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  10 / El Mundo / Jueves / Caracas , 20 de Enero de 2005
 


 

Del Caldas vinimos y a Granda fuimos

Edgar Otálvora es especialista en asuntos fronterizos colombo-venezolanos. Autor del libro “La crisis de la corbeta Caldas”, sostiene que no se pueden establecer analogías entre aquella situación de tensión y la generada por el caso Rodrigo Granda. La primera fue un asunto entre dos gobiernos, en la que no estaba involucrada la guerrilla; mientras que la segunda demuestra la falta de una política conjunta entre ambas naciones para combatir el terrorismo

María Laura Lombardi


 

Edgar Otálvora nació en Tovar, Mérida, tiene 45 años y es economista graduado en la ULA y magister en Historia de América.

Fue viceministro de la Secretaría de la Presidencia en el Gobierno de Ramón J. Velásquez y fungió como secretario ejecutivo de la Comisión de asuntos fronterizos con Colombia entre 1989 y 1993 (en consecuencia es un amplio conocedor de las relaciones entre ambos países).

Se desempeñó como diplomático en Colombia y Brasil y fue columnista por 20 años en El Nacional y El Universal. Desde hace un año lo es de El Mundo en el área de la economía y la política internacional.

Ha publicado varios libros, entre otros uno sobre el caso de la corbeta Caldas, otro titulado La paz ramónica y la biografía de Eustoquio Gómez.

-¿Cuál es el mar de fondo del caso Granda?
-Lo que está de fondo es la lucha del Estado colombiano por acabar con las organizaciones guerrilleras. Ese aspecto es fundamental y todo análisis debe partir de que la lucha contra la guerrilla es una decisión de Estado ampliamente apoyada en Colombia y hace que, ese gobierno y ese Estado, tenga aliados y detractores.

En ese contexto, creo que es fácilmente entendible lo que ocurrido desde mediados de diciembre hasta hoy.

-¿Y del lado de Venezuela?
-Venezuela fue el actor secundario del caso. Incluso, sectores de izquierda internacional que en principio firmaron comunicados afirmando que el secuestro buscaba dañar a la revolución bolivariana, ahora están publicando documentos donde dicen que el elemento fundamental es el tema militar colombiano.

La complicación que se produce viene dada por la particular posición del go! bierno v enezolano en cuanto a la guerrilla colombiana.

Y digo particular, porque el gobierno venezolano es prácticamente el único en América Latina que mantiene una posición dudosa ante la guerrilla colombiana.

-¿Cómo entra en el impasse el principo frecuentemente aplicado por el presidente Chávez que dice “la mejor defensa es el ataque” ?
-No sé. No tengo elementos para interpretar las palabras del Presidente.

Pero veamos lo que pasó.

Detengámonos brevemente en el proceso. Luego de la operación que lleva al señor Granda fuera de Venezuela transcurren por lo menos quince días en los cuales el gobierno de Venezuela no se pronuncia.

En ese lapso, los sectores de izquierda mundial, muy caros al gobierno de Chávez -justamente el colchón publicitario de la revolución bolivariana a nivel mundial-, pasan quince días solicitándole al gobierno venezolano un pronunciamiento y una decisión.. No fue en la prensa venezolana, no fue un vocero gubernamental venezolano, sino una publicación radical de izquierda como Rebelión, la que reconstruye el suceso e informa que a este señor lo llevaron desde la clínica Razetti hasta la frontera con Colombia. Jean Petras, Noam Chomsky y la propia Margarita López Maya, representantes del comunismo internacional, todos ellos estuvieron publicando documentos (el otro muy notorio fue obviamente el de las Farc del 30 de diciembre) y presionando al gobierno venezolano a que actuara en un caso en el cual, en mi opinión, le convenía más pasar agachado.

-¿La interrupción del comercio bilateral en la frontera, el corte de suministro petrolero y el anuncio de la paralización de la construcción del oleoducto entre ambos países no los percibe usted como un ! ataque p or parte de Venezuela a Colombia?
-En el intermedio ocurre algo que desata no sólo la reacción discursiva del gobierno de Venezuela, y son las declaraciones del ministro Jorge Alberto Uribe, quien reconoce que Colombia intervino en la operación y confiesa que se pagó dinero por información. Ese reconocimiento hizo que las presiones políticas de la izquierda internacional tomaran mayor cuerpo y obligaran al gobierno venezolano a reaccionar de forma activa.

