Introducción a la Historia
Universal.(Al Maqaddimah).
CAPÍTULO VI
DE LAS CIENCIAS QUE TIENEN POR
OBJETO LAS TRADICIONES
Las
ciencias que tienen por objeto las Tradiciones son muy numerosas y de distintas
especies. Una de estas ciencias examina las Tradiciones que anulan a las otras
y las que han sido anuladas. Es preciso saber que nuestra ley admite la
validez de esas abrogaciones y enseña que ello ha tenido lugar por una gracia
especial de Dios para con sus siervos, y con el fin de aligerarles las
obligaciones que les había impuesto y contribuir a su bienestar. Dios ha dicho
(a su Profeta): “No abrogamos ninguna aleya ni la borramos de tu memoria, sin
remplazarla por otra mejor o semejante.” (Corán, sura 11, vers. 106.)
[El
conocimiento del “abrogante y el abrogado” concuerda igualmente con el texto
del Corán y el de las Tradiciones; mas, en lo que concierne al Corán, este
conocimiento se encuentra incluido en las ciencias de la exégesis,(1) mientras
el que atañe al texto de las Tradiciones tiene un sitio particular entre las
ciencias relativas a las Tradiciones.] (2)
Cuando
dos declaraciones (sea del Corán, sea de las Tradiciones) se contradicen,
siendo la una negativa y la otra afirmativa, y que no permiten conciliarse por
vía de la interpretación, se hace necesario conocer la que ha sido enunciada
con- antelación para estar seguro de que la que cuya enunciación ha ocurrido
posteriormente anula a la otra. De todas las ciencias que tienen por objeto las
Tradiciones, ésta es la más importante y más difícil. ‘Los sabios —dice
Az-Zuhrí-—(3) se han agobiado y agotado tratando de distinguir el
‘abrogante’ del ‘abrogado’, en las Tradiciones provenientes del Enviado de
Dios.” El imam Ash-Shafií era profundamente versado en esta rama de
conocimientos.
Se
incluye en el número de las ciencias que tienen las Tradiciones por finalidad,
el examen de los “isnades” y el conocimiento de las Tradiciones que, apoyándose
en los “isnades” y llenando todos los requisitos exigidos, ofrecen las reglas a
que los creyentes deben ajustar sus acciones. El contenido de las Tradiciones
que recuerdan los actos o las palabras del Profeta es obligatorio cuando los
motivos de creer en su autenticidad predominen sobre las dudas. Entonces debe
aplicarse con un celo sincero a proporcionar la vía por la que se llega a esa
creencia. Se precisa por tanto indagar acerca del carácter de cada narrador de
Tradiciones, desde el punto de vista de la probidad y de la buena memoria;
datos que pueden obtenerse de los informes suministrados por los grandes
doctores de la religión y nos darían la seguridad sobre la honestidad de dichos
tradicionistas, la rectitud de su carácter y su incapacidad de equivocarse en
lo que relatan. Ello nos conduce a distinguir las Tradiciones que debemos
aceptar de las que hemos de rechazar. Debe saberse, además, el grado de
autoridad que se otorgaba a cada tradicionista, tanto de los Compañeros como de
sus discípulos, conocer los indicios por medio de los cuales se habla
establecido entre ellos esas diferencias, asimismo las circunstancias y los
rasgos que les distinguían individualmente. Añádase que los “isnades” varían
también de carácter: unos son continuos (motasilin) y otros interrumpidos
(monqatiín). Estos últimos provienen de narradores que no han encontrado a los
tradicionistas sobre la autoridad de los cuales enseñaban las Tradiciones. Los
primeros se reconocen por la ausencia de todo defecto que podría debilitar su
autenticidad. La diferencia que existe entre estas dos clases conduce a un
doble resultado, esto es, que hay que aceptar las Tradiciones del grado
superior y rechazar las del grado inferior. En cuanto a las de la clase
mediana, las opiniones varían, según lo que se acepte de los juicios emitidos a
este respecto por el uno o el otro de los principales doctores. Los hombres
versados en la ciencia de las Tradiciones hacen uso de términos técnicos que
han convenido emplear y que sirven para designar las Tradiciones según sus
diversos grados de autenticidad. Tales son los términos: “sano” (sahih),
