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  11 / El Mundo / Jueves/ Caracas , 10 de Junio de 2004
 

Mirando el vecindario

Lula va a Haití

Tras la renuncia de Jean-Bertrand Aristide en febrero, Estados Unidos y Francia debieron lidiar solos con la crisis política de Haití. Aristide acusó a Washington y París de haberlo secuestrado, lo que creó dudas sobre la legalidad del cambio de gobierno.

La decisión del gobierno chileno de enviar a Haití un batallón de fuerzas especiales del ejercito para sumarse a una misión de Canadá, dio al traste con la campaña izquierdista internacional contra la operación de estadounidenses y franceses para poner fin a la guerra civil haitiana.

La constitución de una Fuerza Multinacional Provisional (EEUU, Francia, Canadá y Chile) sirvió para apoyar al nuevo gobierno haitiano en las tareas de orden público, dándole además, la necesaria legitimidad internacional. La ONU decidió en abril crear una Fuerza de Estabilización para Haití, (Minustha), la cual debió reemplazar a la fuerza provisional a partir del 1 de junio pasado. Las tropas destinadas a Haití procederán básicamente de países latinoamericanos: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Guatemala, Paraguay, Perú, y Uruguay, con presencia de EEUU, Canadá, Francia, Croacia, Nepal y Ruanda.

El comando de la Minustha quedó en manos de un general brasileño. Chile ratificó su decisión de contribuir con la nueva fuerza y ya inició el reemplazo de tropas. Hasta aquí este cuento no difiere de otras operaciones internacionales de paz. Pero el caso haitiano ha tenido un desarrollo inesperado.

En octubre del año 2003, los presidentes Néstor Kirchner de Argentina, y Lula da Silva de Brasil, izquierdistas y cabezas del Mercosur, suscribieron una ambiciosa declaración bilateral, suerte de programa político conjunto con líneas de acción internacional y al interior de sus países. El documento denominado “Consenso de Buenos Aires”, incluye directrices políticas y económicas para la actuación de ambos países en el contexto internacional. Por ello, ante la posibilidad de enviar una fuerza militar a Haití, los socialistas Lula y Kirchner, antes que denunciar una conspiración imperialista, han por el contrario exigido el liderazgo de la misión. El canciller brasileño, Celso Amorín, dijo el lunes pasado en Quito, que “no podemos dejar que Haití sea siempre un problema a ser resuelto por EEUU y Francia”.

La operación en Haití ha sido asumida por las cancillerías de Argentina y Brasil y muy especialmente por la brasileña, como una buena oportunidad para demostrar su liderazgo en Suramérica y reclamar cuotas de figuración y poder continental.

Inicialmente, intentaron organizar la presencia militar en Haití en nombre del Mercosur, a lo cual se opuso el gobierno uruguayo.

El ministro de Defensa argentino José Pampero, visitó La Asunción para personalmente asegurar la presencia paraguaya en la misión y hablar de la “integración militar” regional. Al llegar al gobierno, Lula ordenó reestructurar la Cancillería de Itamaraty para fortalecer el área dedicada a Latinoamérica. Ya logró comandar las tropas sureñas en playas de Haití.
 

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