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Pedro Lapido Estrán

Quién es:

Nacido en Rosario, Provincia de Santa Fe, Argentina, en el año 1943, las disciplinas artísticas como el dibujo y la pintura, la música y el canto, el teatro y la literatura, lo contaron entre sus devotos desde muy temprana edad, y por todas ellas incursionó sin definirse hasta detenerse, ya cumplidos sus treinta años, en la literatura.

 

Dentro de ella, fue la poesía la que lo atrapó hasta llegar a definirse como “simplemente poeta”.

 

Lapido Estrán es de carácter jovial, aunque introvertido y solitario, cultivando un perfil social de permanente reserva.

 

De su actuación anterior a su llegada a la ciudad de La Plata, se detectan algunos artículos en la revista Cuarta Dimensión en el año 1978 y nada de su poesía, aunque en su libro Mis Gnomos (1983) comenta haber publicado por primera vez un poema a los treinta y tres años en una revista artesanal de la ciudad de Zárate, la que recuerda con afecto.

 

Ya en la capital de la Provincia de Buenos Aires, en el año 1980 aparece integrando la Selección Nacional de Poetas Argentinos de Ramos Americana Editora.

 

En 1982, figura como miembro activo de La Casa Del Poeta de la Plata integrando el grupo de artistas que, liderados por el Poeta Julio Cesar Mastay, llevan a cabo distintos eventos literarios.

 

En 1983, publica Mis Gnomos, su primer libro individual, que es recogido con entusiasta adhesión por un grupo de intelectuales porteños dando como resultado su traducción al idioma francés, y posterior edición de una selección de su poesía, por Cristina Bosch Peralta Ramos.

 

En 1984, apoyado por ese grupo intelectual, funda y dirige la revista artesanal Arca Blanca, publicación que lleva su nombre y su poesía a colegas de Argentina, España y México.

 

Ese mismo año, expone "Mis Gnomos" en la Décima exposición Feria Internacional de Buenos Aires - El Libro del autor al lector.

 

En 1985, Cristina Bosch con la colaboración de Norma Ríos y Erminia Abbruzzese, traduce su poesía al italiano,  y el grupo Arca Blanca, organiza reuniones en residencias privadas donde el poeta  recita su poesía con su dominante estilo, compartiendo veladas con artistas de otras disciplinas.

 

En 1986, nuevamente Cristina Bosch, con la colaboración de Johan Brill desde Estados Unidos, traduce su poesía al Inglés.

 

En 1987, en un especial momento de auge de su arte poético,  el autor rechaza ofertas artísticas concretas, suspende la aparición de un segundo libro ya anunciado, interrumpe la publicación de la revista Arca Blanca y se retira del ámbito literario, permaneciendo en un retiro nunca explicado.

 

En el año 1992, hace su reaparición a través de Simplemente Vivir, un libro que comienza una circulación silenciosa, compartiendo esa característica del autor, y en donde se advierte más aún esa energía incisiva, dominante, que despliega en sus letras y que resaltara acertadamente el profesor Elías Carpena en la contratapa de su primer libro. La a veces cruda objetividad de su lírica nos brinda una labor recreativa que se ajusta a su título.

 

Lapido Estrán nos dice: "Un poeta no crea; recrea, contando con su capacidad expresiva, vivencias que son comunes en todas las personas, pero que no todos pueden expresar". Y agrega: "La poesía es la expresión artística de la vida, por medio de la palabra. Un estallido del alma, condicionado a una labor intelectual".

En 1996, fiel a su estilo de retraimiento y silencio, pone en circulación una antología poética que contraría su temática polifacética y que titula Solo Sobre El Amor, ya que de eso se trata. Sus más de treinta años con la poesía  - de los veinte a los cincuenta y tres – tienen únicamente el amor como tema.

 

Paralelamente presenta a los editores una obra en prosa, El Arca De Las Nieves Eternas, su primera novela, algunos centenares de páginas que retienen entre ellas diecisiete años de su vida y donde se advierte entre los hilos de la ficción la presencia de su alma poética. Una obra que seguramente querrá ser leída por todos aquellos que disfrutaron de su poesía, en busca nuevamente de la capacidad de transmisión vivencial del autor.

 

Mientras tanto, su poema Embarazada, depurado en su traducción por la profesora Ana Oleastro, viaja a Louisville (Estados Unidos) en manos de la Dr. Rhonda L Buchanan, trascendiendo en su homenaje a la mujer, las fronteras del idioma y la política.

