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"Mirando el Vecindario"

 

 

CINCO AÑOS DEL CINCO DE JUNIO

Venezuela Analítica, Caracas, Venezuela, junio, 1998


  I

            A mediados del mes de mayo de 1991, el Presidente Carlos Andrés Pérez realizó una Visita Oficial a Santafé de Bogotá. Como parte de la agenda, en el auditorio de seguros Skandia al norte de la ciudad, se produjo un encuentro con empresarios colombianos. La prensa dedicó al día siguiente amplio espacio para reseñar la equivocación del técnico de sonido quien erró al colocar el himno de Venezuela, al momento de los honores para Pérez y Cesar Gaviria.

            Aquella mañana bogotana algo más significativo había ocurrido a la vista de todos los presentes. CAP en su discurso se extendió  exponiendo las reformas económicas que su gobierno adelantaba, y se quejó porque los tecnócratas responsables de las políticas económicas no se mostraban capaces de explicarle a la población, en términos sencillos, aquellos cambios en el modelo económico. Al concluir la conferencia, el Presidente bajó del escenario y se dirigió directamente hacia donde se encontraba su Ministro Miguel Rodríguez, a quien dijo "recuerde que ustedes ponen las teorías pero yo soy quien está poniendo los hombros".

            Anécdota aparte, visto en perspectiva, no cabe duda que existió un franco divorcio entre quienes produjeron los planes de reformas y el complejo mundo político.

            El Presidente Pérez supuso que su importante peso político tras su victoria electoral de 1988, le permitiría avanzar en el programa de reformas ajustado a las tendencias en boga. Aperturismo comercial, desregulación, privatización, integración subregional, aumento de la carga fiscal eran las claves de una linea de acción a la cual el país se vio empujado por el liberalismo internacionalmente triunfante y por la pérdida de la importancia relativa de los ingresos petroleros.

            De pronto el país acostumbrado a la comodidad rentística, se vio enfrentado a un cambio drástico en la ecuación económica, y poco a poco la vieja y desusada tradición de la poblada como forma de protesta criolla, volvió a coger las calles de nuestras ciudades. La causa-efecto-causa de la caída de los ingresos petroleros y las políticas de ajuste dejaban al Estado seriamente reducido en su capacidad de control social. Los asaltos de febrero de 1989, las dos intentonas de cuartelazo de 1992 y una furiosa oposición anti Pérez desde los más heterogéneos sectores como nunca antes se había producido en el país contra gobierno alguno, crearon el clima para la apertura del proceso judicial contra el Presidente y su posterior salida del cargo.

             Los primeros meses de 1993 fueron de un gran desconcierto nacional. Las protestas de todo signo que se escenificaban en las calles, prestaban la atmósfera para un debate que se producía en el seno de las clases dirigentes del país. La pregunta de fondo era sobre la capacidad que el texto constitucional tendría, para producir un  mecanismo democrático que abriera camino ante una eventual salida de CAP de la Presidencia.

            Rondando mayo se produce un hecho sin precedentes en nuestra historia política. Tras la decisión parlamentaria de permitir su enjuiciamiento, el Presidente Pérez discurso mediante,  entregó el cargo al Presidente del Senado. La suerte de las instituciones democráticas estaba echada.

 

II

            En aquellos días la Guardia Nacional, encargada de la protección del Congreso Nacional, mantenía rodeado el viejo Palacio Legislativo.

            Desde ese Congreso se comenzó a diseñar una estrategia para preservar el sistema democrático, dándole continuidad institucional, independientemente de la suerte de Carlos Andrés Pérez.

            Acción Democrática y COPEI, representados esencialmente por Luis Alfaro Ucero e Hilarión Cardozo, definieron y negociaron con los sectores básicos de la  sociedad venezolana, un camino que llevó finalmente a la elección del Senador Ramón J. Velásquez para que asumiera la Presidencia de la República.

            El cinco de junio de 1993 ocurrió uno de los hechos más significativos del proceso democrático venezolano: la toma de posesión de Ramón J. Velásquez. Aquel día se demostró la fortaleza del pacto político que dio forma a la democracia venezolana tres décadas antes. Aquel día  fue palpable la posibilidad que el país tiene para salir de sus altibajos, dentro de un orden constitucional.

            En un país donde la tradición política ve con malos ojos la figura del Vicepresidente, el mecanismo constitucional previó la selección  por el Congreso, de un venezolano para cumplir el lapso faltante ante la ausencia definitiva de un Presidente. En los difíciles días de 1993, esta elección resultó providencial ya que  abrió el juego político que permanecía trancado alrededor de la crisis planteada por el  enjuiciamiento a CAP y por las tensiones que se fueron acumulando en aquellos años de cacerolazos y conspiraciones.

            La decisión parlamentaria de designar a Velásquez, hombre sin partido y por lo tanto sin ataduras a fórmula electoral alguna, hizo que el país retomara el camino que debía llevarlo hacia la renovación del propio Congreso y a la selección del nuevo Presidente de la República. Todo ello en los plazos fijados por la leyes.

            La Constitución había encontrado la forma y el hombre para preservarse a sí misma.            

            Tocó a Velásquez la responsabilidad de mantener funcionando el aparato estatal, pero adicionalmente le correspondió adelantar una parte de las reformas modernizadoras. Fue el gobierno de Velásquez, mediante una Ley Habilitante aprobada por el Congreso, el cual pudo abrir paso a una importante reforma a la legislación bancaria, la creación del IVA y otros tributos específicos, amen del fortalecimiento legal de la transferencia de poderes y recursos a los gobiernos estadales y municipales.

            Pero esencialmente fue Velásquez el timonel que llevó el barco hasta las elecciones de diciembre de 1994. Revisar la prensa de aquellos días dará una larga lista de los actores y circunstancias que conspiraban contra el normal desarrollo del proceso electoral, huracanes tropicales, apagones eléctricos, susurros a los militares, bombas y banqueros a punto de quiebra. La historia tendrá que dar cuenta de la estrategia envolvente que Velásquez llevó a cabo, para comprometer a los sectores en pugna en un propósito único: la defensa de la Constitución y del hecho electoral como epicentro del sistema  democrático.   

           

III

           

            El 23 de enero de 1994 se instalaron las Cámaras Legislativas. Al final de la mañana, fue hasta Miraflores un grupo de congresistas encabezados por Gómez Tamayo y Carmelo Lauría quienes habían sido electos para presidir el Senado y la Cámara respectivamente. Al despacho presidencial fueron llegando algunos ministros y altos funcionarios del gobierno, en medio de un ambiente de franca alegría republicana. Velásquez les diría en aquella oportunidad que la instalación del Congreso era la fecha que más había esperado durante sus ocho meses de gobierno. ya que la existencia de un parlamento recién electo es la mejor garantía para la continuidad democrática.

            Finalmente el 2 de febrero de aquel año, Velásquez entregó el gobierno al Presidente  Rafael Caldera, quedando así cerrada la crisis política de 1993. Tocaría al Presidente Caldera la responsabilidad de rearmar el tablero institucional del Estado y apuntar hacia la modernización económica del país basado en un olfato político privilegiado. Aún en medio de la campaña electoral, el Presidente Caldera había declarado su propósito de devolver la credibilidad a la Presidencia de la República, reconociendo que Velásquez había iniciado ese proceso.

             La crisis del año 1993 dejó una lección que está vigente en estos días. La élite dirigente venezolana, armada con nuestro texto constitucional democrático y civilista, puede encontrar las salidas que cada coyuntura del país amerita.

 

 

 

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