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DE SAMPER A URIBE

El Universal  Caracas, Venezuela.  05 de agosto de 2002


La presidencia de Álvaro Uribe Vélez representa, en primer término, la victoria de la misma alianza política que en 1996 intentó fallidamente un impeachment contra Ernesto Samper.

El gran empresariado “paisa”, el liberalismo antisamperista y los seguidores del cobardemente asesinado líder conservador Álvaro Gómez, encontraron en Uribe un líder a quien promover. Por ello, ya desde entonces los analistas políticos seguían los pasos del gobernador de Antioquia, sabiendo que en Medellín se cocinaba una opción que sin recurrir al discurso anti-partido,  promoviera un proyecto extrapartidista hacia la reconstrucción de la autoridad  pública.

El gobierno de Samper, blanco de ataques externos e internos, pasó a la historia de Colombia como ejemplo de habilidad de un presidente para permanecer en el cargo, pero también, esos cuatro años señalan la mayor debilidad del aparato estatal  colombiano. Mientras las guerrilleras incrementaban masivamente su capacidad bélica, los militares y civiles ocupaban su tiempo esperando la diaria referencia a Colombia del spokesman del Departamento de Estado.

Más temprano que tarde se reconocerá el papel de Andrés Pastrana para recomponer la majestad del Estado. Abrió negociaciones  y mostró entereza ante incontables triquiñuelas de la guerrilla. Pero, al contrario del gobierno de Belisario Betancur (1982-86), Pastrana encabezó negociaciones de paz mientras procedía a rearmar militar, jurídica y moralmente a sus  fuerzas armadas. Las negociaciones fueron un fiasco, como se esperaba, pero mostraron a la comunidad internacional una guerrilla que viola los derechos de los civiles no combatientes. 

Uribe llega a la presidencia con camino ya andado por Pastrana. El conflicto armado dejó de ser un tema grave que para muchos era llevadero: ningún aparato productivo  sobrevive en   anarquía y ausencia de autoridad. Uribe encarna la decisión de un gran sector de la élite colombiana, apoyada por la clase media, de recobrar el control del país. Para ello  el gobierno necesita recursos que deben salir del bolsillo de los colombianos. A cambio: la esperanza de superar la violencia, una reforma que purifique el sistema político y una reactivación del aparato productivo que dependerá de las políticas económicas y militares.

Queda una gran duda. Hasta dónde el país se comprometerá con Uribe quien entra al  Palacio de Nariño pisando callos propios y extraños.

 

 

 

 

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