PARTIDOS POLÍTICOS CHILENOS Y SU REPRESENTACIÓN SOCIAL.

                                                                   

                                                                     “La conciencia  social es determinada

                                                                     por las  condiciones de existencia social”

                                                                                                                           MARX

                                      

 

 

Imperialismo y Burguesía  Monopolista.-

 

           Los agrupamientos y organizaciones políticas que defienden los intereses de este sector parasitario, son  encasillados  en lo que se denomina la derecha y la ultraderecha:  fascistas, pinochetistas, UDI, RN, grupos “liberales”, DR, la UCC.  Tienen por característica común los principales conceptos políticos reaccionarios de la burguesía en el poder:  mantener y profundizar sin límites, el sistema de explotación y superexplotación del país de sus recursos y fuerzas productivas, de lo cual se nutre, en estrecha alianza con el imperialismo foráneo, al que le abre las puertas y del cual depende como agente económico, político y militar. Internacionalmente están aliados con grupos ultra-reaccionarios de diversos países e integran  agrupaciones de partidos similares.

           Sus grupos y voceros políticos se manifiestan entonces, reflejando lo ya dicho, como conservadores del statu quo político social y económico, que les favorece, condenando y atacando todo lo que realmente les perjudica: la revolución popular, las movilizaciones sociales, el socialismo, ningún interés por la democracia real en lo social y económico, ninguna posición auténticamente antiimperialista. Acepta a regañadientes, con gran odiosidad de clase, especialmente de sus sectores más retrógrados y antipopulares (fascistas, pinochetistas, militares), las reglas formales de la democracia burguesa, que debió respetar obligada  como producto de la ofensiva popular y las presiones imperialistas a fines de la dictadura pinochetista.

            Su actitud política en la actualidad oscila entre el fascismo solapado y la demagogia, explotando las incapacidades de la democracia burguesa para solucionar los problemas del pueblo, tratando así de controlar el gobierno, aunque de hecho controla con las leyes y la constitución de la dictadura, vigentes, la estructura del estado, la economía, la educación, las FFAA. De hecho, el sistema económico, social y político que estructuró durante los años de dictadura fascista se mantiene casi incólume, beneficiándola.

              Sus objetivos políticos inmediatos son mantener la constitución fascista de Pinochet, impedir toda clase de movilizaciones políticas del pueblo, la organización independiente del proletariado y su lucha política por el poder, la destrucción de cualquier alianza de clases explotadas que amague su dominación y mantener al país dentro de la esfera del imperialismo norteamericano.

              A pesar de esta política profundamente reaccionaria, hay sectores de la pequeña burguesía urbana, temerosos de la revolución y profundamente conservadores o clericales, que se sienten interpretados por estos partidos y sus ideas corporativistas y fascistas, integristas en los religioso y que les infunden tranquilidad respecto del mantenimiento del “orden social”. Ellos constituyen su principal clientela electoral.

 

La burguesía  nacional.-

  A pesar de que algunos teóricos afirman que no existe en Chile, constituye el sector más postergado de la burguesía,  que aspira a convertirse en gran burguesía monopolista, pero que se mantiene bajo el dominio de ésta. Esta burguesía nacional, se ve perjudicada en sus posibilidades de crecimiento por la dependencia respecto a los mercados externos y la irrupción del capital monopólico aportado por el imperialismo y manejado por la burguesía monopolista. En decenios anteriores a 1973, impulsó la industrialización interna para crearse un mercado nacional. Fue partidaria del desarrollismo hacia dentro y del proteccionismo estatal. Incluso aceptaba la asociación con el estado burgués. Políticamente se expresaba a través de partidos burgueses de centro el Partido Radical o la Democracia Cristiana.

             La irrupción del neoliberalismo pro-imperialista a partir de 1973 y su reordenamiento del sistema productivo y destrucción de las fuerzas productivas, orientado a la apertura  al mercado mundial y a la competencia dentro de la globalización, la llevó casi a la destrucción económica, al producirse el quiebre de la industria nacional protegida, de los bancos y la invasión de manufacturas extranjeras baratas.

