EL ULTIMO SELLO DEL
NEOLIBERLAISMO Venezuela Analítica, Caracas,
Venezuela, abril 1998
I
Existe algunos indicios que señalan un cambio de óptica dentro del discurso
global sobre política económica.
Los años setenta escenificaron la revuelta intelectual que llevó al
pensamiento keynesiano de regreso a los anaqueles de las bibliotecas. Desde
entonces comenzaron a forjarse camadas de economistas alimentados de
corrientes monetaristas y del cuerpo doctrinal de teorías y posturas, que
con el pasar del tiempo terminaron siendo identificadas con el sello de
neoliberalistas.
Para quienes se formaron en Economía a partir de aquellos años, resulta
familiar el debate creciente sobre lo que era lícito dejar en manos del
Estado. Con el convencimiento sobre la necesidad de minar al Estado
intervencionista, devolviéndolo a sus mínimas funciones y dimensiones
(justicia y seguridad pública), se debatía por ejemplo, sobre la obligación
de proporcionar educación a la población. Si bien nunca faltó quien
propusiera la eliminación de la educación pública ("entreguen bonos para los
más pobres, para que ellos decidan dónde deben estudiar sus hijos, en todo
caso..."), la idea no prosperó en general. Pero los manuales del
antikeynesiamismo militante argumentaba que sólo la educación primaria debía
ser pública.
La saga de los Chicago´s Boys, el antikeynesianismo triunfante en los años
ochenta, renombrado como neoliberalismo y convertido en paradigma de varias
generaciones de economistas y políticos empujó (con ayuda del Fondo
Monetario, del Banco Mundial, de la crisis de la deuda y de situaciones
económicas nacionales críticas) hacia una visión del mundo según la cual el
Estado debe rendirse en su papel de reasignador de recursos. En general,
aquellos países con situaciones económicas difíciles, debieron pagar la
ofrenda de los programas sociales en el altar de los paquetes de ajuste
macroeconómico.
Porque en definitiva, así como el viejo keynesianismo cobró fuerza como
receta en medio de la crisis de los treinta y en la reconstrucción de la
segunda postguerra, así el neoliberalismo librecambista se hizo fuerte al
asumirse como medicina para la crisis de los ochenta. Ahora, la medicina ha
comenzado a ser diagnosticada como eventualmente excesiva.
II
En una edición reciente del boletín económico que el Bank of Boston publica
en Brasil, sus autores explicaban la presencia de un fenómeno preocupante,
como sería la pérdida de apoyo político como respuesta de la población a los
programas de estabilización. Aseguraba el boletín que esta pérdida de apoyo
responde a una certeza: la buscada estabilización conlleva a costos sociales
que no tardan en reflejarse en desgaste político de los gobiernos
democráticos.
Dado el eterno carácter conservador que todo banco tiende a poseer, se debe
suponer que el Bank of Boston no es, ni mucho menos, un vocero radical
opuesto a los programas de ajuste, estabilización, o de apertura económica
con reducción del tamaño del Estado. Tampoco pareciera estar proponiendo un
endurecimiento político (Pinochet v.g.) para enmudecer oposiciones. Sin
duda, tras la alarma del equipo de economistas del Boston en Brasil, se
descubre la preocupación por el impacto negativo que los programas
económicos tienen sobre los procesos políticos, restándole viabilidad a los
gobiernos democráticos. Esto es especialmente crítico en casos como los
latinoamericanos en general, sociedades que todavía tienen recientes y
amargos recuerdos de tiranías, y donde no faltan auspiciadores de salidas
extraconstitucionales.
Ya es notoria la posición que viene exponiendo el Banco Mundial (uno de los
padres de la criatura) en diversas publicaciones en cuanto a que los
programas de ajuste han creado serios deterioros en la calidad de vida de
las poblaciones. Esta confesión, además, está siendo ampliamente difundida
por aquellos que han combatido los programas de ajuste, para reafirmar las
tesis intervencionistas.
