Todos en casa sospechamos que Bingo, muy
joven aún y mientras todavía vivíamos en Bogotá, tuvo un encuentro amoroso
con una vecina recién llegada. A los pocos días nos mudamos y jamás tuvimos
noticias de que la familia hubiese crecido por el lado de su componente
canino.
Ya con cuatro años a cuestas,
intenté procurar una “namorada” para Bingo en Belém do Pará. Fui con mis
románticos cartelones a todas las tiendas para animales. Fue bastante
decepcionante percatarme que las carteleras de esos sitios estaban copadas
de avisos sobre machos solícitos y sin hembra. Apelar a su carácter de
extranjero, bogotano, perro viajado y con hábitos sociales, no fue
suficiente para que alguna cachorra se interesara en nuestro fiel Bingo.
Hace poco creo haber descubierto
una candidata ideal, para hacernos abuelos a Olga y a mí. Bastante parecido
físico con Bingo por parte de la joven en edad de merecer, y con una dueña
que se mostró espontáneamente interesada sobre las cualidades estéticas de
Bingo: ambas viven muy cerca de nuestra actual residencia.
Comencé de inmediato a planear una
estrategia cupidesca, pero la inexperiencia me llevó a pedir orientación y
consejo a mi mujer, quien conoce el tema perruno desde su hogar paterno,
donde nuca faltó un perro. Mi primera pregunta fue sobre los términos del
acuerdo que se acostumbra entre los propietarios de los respectivos amantes,
a la hora de atender a los esperados cachorritos. Olga comenzó a explicar
que el dueño del macho tiene la opción de seleccionar de primero, escoge a
uno de la camada y se queda con él.
Estaba Olga en su explicación,
cuando de pronto se quedó callada, pensó, reflexionó, y con duda en el
rostro dijo:
-Bueno, al menos esas eran las
reglas antes... Ahora como todo está cambiado, quizás será necesario leerse
la nueva constitución para saber como se negocia el caso de los perritos...
En definitiva, el tema perruno
quedó a un lado, mientras con cierta preocupación nos percatamos que el
tramo de la biblioteca dedicado a leyes y reglamentos, probablemente debamos
limpiarlo porque ya de poco debe servirnos.
Esto de las reglas de distribución
de las crías perrunas, me sirvió para comenzar a entender algo que por mucho
que me lo expliquen, todavía me cuesta incorporar a mi repertorio de
respuestas.
Se trata de las empresas
internacionales que han mudado o prefieren instalar sus oficinas regionales
para Suramérica, en Bogotá o Medellín, antes que en Caracas: pese a la
violencia política colombiana. Me dicen que la razón es obvia: los costos de
instalar y funcionar una empresa son cuantificables allá, incluso los
relacionados con la violencia. Se puede planificar costos de un carro
blindado, un par de guardaespaldas, personal de seguridad para la casa y las
oficinas, primas especiales y otros ítem de esa materia. A las empresas como
a mí, les ocurre que con tantas mudanzas en la legislación venezolana, uno
termina sin saber a qué atenerse.
La diferencia es que las empresas
mudan su sede buscando estabilidad jurídica (juro que así la llaman), pero
resulta muy cuesta arriba que Olga y yo nos mudemos al exterior para
procurarle una novia a Bingo.
En caso de saber de alguien
interesado en auspiciar la paternidad de Bingo, ruégole se comunique con
nosotros. Temo que en caso contrario, un día de estos Bingo se declare
refugiado, pida protección diplomática a su Embajada en Caracas y nos
abandone sin importarle la educación, techo, roce social, viajes y comida
que le hemos proporcionado.
Saludos
para todos. Nos seguimos hablando... y hasta la próxima vez.
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