiernos de México y Venezuela es algo más serio que el
actual cruce de declaraciones presidenciales. Aparte del tema ALCA y
del asunto del vocabulario de la diplomacia venezolana, las
diferencias entre los dos gobiernos se han agudizado en los últimos
años. No es casual que la cancillería mexicana calificara como
“diferendo” a las escaramuzas de la semana pasada.
Caracas y México dejaron de ser los socios de antaño, que compartían
crecientes intereses comunes. Se han convertido en rivales como
consecuencia de las diferencias de proyectos políticos entre México
y el actual gobierno venezolano, lo cual ha paralizado o limitado
los planes de integración económica y de acción regional conjunta.
Caracas ha estado golpeando la política exterior de México.
El plan de desarrollo centroamericano Plan Puebla Panamá (PPP),
proyecto bandera de México para la región, es usual blanco de
ataques de la izquierda procubana. En las conclusiones del I
Congreso Bolivariano de los Pueblos, celebrado en Caracas en el 2004
bajo los auspicios del gobierno venezolano, se convocó a “realizar
jornadas de reflexión, concientización, comunicación y acciones”
contra el PPP. Justamente en el marco del PPP figura un esquema de
integración energética con la construcción de una refinería en
Centroamérica, proceso al cual México está dando alta relevancia y
del cual Venezuela se mantiene al margen.
El mecanismo de integración denominado G3 (Colombia, México y
Venezuela) perdió relevancia, al punto que algunas fuentes
consultadas nos mencionaron la posible ruptura del grupo, una vez
que Colombia firme un acuerdo de libre comercio con EEUU. Ya se
especula que el G3 mantendrá ese nombre, pero con la deserción de
Venezuela y el ingreso de Panamá, país que está muy activo
negociando acuerdos comerciales.
En materia de integración energética, Venezuela y México son socios
en el Acuerdo de San José (ayuda petrolera a Centroamérica y Caribe)
y en el G3, en el cual ambos países habían planeado un esquema de
integración energética. Pero Caracas se divorció de la alianza
tradicional con México, al diseñar su programa de subsidios
petroleros para el Caribe -Petrocaribe- con claros visos estatistas,
altamente politizado y vinculado con la diplomacia cubana en el
Caribe.
El “diferendo” entre México y Venezuela tuvo un inesperado
beneficiario: el izquierdista Andrés López Obrador. El hasta ahora
favorito candidato presidencial mexicano, pidió al presidente Fox
que modere su protagonismo internacional, pero además rechazó que
desde el extranjero “ninguneen” al presidente de su país. López
dijo: “Yo voy a defender al presidente de México ante cualquier
agresión de cualquier gobierno extranjero, porque es el Presidente
de nosotros”.
Con estas palabras transmitió tres mensajes:
está asumiendo su rol de estadista, mostró su nacionalismo al devoto
estilo mexicano, y marcó distancia del esquema de confrontación que
la izquierda pro cubana apura contra Fox.
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