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Los miércoles en

"Mirando el Vecindario"

 

 

DEL AMOR AL DESAMOR EN TIEMPOS DE GLOBALIZACIÓN

Venezuela Analítica, Caracas, Venezuela, agosto, 1998


De un día a otro, Brasil se tornó monotemático

En cada esquina los vendedores ofrecían franelas de la selección y banderas brasileñas de todo tamaño. Los carros y ventanas portaban banderas, mientras los habitantes de cada cuadra se organizaron para dar color nacional a las paredes respectivas. La pintura color amarillo tránsito del borde de las aceras se tornó azul-verde-amarillo. Blusas, biquinis, sombreros para el amo y gorras para el perro, camisas, y todo tipo de propagandas con base en la selección de fútbol. Hasta el carro del Presidente Cardoso cargaba la respectiva bandera nacional, y se cuenta en Brasilia que el Embajador argentino mandó a colocar la bandera brasileña en su vehículo, luego que el combinado de su país quedó eliminado.

Cada tarde cuando Brasil jugaba, el país quedaba paralizado. Las empresas tienen la obligación de permitir la salida adelantada de los empleados, para que presencien el juego. En los supermercados usualmente con atención las 24 horas, las puertas cerraban quince minutos antes del partido, para sólo abrir cuando ya Brasil había abandonado el campo de juego. Las horas antes de cada confrontación de Brasil, sólo tienen parangón con un fin de año o quizás con un toque de queda. La gente en las calles mostraba el nerviosismo por llegar rápido, al sitio escogido para ver el juego.

Por mes y medio, los principales periódicos incluyeron a diario en sus portadas, alguna fotografía de la selección, mientras una de las cadenas de televisión movilizó ciento sesenta profesionales hasta Francia para la cobertura del magno evento. La intensa campaña publicitaria de la O Globo incluía videos donde se mostraba la Torre Eiffel con la bandera brasileña ondeando, al río Sena tornando color verde amarillo y al cuadro de La Gioconda con el rostro de Ronaldo.

Cuando Brasil anotaba un gol, todas las ciudades se convertían en un sólo grito mezclado con trompetas. Cuando a Brasil le anotaban un gol, el silencio de un pueblo fantasma subía desde las calles para meterse en las casas de los atónitos torcedores del time brasileño.

Los medios reseñaron que el día del encuentro Brasil-Holanda, un carioca murió de infarto mientras esperaba el resultado de los penaltis. Cuenta un periodista palaciego de Brasilia, que el Presidente Cardoso prefirió caminar por los jardines del Palacio de La Alvorada después de haber dado instrucciones a un asistente, para que le informaran los resultados de cada lanzamiento desde el punto de tiro libre.

Llegado el día final, con el partido ante Francia, los ánimos estaban a reventar. Ya los diarios hablaban en la mañana de la remota posibilidad de perder, pero nadie se lo creía: Brasil sería pentacampeón, el único del siglo además. Las noticias sobre la no-inclusión de Ronaldo hicieron arrancar la alarma. La O Globo garantizaba que Ronaldo estaría incluido en el plantel. Luego vino el juego, Brasil perdió, Francia ganó y un silencio cubrió al país entero.

Los héroes del fútbol, la selección que hizo que los diarios olvidaran las usuales noticias de sequías y campaña electoral, el equipo brasileño de fútbol, dejó de ser la imagen del triunfo nacional brasileño del cual todos esperaban como cosa absolutamente natural y apenas lógica, que ganara una vez más la copa del mundo.

El recibimiento en Brasilia luego de un encuentro con el Presidente Cardoso, fue apenas modesto. Los jugadores dentro de un autobús, y no desde el usual carro de bomberos, recibieron el ciertamente caluroso saludo de algunos pocos brasileños. El planificado recibimiento multitudinario en las calles de Río o Sao Paulo, jamás se realizó.

Se acabó. La agitación de los ánimos se volvió humo y se fue con las ilusiones. Campañas publicitarias completas se cayeron y los diarios comenzaron una implacable cacería para precisar al culpable de la afrenta nacional: Zagalo el técnico o Ronaldo el héroe caído. A pocos les pasó por la cabeza que Brasil había quedado como subcampeón del mundo. Nada más y nada menos que de segundo, luego de una copa que involucró a treinta y dos países, cuya escogencia a su vez, era producto de dos años de competencia entre los equipos de fútbol de prácticamente todo el mundo.

Lo que para cualquier país era una victoria, para Brasil fue una amarga derrota. Suerte que por estos lados no aplicaron la receta de aquel colombiano que mató a un jugador de la Selección Colombia como castigo por el autogol de 1994.

II

Por aquellos días el mundo carecía de Internet. Es difícil imaginarse un mundo así, pero ciertamente el mundo no tenía Internet. Los crímenes de la familia Manson eran tema de revistas y libros. Los Manson no tuvieron la oportunidad tecnológica de las sectas actuales, así que no contaban con su página en la web.

