THOMAS MACAULAY
Sobre la educación en la India
En esta minuta de comunicación, del 2 de
febrero de 1835, Macaulay perfila lo que luego sería la educación colonial de
la India. El
autor se encontraba en Calcuta, integrando el Comité encargado de construir un
sistema educativo para los nativos.
Entremos ahora en el quid de la cuestión.
Tenemos un fondo para ser empleado por el gobierno en el adelanto intelectual
del pueblo de este país. La única pregunta es: ¿Cuál es el mejor modo de
emplearlo?
Todos los partidos parecen estar de
acuerdo en un punto: que los dialectos comúnmente hablados entre los nativos de
esta parte de la India, no contienen ninguna información literaria ni
científica y además son tan pobres y rústicos que, en tanto no sean
enriquecidos desde alguna otra parte, no será fácil traducir a ellos ningún
trabajo de valor. Parece estar admitido en todas partes que el entrenamiento
intelectual de aquellos de entre tales gentes que tengan el propósito de seguir
altos estudios sólo puede ser efectuado en el presente por medio de algún
lenguaje no-vernáculo.
¿Cuál puede entonces ser esa lengua? La
mitad del Comité sostiene que debe ser el inglés. La otra mitad recomienda
firmemente el árabe y el sánscrito. La principal pregunta me parece que es:
¿Cuál es la mejor lengua para el conocimiento?
Yo no tengo conocimiento ni del sánscrito
ni del árabe. Pero he hecho lo que he podido para formarme una correcta
estimación de su valor. He leído traducciones de los trabajos árabes y
sánscritos más célebres. He conversado tanto aquí como en casa con hombres
distinguidos por su habilidad en lenguas orientales. Estoy preparado para
asumir el conocimiento oriental en la valoración que de él hacen los propios
orientalistas. Nunca encontré uno entre ellos que pudiera negar que un solo
estante de una buena biblioteca europea era superior a toda la literatura nativa
de India y Arabia. La superioridad intrínseca de la literatura occidental es
admitida completamente por aquellos miembros del Comité que apoyan un plan de
educación oriental.
Difícilmente puede ser discutido, supongo,
que la parte de la literatura en la que los escritores orientales están más
avanzados es la poesía. Y ciertamente, yo no me encontré nunca con ningún
orientalista que se aventurara a sostener que la poesía árabe y sánscrita pueda
ser comparada a aquella de las grandes naciones europeas. Pero cuando pasamos
de los trabajos de la imaginación a aquellos en que son registrados los hechos,
e investigados los principios generales, la superioridad de los europeos se
vuelve absolutamente inconmensurable. Creo que no es exageración decir que toda
la información histórica que ha sido recogida de todos los libros escritos en
sánscrito es menos valiosa que aquella que puede encontrarse en los manuales
más breves utilizados en las escuelas preparatorias de Inglaterra. En cada
aspecto de la filosofía, física o moral, la posición relativa de las dos
naciones es aproximadamente la misma.
¿Cómo enfrentar el asunto entonces?
Tenemos que educar a gentes que no pueden al presente ser educados mediante su
lengua-madre. Debemos enseñarles algún idioma extranjero. Es necesario
recapitular fuertemente sobre la consideración de nuestra propia lengua. Ella
es preeminente incluso entre los idiomas de Occidente. Es abundante en trabajos
de imaginación no inferiores a los más nobles que Grecia nos ha legado; en
modelos de todas las clases de elocuencia; en composiciones históricas, las
cuales, consideradas solamente como narrativas, han sido raramente superadas, y
que, consideradas como vehículos de instrucción ética y política, nunca fueron
igualadas; en justas y vivas representaciones de la vida y naturaleza humanas;
en las más profundas especulaciones sobre metafísica, moral, gobierno,
jurisprudencia y comercio; en completa y correcta información respecto a todas
las ciencias experimentales que tienden a preservar la salud, a incrementar el
confort, o a expandir el intelecto del hombre. Quienquiera conozca esta lengua
tiene pronto acceso a toda la vasta riqueza intelectual, que todas las más
grandes naciones de la tierra han creado y atesorado en el curso de noventa generaciones.
