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LA CRÓNICA DE EDGAR C. OTÁLVORA


Caracas, Venezuela 04 de Septiembre, 2000. Edición No.18. Se distribuye semanalmente (...o cuando haga falta)

La Crónica de Edgar C. Otálvora

BANCOS Y CARRERAS 

La Crónica de Edgar C. Otálvora

 

Tiempos atrás, la gente se vestía de forma formal para ir al banco. Era lógico, uno iba a encontrarse con el guardián de los ahorros o con el ojo auscultador del prestamista. Un paltó siempre era oportuno para parecer un tipo digno de cobrar un cheque. Hoy en día, el traje para ir al banco debe ser, digamos, casual. Mejor aún, el tipo de calzado que debe usarse para ir a una sucursal bancaria a efectuar alguna operación, debe ser deportivo: gomas, tenis, zapatos deportivos, unos naik, o como guste llamarla usted, estimado lector.

La razón para tal cambio de modales en el vestir, se debe a las nuevas realidades bancarias nacionales. Como ya muchos saben, está terminantemente prohibido utilizar teléfonos celulares mientras se está dentro de los bancos o en las casas de cambio. Por ello, el usuario bancario mientras espera en la larga cola, suda de temor ante la posibilidad que comience a sonar el teléfono celular.

Caso que alguien decida llamarlo por el celular mientras usted espera que le paguen el chequecito, en cuestión de segundos y antes de que la llamada se caiga, usted deberá mirar al vecino de cola buscando comprensión, pedirle que le cuide el puesto en la cola, agarrar el teléfono, colarse entre la multitud que está detrás de usted en la cola, llegar a la puerta del banco, sortear al guardia que está atravesado en plena entrada, conquistar la acera de la calle y finalmente poder atender la inoportuna llamada telefónica. Cosa de segundos, marca  olímpica que el usuario bancario debe contar entre sus atributos deportivos. Por ello, y para evitar consecuencias físicas nefastas en meniscos y tobillos, siempre es conveniente usar zapatos deportivos de buenas especificaciones técnicas, amén de sudaderas, rodilleras y demás equipo propio de competencias de alto impacto.

No cabe duda que ir a los bancos hoy en día es un asunto altamente peligroso. Ya de por sí, ir y meter la cabeza en la boca del lobo, pidiendo prestado, ya es un altísimo riesgo personal. A ello se suma, los eventuales maltratos, sustos, heridas o muertes que pueden enfrentar los usuarios bancarios que tengan la mala idea de hacer coincidir su vista al banco, con la de alguna banda de atracadores.

Las nuevas tecnologías, valga decir los teléfonos celulares, han agregado nuevos elementos de potencial riesgo a las visitas bancarias. Ahora, cualquiera corre el riego de romperse una rodilla o la frente, o ambos, en caso de sufrir algún maluco accidente mientras desesperadamente corre para atender el teléfono celular fuera de la sucursal bancaria. Un riesgo adicional, consecuencia del anterior, es la potencial confusión policial que podría resultar de algún agente del orden que confunda al cliente bancario con un malhechor disfrazado de deportista.

Esto de prohibir los celulares dentro de los bancos, yo suponía al principio, que era una situación análoga a cuando uno va en el avión, y el capitán pide por los altavoces que apaguen todos los aparatos, y muy especialmente el celular. Porque los controles de esos aviones modernos y computarizados parece que pierden un poco el control, cuando reciben las señales provenientes de un celular.  Pero la norma que prohíbe el uso de los celulares en las sucursales bancarias, es debida a otros motivos: motivos delincuenciales, como se podría decir...

Entiendo que está prohibido que se utilicen celulares, para impedir que el vecino de atrás en la cola, llame a algún compinche y le pase la información de que el gordito con lentes rayban y franela de rayas verdes y azules, sacó un millón de la cuenta de ahorro de la mamá. Total, debido a la paranoia ante el delito, se prohíbe usar celulares, lo que nos obliga ir al banco vestidos de deportistas para poder pegar la carrera en caso de que suene el teléfono celular. O en el caso del gordito con lentes rayban y franela de rayas verdes y azules, para poder correr e impedir que lo atraquen en la esquina al salir del banco.

Todos éstos son costos de la modernidad, no cabe duda. Eso me hace recordar la tesis del almirante, poeta, gobernador de Caracas hasta hace una semana atrás y prohombre del gobierno venezolano, quien propuso acabar con el reciclaje de las latas de aluminio, porque algunos recoge-latas según él, son narcotraficantes. En esa misma línea de reflexión, se podría proponer que cierren a todos los bancos, o que conviertan las pistas de atletismo en sucursales bancarias, o que cierren de una vez por todas los servicios de telefonía celular.

(Por cierto, si es verdad que el narcotráfico da tanto dinero, por qué en Caracas los narcotraficantes recogen latas?)

Saludos para todos. Nos seguimos hablando... y hasta la próxima vez.          

 

 

 

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