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LA CRÓNICA DE EDGAR C. OTÁLVORA


Caracas, Venezuela 01 de Agosto, 2000. Edición No.13. Se distribuye semanalmente (...o cuando haga falta)

La Crónica de Edgar C. Otálvora

CABILLAS

La Crónica de Edgar C. Otálvora

 

            Hasta febrero nadie creía que habría campaña, elecciones sí, pero campaña no. Hasta que a Arias Cárdenas le dio la ventolera y se lanzó a pedir votos. Por aquellos días primigenios de la candidatura arista, varias veces denunció agresiones de que había sido objeto,  por parte de quienes él describió como cabilleros de boina roja.

Estoy seguro que mis estimados lectores estarán de acuerdo, al pensar que sobre la boina roja queda poco nuevo para comentar. Pero ahora que ha pasado por lo menos esta  campaña, y que ya se puede teorizar sobre estos giros politológicos nacionales, pareciera que sobre las cabillas aún queda mucha tela para cortar, o mejor dicho, mucho hierro que cortar.

No cabe duda que la humilde barra de hierro que en tiempos normales es utilizada en el sector de la construcción, ha vuelto a figurar en el manual de la vida política nacional. Es decir, la humilde cabilla ha saltado de la mano del albañil a la del dirigente político. La barrita de hierro volvió al ruedo político, y esta vez por la puerta grande de las batallas que acabamos de presenciar entre unos y otros de los promeseros del Samán de Güere.

No es la primera vez que la pacífica cabilla es desviada en su conducta. Son muchas las historias de huelgas que se acabaron a punta de cabillas.

Muchas las elecciones sindicales, o de centros de estudiantes que acabaron con unas cuantas cabezas rotas a punta de cabilla. La cabilla ya ha sido comunista, medinista, urredeca, adeca, copeyana, mirista, masista, douglista, bandera rojista  y ahora bolivariana. La cabilla, quien lo puede dudar, representa el primer eslabón en lo que pudiéramos calificar como la carrera armamentista en la vida política nacional. Digamos que toda banda armada de todo partido que se respete, debe tener sus orígenes en la elemental cabilla. La cabilla tiene a su vez un complemento que le sirve de camuflaje. Se trata del periódico. Un periódico arrugado, posiblemente nunca leído, que sirve para dos propósitos: el primero es esconder el arma, y la segunda y no menos importante función, es impedir que la noble arma se manche de la sangre enemiga. 

Después de la cabilla de hierro vienen otras armas, como es de lógico suponer. Incluso porque algunos políticos de armas tomar, prefieren un más normal, como decir un revolver, una ametralladora, o un carro bomba, por ejemplo.

Como todos sabemos, el nombre genérico de las armas, es el de “los hierros”. Cuando el malandro que lo está atracando para robarle el carro, le apunta a Usted, estimado lector, con un hierro calibre 38, ese malandro en realidad está rindiendo solemne ofrenda a la cabilla. Ese sacrosanto nombre de “el hierro” para referirse a la herramienta de trabajo del  atracador, es la forma más sincera como la delincuencia rememora sus orígenes comunes con esa otra ardua profesión, esa profesión afín como lo es la sacrificada cabillería.

Porque hablar de cabillas obliga a hablar de los cabilleros. Pero no todos los cabilleros son iguales. No señor...!. Hay cabilleros y cabilleros...

Quien ha tenido que ver con el negocio de levantar edificios sabe que los dobladores de cabilla son obreros calificados y escasos. Cualquier obrero pega bloque o pone friso, pero no todos saben el milenario arte de doblar cabillas. Los cabilleros de la construcción tienen poco que ver con los cabilleros de la política. Unos doblan cabillas y los otros pretenden doblan voluntades con la cabilla. Cabilla que se usa cuando la partida secreta e INDRA, se quedan cortos. Pidiendo perdón a los cabilleros de obra, pasemos revista a los cabilleros que han insurgido en esta ahora religitimada quinta república.

Creo que una definición de cabillero podría ser ésta. Un cabillero es un trabajador a destajo, a tiempo parcial o completo, que se ocupa de garantizar que el enemigo se sienta amenazado y desista de seguir amargándole la vida al patrón. Al patrón del cabillero, quiero decir. El perfil profesional del cabillero es amplio y variado. Grado de instrucción no se precisa, y en ocasiones, incluso estorba. No se recuerda cabilleros flacos, así que debe suponerse que cierta cantidad extra de masa corporal, es requisito valioso a la hora de acceder al cargo de cabillero.

 En ocasiones tengo la duda, sobre calificar la cabillería como un oficio o como una profesión. Algunos datos existentes muestran que algunos cabilleros son cabilleros hasta la vejez, independientemente de que salten de un partido a otro y de una república a otra. Profesión u oficio, lo cierto es que antes de escribir esta crónica, busqué en las páginas amarillas por la letra “ce”de cabillero. En el índice de las páginas amarillas se puede leer, cito, Cabilla, cabillero, cabillería, dos puntos, ver sección de Sicarios.

¿Estarían, señores lectores, de acuerdo  en afirmar que en resumidas cuentas, los cabilleros no son más que un tipo de sicario con bajo poder de fuego?. Por cierto, ¿ya comenzó la campaña para las elecciones de octubre?.

  Saludos para todos. Nos seguimos hablando... y hasta la próxima vez.

 

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