Mirando el vecindario
Mea Culpa del FMI
El
Fondo Monetario Internacional ha hecho en los últimos años un intento de
contrición. Las crisis de Tailandia y Brasil a finales del siglo XX, y la
posterior caída de la economía argentina fueron fuertes argumentos para el
descrédito del recetario FMI.
El caso argentino fue particularmente notable. El país que se aplicó la
medicina del FMI con la mayor diligencia, concluyó el año 2001 derrocando al
presidente y viendo la sucesión en menos de quince días de cuatro
presidentes más. Uno de ellos, Adolfo Rodríguez Saá, en esa caldeada
Navidad, declaró la incapacidad de Argentina para pagar su deuda, iniciando
así un default financiero que tres años después no ha sido superado.
El año siguiente, la economía argentina caería 10,9%, acumularía una tasa de
desocupación cercana al 25% y una inflación de 41% .
En julio del 2004 una “Oficina Independiente de Evaluación” del FMI difundió
sus conclusiones sobre el papel jugado por el Fondo en el proceso que
condujo a la crisis argentina. Fue un mea culpa en el cual el Fondo se
acusaba por haber actuado con mano blanda ante el gobierno argentino: el
esquema de conversión de la moneda (un peso igual a un dólar) diseñado por
Domingo Cavallo, ya era considerado insostenible en 1999 por los técnicos
del organismo, pero ni el gobierno argentino ni el FMI actuaron
oportunamente para reemplazarlo. Al contrario, el FMI reforzó el esquema
aprobando sucesivos desembolsos hasta que en el 2001 retiró su apoyo
financiero.
Esta semana el FMI presentó un extenso estudio bajo el título de
“Stabilization and Reform in Latin America: A
Macroeconomic Perspective on the Experience Since the Early 1990s”. Se trata
de una revisión de la experiencia y las lecciones que emanan de los
programas de reformas económicas implementadas, ya no sólo en Argentina sino
en todo el vecindario latinoamericano en los tempranos años 90.
Según el informe, los programas de reformas ejecutados por los gobiernos
latinoamericanos fueron incompletos, ya que dieron relevancia a mejorar las
cuentas a corto plazo (privatización de empresas v.g.) obviando las reformas
estructurales de los sistemas juridicos, financieros o laborales.
El informe incluye una larga lista de recomendaciones que reiteran la
apertura comercial como vía para el crecimiento económico. El FMI igualmente
resalta la necesidad de que el Estado estimule la inversión privada y
reduzca las debilidades institucionales que hacen vulnerables a las
economías regionales ante el mundo exterior.
Quizás el elemento más relevante de las recomendaciones es el referente a la
sustentabilidad política de sus propuestas. Dice el FMI que la aplicación de
las reformas económicas y estructurales requiere de “apoyo popular”, el cual
podría lograrse mediante la promoción de redes de seguridad social y
reduciendo la corrupción.
El FMI empieza a tocar tierra al reconocer que el éxito de un programa de
ajuste depende del apoyo que reciba de la población, y para ello debe
mostrarse capaz de reducir los niveles de pobreza.
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