Puede decirse con seguridad, que la literatura ahora disponible en esta lengua
es de más grande valor que toda la literatura que existía hace trescientos años
en todas las lenguas del mundo juntas. Esto no es todo. En la India, el inglés
es el idioma hablado por la clase gobernante. Es hablado por la clase más alta
de nativos en el gobierno. Se ha convertido también en la lengua del comercio a
través de los mares del este. Es la lengua de dos grandes comunidades europeas
en crecimiento, una en el sur de África, la otra en Australasia; comunidades
que se están volviendo más importantes cada año, y conectadas más estrechamente
con nuestro imperio de la India. Ya sea que miremos hacia el valor intrínseco
de nuestra literatura, o a la situación particular de este país, veremos la
razón más fuerte para pensar que, de todas las lenguas extranjeras, la lengua
inglesa es la que será más útil para nuestros súbditos nativos.
El problema que está ahora ante nosotros
es simplemente por qué, cuando está en nuestro poder enseñar este idioma, vamos
a enseñar idiomas en los que, por confesión universal, no hay libros sobre
ninguna materia que puedan ser comparados con los nuestros; por qué, cuando
podemos enseñar ciencia europea, vamos a enseñar sistemas que, por confesión
universal, cuando difieren de los de Europa, difieren por lo peor; y por qué,
cuando podemos patrocinar una correcta filosofía y una verdadera historia,
vamos a patrocinar, a expensas públicas, doctrinas médicas, que pueden
avergonzar a un herrero inglés, Astronomía, que puede mover a risa a las
muchachas de una escuela de pupilas inglesa, Historia, que abunda con reyes de
treinta pies de alto, y reinos de treinta siglos de vida, y Geografía, hecha
con mares de jalea y de manteca.
No estamos sin experiencia que nos guíe.
La historia provee muchos casos análogos, y todos enseñan la misma lección. Hay
en época moderna, para no ir más lejos, dos instancias memorables de un gran
impulso dado a la mente de una sociedad entera, -de prejuicios derribados, - de
conocimiento difundido, -de gusto purificado, -de artes y ciencias implantados
en países que habían sido recientemente ignorantes y bárbaros.
La primera instancia a la que me refiero
es el gran restablecimiento de las letras entre las naciones occidentales a
fines del siglo XV e inicios del XVI. En esa época casi todas las cosas que
eran lecturas de mérito estaban contenidas en los escritos de los griegos y
romanos de la Antigüedad. De haber actuado nuestros ancestros como ha actuado
hasta ahora el Comité de Instrucción Pública; de haber ellos menospreciado el
idioma de Cicerón y Tácito; de haber centrado su atención en los viejos
dialectos de nuestra propia isla; de haber ellos pensado e impreso en las
universidades solamente crónicas en anglosajón y romances en franco-normando,
¿Hubiera sido Inglaterra lo que es hoy? Lo que eran el griego y el latín para
los contemporáneos de Tomas Moro y Ascham es hoy nuestra lengua para el pueblo
de la India. La literatura de Inglaterra es ahora más valiosa que la de la
antigüedad clásica. Dudo que la literatura sánscrita sea tan valiosa como la de
nuestros progenitores sajones y normandos. En algunos aspectos, por ejemplo en
Historia, estoy seguro de que lo es mucho menos.
En un punto acuerdo totalmente con el
caballero a cuyas apreciaciones generales me opongo. Siento igual que él, que
es imposible para nosotros, con nuestros medios limitados, intentar educar al
pueblo todo. Debemos al presente hacer lo mejor que podamos para formar una
clase que pueda actuar como intérprete entre nosotros y los millones a los que
gobernamos; una clase de personas, indios por la sangre y el color, pero
ingleses en el gusto, opiniones, moral e intelecto. A esa clase debemos dejar
el refinar los dialectos vernáculos del país, enriquecer aquellos dialectos con
términos científicos tomados a préstamo de la nomenclatura occidental, y
convertirlos gradualmente en vehículos aptos para transportar el conocimiento a
la gran masa de la población.
Thomas Babington
Macaulay, "Minute of 2 February 1835 on Indian
Education," Macaulay, Prose and Poetry,
selected by G. M. Young (Cambridge MA: Harvard University Press, 1957), pp-721-24,729.
Traducción Luis César Bou
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Observatorio de Conflictos