LA NUEVA DEUDA El Universal, Caracas, Venezuela,
17 de octubre de 2000
El país está recorriendo, de nuevo, los nefastos
caminos del alegre endeudamiento externo.
El gobierno Chávez está implantando una peligrosa
práctica de endeudamiento externo, disfrazado de ayuda por parte de los que
eufemísticamente califica como gobiernos hermanos. De esa manera, China,
España, Brasil o la república Checa, con el sólo anuncio de estar en
disposición de otorgar recursos para obras en Venezuela, rápidamente se
convierten en acreedores de todos nosotros. Tres aspectos resultan
censurables de esta práctica.
En
primer lugar, los créditos que con tanto fraterno adorno otorgan estos
países, son dinero marcado, destinado a la compra de productos y servicios
de sus propias empresas, sin que prive ningún examen previo sobre las
distintas opciones que el país podría tener. Así, la decisión del gobierno
de Chávez, de aceptar un crédito brasileño para construir un puente sobre el
río Orinoco, ha significado que Venezuela a ojos cerrados acepte la
imposición de la empresa brasileña Odebrecht, importante en su país y con
experiencia internacional, pero que sin duda no es la única de su nivel. No
creemos que la asignación graciosa de un préstamo – altamente condicionado
además- por parte del gobierno de Brasilia, sea razón para que el país, en
caso de requerir ciertamente de un puente adicional sobre el Orinoco, no
convoque a un concurso internacional de ingeniería, arquitectura y propuesta
financiera, para decidir el proyecto y la empresa que lo realizará. El caso
de la asignación directa a la Odebrecht es particularmente notable, ya que
el nombre de la empresa ya ha sido asociado, adicionalmente, a proyectos
gasíferos y de desarrollo de la planicie de Maracaibo. Además, algunos meses
atrás circuló en los medios una carta dirigida por Fernando Henrique Cardoso
al presidente venezolano, promocionando nada veladamente a la empresa
Odebrecht y la cual nunca fue desmentida por Brasilia.
Pero no todos los endeudamientos son para obras de tal
magnitud. El gobierno español, según diversas fuentes, ha otorgado un
crédito al gobierno venezolano para la adquisición de productos destinados a
primeros auxilios. Camillas, botiquines y quien sabe cuantos insumos
consumibles o no, estarían siendo objeto de una operación de endeudamiento
soberano. Loable iniciativa el dotar de instrumental a los socorristas
venezolanos, pero inaceptable mecanismo para la asignación de la compra de
estos bienes. ¿Acaso sólo España produce equipos para socorristas???. No lo
creo.
Un segundo aspecto del endeudamiento en proceso, tiene
que ver con la legalidad de estas deudas. El país ya vivió los días cuando
nadie sabía, a ciencia cierta, el monto de la deuda pública, ya que
cualquier organismo podía endeudarse. La negativa experiencia vivida por el
Estado venezolano desde finales de los años setenta, fue obligando al diseño
de una normativa con múltiples controles, que buscaba impedir las
adquisiciones desorganizadas y en ocasiones injustificables, de deudas por
parte de los distintos organismos públicos. Este aprendizaje hizo que se
entendiera el endeudamiento como un mecanismo que debía estar refrendado
administrativamente por el Ejecutivo, políticamente por el Congreso y
técnicamente por el Banco Central. Estos importantes mecanismos
lamentablemente llegaron tarde para impedir el pasado endeudamiento, pero
pusieron orden en las nuevas emisiones. Ahora, la espuria Comisión
Legislativa Nacional, aprobó una ley que establece el modo chavista para
adquirir deudas, poniendo fin al control legislativo sobre las operaciones
de crédito público. Como todo en nuestro país, el presidente se llevó a
Miraflores la potestad de endeudar al país, a su saber y entender,
eliminando el control popular y soberano sobre las deudas que tarde o
temprano tendrá que pagarse.
El tercer aspecto, es precisamente el referente a la
inexorable fecha futura, cuando las camillas, las casas de cartón chinas y
los puentes brasileños, deban pagarse. El ritmo del endeudamiento y la sed
que de él está mostrando el chavismo hecho gobierno, auguran un difícil
futuro para las arcas del fisco, y obviamente, para los bolsillos de
nosotros los inconsultados deudores. A la deuda que aún no se ha cancelado y
que tuvo su nacimiento en el auge petrolero de 1973, tendremos ahora que
sumar esta nueva deuda, nacida en el auge petrolero del 2000. Las
perspectivas son extremadamente predecibles, oscuras y bochornosas:
Venezuela va por el camino de, en vuelta de cinco años, estar sentada en una
mesa renegociando su deuda externa ya no ante el club de París, sino ante
los ceñudos representantes de Brasilia, Madrid y Pekín.
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