¿PARA QUÉ MILITARES? El Universal, Caracas, Venezuela,
12 de julio de 2000 Venezuela Analítica, Caracas,
Venezuela, 14 de julio de 2000
Esta es una de las preguntas pertinentes para
definir el futuro del país.
Venezuela está sobrellevando las secuelas del
debilitamiento del liderazgo nacional. Proceso que condujo a la erosión del
gobierno CAP en respuesta a su esquema de modernización económica y que
concluyó en su salida de la presidencia. Como consecuencia y reflejos de
esa crisis, el país ha ido procurando soluciones dramáticas y extremas:
primero las urnas llevaron a Miraflores a un anciano lúcido y demócrata,
pero fuera del contexto del momento histórico que le correspondía atender;
luego, las urnas democráticas en gesto suicida, convertirían en presidente
a un franco enemigo de la propia democracia.
El resquebrajamiento del liderazgo nacional ha conducido
a una modificación del papel del estamento militar, al extremo que hoy el
país se debate entre por lo menos dos tendencias de ese origen y
pensamiento. Se puede expresar que el vacío de un proyecto y una dirigencia
nacional, ha dado paso a un conflicto en el interior de los cuarteles.
Vivimos, en consecuencia, una crisis militar de la cual el resto del país es
sólo testigo mudo, o en el peor de los casos, parte de alguna de las
comparsas que dan color local a la lucha cuartelaria.
El actual uso propagandístico que da el presidente a las
fuerzas armadas, es un asunto poco relevante a futuro. El número y estilo
del uniforme que el presidente decida usar, es un tema meramente anecdótico.
Igualmente creo que la actual crisis de conducción nacional, derivará en una
nueva ecuación del poder en Venezuela, en la cual las fuerzas armadas
retomarán su rol natural, en equilibrio con los restantes cuerpos de la
sociedad venezolana.
Desde esa perspectiva y como parte de un ejercicio que
debe comenzar a hacerse en referencia todo el cuerpo social, es necesario
repensar el papel de las fuerzas armadas venezolanas dentro de una renovada
sociedad democrática y pluralista.
En primer lugar, no se trata de un “volver a los
cuarteles”. Porque los militares venezolanos no han estado nunca recluidos y
aislados del mundo gubernamental. Es falso que los militares no participaran
en la formulación y aplicación de políticas, y es completamente errado
pretender sincerar el rol militar llevándolos al enclaustramiento. La
presencia activa del punto de vista militar seguirá siendo necesaria en
áreas como el desarrollo fronterizo, las políticas de marina, transporte,
organización territorial, sistema vial, protección ambiental, planeamiento
espacial entre otros: participación militar institucionalizada en instancias
como el Consejo Nacional de Seguridad y Defensa.
Un segundo aspecto que debe tenerse en cuenta, es el
referido al papel de garante de la integridad nacional. Esto significa que
deberá evaluarse las hipótesis de conflicto que manejan las fuerza armadas,
y volver a estructurar el aparato armado venezolano en función de esas
hipótesis. Esto a su vez, conllevará a reconsiderar las asignaciones el
emplazamiento de los recursos, llámense personal, armamento o inteligencia.
Esto en pocas palabras, significa la reevaluación de la hipótesis de guerra,
las no deseadas pero eventuales conflagraciones con Colombia o Guyana: estas
hipótesis habían señalado hasta hace poco, el orden de prioridades para la
asignación de recursos. Por cuanto éstas opciones bélicas no han
desaparecido, deberá considerarse que la rediscusión del papel militar
pasará por reordenar la movilización y emplazamiento del aparato militar en
función, otra vez, de su rol de avanzada en la defensa de los intereses
territoriales venezolanos, incluyendo la fachada marina.
Dentro de esta perspectiva, el país tendrá que evaluar y
ajustar su aparato militar al nacimiento de una nueva frontera: la frontera
interna que representa nuestra franja amazónica. Ante las voracidades de
distinto signo que se han desplegado a escala mundial para intervenir la
Amazonía (cada ONG tiene su propio proyecto y sus obvios financistas), es
fundamental que la presencia y el presupuesto militar compensen la ausencia
de comunidades venezolanas estructuradas, en las regiones localizadas al sur
del Orinoco. La ingeniería militar tiene un gran reto en esta materia.
Un tercer aspecto que el país deberá evaluar, es el papel
de las fuerzas armadas venezolanas en los esquemas diplomáticos nacionales.
La creciente práctica de mecanismos multilaterales en áreas de conflicto, en
algunos casos de potencial interés estratégico venezolano, nos obligará a
mantener personal militar preparado para participar en operaciones de
implantación o mantenimiento de paz. Por otra parte, surge la necesidad de
revalorizar las agregadurías militares en el exterior, las cuales no deberán
ser el destino final de un oficial pronto al retiro, sino una posición
altamente valorizada en la formación de los futuros oficiales generales del
país.
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