29 de marzo de 2.003

El Dólar, Wall Street y la Guerra contra Irak

Por Ramón Fernandez Durán
Miembro de Ecologistas en Acción

Se ha escrito mucho sobre los intereses petroleros que hay detrás de la futura intervención militar de EEUU (y Gran Bretaña) contra Irak, pues no en vano dicho país se asienta sobre las segundas reservas de crudo más importantes del mundo (de alta calidad y bajo coste de extracción), después de las de Arabia Saudí, y además hoy en día las empresas petroleras anglo-estadounidenses no operan en dicho país (donde sí están la francesa TotalFinaElf, la rusa Lukoil y empresas chinas). Y también se ha mencionado el interés que tiene EEUU (y en menor medida el Reino Unido) en un rediseño del mapa geopolítico de todo Oriente Medio, en el que se verán ayudados por Israel (y al que apoyarán), que intentará, con toda seguridad, al calor del ataque contra el régimen iraquí, el aplastamiento "definitivo" del pueblo palestino y su expulsión a otros territorios de la zona.

Sin embargo, ni esas "poderosas" razones, ni el keynesianismo militar de apoyo al complejo militar-industrial de EEUU, ni otras de consumo más interno, como el hecho de que una política exterior centrada en la futura guerra contra Irak le haya permitido al partido republicano conseguir una victoria electoral en noviembre, permiten entender en toda su complejidad todo aquello que se encuentra detrás de este cambio histórico en las relaciones internacionales, que amenaza con llevarse por delante las NN.UU., la OTAN y hasta a la propia UE. Sin introducir otros elementos de análisis no podemos comprender claramente lo que está aconteciendo, y por qué se está produciendo una brecha tan importante dentro de Occidente, así como cuáles son las verdaderas razones para que la "vieja Europa" se oponga al gigante estadounidense. En este sentido, pensamos que es imprescindible introducir las consideraciones monetario-financieras y, en concreto, la rivalidad dólar-euro, para poder captar en todas sus dimensiones este fortísimo cambio en el escenario internacional.

Tras la Segunda Guerra Mundial, EEUU se convierte en la (super)potencia hegemónica del campo occidental y logra imponer su moneda, el dólar (mediante el patrón dólar-oro), como divisa hegemónica en ese ámbito; eso sí, EEUU aceptaba una cierta disciplina en el manejo de ese enorme poder porque se comprometía a respetar una paridad fija del dólar con el oro (35 $ la onza de oro). Esto lo podía hacer porque controlaba el 80% de las reservas de oro del planeta, por aquel entonces, así como en razón a su potencia económica, financiera, política y militar, que no tenía parangón en el campo occidental en aquel momento. En 1971, este orden monetario-financiero entra en crisis, y Nixon desvincula el dólar del oro, rompiendo todos los compromisos. Y en 1973, el sistema de cambios fijos diseñado en Bretton Woods (BW) en 1944 (donde se había establecido también el patrón dólar-oro), deja de existir, incapaz de soportar las tensiones monetario-financieras. A pesar de todo, todavía permanecía incólume el tercer pilar del orden monetario-financiero de BW, esto es, el control a la movilidad de capitales por parte de los Estados-nación.

En los setenta, asistimos a una creciente debilidad del dólar, debido también a la crisis de la hegemonía de EEUU a escala mundial (Vietnam, Centroamérica, revolución iraní, invasión soviética de Afganistán, etc), y a un desplazamiento de los centros de poder económico (y en menor medida financieros) hacia Europa occidental y Japón. Todo ello se va a traducir, a nivel monetario internacional, en la creación de una especie de "no sistema" en el que el dólar pasaría a compartir su hegemonía (indiscutible) con otras divisas centrales que cobran una creciente importancia (especialmente el marco -moneda ancla de todo el entramado monetario europeo occidental- y el yen). Ante esta creciente erosión del poderío del dólar, EEUU decide dar un brusco giro monetario-financiero para volver a apuntalar su hegemonía monetaria (y reforzar aún más la financiera) a través de lo que se conoce como el Régimen Dólar-Wall Street (RDWS).

