Edgar Otálvora nació en Tovar, Mérida, tiene
45 años y es economista graduado en la ULA y magister en Historia de
América.
Fue viceministro de la Secretaría de la Presidencia en el Gobierno
de Ramón J. Velásquez y fungió como secretario ejecutivo de la
Comisión de asuntos fronterizos con Colombia entre 1989 y 1993 (en
consecuencia es un amplio conocedor de las relaciones entre ambos
países).
Se desempeñó como diplomático en Colombia y Brasil y fue columnista
por 20 años en El Nacional y
El Universal. Desde hace un año lo es de
El Mundo en el área de la economía y la
política internacional.
Ha publicado varios libros, entre otros uno sobre el caso de la
corbeta Caldas, otro titulado La paz ramónica y la biografía de
Eustoquio Gómez.
-¿Cuál es el mar de fondo del caso Granda?
-Lo que está de fondo es la lucha del Estado colombiano por
acabar con las organizaciones guerrilleras. Ese aspecto es
fundamental y todo análisis debe partir de que la lucha contra la
guerrilla es una decisión de Estado ampliamente apoyada en Colombia
y hace que, ese gobierno y ese Estado, tenga aliados y detractores.
En ese contexto, creo que es fácilmente entendible lo que ocurrido
desde mediados de diciembre hasta hoy.
-¿Y del lado de Venezuela?
-Venezuela fue el actor secundario del caso. Incluso,
sectores de izquierda internacional que en principio firmaron
comunicados afirmando que el secuestro buscaba dañar a la revolución
bolivariana, ahora están publicando documentos donde dicen que el
elemento fundamental es el tema militar colombiano.
La complicación que se produce viene dada por la particular posición
del go! bierno v enezolano en cuanto a la guerrilla colombiana.
Y digo particular, porque el gobierno venezolano es prácticamente el
único en América Latina que mantiene una posición dudosa ante la
guerrilla colombiana.
-¿Cómo entra en el impasse el principo
frecuentemente aplicado por el presidente Chávez que dice “la mejor
defensa es el ataque” ?
-No sé. No tengo elementos para interpretar las palabras del
Presidente.
Pero veamos lo que pasó.
Detengámonos brevemente en el proceso. Luego de la operación que
lleva al señor Granda fuera de Venezuela transcurren por lo menos
quince días en los cuales el gobierno de Venezuela no se pronuncia.
En ese lapso, los sectores de izquierda mundial, muy caros al
gobierno de Chávez -justamente el colchón publicitario de la
revolución bolivariana a nivel mundial-, pasan quince días
solicitándole al gobierno venezolano un pronunciamiento y una
decisión.. No fue en la prensa venezolana, no fue un vocero
gubernamental venezolano, sino una publicación radical de izquierda
como Rebelión, la que reconstruye el
suceso e informa que a este señor lo llevaron desde la clínica
Razetti hasta la frontera con Colombia. Jean Petras, Noam Chomsky y
la propia Margarita López Maya, representantes del comunismo
internacional, todos ellos estuvieron publicando documentos (el otro
muy notorio fue obviamente el de las Farc del 30 de diciembre) y
presionando al gobierno venezolano a que actuara en un caso en el
cual, en mi opinión, le convenía más pasar agachado.
-¿La interrupción del comercio bilateral en la
frontera, el corte de suministro petrolero y el anuncio de la
paralización de la construcción del oleoducto entre ambos países no
los percibe usted como un ! ataque p or parte de Venezuela a
Colombia?
-En el intermedio ocurre algo que desata no sólo la reacción
discursiva del gobierno de Venezuela, y son las declaraciones del
ministro Jorge Alberto Uribe, quien reconoce que Colombia intervino
en la operación y confiesa que se pagó dinero por información. Ese
reconocimiento hizo que las presiones políticas de la izquierda
internacional tomaran mayor cuerpo y obligaran al gobierno
venezolano a reaccionar de forma activa.
-Por otra parte, ¿cree que hay similitud entre la
situación bilateral que se produjo cuando la corbeta colombiana
Caldas cruzó el mar territorial venezolano y la crisis detonada por
el secuestro de Granda?
-Allí hay varias cosas y vamos a tratar de desglosarlas.
Primero creo que es necesario estar muy claros en qué el señor
Granda no es ningún canciller de las Farc. Ese es un título
periodístico que no se corresponde con la realidad. Él mismo dijo,
según unas declaraciones que publicó el domingo pasado la revista
Semana, que no es un miembro del
secretariado. Pertenece a un cuadro medio. No es un comandante, no
está en la organización militar de las Farc. Es un hombre muy activo
que operó en Panamá, en Ecuador y en Europa; ha participado en
numerosos eventos internacionales, pero no es el número uno de la
política exterior de las Farc. ¿Quién es el canciller de las Farc?
Probablemente Raúl Reyes.
La Meca de la izquierda
Para Edgar
Otálvora no se puede establecer una analogía entre las tensión que
generó la incursión de la corbeta Caldas en aguas venezolanas y la
actual generada por el caso Rodrigo Granda. “El caso de la corbeta
Caldas fue un asunto entre los dos gobiernos y los dos Estados en el
cual no estaba involucrada una t! ercera p arte que es la guerrilla.