 

 

ALGUNOS DE SUS TRABAJOS

 

 

 

 

1978

Artículos en la Revista CUARTA DIMENSIÓN

 

 

 

1980

Participación en la

SELECCIÓN NACIONAL DE POETAS ARGENTINOS

 Ramos Americana Editora

 

 

 

1983

MIS GNOMOS

 

 

 

 

1984

Revista ARCA BLANCA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1992

SIMPLEMENTE VIVIR

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1996

SOLO SOBRE EL AMOR

 

 

 

 

1996

EL ARCA DE LAS NIEVES ETERNAS

 

 

 

 

 

 

 

 

EL ARCA DE LAS NIEVES ETERNAS

Comentario:

Pedro Lapido Estrán desea que comiences a conocer su novela.

Para ello te hace llegar este fragmento inicial de la misma.

                                                         

INTROITO

 

COMODORO RIVADAVIA - AÑ0 1973

REPUBLICA ARGENTINA

 

                       Mi nombre es Gonzalo Haffner, argentino, nacido el 28 de Abril de 1943 en Esquel, provincia de Chubut.  Amanece, estoy  acostado  en  mi cama aunque no duermo; “Vago en ese limbo que separa la vigilia del sueño”.

                        A mi lado, duerme “Gerónimo”, mi perro Dachshund pelo corto color marrón, a quien amo entrañablemente. Ronca con su cabeza apoyada en la almohada, a pocos centímetros de la mía. Lo hace con las cortas patas estiradas, distendido, tal vez feliz. Siento el cabello mojado sobre la nuca; o la calefacción está muy alta o me he tapado demasiado durante la noche.  Me  alerta  el zumbido de un moscón revoloteando sobre mi cara; (reniego de los entendidos que afirman que los dípteros no viven en el frío)Se  le   ocurre  posarse  en  ella  y  pongo en movimiento una mano para espantarla. El gesto despierta a mi perro. No abro  los  ojos  pero siento que cambia la posición de su cuerpo.

                        El insecto sigue molestando, pasa y pasa una y otra vez. Se oye el chasquido de los dientes de Gerónimo al cerrar la boca con rapidez. El moscardón ya no vuela y mi perro ha ingerido unos gramos de proteínas y terminado con el visitante molesto. Sobre mi mesa de luz, descansa el libro de un poeta español que admiro. Su contenido y su continente parecerían no coincidir con mi persona, pero es un libro que amo.

                        Soy un hombre alto y corpulento. Solitario, algo huraño e irónico con quienes me son indiferentes. Hijo de un guarda bosques alemán -Herman Haffner- naturalizado Argentino y de Mariana Yanquelén, natural del país, de sangre pehuenche  y española, cuyo nombre indígena era “Aleu Liú” - Estrella Blanca -

                        Trabajo en la Fuerza Aérea Argentina con  el  grado  de teniente y me entreno específicamente como piloto de combate. Cuando  estoy franco de servicio, aprovecho para dormir lo más que puedo y cultivar alguna que otra amistad. No me gusta el tumulto ni la gente ruidosa. Me molesta la situación social de mi País y rehuyo a las personas agresivas, no por lo que ellas pudieran hacerme, sino por temor a mis explosiones de tensión que suelen ser incontrolables.

                        Abro los ojos restregándolos con mis dedos en un gesto reflejo. Gerónimo me está mirando con los que siempre me parecen los ojos más nobles del mundo. El reloj indica que faltan pocos minutos para las cinco de la mañana; me estiro desperezándome ya desvelado. Me entretengo unos minutos tratando de adivinar imágenes en la ilusión óptica que produce la fijación de mi vista sobre los dibujos del empapelado de las paredes.

                       El timbre del departamento altera mi distensión y provoca una explosión en mi cama cuando los músculos de mi perro se ponen en acción. Intento detenerlo, pero fracaso. Cuando bajo mis pies de la cama el salchicha ya traspone la puerta de la habitación, acompañando  la  acción  de  sus patas con la de sus pulmones  y  convirtiendo  al  departamento  en  un pandemonio de ladridos.  Descalzo,  enfundo  mi cuerpo desnudo en una bata y me dirijo a la sala.  A los dos o tres pasos piso una de las pelotas de  tenis  (juguete preferido de mi perro)  y  aterrizo  con  mis ochenta kilos sobre la alfombra, no precisamente en tres puntos. 

----------------  o  ----------------

                      Pasé  al Living con el humor averiado y levantando a mi perro por el cuero de su cogote, lo coloqué bajo mi brazo izquierdo para que se callara. Un cadete de la base, profusamente abrigado, me saludó al abrir la puerta:

- ¡Buenos días  mi Teniente!-,  Traigo  un  despacho urgente para usted.

                        Saludé  con  desgano  y  lo  invité  a  tomar  un  café indicándole la cocina con un gesto que el chico ya conocía.  Flanqueado  por  Gerónimo  el muchacho desapareció y yo abrí el sobre:  Un  teniente  asignado  como  piloto  a  un grupo científico extranjero, había enfermado de rubéola en la víspera y  el  Comodoro  consideraba  que  el  piloto  adecuado  para  el reemplazo era yo. Mis insultos atrajeron al cadete y provocaron nuevos ladridos de mi perro.