-Por otra parte, ¿cree que hay similitud entre la situación bilateral que se produjo cuando la corbeta colombiana Caldas cruzó el mar territorial venezolano y la crisis detonada por el secuestro de Granda?
-Allí hay varias cosas y vamos a tratar de desglosarlas. Primero creo que es necesario estar muy claros en qué el señor Granda no es ningún canciller de las Farc. Ese es un título periodístico que no se corresponde con la realidad. Él mismo dijo, según unas declaraciones que publicó el domingo pasado la revista Semana, que no es un miembro del secretariado. Pertenece a un cuadro medio. No es un comandante, no está en la organización militar de las Farc. Es un hombre muy activo que operó en Panamá, en Ecuador y en Europa; ha participado en numerosos eventos internacionales, pero no es el número uno de la política exterior de las Farc. ¿Quién es el canciller de las Farc? Probablemente Raúl Reyes.

 

  • La Meca de la izquierda
  • Para Edgar Otálvora no se puede establecer una analogía entre las tensión que generó la incursión de la corbeta Caldas en aguas venezolanas y la actual generada por el caso Rodrigo Granda. “El caso de la corbeta Caldas fue un asunto entre los dos gobiernos y los dos Estados en el cual no estaba involucrada una t! ercera p arte que es la guerrilla.

    De tal manera que el aspecto fundamental de esa discusión era la soberanía territorial. En segundo lugar, las Fuerzas Armadas y la Cancillería colombianas estaban actuando dentro de un plan de política internacional. Tercero: las respuestas a la crisis del año 87 por parte de ambos países fueron totalmente diferentes a las que se producen hoy en día. En el caso venezolano hubo una respuesta creciente a lo que se creía era una amenaza inminente de Colombia, mientras que en el actual caso, el gobierno venezolano recurre al área comercial como arma principal. En el caso Caldas hubo movilización militar preventiva y sólo se cerraron las fronteras cuando la situación había alcanzado unos niveles de inminente confrontación armada”.

    -Sin embargo, ambos revelan la vulnerabilidad de la relación entre ambos gobiernos...

    -Cuando Jaime Lusinchi es el presidente de Venezuela y Belisario Betancourt el de Colombia, se comienza a trabajar bilateralmente para confrontar el problema de la seguridad fronteriza, la forma elegante que se usaba para hablar de guerrilleros y bandoleros. En el año 89 ambos países comienzan a trabajar en la construcción de mecanismos de cooperación militar muy intensos. Nunca realizan operaciones conjuntas para hacer frente a la guerrilla, pero sí operaciones coordinadas. Durante el gobierno de Rafael Caldera, el Estado venezolano, entendiendo que había un enemigo común que era la guerrilla colombiana, presta apoyo operativo a las fuerzas militares colombianas. Con la excepción del lapso comprendido entre el 87 y 89, hubo relaciones de cooperación entre ambos países.

    -¿En su opinión, en el caso Granda, es más relevante que el hecho de que él tuviera cédula venezolana y hubiera permanecido ! en el pa ís por años o que fuera apresado en tan extrañas circunstancias?
    -Yo creo que el caso demuestra varias cosas. Demuestra lo que algunos se resistían a aceptar, y es que las organizaciones guerrilleras colombianas forman parte de ese mundo de la izquierda latinoamericana y mundial que hace vida política en Venezuela y ha convertido a Caracas en una Meca, como fue Santiago de Chile cuando Allende o Chiapas cuando los zapatistas.

    Eso lo dicen los propios medios de comunicación de izquierda. Yo no asumo ninguna tesis de cómo salió ese señor de aquí porque hay muchas cosas que no están claras y cada actor tiene una versión distinta.

    Lo grave del caso, para mí, en términos venezolanos, es que los dos estados no tengan una política conjunta de lucha contra el terrorismo.

    Lo demás es secundario.