          Sus ideales políticos siguen siendo la conciliación y cooperación de clases, la intervención estatal en la economía, las reformas pacíficas del sistema capitalista para mitigar las secuelas sociales de la explotación, las injusticias e inequidades propias del capitalismo. Adopta ocasionalmente tibias actitudes de rechazo a la rapacidad y violencias del imperialismo en el ámbito mundial o contra los abusos de la gran burguesía  monopólica. Su gran temor hacia la revolución, el socialismo, las luchas populares, la conduce a transar y traicionar las luchas del pueblo y a no enfrentarse consecuentemente o a no encabezar combates frontales contra el imperialismo y sus representantes en Chile.

            Su sector más reaccionario, conservador, es atraído por las posiciones de la burguesía monopólica, mientras su sector más progresista, es partidario de acercarse a las capas populares, sembrar ilusiones reformistas entre ellas mediante reformas populistas que encaucen pacíficamente su descontento, aprovechando su apoyo para acrecentar su propio poder. Una vez en el gobierno, sus representantes o caudillos populistas, muy numerosos en la historia contemporánea de Chile, (por ej. Arturo Alessandri, Eduardo Frei, Carlos Ibáñez)  dejan generalmente incumplidas las promesas de redención social hechas al pueblo. Frente a la revolución proletaria, el socialismo, el antiimperialismo, han mantenido una actitud oportunista, vacilante entre el poyo temeroso o el rechazo cuando el avance popular en esas direcciones socavaba su propio poder.

            Sus posiciones reformistas de hermoseamiento y “humanización” de la explotación y dominación burguesa, de conciliación y cooperación pacífica de clases explotadoras y explotadas, posición promovida internacionalmente por el imperialismo  y los reformistas burgueses, le granjeó el reconocimiento  y la ayuda imperial en el plebiscito de 1986, como alternativa política aceptable frente a la dictadura pinochetista, a fin de desviar al pueblo de un  enfrentamiento  revolucionario  anti-sistema. El reformismo burgués del PDC, PRSD, PPD, PS, cuenta desde entonces con ese apoyo internacional y el de la socialdemocracia europea, que ve en el conglomerado burgués de la Concertación un buen colchón amortiguador de cualquier política antiimperialista consecuente. 

            Esa estrecha atadura entre estos partidos de la burguesía nacional y el imperialismo, se aprecia en su coincidencia en compartir los mismos principios económicos con la burguesía monopolista, en servir muchos de sus representantes como empleados de las transnacionales a las que han facilitado el ingreso a nuestra economía, donde realizan apetitosos negociados a costa del patrimonio público, por ej. CTC, los puertos, empresa privatizadas, destrucción de recursos no renovables etc.

            Los partidos reformistas burgueses requieren para mantenerse  en el gobierno, obtener el apoyo electoral de amplias capas populares, en especial de la pequeña burguesía urbana que constituye su principal clientela electoral y de sectores de trabajadores urbanos concentrados en los barrios  marginales de las principales urbes. Para mantener su apoyo en vísperas electorales, es tradicional la creación de pequeñas mejoras y beneficios asistenciales a través de subsidios municipales o de servicios públicos estatales.

            Los sectores más “progresistas” de estos partidos reformistas burgueses, aspiran a lograr pacíficamente, a lo más,  un benefactor “socialismo de estado” al estilo escandinavo, administrado por ellos (el ideal de la desaparecida Unidad popular) pero sin  señal de dictadura revolucionaria  popular alguna y menos aún de dictadura del proletariado, a lo que temen como conejos y asocian con los regímenes revisionistas del desaparecido bloque soviético, igual que los imperialistas.

