Empezandito los años ochenta, en plena boga nacional del
accionismo en las artes plásticas, junto con mi amigo Luis (evito el
apellido para proteger a los inocentes), nos dedicamos a producir una
propuesta de arte conceptual, un performance lo llamábamos. Con aquella
propuesta participamos en el Salón Michelena: era la primera vez que el
salón habría competencia para lo que otros llamaban nuevos lenguajes. Ese
año nadie ganó, nadie perdió. El jurado se negó a emitir veredicto sobre
esta especialidad. Luego fuimos invitados a participar en la muestra de
accionismo como parte del VI Festival Internacional de Teatro, con sede en
la desaparecida Galería de los Espacios Cálidos. Allí también forramos la
galería con varios cientos de metros cuadrados de tela blanca, montamos la
música de Brian Eno, proyectamos nuestros slide y, mal que bien, ganamos
algunos aplausos.
Recuerdo aparte de pasados idos, el cuento lo traigo a
colación porque con el pasar del tiempo, el performance se ha transformado
en una interesantísima arma política. Se podría decir que el performance
salió de las galerías para debutar en las tribunas políticas y con todo
éxito. Un buen ejemplo lo constituye Antanas Mockus. Colombiano, bogotano,
hijo de inmigrantes europeos orientales. Antanas ya siendo autoridad
universitaria en la principal universidad colombiana, inició su meteórica
carrera política. En medio de un acto académico, y dado que el público no
hacía silencio, el profesor Mockus vino hasta el borde del entarimado, se
bajó los pantalones y le mostró sus europeas nalgas. Desde entonces, los
medios de comunicación comenzaron a cubrir intensamente cada una de los
performances que Antanas ejecutaba. Otro de sus momentos estelares fue
cuando al frente de una manifestación, se plantó a las puertas del palacio
presidencial esgrimiendo una espada de plástico. Con esos gestos y unos
medios sedientos de noticias, Antanas se fue convirtiendo en una referencia
política nacional. Se lanzó como candidato a la Alcaldía de Bogotá y la
ganó. Casi inmediatamente anunció su matrimonio, el cual fue cumplido
dentro de la jaula de los leones de un circo. Al poco tiempo, Antanas no
satisfecho con el cargo de Alcalde, renunció y se lanzó a candidato a la
presidencia. No ganó pero sus voticos sacó. Ahora, dos años después de las
elecciones presidenciales, ha pedido perdón al pueblo de Bogotá por haber
abandonado la Alcaldía y de nuevo se ha presentado a disputarla. Esta vez el
performance de lanzamiento de la candidatura, consistió en regar talco en
todo el piso de la oficina donde fueron a presentar su postulación: los
performers (perdón, los partidarios) que le acompañaban iban descalzos
dejando huellas sobre el talco: Toda una lírica propuesta conceptual.
Y conste que he preferido ejemplificar con
el profesor Mockus, y no con algún ejemplo nacional, para que no se diga que
estamos peor que Manuel Caballero y Marta Colomina, en eso de hablar mal del
actual gobierno venezolano. Pero de verdad, verdad. Cómo se nota que mi
amigo Luis y el suscrito éramos jóvenes e inexpertos en aquellos años de
performistas. Quien sabe y si hubiésemos sacado nuestros trapos rojos en vez
de blancos, cambiando la música de Brian Eno por algo un poquito más
llanerazo, digamos, hasta nos hubiéramos ganado alguna alcaldía, y quien
quita, hasta algo mejor.
Saludos para
todos. Nos seguimos hablando... y hasta la próxima vez. |