THOMAS MACAULAY

Discurso en el Parlamento sobre la ley de gobierno de la India (1833).

Macaulay residió en Calcuta entre 1834 y 1838, integrando el “Consejo Supremo para la India”. El siguiente discurso es parte del debate parlamentario relativo a las condiciones a imponer a la East India Company para una renovación de su monopolio.

 

 

Yo siento que, por el bien de la propia India, la admisión de nativos en los altos puestos de la administración de efectuarse lentamente. Pero que, cuando el tiempo llegue, cuando el interés de la India requiera el cambio, nosotros no deberíamos rehusarnos a producir tal cambio a menos que quisiéramos poner en peligro nuestro propio poder, esta es una doctrina en la cual yo no puedo pensar sin indignación . Los gobiernos, como los hombres deben pagar la existencia demasiado cara. “Propter vitam vivendi perdere causas” [Perder la razón de vivir con el objetivo de mantenerse vivo], es una política despreciable tanto para los individuos como para los estados. En el caso presente, tal política sería no solo despreciable sino absurda. La extensión del Imperio no es necesariamente una ventaja. Para muchos gobiernos ha sido problemática, para algunos ha sido fatal. Se alegará por los estadistas de nuestra época que la prosperidad de una comunidad está edificada sobre la prosperidad de aquellos que la componen, y que es la más infantil ambición el codiciar un dominio que no proporciona a nadie confort y seguridad. Para la gran nación comercial, para la gran nación manufacturera, no puede ser indiferente ningún progreso que cualquier porción de la raza humana haga en el conocimiento, en el gusto por las comodidades de la vida o en la riqueza por la que esas comodidades son producidas. Es difícil calcular los beneficios que nos puede derivar la difusión de la civilización europea entre la vasta población de Oriente. Puede ser, en la más egoísta visión del caso, mucho mejor para nosotros que el pueblo de la India estuviera bien gobernado e independiente de nosotros, en lugar de estar gobernado por y sujeto a nosotros: que ellos estuvieran gobernados por sus propios reyes, pero usando nuestro amplio manto y trabajando con nuestras herramientas, a que hagan reverencias a los recaudadores y magistrados , pero sean demasiado ignorantes para valorar, o demasiado pobres para comprar las manufacturas inglesas. Comerciar con hombres civilizados es infinitamente más redituable que gobernar salvajes. Verdaderamente, sería una tonta sabiduría, en orden a que India permanezca dependiente, hacerla una dependencia inútil y costosa, que mantuviera a cientos de millones de hombres lejos de nuestras costumbres en orden a que continuaran siendo nuestros esclavos.

¿Habremos de mantener al pueblo indio en la ignorancia en orden a que podamos mantenerlo sometido? ¿ O pensamos que podemos darle el conocimiento sin despertar su ambición? ¿ O nos proponemos despertar su ambición sin proveerlos de un desahogo legítimo? ¿Quién contestará afirmativamente alguna de estas preguntas? Sin embargo una de ellas debe ser contestada afirmativamente por toda persona que sostenga que debemos excluir permanentemente a los nativos de los altos puestos administrativos. Yo no tengo temores. El sendero del deber se extiende ante nosotros: y también es el sendero de la sabiduría, la prosperidad y el honor nacional.

T. Macaulay, Prose and Poetry. Harvard, 1957.

Traducción: Luis César Bou

 

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