 

La pequeña burguesía.-

               Como clase intermedia entre la burguesía y el proletariado, que aspira a conservar el status que posee y a crecer hasta convertirse en burguesía, es una clase dual, explotada y amenazada de destrucción por el capitalismo, pero que también  vive de la explotación del trabajo ajeno. Su lucha es esencialmente conservadora, por lo tanto, aunque también sea golpeada cotidianamente por la explotación, la opresión política e injusticias sociales del capitalismo. Sus ideas políticas incluyen una vasta gama tomadas tanto de la burguesía como del pueblo y sus aspiraciones son bastantes contradictorias.  

            Como su inestabilidad  económica y social es permanente, esto se refleja también en su ideología política fluctuante entre el subjetivismo, el dogmatismo, el sectarismo, la euforia más alocada y el pesimismo más profundo. Ideológicamente  puede fluctuar y apoyar desde el fascismo más cavernario, pasando por el reformismo burgués, el voluntarismo  revolucionario, el anarquismo, la ideología proletaria, hasta los movimientos mesiánicos, religiosos, hippies, existencialistas, etc. Políticamente puede fluctuar desde la extrema derecha fascista hasta la extrema izquierda revolucionaria  y violentista.

         En nuestro país, con mayoría de población pequeño burguesa urbana, son esencialmente movimientos pequeño burgueses los ecologistas, anarquistas, revolucionarios como el FPMR, el MIR, el Lautaro, la IC. , incluso los viejos partidos de la izquierda revisionista: el PC y el PS, en que el grueso de su militancia pertenece a la pequeño burguesía y la aristocracia obrera.

            Sus objetivos políticos son esencialmente antiimperialistas, antimonopolistas, ocasionalmente revolucionarios, cuando siente la fuerza y organización del proletariado respaldándola. Es fervientemente democrática  aunque cae frecuentemente en el absurdo de defender la democracia burguesa y los principios humanitarios“universales” abstractos difundidos por la burguesía, como los derechos humanos, pero que ésta ya no defiende consecuentemente en la época del imperialismo.

  Sin el apoyo y participación activa de la pequeña  burguesía, no puede triunfar ningún proceso revolucionario popular o proletario en América Latina. Tampoco pueden mantener su dominio  la burguesía ni el imperialismo. Por eso su participación es importante en uno u otro sentido, como clase intermedia, pero que esencialmente pertenece al pueblo.

            Los sectores más conscientes y sensibles políticamente de la pequeña burguesía, suelen rebelarse y adoptar posiciones revolucionarias frente al sistema, propiciando programas de profundas transformaciones antiimperialistas. Incluso pueden  llegar a adoptar el ideario político del proletariado contenido en el marxismo-leninismo, (Por ej. , el MIR, el MAPU y la IC ) especialmente en etapas o momentos de auge o avance de las luchas populares y obreras, como ocurría antes de 1973. En momentos de derrota de esas luchas o de retroceso, suele caer  en el derrotismo y el pesimismo más profundo.         

  El proletariado.-

               Nuestra clase obrera desarrolló su conciencia de clase a partir de mediados del siglo XIX, llegando a crear independientemente a fines del siglo y comienzos del  XX, sus organizaciones sindicales, culturales, cooperativas, periódicos, etc.  Su conciencia de clase se desarrolló muy combativa al fragor de memorables y sangrientas luchas por el pan, especialmente entre los obreros del salitre.  Su conciencia política en cambio, nace a comienzos del siglo XX en toda una generación de obreros conscientes que rechazaban la tutela político-ideológica de la burguesía. Esa conciencia naciente fue influída por el movimiento obrero de la II internacional, el Anarquismo y las dos grandes revoluciones sociales de entonces: La revolución rusa y mexicana.

            El principal maestro y conductor político que entones surge, creando la primigenia conciencia política del proletariado chileno, es LUIS E. RECABARREN, obrero tipógrafo, que comparte la ideología política corriente entre los trabajadores de comienzos de siglo: el reformismo de la socialdemocracia europea, el Anarco-sindicalismo y el marxismo revolucionario.

