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10 / El Mundo
/ Jueves / Caracas , 01 de
Abril de 2004 |
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Mirando el vecindario
Néstor Kirchner
engolosinado
Cuando
Néstor Kirchner fue proclamado ganador de las elecciones
presidenciales del 2003, con apenas 22% de los votos, muchos pensaron
que se trataba de una grave debilidad política. Además, Kirchner
apareció para algunos, sólo como un segundón dentro de un sentimiento
nacional de rechazo contra Carlos Menem.
Esa evaluación olvidaba la historia política de Kirchner.
Hijo de un modesto funcionario postal, militante juvenil de la
izquierdista radical, el abogado Kirchner logró hacerse de una
respetable posición financiera y política en la remota provincia
patagónica de Santa Cruz. Electo gobernador en 1991, y convertido en
el cacique local, hizo reformar la Constitución provincial en dos
ocasiones, para permitirle la reelección. Con el tiempo, entró al
selecto grupo de barones del Partido Justicialista, con base en su
cargo de gobernador. Por ello, Kirchner formó parte de la dirigencia
del Partido Justicialista PJ, que pactó llevar a la Presidencia de la
República a Adolfo Rodríguez Saá, primero, y a Eduardo Duhalde
después, en medio de la crisis política de finales del año 2001.
Llegado al gobierno, Kirchner comenzó a construir una alianza con
gobernadores. La prensa registra el suministro de recursos fiscales
nacionales de forma notoria a las provincias con mandatarios amigos.
Provocó una purga en el interior de la Corte Suprema, en lo que se
estimó como su cacería personal contra los vestigios del menenismo.
Reasumió su pasado montonero prefiriendo que en los actos de
recordación de las víctimas de la represión, lo acompañe la agente
comunista Hebe de Bonafini antes que sus compañeros justicialistas.
Kirchner se siente fuerte por la popularidad que ha ganado.
Su discurso nacionalista ha calado y el país nada en una excepcional
recuperación económica iniciada en el gobierno Duhalde.
Por ahora ha logrado que Carlos Menem se autoexilie en Chile y que
dentro del PJ se produzca una crisis en sus líneas de mando.
Al comenzar la semana, los justicialistas estaban sin cabeza. El
gobernador de la provincia de Jujuy, Eduardo Fellner, quien había sido
electo presidente del partido apenas el pasado viernes, el lunes
renunció al cargo siguiendo órdenes de Kirchner. Antes de Fellner, ya
habían abandonado la nueva directiva justicialista un grupo de
gobernadores que la integraban y que forman parte del naciente
kirchnerismo.
En predios kirchneristas se habla de realizar unas inusuales
elecciones internas, para seleccionar la nueva dirección partidista,
alegando que el Presidente tiene apoyos dentro y fuera del partido.
Kichner está engolosinado con el poder. Abortó las decisiones del
congreso partidista del viernes, y al provocar la crisis, está
logrando contabilizar y unificar tropas en su pretensión de unificar
la jefatura del país y del partido.
Mientras se hace de las riendas del Partido Justicialista PJ, los
expertos anuncian una inminente crisis energética en el invierno que
está por llegar.
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