Creo que llegó la hora de hablar de Bingo.
Bingo es el perro que forma parte de mi grupo familiar. De hecho,
es un tipo altamente sociable, quien incluso ha figurado en las páginas del
periódico. Su fotografía fue incluida en la página que El Universal dedica
a macotas (http://mascotas.eud.com).
Debo decirlo claramente desde el principio, para que no exista duda
alguna sobre el personaje: Bingo es colombiano. Nació en plena sabana de
Bogotá y fue adquirido en una tienda de mascotas en la bogotanísima y poco
recomendable Avenida Caracas. Esto significa que Bingo no llegó a nuestra
casa con constancia de pureza racial y que en definitiva, Bingo es
caraqueño.
Cuando a mi hijo Gabriel se le ocurrió que su regalo de 15 años
sería un perro, comenzó un serio debate familiar. El médico pediatra había
prohibido el jugo de naranja, el chocolate, los enlatados y por su puesto,
los pericos y los perros. Una vez aprobada la adquisición del perro, la
polémica se volcó hacia la raza del mismo, prefiriéndose uno relativamente
pequeño sin llegar a ser un mini toy. Otro aspecto importante era el
referido a la condición inmodificable que el perro no fuera peludo. De poco
pelo, mejor dicho. Las discusiones se sucedieron, las pasiones se inclinaban
hacia un boxer por el poco pelo y lo juguetón, pero en su contra se esgrimía
el tamaño: demasiado grande para una familia que en cualquier momento
tendría que cambiar de residencia y de país. La otra opción era un cocker,
opción favorecida dadas las simpatías familiares hacia Ratán, el perro de
mi cuñada. A favor del cocker jugaba además el porte.
Luego de buscar en diversas fincas del norte de Bogotá, decidimos
ir a la zona de tiendas de mascotas en la ya mencionada avenida Caracas.
Tres semanas antes del cumpleaños, con un pago adelantado, dejamos reservado
un cocker, marrón, de dos meses de edad, con rabo cortado y debidamente
vacunado. Pasó el tiempo y vino la fecha de ir a buscar el cocker de
Gabriel.
En la tienda nos informaron que el cocker no había llegado, pero
que en media hora lo tendríamos con nosotros. Cada cierto tiempo, un
vendedor venía y le ofrecía a Gabriel algun perro de los existentes en
stock. Finalmente, la oferta fue de un perrito con pelo ligeramente
amarillento, medio orejón, sin vacunar, con rabo completo y con un supuesto
parentesco de cocker. Tras ver y mirar al animalito, Gabriel decidió que se
lo llevaba.
Total, el cocker como podrán comprobar en la página de El Universal, no es
cocker, y por supuesto no es marrón. Su pelambre es blanco, las orejas nunca
le crecieron, es una máquina productora de pelo, el día de la compra tuvimos
que presenciar el lloroso corte del rabo y posteriormente cuidar la
medicación del caso, así como las calenturas que agarró por las vacunas.
Pasados los años, el perro dejó de ser el perro de Gabriel para convertirse
en el compañero diurno de mi mujer, y en el acompañante nocturno de este
cronista. Ahora mismo mientras escribo, Bingo duerme plácidamente junto a la
mesa de la computadora.
En mi caso, se trata del primer perro con el cual convivo. Pese a que no era
lo que decidimos comprar y por lo que pagamos, Bingo se ha convertido en
parte fundamental de nuestra casa. Poco a poco hemos le hemos ido
descubriendo habilidades y bondades. Poco a poco nos fuimos acostumbrando a
su presencia, a sus caprichos y a su forma de afecto, su lealtad, su forma
particular de entender la obediencia.
Me he preguntado muchas veces, qué hubiera ocurrido si Bingo hubiera
resultado un animal agresivo, destructor, desobediente, traicionero. Me he
preguntado si nos hubiéramos acostumbrado igual a un animal con esas
características. Porque además de haber sido su compra producto de un
engaño, cargar con un animal peligroso, no pareciera precisamente una
bendición.
He oído del síndrome que sufren algunos secuestrados, quienes terminan
simpatizando con sus captores. Las relaciones víctima – victimario ha sido
ampliamente tratada en la literatura. El sadomasoquismo es una realidad
indiscutible. Todo eso es verdad, pero sinceramente no creo que un animal
agresivo, destructor, desobediente y traicionero sea el más adecuado para
que te acompañe mientras escribes una crónica.
Postdata.
Gracias
por la veintena larga de e-mail recibidos, a favor y en contra de la crónica
“Cero Propina”. Algunos me reclamaron que reseñara la propuesta de acabar
con la propina, otros me exigieron una explicación pública sobre mi
posición, unos propusieron nuevas medidas en la misma línea de resistencia
pacífica, algunos solicitaron su inclusión en la lista de distribución, uno
me pidió que denunciara la matraca en la emisión de pasaportes y en la venta
de timbres fiscales, otro me pidió que exigiera la limpieza del Paseo Los
Próceres. Por lo pronto, baste decir: ¡CERO PROPINA !!!
Saludos para todos. Nos seguimos hablando... y hasta la próxima
vez. |