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LA CRÓNICA DE EDGAR C. OTÁLVORA


Caracas, Venezuela 13 de Junio, 2000. Edición No.6. Se distribuye semanalmente (...o cuando haga falta)

La Crónica de Edgar C. Otálvora

 LAS MALAS PALABRAS 

La Crónica de Edgar C. Otálvora

               

            La otra noche mi mujer seguía una película venezolana en la TV, mientras yo en la habitación de al lado, procuraba las últimas noticias desde Santiago y Lima, vía web. Desde el aparato de televisión comenzó a salir tal cantidad de coños de madre, hijos de puta y otras profesiones afines, que dejé de webiar y fui a ver con mis propios ojos, y oír con mis propios oídos aquello que la televisión pública venezolana transmitía en horario estelar dominical.

            No es que uno sea mojigato. Total, como venezolano me siento un hombre de mundo, sin complejos y abierto a toda liberalidad. Eso en realidad es una gran mentira colectiva, que nosotros preferimos mantenerla. Para botón una muestra. Ustedes recuerdan alguna actriz venezolana que haya sobrevivido a un desnudo?????. Ninguna. Alguien se acuerda de Haydee Balza?????. Haydee Balza la que se atrevió a hacer un desnudo fílmico y quedó marcada por ese atrevimiento. Alguien se acuerda de la Balza??? Nadie: ya lo sabía. Colombia tiene su Amparito Grisaldes, Brasil tiene su Sonia Braga, divas desnudas y vestidas. Pero en Venezuela nada que ver: nosotros somos en realidad tan púdicos que el único que ha practicado el nudismo en las playas venezolanas fue el expresidente de la FCU Eduardo Semtei, y diez años después se lo siguen sacando en cara.         

            Ahora.De que somos mal hablados, ¡somos mal hablados!. En eso no hay duda alguna. Habrá que preguntarle a los psicólogos, si nuestro vocabulario venéreo y retrechero es una forma de disfrazar la pacatería.

            Pero antes existían ciertas formas que se cuidaban. Y cuando digo “antes” me refiero obviamente a la cuarta república. Desde el siglo XIX hasta ahora, a nadie se le ocurría agarrar un micrófono y hablar de mierda, coños, y etcéteras de ese calibre. Es verdad que el fundador de la República de Venezuela, general José Antonio Páez, fue sorprendido por un corresponsal de CNN cuando gritaba “Vuelvan Carajos”, en medio de una batalla en Las Queseras del Medio. También es cierto que al pediatra Jaime Lusinchi lo capturó la cámara diciéndole a un reportero que “Usted no me va a joder a mí”. Pero de ahí a que el noticiero estelar de la televisión reproduzca las mentadas de madre de un delincuente al momento de ser detenido... ¡carajo!... cómo que hay algunas diferencias.

            Por lo que entiendo Venezuela está viviendo un verdadero destape. Aquí ahora mis conciudadanos son quitarepublicanos, y por eso se tiene libertad para mentar madre delante de quien nos dé la gana. Al fin y al cabo,  el ejemplo viene desde arriba, desde esos prohombres cuyos nombres están llamados a aparecer en los mármoles eternos de la patria. Porque fue el finísimo canciller de la república, el joségregoriohernandez de URD y del MAS, el eterno candidato a presidente, el pensionado del congreso de la cuarta república, el incorruptible José Vicente quien nos dio el ejemplo. Recuerden que el diplomático de la quintarepública se fue a Bogotá y declaró que el supuesto plan gringo de invadir a Colombia debía irse a la mierda.

            Por otra parte, no podemos olvidar que el padre del padre de la patria, Don Luis Miquilena,   alguna vez dijo que Teodoro Petkoff era un cabrón de Rafael Caldera. Y cómo dejar pasar las alusiones sádico-anales del padre de la patria, cuando en un acto oficial envió saludos a las anas y anos.

            En realidad el problema no es que seamos maldicientes. El problemita es cuando las palabrotas se convierten en acciones políticas.  Un coño de madre pasa, pero un cabillazo es otra cosa. Y después de la liberación de las mentadas de madre, el mal comportamiento  quintarepublicano está cundiendo por doquier. Fíjense en las palabrotas que los altos miembros de la Corte Suprema (o como la llamen ahora) se atreven a pronunciar, con toga y todo, sin rubor, sin inmutarse, sin tener en cuenta que había menores de edad viendo la TV a esa hora. Porque qué otra cosa que una mala palabra es esa de “sobreseimiento de la causa”, con la cual los señores magistrados declararon cerrada una investigación por corrupción, contra el poderoso presidente del auto designado Congresillo. Investigación que por cierto no estaba abierta todavía... y ellos cerraron.

            Que vaina... no?.   Saludos para todos. Nos seguimos hablando... y hasta la próxima vez.

            PD: Gracias a todos los que reciben esta Crónica y la reenvian a sus amigos internautas. 

 

 

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