Calmé la intranquilidad del muchacho, acompañándolo de regreso a la cocina y preparándome un mate mientras él terminaba su café.  Más  tarde  lo  despedí  y  luego comencé a vestirme.

                        Aunque el Comodoro me quería en la Base dos horas después; en una hora estuve listo. Apuré mi último mate, cuidé que el recipiente de agua de Gero quedara lleno, le di un beso en el hocico que él retribuyó con un certero lambetazo en mi oreja derecha, cerré mi departamento y pasé una nota por debajo  de  la puerta de mi vecina, a quien siempre le dejaba una llave.

                       En el subsuelo puse en marcha el auto y encendí la radio. La mañana iba a recibirme con cuatro grados bajo cero y un viento que bajaba aún más la sensación térmica. Salí a la calle corrigiendo la posición de un espejo lateral y así pude escuchar como  un  tipo  que  viajaba  en  bicicleta, aterido de frío, iba cantando  mientras  pedaleaba.  Pensé  en  el  grado de alegría o tristeza  que motivaría  a  ese  hombre,  para  cantar en vez de maldecir su suerte.

                       Dejé el vidrio semibajo a pesar del frío, me  agradaba respirar el aire de la mañana, impregnado de olor a petróleo o  a pescado, según fuera la dirección del viento.

                       Me dirigí a la base, manejando muy  despacio;  las sorpresas que daba el agua congelada sobre el pavimento, no eran  de mi agrado; sobre todo al pagar la cuenta del chapista. Al cruzar la primera bocacalle, sobre una vereda y bajo la luz, pude ver a un cusco de color pardo evacuando sus tripitas, temblando de frío  y  despidiendo  heces  calientes que arrojaban vapor.  Recordé a Gerónimo, que  en  ese momento estaría durmiendo bajo mis frazadas. Pensé si la libertad de ese animalito no era demasiado cara para él y  concluí entendiendo que hasta los perros en la vida estaban sujetos a un sistema de mierda.

                        Más tarde, el Comodoro sonreía subrepticiamente ante mis protestas por la designación, limitándose a poner en mis manos sus órdenes, después de haberme explicado en qué consistía mi función.

 

FIN DE LA INTRODUCCIÓN

 

Te invitamos a leer la columna adjunta escrita por la Dra. Rhonda Buchanan,

del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Louisville, EE.UU.,

y los consejos que adjuntamos en las notas que siguen a continuación.

 

Dra.  Rhonda L. Buchanan

Centro de Estudios Latinoamericanos

 Universidad de Louisville

EE.UU.

 

 

 

Sobre

 

El Arca

De Las 

Nieves Eternas

 

Novela

 

 

Autor:

Pedro Lapido Estrán  

(Argentina )  

 

Desde el título esta novela sugiere un contenido enigmático que realmente encontramos dentro de ella.

 Pedro Lapido Estrán maneja con maestría la trama, haciéndonos alternar situaciones comunes y cotidianas con otras inverosímiles y fantásticas sin perder credibilidad.

Mueve a su personaje principal (un piloto de la Fuerza Aérea Argentina) en un mundo de ficción que sabemos ilusorio pero que, prolijamente armado sobre situaciones aún no definidas, nos lleva a pensar en un momento dado: " ¿Y si hubiera sido así?"

Algo que se acentúa cuando al mismo personaje lo introduce en situaciones reales pero que por sus matices preferiríamos creer que fueran de ficción.

Estamos sin lugar a dudas ante un autor culto, no un intelectual, pero sí un ser humano ávido que ha hurgado en la problemática social del hombre y de la vida, hasta sacar sus prolijas conclusiones de ello y manejarse en consecuencia.

Todo el transcurrir de la novela es atrapante, menos tal vez en algunos pasajes minúsculos donde su meticulosidad descriptiva nos impide avanzar más rápido. 

El último capítulo es ciertamente genial cuando analizamos el recurso simple y tierno del que se vale el autor para retornar al personaje al punto de partida de donde lo había alejado tanto. 

El breve epílogo podría haber sido agregado al último capítulo y el final -abierto y muy bueno- nos deja unas enormes ganas de seguir leyendo, casi nos descorazona.

Solamente podemos aceptárselo cuando nos enteramos que tiene en mente totalmente esquematizada la segunda parte.

Sólo una duda nos queda: ¿Qué pretende el autor con esta novela; vender, teorizar, aleccionar, criticar, entretener o simplemente hacernos reflexionar?

Yo particularmente creo que es esto último. Pedro Lapido Estrán nos invita a la reflexión a través de la trama.

 Exactamente igual que en su hermosa poesía. De hecho, es la novela de un poeta. No cabe duda.

¿Qué te pareció? 

¿Leíste el comentario de la Dra. Buchanan acerca de la novela?

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