            Sus ideas primordiales que inculca incansablemente y difunde a través de la prensa obrera creada por él mismo, las conferencias y libros, consisten en la  “Unidad e independencia política del proletariado chileno”, frente al estado burgués, ”Solidaridad combatiente con los trabajadores del mundo” (él mismo defendió la revolución rusa y ayudó a crear el PC en Argentina), “necesidad del partido político revolucionario del proletariado”. Su ideología política se formó en el combate diario, asimilando el ideario aportado por casi todas las clases sociales y su influencia se mantiene hasta la década de 1930.

             Sin embargo, el proletariado chileno y sus organizaciones políticas, fundamentalmente el PC nacido en 1923, no asimilaron su propia ideología científica, el marxismo-leninismo, como guía  para su acción política. En realidad, aunque el proletariado creó por sí mismo sus líderes sociales y políticos, y desarrolló una política independiente, no  llegó a crear su propia ideología, ni a elevar su práctica con la teoría revolucionaria. Ello se debió a la fuerte influencia de la ideología pequeño-burguesa campesina y urbana y a la ausencia de intelectuales revolucionarios aceptables para los obreros.

  El proletariado chileno desconoce hasta hoy la manera de unir el movimiento proletario con la teoría revolucionaria proletaria, el marxismo-leninismo, porque nunca ha contado con su propio partido consecuentemente marxista-leninista, capaz de entender cabal y profundamente la realidad de la sociedad chilena  y de conducirlo victoriosamente a la conquista del poder. Esto se debe también a la sagacidad con que el imperialismo y la burguesía criolla han sabido neutralizar o derrotar la independencia ideológico-política del proletariado chileno, alejando a sus partidos del cumplimiento de la misión histórica de la clase obrera, según lo expresado por Marx.

               Los antiguos partidos de la izquierda, el PC y el PS, que reclamaban el monopolio de la conducción del proletariado chileno, jamás fueron consecuentemente  marxista-leninistas y desde la década de 1940 hasta ahora  lo condujeron en forma oportunista, tras objetivos burgueses o pequeño-burgueses, que lo han llevado a tener más derrotas que victorias, incluso desastres como fue la sanguinaria dictadura militar fascista, que destruyó la organización social y política creada por el proletariado, tras 50 años de luchas. Esos viejos partidos aunque lograron crear notables cuadros sindicales obreros, fueron copados también por los representantes de “la aristocracia obrera”, sector acomodado del proletariado urbano, cuya ideología es burguesa o pequeño-burguesa y enemiga de cualquier revolución.

            El oportunismo de derecha impuesto en el PC de Chile desde 1956 por el revisionismo gobernante en los países del desaparecido bloque soviético, socavó aún más la capacidad de conducción consecuentemente marxista-leninista de los viejos partidos de izquierda.

             Tampoco lograron  llenar ese vacío de conducción proletaria revolucionaria, los sectores revolucionarios pequeño-burgueses, guevaristas, trostkistas, anarquistas, frecuentemente aislados del grueso de la masa obrera y rechazados por ella, debido a su propio estilo político individualista, sectario o dogmático. 

  En la actualidad, todas las organizaciones que se proclamen marxista-leninistas y reclamen el derecho a ser vanguardia del proletariado chileno, deberán demostrar en la praxis su eficiente tarea de orientación y conducción política del proletariado chileno, antes de poder ganar su aceptación como vanguardia. Además ese papel no es eterno,  sino  que cambiante, de acuerdo a la consecuencia demostrada  y su pérdida a los ojos de la clase dirigida. Los objetivos de la política proletaria consecuente, evidentemente no son los de consolidar ni hermosear el poder imperialista y burgués, sino por el contrario, destruir revolucionariamente la dictadura burguesa y establecer la propia, para construir el socialismo y el comunismo, hasta erradicar la explotación y las clases explotadoras.

 

 

 

 

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