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LA CRÓNICA DE EDGAR C. OTÁLVORA


Caracas, Venezuela 22 de Septiembre, 2000. Edición No.20. Se distribuye semanalmente (...o cuando haga falta)

La Crónica de Edgar C. Otálvora

BINGO 

La Crónica de Edgar C. Otálvora

 

         Creo que llegó la hora de hablar de Bingo.

         Bingo es el perro que forma parte de mi grupo familiar. De hecho, es un tipo altamente sociable, quien incluso ha figurado en las páginas del periódico. Su fotografía fue incluida  en la página que El Universal dedica a macotas (http://mascotas.eud.com).

         Debo decirlo claramente desde el principio, para que no exista duda alguna sobre el personaje: Bingo es colombiano. Nació en plena sabana de Bogotá y fue adquirido en una tienda de mascotas en la bogotanísima y poco recomendable Avenida Caracas. Esto significa que Bingo no llegó a nuestra casa con constancia de pureza racial y que en definitiva, Bingo es caraqueño.

         Cuando a mi hijo Gabriel se le ocurrió que su regalo de 15 años sería un perro, comenzó un serio debate familiar. El médico pediatra había prohibido el jugo de naranja, el chocolate, los enlatados y por su puesto, los pericos y los perros. Una vez aprobada la adquisición del perro, la polémica se volcó hacia la raza del mismo, prefiriéndose uno relativamente pequeño sin llegar a ser un mini toy. Otro aspecto importante era el referido a la condición inmodificable que el perro no fuera peludo. De poco pelo, mejor dicho. Las discusiones se sucedieron, las pasiones se inclinaban hacia un boxer por el poco pelo y lo juguetón, pero en su contra se esgrimía el tamaño: demasiado grande para una familia que en cualquier momento tendría que cambiar de residencia y de país. La otra opción era un cocker, opción favorecida  dadas las simpatías familiares hacia Ratán, el perro de mi cuñada. A favor del cocker jugaba además el porte.

         Luego de buscar en diversas fincas del norte de Bogotá, decidimos ir a la zona de tiendas de mascotas en la ya mencionada avenida Caracas. Tres semanas antes del cumpleaños, con un pago adelantado, dejamos reservado un cocker, marrón, de dos meses de edad, con rabo cortado y debidamente vacunado. Pasó el tiempo y vino la fecha de ir a buscar el cocker de Gabriel.

         En la tienda nos informaron que el cocker no había llegado, pero que en media hora lo tendríamos con nosotros. Cada cierto tiempo, un vendedor venía y le ofrecía a Gabriel algun perro de los existentes en stock. Finalmente, la oferta fue de un perrito con pelo ligeramente amarillento, medio orejón, sin vacunar,  con rabo completo y con un supuesto parentesco de cocker. Tras ver y mirar al animalito, Gabriel decidió que se lo llevaba.

Total, el cocker como podrán comprobar en la página de El Universal, no es cocker, y por supuesto no es marrón. Su pelambre es blanco, las orejas nunca le crecieron, es una máquina productora de pelo, el día de la compra tuvimos que presenciar el lloroso corte del rabo y posteriormente cuidar la medicación del caso, así como las calenturas que agarró por las vacunas.

Pasados los años, el perro dejó de ser el perro de Gabriel para convertirse en el compañero diurno de mi mujer, y en el acompañante nocturno de este cronista. Ahora mismo mientras escribo, Bingo duerme plácidamente junto a la mesa de la computadora.

En mi caso, se trata del primer perro con el cual convivo. Pese a que no era lo que decidimos comprar y por lo que pagamos, Bingo se ha convertido en parte fundamental de nuestra casa. Poco a poco hemos le hemos ido descubriendo habilidades y bondades. Poco a poco nos fuimos acostumbrando a su presencia, a sus caprichos y a su forma de afecto, su lealtad, su forma particular de entender la obediencia.

Me he preguntado muchas veces, qué hubiera ocurrido si Bingo hubiera resultado un animal agresivo, destructor, desobediente, traicionero. Me he preguntado si nos hubiéramos acostumbrado igual a un animal con esas características. Porque además de haber sido su compra producto de un engaño, cargar con un animal peligroso, no pareciera precisamente una bendición.

He oído del síndrome que sufren algunos secuestrados, quienes terminan simpatizando con sus captores. Las relaciones víctima – victimario ha sido ampliamente tratada en la literatura. El sadomasoquismo es una realidad indiscutible. Todo eso es verdad, pero sinceramente no creo que un animal agresivo, destructor, desobediente y traicionero sea el más adecuado para que te acompañe mientras escribes una crónica.

 

 

Postdata. Gracias por la veintena larga de e-mail recibidos, a favor y en contra de la crónica “Cero Propina”. Algunos me reclamaron que reseñara la propuesta de acabar con la propina, otros me exigieron una explicación pública sobre mi posición, unos propusieron nuevas medidas en la misma línea de resistencia pacífica, algunos solicitaron su inclusión en la lista de distribución, uno me pidió que denunciara la matraca en la emisión de pasaportes y en la venta de timbres fiscales, otro me pidió que exigiera la limpieza del Paseo Los Próceres. Por lo pronto, baste decir: ¡CERO PROPINA !!!

 

Saludos para todos. Nos seguimos hablando... y hasta la próxima vez.       

 

 

 

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