PARTIDOS EN LOS CUARTELES El Universal, Caracas, Venezuela,
03 de mayo de 2000
En ocasiones
los presidentes se enferman, y algunas veces hasta mueren. El 28 de agosto
del lejano 1969, el Presidente brasileño General Arthur da Costa e Silva
sufrió una trombosis cerebral. Mientras la prensa, bajo censura previa,
anunciaba una gripe presidencial, el General iba quedando paralizado. El 17
de diciembre de aquel año Costa y Silva moría.
Mientras el Presidente esperaba la muerte, sus compañeros de armas
resolvieron el problema de la sucesión, apelando al espíritu de cuerpo entre
las fuerzas militares.
Un primer paso fue desconocer el derecho sucesoral del Vicepresidente Pedro
Aleixo (padre del actual vicepresidente de la Sociedad Bolivariana de
Brasilia). Aleixo resultaba un civil poco confiable para los altos mandos,
quienes alegaron que la gravedad política del momento impedía que el Vice se
posesionara. Violada la Constitución y declarados vacantes los cargos de
Presidente y Vicepresidente, la llamada junta militar integrada por los tres
ministros militares, diseñó un mecanismo participativo y amplio para que
los cuarteles pronunciaran su voto, sobre quién debería ser su nuevo jefe, y
en consecuencia, el nuevo jefe del país.
Las pasiones dentro de los cuarteles comenzaron a manifestarse. Los
uniformados fueron identificándose con su líder militar favorito y con sus
respectivas postura: los radicales de derecha, los nacionalistas, los
moderados, los pronorteamericanos. Cada tendencia procuraba apoyos y votos.
En tanto los generales promovían candidaturas entre sus subordinados, los
cuarteles eran verdaderos escenarios electorales.
Del gran número de altos oficiales con aspiraciones a Presidente de la
República, sólo tres fueron finalmente aceptados como candidatos. En total
97 oficiales generales del ejercito, 37 de la marina y 23 de la aviación
tuvieron derecho a voto. Ellos estaban obligados a realizar consultas
informales entre la oficialidad de menor rango, antes de emitir su
respectivo sufragio. Comicios mediantes, el ganador de las elecciones fue el
general Afonso Albuquerque Lima, comparado con el nacionalista peruano
Velasco Alvarado.
Un altísimo comando militar formado por siete oficiales,
decidió que Alburquerque no poseía cuatro estrellas en sus hombros (se
percataron luego del conteo...) y por lo tanto, no reunía las condiciones
para ser Presidente de Brasil. En consecuencia, el ganador de las poco
democráticas elecciones fue Emilio Garrastazu Medici, quien desde ese
momento comenzó a ser el “candidato-presidente”. Pocos días después, el
partido Arena asumió la “nominación” de Medici, y el 25 de octubre los
congresistas de ese partido, siendo mayoría en el Congreso, aclamaron como
nuevo Presidente de la República al candidato único señalado desde los
cuarteles.
La
Junta Militar emitió uno de los llamados Actos Institucionales, especie de
decretos leyes emanados desde las alturas del poder y que diseñaron el marco
de excepción “legal” de los gobiernos militares. El AI-17 fue promulgado,
ya no para combatir a la izquierda que en aquellos días gustaba secuestrar
embajadores norteamericanos. El AI-17 se emitió con el propósito de castigar
a los militares que atentaran contra la unidad castrense, es decir,
aquellos que no quedaron satisfechos del proceso “democrático”. Quién
manifestara descontento por la derrota de su candidato, tendría como
respuesta el retiro inmediato.
No existiendo un consejo electoral a quien recurrir, el proceso de
votaciones cuartelario para elegir al Presidente, no fue objeto de reconteo
o impugnaciones. Los de mayor rango ordenaron, y los de menor rango
aceptaron o pasaron a retiro. Pero todo aquello no podía pasar sin crear
serios enfrentamientos en las líneas de mando de la institución castrense.
El
proceso electoral militar brasileño de 1969 es un ejemplo triste y
aleccionador, de lo que ocurre cuando se infiltran elecciones y partidismo
dentro de una institución que es y debe ser esencialmente jerárquica,
esencialmente militar. |