Roman Polanski, el polaco venido a USA para mostrar su ingenio como director de cine, había sido trágicamente marcado por el asesinato de su mujer. Polanski era entonces el hombre que hizo temblar al mundo con el Bebé de Rosemary y que se batió con Chinatown ya en procura de una aceptación popular. Pero una noche de copas, una noche loca, hizo que Polanski se convirtiera del exitoso cineasta inmigrante al punible pedófilo. Polanski se fue en huida al extranjero, dejando atrás las ventajas de hacer filmes en la meca de cine. Polanski ya en el exilio, hizo Tess con la joven Natasha Kinsky, buscando convencer al público mediante una historia edulcorada (nada que ver con vampiros) de su inocencia en el caso de violación de una jovencita que hoy día ya tiene cuarenta años y ha perdonado al Polanski.

El año 1977 fue el de Woody Allen. De los cuatro óscares principales, sólo el de mejor actor le fue otorgado a una película diferente a Annie Hall. Dos extraños amantes, como se conoció en algunos países, le abrió las puertas a Allen para el gran público y el prestigio para dedicarse a películas personales, casi íntimas. Cada vez menos concesiones al mercadeo, dejando atrás los días de comedias fáciles como Todo lo quería saber sobre el sexo, o Bananas. Woody Allen se transformó en una verdadera máquina de hacer películas. Manhattan, Interiores, Comedia de una Noche de Verano, etcétera, etcétera. Pero un día se armó el escándalo. La Rosemary de Polanski se convirtió en la acusadora de Allen, dejándolo en evidencia ante el gran público: acusación de pedofilia nada más y nada menos que con una hijastra de la señora Farrow. El hombre que había proclamado que jamás ingresaría a un club que aceptara hombres como él, de pronto se vio expuesto al odio colectivo. Las películas de Allen comenzaron a ser de poco interés en los cines. Rápidamente llegan a las tiendas de alquiler de video, pero casi nadie las toma para llevarlas a casa. A mediados de junio pasado, poco después de viajar a Venecia con su joven esposa (ahora Allen es el yernastro de Mia) debió despedir a buena parte de su compañía productora de películas, ante sus problemas financieros. La adoración por Allen se convirtió en repulsa colectiva. Nadie ha hecho un llamado contra las películas de Allen, ningún gobierno ha ordenado matar a Allen (Versos Satánicos v.g.), pero la gente, el mercado, la generación globalizada condenó a Allen.

Hablando de musulmanes, Cat Stevens es otro caso a mencionar. El Cat que siempre causó especial agrado entre sectores intelectuales en aquellas épocas de búsqueda del nirvana en Katmandú, se cambió en señalado enemigo del mundo occidental. La conversión de Cat al Islam, justo cuando el radicalismo musulmán tomaba cuerpo en Irán y se expandía por el Medio Oriente y Asia, fue una ofensa para quienes tenían secuestrados a sus parientes en la Embajada de USA en Teherán. Cat, quien hace poco apareció finalmente en los medios de comunicación, con ropa árabe y formando parte de una banda de música religiosa islámica, había sido un cuestionador de la violencia y de un día para otro, su imagen fue sellada con todo lo contrario. Posiblemente el Cat estaba buscando una nueva filosofía de vida, pero terminó con el estigma de afiliado a un radicalismo más próximo del terrorismo que al tren de la paz. En estos días sólo cuarentones compran los discos con antologías de Cat, un poco para canturrear el Father and Son, más que en búsqueda de algún mensaje trascendente. Aquella imagen de una gigante compactadora con un enorme rodillo triturando en acto público celebrado en Los Angeles, una montaña de discos de Cat Steven, valió más que todos los Budas de chocolate compuestos por el cantautor.

III

Una escena particularmente inspiradora sobre el carácter histórico del amor y el odio de los hombres públicos, es aquella cuando Frank List, en la obra de Ken Russel (aquellos años setenta!!!), se presenta ante un auditorio de jovencitas que histéricas gritan ante la presencia del astro del momento. No pareciera novedad el amor y el desamor.

El politólogo venezolano Leandro Area gusta decir que hoy en día existe un exceso de realidad, y se podría agregar que resulta imposible escapar de esa realidad. Hubo momentos en la historia de la humanidad, cuando el hombre se mudaba de tribu, de pueblo, de país o hasta de continente. El Conde de Montecristo se fugó y trás hacerse rico en "el extranjero", regresó para hacer justicia. Hoy en día el Conde de Montecristo no podría cumplir su destino. Con toda seguridad un fotografo free-lance lo fotografiaría en alguna playa del Pacifico Sur dejándolo en evidencia.

Algo cierto de todo esto. Los medios crean imágenes heroicas, atractivas...y las destruyen con igual velocidad. Los medios nos convencen de la inevitabilidad de algunos hechos para al día siguiente mostrarnos otra cosa, otra imagen, otro héroe. En caso de duda, volver a ver Ciudadano Kein.

 

 

 

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