Los intelectuales de izquierda que nunca han creído en el Banco Mundial,
ahora parecieran haberse vuelto asiduos seguidores de las prédicas de éste,
cada vez que los voceros del todopoderoso banco muestran las cifras de
pobreza y desigualdad. Así, en el documento final de un evento organizado
por la UNESCO en Brasilia ("Cumbre regional para el desarrollo político y
los principios democráticos", julio 1997), los intelectuales allí reunidos
proclamaron que Latinoamérica "ahora aprende que ni la igualdad social ni la
estabilidad política son bienes que se logran en el mercado", por lo cual
propugnaron por "un Estado reformado y modernizado, con la legitimidad y la
eficiencia suficientes para producir los equilibrios que el mercado no
genera automáticamente..." Carlos Blanco, Diego Bautista Urbaneja, Heinz
Sontag y Enrique Pérez Olivares vinieron desde Venezuela a debatir en la
Cumbre.
El discurso político de los nuevos gobiernos francés e inglés, la aparición
en Latinoamérica del tema de la democracia sustentable y de la ética
democrática, la búsqueda de políticas económicas que no conspiren contra la
democracia, el proteccionismo implícito en la mente de los legisladores
norteamericanos al oponerse a la "vía rápida" para el Presidente Clinton, el
proteccionismo que pareciera ganar fuerza ahora en el interior del Mercosur,
pueden ser reflejos de cambios.
Posiciones y preferencias doctrinales aparte, pudiera pensarse que comienza
un eventual viraje en el discurso económico global. Quizás es conveniente
prepararse para un mundo globalizado por las tecnologías, pero de regreso a
esquemas de intervención estatal y/o proteccionismo especialmente
para-arancelario, tendencialmente más fuerte, en nombre de "lo social", es
decir, del costo político de las políticas aperturistas. El ciclo vital del
paradigma aperturista neoliberal pudiera pronto comenzar su fase declinante
en el gusto de quienes dirigen al mundo.
III
Claro que la ola del cambio puede tardar algunas décadas en comenzar a ser
sensible. En todo caso, la tendencia al mercado como paradigma oficial, no
está débil ni mucho menos. Así lo demuestra el profesor brasileño Edson
Nunes, director de Proyectos Especiales de la Universidad Candido Mendes,
en un reciente artículo "O Banco Mundial e o Nelson Rodrigues", donde da
cuenta del aparato de formulaciones teóricas, en el cual ha devenido el
Banco Mundial. Nunes analiza en su artículo los dos últimos informes del BM,
en los cuales el banco mostró lo amplio de sus pretensiones, al ir más allá
del tradicional relato sobre el desarrollo internacional. Consecutivamente
el BM dedicó los esfuerzos de 333 y 545 técnicos para desarrollar sus
informes sobre El Mercado (1996) y sobre El Estado (1997), en los cuales
expone lo que Nunes califica como apetitosas utopías y preferencias
estratégicas que el banco desea aplicar en el mundo, definidas como
"cualquier plan gubernamental o de intervención".
IV
Aparte del guardián ideológico en que pareciera querer convertirse el BM, el
capitalismo ha demostrado la mayor capacidad para absorber radicalidades (y
permítame usar un lenguaje pretenciosamente marcusiano). El tema ecológico,
por ejemplo, a mediados de los años setenta, amenazaba con transformarse en
la espoleta de la nueva radical anticapitalista (Hans Magnus Enzensberger
mediante). A la larga, la ecología se incorporó en el control de calidad con
el ISO-14000, el llamado sello verde. Igual cosa pudiera ocurrir con la
preocupación social de la generación políticamente correcta. Al final el
impacto social de los programas económicos se podría obviar mediante la
obligatoriedad del ISO-18.000, el último de los sellos de calidad
inventados hasta ahora, conocido también como el "sello azul". Probablemente
la salida a ese cierto pudor social que comienza a embargar a la sociedad
global, sea una sencilla ecuación: Sello azul puesto igual a precio social
pago igual a pudor social cero.
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