Edgar Oceransky agarró pronto la onda y se largó
de su casa para rascarse con sus uñas. Desde hace cuatro años
se gana por sí mismo los frijoles con queso y le da a la cantada.
Trata de ser auténtico enmedio de ese mundo de oropel que son
los espectáculos. A pesar de su apellido extranjero, es más
mexicano que las habas. Dejó la sicología porque no le gustó
eso de andar escudriñando en las mentes de los demás. Se
le hizo policiaco. Es como el Antonín Artaud de las peñas.
Ya se presentó con Brozo, en El Mañanero, en el Hard Rock
Live de Reforma, en estaciones de radio, y quiere dar a conocer su música
"en buena onda". Está "hasta la madre" de canciones
tontas, de las repeticiones, de quienes se clavan en clisés. Pero
tampoco se ubica en el horizonte de Silvio Rodríguez. "Ellos
-los similares a Silvio- ya hicieron lo suyo".
Tampoco se siente una nata trovadora, de los que cantaban "no soy
de aquí/ no soy de allá"... ni de acullá. Tiene
raíces y asume con orgullo su origen, el ser de barrio bravo en
la capirucha. Es de esos a los que la música se les dio al calor
de un roncito y una chava. "Canto vivencias." Tuvo la suerte
de que Cecilia Pellicer se cruzara en su camino para formar el dueto Sol
y Luna. Pasaron un buen rato en la nostalgia ceceachera, en la peña
El Sapo Cancionero.
Tiene en su vitrina algunos logros y en el alma muchas ganas de hacerla
chillar. Ha hecho algunas cosas con otro aferrado a hacer todo distinto:
Edel Juárez. Oceransky compone, produce y arregla. Cose y borda,
como Penélope. A caballo entre finales del 2000 y principios del
2001 graba su pimer disco, que con dos palabras vuelca su existencialismo:
Estoy aquí.
El tema puede ubicarse en la cultura del dolor del mexicano. Es como echarle
sal a la herida. Ya se fue la chava y ahí está, acordándose
de ella. Puro masoquismo, pero del sabrosón. Catarsis, diría
Freud. Hay que sublimar los traumas, sacar eso que amuela. Un clavo saca
otro clavo... o lo clava más.
En esos terrenos deambula este ex sicólogo. Los otros once temas
por ahí van. Como dijera el poeta Fernando Guzmán, de amor
y con ellas, nada en contra: "Mujeres como libros por mis manos han
pasado". Oceransky lleva esto al extremo en Ser de viento y agua,
donde alucina a la mujer perfecta. Te quiero con y a pesar de tus defectos.
Está grueso.
"Si doy a conocer mi trabajo es para que la cultura deje de estar
en los hoyos. Quejarse de lo que hay en la televisión no aporta
nada. Hay que entrarle. Mi música no es densa; es sencilla",
añadió.
Le gusta cantar para públicos universitarios. Sobre la UNAM, lamenta
todo lo que pasó con el CEU. "Denigraron la imagen del universitario.
A mis conciertos va gente de lo más diversa, y eso me gusta. No
me agrada eso de enfocarme a un solo mercado. Ya no sicoanalizo. La neta...
sí, a veces lo utilizo (eso de las técnicas de análisis
psicológico)". Para él la gente hoy pide de las canciones
"realidad: queremos vernos, recuperar el tiempo perdido". Más
ideas: "No hay que estar en un partido para hacer política.
No creo en los partidos; no creo en eso del cambio. Para lo que sirvió
este rollo, o para lo que puede servir, es que sabemos que el cambio no
se va a dar desde arriba, sino desde abajo".
Sobre algunos cuates de su generación: "Antes los muchachos
se iban de sus casas porque no les gustaba que los trataran mal. Ahora
ahí están, aunque los regañen. Hay que recordarles,
decirles qué está mal. Ahora bien, se trata de salirse y
hacerla, no de andar de prángana".
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