En 1979, la Reserva Federal decide una brusca subida de tipos de interés (para hacer atractivas las inversiones en dólares) y EEUU acomete, en paralelo, una importantísima desregulación financiera con el fin de levantar la paridad del dólar y reforzar aún más la hegemonía de Wall Street en los mercados financieros mundiales. Un dólar fuerte iba ayudar a consolidar un Wall Street fuerte, pues iba a hacer atractivas las inversiones en dólares en este mercado, y viceversa. Esta era la esencia del RDWS. Asimismo, EEUU decide imponer la libre circulación mundial de capitales para que estos acudieran a invertir en Wall Street, fortaleciendo aún más de esta forma el RDWS. Primero lo hace en el marco de la OCDE, obligando a los países centrales a prescindir de este último vestigio de BW, y luego lo va imponiendo poco a poco a los países periféricos a través de los llamados Planes de Ajuste Estructural que impulsan el FMI y el BM (dos instituciones donde el peso de EEUU es manifiesto), cuyo objetivo, en teoría, era hacer frente al "problema de la deuda externa", que la fortaleza del dólar y la subida de los tipos de interés habían hecho estallar. Este nuevo marco iba a permitir a EEUU encarar su creciente desequilibrio exterior por cuenta corriente, convirtiéndose en los ochenta en el principal deudor internacional, cuando hasta entonces el resto del mundo había sido deudor suyo.

Todo ello le va a posibilitar imponer un régimen de acumulación mundial progresivamente financiarizado, y en ese proceso se va a ver ayudado por el Reino Unido (el otro gran polo desregulador financiero), que buscaba de esta forma, también, robustecer el papel de la City como uno de los principales centros financieros del planeta. La "economía financiera" iba a dominar cada vez más la "economía real", y la creciente especulación financiera (con base fundamentalmente en Wall Street y la City) iba a sojuzgar progresivamente al mundo occidental. Este proceso se intensifica en los noventa, con la caída del Muro de Berlín, cuando el capitalismo se vuelve (otra vez) global. Con ello asistimos a una proliferación de crisis monetario-financieras, que afectan a todos los países, pero fundamentalmente más a los periféricos, y que terminan alcanzando hasta al sudeste asiático, como resultado también de haber levantado los controles a la circulación de capitales. Si en los ochenta los países periféricos habían perdido su autonomía en el diseño de su política económica (como resultado de la aplicación del llamado "Consenso de Washington"), en los noventa perderían la capacidad de manejo de su política monetaria (incapaces de mantener el valor de su moneda), y desde finales de los noventa asistimos a un escenario de creciente dolarización de las economías periféricas, convirtiéndose el dólar en moneda de curso legal en algunas de ellas (Ecuador, Salvador, Guatemala, etc), curiosamente a partir del momento en que irrumpe el euro como divisa mundial. El euro se está transformando ya (y lo puede hacer aún más a medio plazo) en una seria amenaza para la hegemonía del dólar a escala mundial, y está provocando una pérdida de los beneficios que lleva aparejados: entre otros, los derechos de señoreaje. De ahí que EEUU esté imponiendo poco a poco, a través del FMI, la adopción del dólar como moneda de curso legal a los países periféricos.

El triunfo del RDWS (Régimen Dólar-Wall Street) en los noventa provocaría una "exuberancia irracional" de los mercados financieros en EEUU (tal como la definió Greenspan), pero la burbuja financiero especulativa se empezó a pinchar ya en marzo de 2000. Tras los atentados del 11-S, se profundiza la debilidad del dólar y Wall Street, hasta que el ataque a Afganistán, el 7 de octubre, contribuye a apuntalar al dólar y aupar Wall Street a los niveles previos al 11-S. Más tarde, los "escándalos" de fraudes contables de Enron y, sobre todo, de AOL, Worldcom, etc, precipitan una brusca caída no sólo de Wall Street sino también del dólar, una revalorización del euro y un fuerte auge del oro (que continúa hasta el presente). En este contexto se produce, en junio de 2002, en West Point, el anuncio por parte de Bush de la amenaza de "guerra preventiva" y su posible concreción en el caso de Irak. En julio, en plena debacle financiera, Bush acude a Wall Street a reclamar "responsabilidad corporativa", y el congreso de EEUU se reúne en pleno "descanso veraniego" para aprobar una legislación más estricta sobre contabilidad corporativa. Estas medidas, y sobre todo la decisión en octubre de las dos Cámaras de dar carta blanca a Bush para atacar Irak, más la aprobación posterior por unanimidad en el Consejo de Seguridad de la resolución 1441, y la decisión más tarde de la OTAN en Praga de apoyar a EEUU, producen un repunte de las cotizaciones y sobre todo un reforzamiento del dólar. Parece, pues, que la estrategia que se perseguía era intentar solventar la crisis del RDWS manu militari, que todos los centros de poder "aceptan", en principio, porque la mayoría de la riqueza mundial está denominada en dólares.