De tal manera que el aspecto fundamental de esa discusión era la
soberanía territorial. En segundo lugar, las Fuerzas Armadas y la
Cancillería colombianas estaban actuando dentro de un plan de
política internacional. Tercero: las respuestas a la crisis del año
87 por parte de ambos países fueron totalmente diferentes a las que
se producen hoy en día. En el caso venezolano hubo una respuesta
creciente a lo que se creía era una amenaza inminente de Colombia,
mientras que en el actual caso, el gobierno venezolano recurre al
área comercial como arma principal. En el caso Caldas hubo
movilización militar preventiva y sólo se cerraron las fronteras
cuando la situación había alcanzado unos niveles de inminente
confrontación armada”.
-Sin embargo, ambos revelan la vulnerabilidad de
la relación entre ambos gobiernos...
-Cuando Jaime Lusinchi es el presidente de Venezuela y
Belisario Betancourt el de Colombia, se comienza a trabajar
bilateralmente para confrontar el problema de la seguridad
fronteriza, la forma elegante que se usaba para hablar de
guerrilleros y bandoleros. En el año 89 ambos países comienzan a
trabajar en la construcción de mecanismos de cooperación militar muy
intensos. Nunca realizan operaciones conjuntas para hacer frente a
la guerrilla, pero sí operaciones coordinadas. Durante el gobierno
de Rafael Caldera, el Estado venezolano, entendiendo que había un
enemigo común que era la guerrilla colombiana, presta apoyo
operativo a las fuerzas militares colombianas. Con la excepción del
lapso comprendido entre el 87 y 89, hubo relaciones de cooperación
entre ambos países.
-¿En su opinión, en el caso Granda, es más
relevante que el hecho de que él tuviera cédula venezolana y hubiera
permanecido ! en el pa ís por años o que fuera apresado en tan
extrañas circunstancias?
-Yo creo que el caso demuestra varias cosas. Demuestra lo que
algunos se resistían a aceptar, y es que las organizaciones
guerrilleras colombianas forman parte de ese mundo de la izquierda
latinoamericana y mundial que hace vida política en Venezuela y ha
convertido a Caracas en una Meca, como fue Santiago de Chile cuando
Allende o Chiapas cuando los zapatistas.
Eso lo dicen los propios medios de comunicación de izquierda. Yo no
asumo ninguna tesis de cómo salió ese señor de aquí porque hay
muchas cosas que no están claras y cada actor tiene una versión
distinta.
Lo grave del caso, para mí, en términos venezolanos, es que los dos
estados no tengan una política conjunta de lucha contra el
terrorismo.
Lo demás es secundario.
-Estados Unidos y Colombia, aliados en la lucha
contra la narcoguerrilla, no logran que el presidente Chávez se
adhiera al Plan Colombia. En opinión de Aurora Morales, dirigente del MVR, la razón de tal
renuencia viene por la convicción del gobierno venezolano de que el
Plan Colombia está más interesado en el dominio y control del
subsuelo fronterizo que de la erradicación del narcotráfico. ¿Cree
que esta apreciación es válida?
-Es incompleta. El Plan Colombia es un plan se seguridad
hemisférica.
Nace como una respuesta local y nacional negociada entre Colombia y
los Estados Unidos. La versión de que fue impuesta por el
“imperialismo” es falsa. En la negociación de los recursos que se
asignarían participaron los colombianos.
El Plan Colombia nace, además, en un momento de redefinición de la
política internacional de Estados Unidos, que se preguntaba sobre el
futuro del mundo y cuál ! deb&iacu te;a ser el papel de sus
organismos de seguridad e inteligencia.
En ese entonces no estaba claro quién era exactamente el enemigo.
Hoy es una realidad para los Estados Unidos que el enemigo es el
terrorismo, pero hay un enemigo subyacente que es el narcotráfico, y
hay una situación de guerra entre Colombia y la guerrilla que rebasa
los límites de su frontera.
Por su parte, Venezuela, a partir del 99, dejó de apoyar al gobierno
colombiano en su lucha contra la narcoguerrilla.
-¿Por qué?
-Por razones, en primer lugar, ideológicas. Venezuela se
había comprometido en el Foro de Sao Pablo a declararse neutral en
el conflicto colombiano. Así volvemos al amasijo de la izquierda
latinoamericana que pasa por posiciones complacientes con el
terrorismo colombiano.
-Insisto. Aurora Morales enfatizaba en cómo el
petróleo y los intereses de la economía mundial juegan un papel
importante en el Plan Colombia y en las relaciones bilaterales de
Colombia y Venezuela.
-Entonces yo pregunto: ¿Por qué el oleoducto, que es tan
importante para Chávez, lo va a ejecutar la empresa Texaco?
-¿Qué puede pasar en el próximo futuro entre
ambos países?
-No va a pasar absolutamente nada más. Se va a producir una
reunión privada entre los cancilleres y los presidentes. Seguramente
el presidente Ignacio Lula da Silva de Brasil va a conversar con el
presidente Uribe y a prestar sus buenos oficios.
Las razones de Estado son superiores a las coyunturas políticas y la
situación es la preservación de los dos proyectos políticos, de los
gobiernos de Colombia y de Venezuela.
No niego que si se contrapone la política venezolana de izquierda
organizada, así como su nuevo armamentismo, a la posición de
Colombia y Estados ! Unidos, está dado el caldo de cultivo para un
conflicto, pero yo no creo que el caso Granda sea el detonante para
ese conflicto.
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