Debo confesar mi poco apego a lo
bolivariano, a lo bolivariano en su acepción de Bolívar Simón, quiero
decir...
Salvo a una fugaz presentación teatral
escolar, a la presidencia honoraria de la Sociedad Bolivariana en Belem do
Pará (honor consustancial con el cargo), y a un artículo sobre la película
de Diego Rísquez “Bolívar Sinfonía Tropical”, nada me ha unido mucho al
llamado Padre de la Patria. Paternidad que prefiero buscar en un jetseter
como Francisco de Miranda, o en un pragmático José Antonio Páez.
Cuando me tocó ocupar oficinas públicas, en
Bogotá, en Brasilia y en Miraflores, llegué sacando y mandando para el
depósito, cuanta iconografía tipo “Venezuela Heroica” que encontré. Cuando
me correspondió armar una oficina en el piso 10 de la Cancillería, de mi
mano nunca entró un retrato bolivariano.
Con todo esto quiero dejar constancia de mi
poco apego a esa figura del panteísmo criollo. Ese Bolívar, personaje que
salió de los libros de historia para sumarse a las figuras que venden junto
a sahumerios en las tiendas esotéricas de la Avenida Baralt.
Pero también es cierto que desde muchacho,
el corazón se me aceleró cada vez que la banda arrancaba a interpretar el
Himno Nacional en un Te Deum en la Catedral de Mérida. Y cuando aquí o allá,
me tocó izar la bandera tricolor, el inquilino que lleva uno adentro (ref.
Mafalda de Quino) me hacía algun arañazo en la parte interna del pecho.
Ahora presencio el desprecio, desapego, la
desazón, rabia, lejanía, suspicacia, pesadumbre, la molestia interna con la
cual muchos de mis conocidos ven a Bolívar, a los colores de la patria, al
Gloria al Bravo Pueblo. Porque convertidos los símbolos de la patria en
insignias del chavismo gobernante, los que llevamos la cédula que dice
“venezolano” y no boliviano, estamos terminando sintiéndonos ajenos a la
patria misma.
Por eso la alegría que le entró a muchos
cuando el colombiano Presidente Andrés Pastrana le cantó a la cara, en
Panamá, sus cuatro verdades al bolivariano presidente Chávez. Por eso los
muchachos que pegaron su bandera venezolana en el vidrio del carro, en
aquellos primeros años del segundo gobierno de Caldera, ahora prefieren
vender el carro, buscar una visa gringa e irse a buscar trabajo en Miami.
Por ahora sigo siendo del llamado club de
los que nos quedamos. Por ahora...porque ese club pierde socios todos los
días. Socios que no están dispuestos a ser los próximos en perder un hijo a
manos del hampa soberana, o de ser secuestrado por la bolivariana guerrilla
colombiana.
Saludos para todos. Nos seguimos
hablando... y hasta la próxima vez. |