Gamal Abdel Naser
“(...)
El destino no puede ser confundido con un juego de azar. Los acontecimientos no
se producen casualmente. La existencia no procede de la nada.
No podemos, ciertamente, contemplar, de una manera estúpida, un mapa del mundo sin comprender cuál es el lugar que ocupamos en él y la misión que nos confiere la ocupación de nuestro factor lugar. ¿Es posible que podamos ignorar la existencia de un Círculo Arabe que nos rodea, y que dicho Circulo es parte de nosotros mismos, como nosotros somos parte de él? La historia nos ha incluido y fundido con él y sus intereses son nuestros intereses, lo que queda expuesto son hechos reales y no simples palabras.
¿Podemos
ignorar la existencia del continente africano, donde el Destino nos colocó, y
que es actualmente testigo y escena de una lucha terrible por su porvenir? Una
lucha cuyas consecuencias nos afectarán, irremediablemente, queramos o no.
¿Podemos ignorar que
existe un Mundo Musulmán al que estamos unidos por lazos no sólo forjados por
la fe religiosa, sino también por las realidades históricas? He dicho,
anteriormente, que el Destino no es un juego de azar. No en vano nuestro país
se halla al sudoeste de Asia, incrustado en el Mundo Arabe, cuya vida se mezcla,
directamente, con nuestra vida. No en vano nuestro país se halla en el nordeste
de Africa, en posición geográfica dominante sobre el continente negro, que se
agita hoy en violenta lucha entre los colonizadores blancos y los nativos de
color, disputándose la posesión de sus riquezas inagotables. No en vano la
civilización y la herencia islámica —que los mogoles arrasaron durante sus
conquistas de las capitales antiguas del Islam—, vinieron a refugiarse en
Egipto, donde hallaron seguridad y protección cuando el contraataque de Ain
Galout, con el que Egipto rechazó la invasión de los tártaros.
Los
hechos fundamentales ya manifestados tienen sus raíces, profundamente
incrustadas, en nuestra vida. Sea lo que quiera que nosotros hagamos, no
podemos ni olvidarlos, ni pretender desentendernos de ellos.
No
sé exactamente por qué recuerdo siempre, al llegar a este punto de mis
reflexiones, la obra de Pirandello, Seis
personajes en busca de autor una de las comedias más conocidas del famoso
escritor italiano.
La
Historia está llena de las gloriosas proezas de nuestros héroes, que supieron
ser protagonistas, en el escenario de la Patria, heroicamente. Pero también en
la Historia hay papeles grandes y heroicos que no encontraron el autor que los
captase en momentos decisivos.
No
sé de manera exacta por qué causa imagino, constantemente, que, en esta parte
del mundo en que vivimos, existe un papel sin autor; un papel grandioso que
busca, constantemente, alguien que sepa representarlo. Y no sé por qué me
imagino que este papel —esta misión, estaría mejor expresado—, va errando a lo
largo de la extensa zona que nos rodea en busca de quien sea capaz de
desempeñarle y acaba por caer agotado junto a nuestras fronteras exigiendo que
actuemos con el fin de encarnarlo, ya que nadie lo podrá hacer más que
nosotros.
Me
apresuraré a manifestar que no se trata de una misión de caudillaje, sino de
una misión de acción conjunta y coordinada, de experimentación con todos los
factores que en ella participan, de una misión encomendada a nosotros para que
pongamos en movimiento la poderosa energía latente en cada rincón de este vasto
territorio del mundo y utilicemos esa fuerza tremenda haciéndole desempeñar un
papel decisivo para mejorar el futuro de la Humanidad (...)”.