La otra noche acompañé al ex
presidente Ramón J. Velásquez al bautizo de un libro. Se trataba de la
compilación de trabajos sobre el gran pensador positivista merideño Julio
Cesar Salas.
Entre el público me fue presentado el Presidente de la Fundación Alberto
Adriani. Esa presentación sirvió para enterarme de la existencia misma de la
fundación dedicada al pensamiento del prominente hijo de Zéa. También me
enteré que esa fundación había publicado años atrás, una selección de
ensayos sobre Adriani: uno de aquellos trabajos era de mi humilde autoría..
Aparte de detalles como derechos de autor o permiso para reproducción, la
verdad es que sentí satisfacción al saber que un trabajo publicado en el
periódico, condenado al fondo de la jaula de los canarios, había sobrevivido
y se había colado en un libro.
Ese trabajo tiene su historia. Corría mediados de los ochenta y el Colegio
de Economistas de Venezuela convocó a un concurso de ensayos para
economistas, sobre Alberto Adriani: premios, publicación y algún metálico
que hacía falta en aquellos años de recién llegado a Caracas. Meses después
el concurso fue declarado desierto. Se me informó que mi trabajo luego de
haber sido evaluado positivamente, había sido descalificado porque yo,
siendo Economista no pertenecía al gremio. Alegué que en la convocatoria no
se hacía ninguna referencia a la necesidad de estar “agremiado”. Ellos
respondieron que no podían premiar a quienes se negaban a formar parte del
gremio.
Total. Renuente como he sido a formar parte de cualquier gremio, al final me
quedé sin premio. Sofía Imber decidió incluir el largo trabajo en las
Páginas Culturales de El Universal, lo que salvó al trabajo del silencio de
una gaveta.
Esa vez fue la más cercana que llegué a estar de un sindicato.
Hablar de sindicatos me hace recordar otra circunstancia. Corrían los
últimos años setenta. Los empleados universitarios mantenían a la ULA parada
por semanas. Fui invitado a un programa radial que conducía Orangel Dubuc y
Roberto Giusti, donde se abrían los micrófonos al público, en práctica poco
usual en aquellos tiempos. Alguien que llamó dijo que los empleados
universitarios parecían zamuros, echados en el patio de la Facultad de
Ingeniería tomando el sol. Comentario como cualquier otro.
A media tarde caminaba por el centro de la ciudad y sentí a mi lado, un
fuerte sonido del freno de un auto.
-Súbete al carro rápido. ¡Te andan buscando para caerte a golpes!!!
Mi amigo Alfonso mientras me sacaba del centro de la ciudad, me contó que
los empleados universitarios reunidos en asamblea, habian decidido dirigirse
hasta Radio Universidad para caerme a golpes, creyendo que yo los había
llamado “zamuros”.
En fin, no formo parte de ningún sindicato, de ningún gremio.
No formando parte de ningún sindicato, no entiendo por qué el gobierno
decide preguntarme sobre ese tema. Es más o menos, pienso yo, como si me
convocaran a un referéndum sobre la forma de organizar el campeonato de
basketball, o sobre la organización de la próxima Fiesta de Elorza, o sobre
la programación de la Feria del Sol 2001.
Ese es un asunto que es de la estricta responsabilidad de aquellos a quienes
le gustan los sindicatos. Yo no, por supuesto.
Por eso vengo pensando que los miembros del Consejo Nacional Electoral están
a punto de cometer alto delito de corrupción administrativa. Tal vez mis
amigos lectores de profesión abogados, puedan dar luz al respecto. No sé si
la ley ahora es otra. Pero antes había un delito llamado malversación, que
se lo aplicaron a CAP, por aquello de gastar la partida secreta apoyando a
la señora Violeta Chamorro. Ahora, los miembros del CNE están gastando
recursos públicos para un asunto típicamente privado y eso aquí y en China
es malversación de fondos públicos.
Saludos para todos. Nos seguimos hablando... y hasta la próxima vez. |