    -Estados Unidos y Colombia, aliados en la lucha contra la narcoguerrilla, no logran que el presidente Chávez se adhiera al Plan Colombia. En opinión de Aurora Morales, dirigente del MVR, la razón de tal renuencia viene por la convicción del gobierno venezolano de que el Plan Colombia está más interesado en el dominio y control del subsuelo fronterizo que de la erradicación del narcotráfico. ¿Cree que esta apreciación es válida?


  • -Es incompleta. El Plan Colombia es un plan se seguridad hemisférica.

    Nace como una respuesta local y nacional negociada entre Colombia y los Estados Unidos. La versión de que fue impuesta por el “imperialismo” es falsa. En la negociación de los recursos que se asignarían participaron los colombianos.

    El Plan Colombia nace, además, en un momento de redefinición de la política internacional de Estados Unidos, que se preguntaba sobre el futuro del mundo y cuál ! deb&iacu te;a ser el papel de sus organismos de seguridad e inteligencia.

    En ese entonces no estaba claro quién era exactamente el enemigo.

    Hoy es una realidad para los Estados Unidos que el enemigo es el terrorismo, pero hay un enemigo subyacente que es el narcotráfico, y hay una situación de guerra entre Colombia y la guerrilla que rebasa los límites de su frontera.

    Por su parte, Venezuela, a partir del 99, dejó de apoyar al gobierno colombiano en su lucha contra la narcoguerrilla.

    -¿Por qué?
    -Por razones, en primer lugar, ideológicas. Venezuela se había comprometido en el Foro de Sao Pablo a declararse neutral en el conflicto colombiano. Así volvemos al amasijo de la izquierda latinoamericana que pasa por posiciones complacientes con el terrorismo colombiano.

    -Insisto. Aurora Morales enfatizaba en cómo el petróleo y los intereses de la economía mundial juegan un papel importante en el Plan Colombia y en las relaciones bilaterales de Colombia y Venezuela.

    -Entonces yo pregunto: ¿Por qué el oleoducto, que es tan importante para Chávez, lo va a ejecutar la empresa Texaco?
    -¿Qué puede pasar en el próximo futuro entre ambos países?
    -No va a pasar absolutamente nada más. Se va a producir una reunión privada entre los cancilleres y los presidentes. Seguramente el presidente Ignacio Lula da Silva de Brasil va a conversar con el presidente Uribe y a prestar sus buenos oficios.

    Las razones de Estado son superiores a las coyunturas políticas y la situación es la preservación de los dos proyectos políticos, de los gobiernos de Colombia y de Venezuela.

    No niego que si se contrapone la política venezolana de izquierda organizada, así como su nuevo armamentismo, a la posición de Colombia y Estados ! Unidos, está dado el caldo de cultivo para un conflicto, pero yo no creo que el caso Granda sea el detonante para ese conflicto.

     


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    Para mí, lo grave del caso, en términos venezolanos, es que los dos estados no tengan una política conjunta de lucha contra el terrorismo


    Por la izquierda internacional

    -En la guerra de micrófonos que se ha suscitado a raíz del caso Granda, hemos sido testigos de numerosas declaraciones por parte de parlamentarios colombianos a favor de la posición asumida por Venezuela.

    ¿Significa esto que Chávez ha penetrado la política y la sociedad colombiana en términos favorables?

    -Vamos a poner las cosas en su justa dimensión. Efectivamente, el presidente Chávez tiene amigos en Colombia y no es ningún secreto que el parlamentario del Polo Democrático, Gustavo Petro y Chávez son amigos de toda la vida. El viernes pasado el presidente Chávez escaló en el conflicto cuando anunció que no iba a seguir con el oleoducto, habló del cierre de algunos negocios con el país vecino. Pero el día sábado, y simultáneamente, el parlamentario Petro ofrece unas declaraciones en las cuales anuncia que el presidente Chávez le pidió que sirviera de puente para resolver el conflicto.

    Esto significa que Chávez está usando a un hombre de la izquierda colombiana para resolver un conflicto en el cual el gobierno de Venezuela se metió por culpa de la izquierda internacional.


     


     


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