El jueves 25 de mayo, la Corte Suprema (o
como se llame ahora), decidió que dos agrupaciones políticas (ahora las
llaman organizaciones civiles...) y la directiva del Consejo Supremo
Electoral (o como se llame ahora), tenían ambos la razón. Ambos estaban de
acuerdo, ambos alegaron lo mismo, y por ende, ambos tres tienen la razón.
Ambos sostenían que las elecciones no podían realizarse el día 28, y la
Corte Suprema acordó que como las organizaciones civiles y los directivos
electorales estaban de acuerdo, pues en consecuencia, se debía suponer que
todos estábamos de acuerdo... Les juro que en medio de mi ignorancia
jurídica, pero apelando a todas las películas gringas de juicios y
abogados que he visto, todavía no termino de entender para qué diablos (y
que perdonen los diablos) se hizo ese juicio, que hasta lo pasaron en la
TV. Porque a ¿quién se le ocurre plantear un pleito ante un tribunal
cuando se está de acuerdo con su contrincante???!!!.
Desde ese día quedé con muchas dudas sobre mi futuro
alimenticio personal. No sin temor, por un momento me imaginé que la
asociación de vegetarianos de Sabana Grande puede introducir un amparo
verbal ante la Corte, exigiendo que el Ministerio de Sanidad (o como se
llame ahora) impida la comercialización de quesos, dado su contenido de
asquerosas proteínas de origen animal. Me imaginé que el Ministro de
Sanidad, cansado por no haber dormido en dos semanas, estudiando el caso
de los quesos, no podrá hablar ante el alto tribunal. El Ministro mandará
a un empleado para representar la posición del despacho sobre tan espinoso
asunto. El vocero de Sanidad dedicará diez minutos para exponer las
ventajas del consumo de quesos, blancos, amarillos, azules, llaneros,
ahumados, de mano, de telita y hasta de leche de cabra. En el último
momento, el representante de Sanidad sacará de su maletín una carta
enviada por la empresa Vegetables Food and Health, con sede en Memphis,
Tennessee, USA. La carta será un incontestable informe técnico sobre los
daños que causa el queso a la salud de los ratones de laboratorio. La
Corte, es obvio, tendrá que suspender la comercialización de quesos.
Total, vegetarianos (que al parecer nos representan a todos nos...) y el
gobierno se pudieron de acuerdo y listo. Edgar se quedó sin su comida
nocturna, por aquello que el cardiólogo le prohibió el jamón y los
embutidos en general y Edgar come queso con arroz mientras escribe esta
crónica.
Aparte del terrible precedente jurídico
creado por los vegetarianos, perdón, por las asociaciones civiles y por
las autoridades electorales, la Corte Suprema dejó mucho que desear.
Pienso que en una caracterización de Salomones tropicales, los miembros de
la corte decidieron que si las partes estaban de acuerdo, pues, las partes
tienen la razón. Pero también es cierto que los magistrados (o como se les
llame ahora) de la Corte cometieron serios olvidos en su sentencia.
Para nadie es un secreto el estado de
incertidumbre que las elecciones del domingo 28 de mayo, habían causado
entre la población. Conozco casos de histeria que ya desde el día martes
se congregaban en los estantes de licores del supermercado. El gobierno
había decretado prohibición de venta de licores y de porte de armas a
partir del miércoles. La tensión causada por tan draconiana medida es, a
mi manera de ver, una causas básica de los nubarrones de tensión social
que todos los medios reportaron. Por fortuna, nadie se dio por enterado y
el miércoles todavía era posible comprar una cajita de cerveza sin
restricciones electorales. Un olvido imperdonable de la Corte Suprema fue
justamente, no mencionar en su histórica sentencia, el asuntito de la ley
seca. La Corte es culpable de lesa humanidad por prolongar innecesaria y
sádicamente el estado de incertidumbre que siguió batiendo a la población
venezolana, ante la falta de un pronunciamiento oficial sobre el asunto de
la caña (y los revólveres, es claro).
Pero si a ver vamos, a la Corte se le
olvidaron otros detallitos, sin duda, de menor importancia.
Uno de ellos es sobre la responsabilidad de
la millonada que gastaron en las elecciones suspendidas. La Corte se
olvidó precisar quién va a pagar el plato roto, porque lo que soy yo,
miembro legítimo de la sociedad civil, me niego a pagar un solo vuelo a
Nebraska, así sea en clase económica. Desconozco cuantos miembros tiene la
Corte Suprema, pero habrá que ir sacando la cuenta de cuantos millones le
tocaría pagar a cada uno de ellos. Porque en definitiva, fueron los
magistrados quienes inventaron el cuento de la “supraconstitucionalidad”,
y aprobaron las elecciones para el 28 de mayo.
Otra cosa (una nimiedad, sin duda) que se
le olvidó a los honorables miembros de la Corte, fue el asuntito del
proceso que esa misma Corte le sigue al
señor
presidente
del
congresillo.
Ahora resulta que las decisiones electorales,
quedaron en manos de un
indiciado (o como se llame ahora) a quien se le
sigue un antejuicio de mérito. No es que yo tenga nada contra los
indiciados, debo aclarar. Pero imagínense estimados lectores, lo costoso
que saldrá al fisco, si en uno de esos olvidos de la Corte, el indiciado
se convierta en procesado, y entonces los nuevos miembros del Consejo
Supremo Electoral tengan que irse a juramentar ante
el presidente del congresillo
en La Habana, Cuba, territorio libre en América
o Mar de la Felicidad (como dicen ahora).
Gracias a Dios que los dueños de licorerías y abastos,
tienen un prodigioso olfato jurídico, varias veces mejor que el de los
miembros del alto tribunal de la república. Así que la ley seca fue dejada
sin efecto por una decisión autónoma de la sociedad civil, que en esto si
estuvo toda de acuerdo. Por lo menos lo de ley seca quedó jurídicamente
superado...
Saludos para
todos... perdonen lo largo de esta crónica. Nos seguimos hablando... y
hasta la próxima vez. La próxima prometo que no hablaré de política. |