Lo que se dice de Edgar Oceransky

Doy a conocer mi trabajo para que la cultura salga de los hoyos: Oceransky

La jornada

ARTURO CRUZ BARCENAS

Edgar Oceransky agarró pronto la onda y se largó de su casa para rascarse con sus uñas. Desde hace cuatro años se gana por sí mismo los frijoles con queso y le da a la cantada.

Trata de ser auténtico enmedio de ese mundo de oropel que son los espectáculos. A pesar de su apellido extranjero, es más mexicano que las habas. Dejó la sicología porque no le gustó eso de andar escudriñando en las mentes de los demás. Se le hizo policiaco. Es como el Antonín Artaud de las peñas.


Ya se presentó con Brozo, en El Mañanero, en el Hard Rock Live de Reforma, en estaciones de radio, y quiere dar a conocer su música "en buena onda". Está "hasta la madre" de canciones tontas, de las repeticiones, de quienes se clavan en clisés. Pero tampoco se ubica en el horizonte de Silvio Rodríguez. "Ellos -los similares a Silvio- ya hicieron lo suyo".


Tampoco se siente una nata trovadora, de los que cantaban "no soy de aquí/ no soy de allá"... ni de acullá. Tiene raíces y asume con orgullo su origen, el ser de barrio bravo en la capirucha. Es de esos a los que la música se les dio al calor de un roncito y una chava. "Canto vivencias." Tuvo la suerte de que Cecilia Pellicer se cruzara en su camino para formar el dueto Sol y Luna. Pasaron un buen rato en la nostalgia ceceachera, en la peña El Sapo Cancionero.


Tiene en su vitrina algunos logros y en el alma muchas ganas de hacerla chillar. Ha hecho algunas cosas con otro aferrado a hacer todo distinto: Edel Juárez. Oceransky compone, produce y arregla. Cose y borda, como Penélope. A caballo entre finales del 2000 y principios del 2001 graba su pimer disco, que con dos palabras vuelca su existencialismo: Estoy aquí.


El tema puede ubicarse en la cultura del dolor del mexicano. Es como echarle sal a la herida. Ya se fue la chava y ahí está, acordándose de ella. Puro masoquismo, pero del sabrosón. Catarsis, diría Freud. Hay que sublimar los traumas, sacar eso que amuela. Un clavo saca otro clavo... o lo clava más.


En esos terrenos deambula este ex sicólogo. Los otros once temas por ahí van. Como dijera el poeta Fernando Guzmán, de amor y con ellas, nada en contra: "Mujeres como libros por mis manos han pasado". Oceransky lleva esto al extremo en Ser de viento y agua, donde alucina a la mujer perfecta. Te quiero con y a pesar de tus defectos. Está grueso.


"Si doy a conocer mi trabajo es para que la cultura deje de estar en los hoyos. Quejarse de lo que hay en la televisión no aporta nada. Hay que entrarle. Mi música no es densa; es sencilla", añadió.


Le gusta cantar para públicos universitarios. Sobre la UNAM, lamenta todo lo que pasó con el CEU. "Denigraron la imagen del universitario. A mis conciertos va gente de lo más diversa, y eso me gusta. No me agrada eso de enfocarme a un solo mercado. Ya no sicoanalizo. La neta... sí, a veces lo utilizo (eso de las técnicas de análisis psicológico)". Para él la gente hoy pide de las canciones "realidad: queremos vernos, recuperar el tiempo perdido". Más ideas: "No hay que estar en un partido para hacer política. No creo en los partidos; no creo en eso del cambio. Para lo que sirvió este rollo, o para lo que puede servir, es que sabemos que el cambio no se va a dar desde arriba, sino desde abajo".


Sobre algunos cuates de su generación: "Antes los muchachos se iban de sus casas porque no les gustaba que los trataran mal. Ahora ahí están, aunque los regañen. Hay que recordarles, decirles qué está mal. Ahora bien, se trata de salirse y hacerla, no de andar de prángana".

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