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¿DÓNDE ESTÁN LOS CULPABLES?

El Universal, Caracas, Venezuela, 28 de agosto de 2000


La señora Marta Colomina en reciente artículo (“En defensa de los partidos políticos”, El Universal 20AGO00), argumentando sobre la necesidad de defender la existencia de partidos políticos, inició una breve pero útil reconstrucción del proceso que condujo a la actual dictadura constitucional. En términos prácticos el artículo de la señora Colomina, sirve de adecuado prólogo para comenzar a escribir el who is who de quienes permitieron, propiciaron y medraron  en la debacle del sistema democrático. Larga lista que deberá redactarse más temprano que tarde, no para la contemplación histórica sino para la guía política de los sectores democráticos.

            La lista no es corta. Dónde está aquel candidato presidencial adeco que intentó obviar su insalvable falta de carisma y discurso, repitiendo el tema de la corrupción, si que nada hiciera al respecto. Dónde está aquel célebre socialcristiano cuya plataforma ideológica eran las denuncias sobre las arepas que un chofer de la contraloría se comía en La Encrucijada. Dónde está ese mismo  socialcristiano que abandonó filas alegando que Chávez iba a ganar y necesitaría de tutores. Dónde está aquel precandidato presidencial adeco  que inició una cacería de brujas en el gobierno Lusinchi contra los simpatizantes de   CAP. Y dónde está aquel jefe de información e historiador de la izquierda que regaba información contra Lusinchi, pero que fue incapaz de explicarle al país las reformas económicas y políticas en marcha. Y que pensará CAP quien permitió que sus sargentones avivaran la guerra intestina adeca. Dónde estarán quienes alimentaron las portadas abiertamente golpistas de algunos diarios desde 1989.

Dónde están los jefes de la inteligencia militar que permitieron la formación de logias antidemocráticas en el seno de las fuerzas armadas. Y dónde están los militares que filtraban datos a periodistas confesamente antidemocráticos, para abortar mantenimientos urgentes del equipo bélico venezolano.

Y que será de la vida de aquel dirigente que cuando joven se prestó a la maniobra de Caldera para sacar a Abdón Vivas Terán de la  dirección juvenil de COPEI....y dónde está ese mismo socialcristiano que ya mayorcito se prestó a la maniobra del mismo Caldera para abortar la opción de Eduardo Fernández como  Presidente. Y dónde está el propio doctor Caldera, quien el 03FEB92 echó por la borda su indiscutible demócrata carrera, al desvalorizar la democracia convirtiéndola de meta histórica a  simple opción política.

Dónde estarán los empresarios que promovían conferencias neoliberales,  que importaban libros de Von Hayek, , empresarios que en medio de las reformas aperturistas de CAP, prefirieron financiar a Ibsen Martínez para que publicitara  la venida del hombre de la etiqueta, quien con uniforme policial (o verde oliva) pondría orden en el país.

            Dónde está aquel candidato que tras la derrota en 1993 prefirió irse a estudiar en USA, en  vez de propiciar las necesarias reformas internas dentro de su partido. Y donde están los politólogos light que adormecieron al país con la invencible candidatura de la señora Irene. Y que será de la vida de los convergentes, incapaces de provocar una reconcentración de fuerzas democráticas. Y dónde está el legendario Caudillo que mató a sus delfines, pensando que sería Presidente. Y que pensarán don Uslar Pietri  y sus compañeros, que luego de tumbar a Pérez se quedaron sin proyecto.

            No son las únicas preguntas...hay más. No son preguntas graciosas, no son historia lejana: forman parte de un proceso que aún  no termina. Las pruebas están sobre la mesa. El joven parlamentario Gerardo Blyde se quejaba (“Estamos instalados” El Universal 18AGO00) sobre la incógnita que para su grupo político representa la conducta de Proyecto Venezuela. Seguramente el joven Blyde no tendría tal incertidumbre, caso de haberse interrogado por qué el partido del señor Salar Römer  no se unió a las fuerzas democráticas que intentaron ganar la presidencia del Senado en 1999, prefiriendo apoyar al también joven Henrique Capriles Radonski. Como colofón: aquel demócrata que no llegó a la Presidencia del Senado debido al proyecto personal de Salas Römer, muy seguramente hubiera tenido una conducta decorosa, bien lejana a la pusilanimidad que mostró Capriles Radonski ante el golpe de estado de 1999, cuando el gobierno Chávez con turbas en la calle, cerró el parlamento en Venezuela.

 

 

 

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