Sin embargo, la crisis que se abre en diciembre con Corea del Norte, que es respondida por Rumsfeld diciendo que EEUU podría mantener dos guerras al mismo tiempo, produce una brusca crisis del dólar, pues los inversores mundiales se asustan ante tamaño desvarío, por los costes que todo ello puede llevar aparejado. Es por eso que Powell desmiente a Rumsfeld, y que Bush defiende también ("paradójicamente" en este caso) la diplomacia para atajar el problema. Al mismo tiempo, la crisis venezolana, que no estaba en el guión, hace subir el petróleo y provoca una creciente inquietud en los mercados financieros mundiales. Otra vez el dólar vuelve a caer y los mercados financieros, y en concreto Wall Street, flexionan una vez más a la baja. Y a ello se suma, a partir de mediados de enero, las crecientes tensiones entre las dos orillas del Atlántico Norte, que se manifiestan abiertamente tras el posicionamiento en contra de la guerra de los dos países claves del euro: Francia y Alemania, curiosamente después de la crítica de Prodi a la actitud de EEUU. Tensiones que se trasladan a las NNUU, a la OTAN y a la propia UE, sobre todo después de la famosa carta de "los ocho", promovida por Aznar a instancias de The Wall Street Journal.

El hecho de que la Administración Bush se hubiera visto obligada (por las dos Cámaras y por la presión de Blair) a acudir a la vía de las NNUU para intentar "legitimar" su nueva concepción estratégica, le había metido en una auténtica ratonera. Y es por eso que ante la incapacidad de conseguir sus objetivos en el Consejo de Seguridad de las NNUU, no le haya quedado más remedio que lanzar el ataque militar al margen de la llamada "legalidad internacional". Pero queda claro su intento de apuntalar el RDWS mediante una estrategia de mostrar y ejercer el músculo militar. EEUU necesita desesperadamente el aflujo de capitales del resto del mundo para hacer frente a su creciente desequilibrio exterior por cuenta corriente que ya alcanza el 5% de su PIB. Y como resultado de la debilidad de Wall Street, se pretende reimpulsar el RDWS afianzando el dólar a través de una estrategia militar que vuelva a catapultar al billete verde, mientras que se reducen aún más los impuestos a los poderosos y se eliminan la fiscalidad sobre dividendos en Wall Street para propiciar las inversiones en dicho mercado. Al mismo tiempo, el futuro ataque contra Irak le permite dividir a la UE, lo que puede redundar en un debilitamiento del euro, al no existir un proyecto político (claro) y militar (potente) que lo respalde; máxime tras la ampliación de la UE a los países del Este (miembros ya de la OTAN), que se está convirtiendo en un verdadero Caballo de Troya de EEUU dentro de la Unión.

De cualquier forma, ante las crecientes tensiones entre los dos lados del Atlántico Norte y la correspondiente inseguridad que todo ello había generado, los capitales estaban dejando de confiar en esa estrategia. Y es por eso, por lo que EEUU subraya su actitud fuertemente belicista que permita "acabar" con dicha inseguridad, abogando por un ataque fulminante contra Irak (se había hablado incluso de utilizar el arma nuclear), con el objetivo de lograr una guerra "corta" que devuelva la confianza a los mercados financieros y, sobre todo, que permita afianzar al dólar. El drama humano, social y ecológico que todo ello generará da lo mismo, pues los "mercados" exigen una auténtica carnicería humana para dar seguridad a los inversores. Es de resaltar como las bolsas han subido espectacularmente, y el dólar se ha revalorizado respecto del euro, después de que se iniciasen los bombardeos masivos contra Irak. Sin embargo, la resistencia sobre el terreno que está encontrando la intervención militar de EEUU y Reino Unido puede llegar a alterar estas tendencias. Detrás pues de la "inevitable" guerra contra Irak hay mucho más que petróleo. Hay un fortísimo olor a dinero.

Pero contra estos designios de unas estructuras político-militares ebrias de poder, apoyadas por elites económico-financieras, se está levantando de forma también imparable un verdadero clamor mundial que ha dejado de creerse ya tanta mentira. Lo cual está planteando un muy serio problema de legitimidad (y gobernabilidad) a los poderes hegemónicos mundiales. Problema que se agravará aún mucho más si imponen la guerra (permanente) contra el sentir de la "opinión pública" planetaria.

¡No a la guerra!
¡No al genocidio del pueblo iraquí!

Extraído de:

http://acp.sindominio.net/article.pl?sid=03/03/29/1848245&mode=thread

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