“pasable” (hasan), “débil” (dhaíf), “laxo” (morsal), “interrumpido” (monqatií),
“refractario” (modhil), “excepcional” (shadz), “extraño” (garib), etc. Estos
son los diversos títulos que han clasificado las Tradiciones, con indicación
del acuerdo o del desacuerdo de los doctores respecto a su autenticidad. Los
investigadores deben asimismo examinar la vía por la que cada tradicionista ha
recibido de su antecesor la información que refiere, es decir, si es
leyéndosela, o escribiéndola bajo su dictado, u obteniéndola de él, ya escrita,
o consiguiendo licencia para enseñarla. Es necesario, además, conocer el grado
de autoridad que se concedía a cada (Tradición), las diversas opiniones de los
doctores en cuanto a la acogida que debe darse a esos relatos, sea para
aceptarlos, sea para rechazarlos. Luego deben abordarse los tratados que sirven
a explicar las voces que se advierten en el texto de las Tradiciones y que se
designan (según su carácter) por los términos: “extraños” (garib), “dudosas”
(moshkil), “alteradas” (mosahhaf), “homónimas” (moftariq) y “sinónimas”
(mutalif). He ahí lo que debe constituir el estudio principal de los que se
ocupan de las Tradiciones. Los tradicionistas de los tiempos pasados, es decir,
los Compañeros y sus discípulos, eran personajes notables; bien conocidos en
sus respectivas localidades. Unos residían en el Hidjaz, otros en Básora y
Kufa, del Iraq, otros vivían en Siria y en Egipto, y todos gozaban de una gran
notoriedad en sus correspondientes épocas. En aquellos tiempos el sistema
seguido por los tradicionistas del Hidjaz, en lo que concierne a los “isnades”,
era superior al de sus colegas de otras localidades y daba mayor certidumbre a
la autenticidad de sus Tradiciones. Ello se debía al extremo cuidado que ponían
en observar todas las condiciones requeridas en esta materia, sobre todo en no
relatar nada sino basados en la autoridad de hombres de bien, dotados de buena
memoria, y rechazar las Tradiciones provenientes de narradores de quienes se ignoraba
la historia y el carácter.
La
escuela del Hidjaz, establecida después de la época de los primeros musulmanes,
tuvo por jefe al imam Malik,(4) el gran sabio de Medina. Luego
surgieron sus alumnos, el imam Abu Abdallah Mohammad Ibn Edris AshSafii,(5)
los doctores Ibn Wahb,(6) Ibn Bokair,(7) Alqanabi,(8) y
Mohammad Ibnel-Hasan.(9) Después apareció el imam Ahmad Ibn Hanbal,(10) así
como otros doctores muy distinguidos.
En
los primeros tiempos del Islam, el conocimiento de la ley era puramente tradicional.
[No habla recurso (para formar esas nociones) ni a la especulación, ni al
juicio íntimo, ni a razonamientos fundados en la analogía.] Los muslimes de
aquélla época se aplicaban al estudio de la ley y trabajaban con todo celo
para reconocer las verdaderas doctrinas de ‘la misma, hasta alcanzar el éxito.
El imam Malik redactó su “Mowatta” [conforme al sistema de los legistas del
Hidjaz] y consignó en él los principios fundamentales de la jurisprudencia que
se encuentran en las Tradiciones cuya autenticidad es universalmente admitida.
Adoptó en su libro el mismo orden de capítulos y los mismos títulos que se
emplean en los tratados de derecho.
Los
doctores en Tradiciones se ocuparon en seguida de la ciencia que tiene por
objeto las diversas “vías” (o trámites) por las que ciertas Tradiciones
(idénticas) les hablan llegado [Esas vías eran las de las escuelas del Hidjaz,
del Iraq, etc.], porque sucedía a veces que la misma Tradición les era
transmitida por varias vías [y por diferentes series de narradores]. Algunas
Tradiciones les llegaban, unas por una sola vía, y otras por varias [lo que les
autorizaba a repetir éstas en sus obras, bajo los diversos títulos empleados en
los tratados de derecho, guiándose] conforme a las indicaciones que ellas contienen.
Mohammad
Ibn Ismaíl-el-Bujarí, adalid de los tradicionistas de su tiempo [acrecentó
mucho el dominio de la transmisión de Tradiciones] y publicó las de la Sunna
por orden de materias, en su “Mosnad” (o cuerpo de Tradiciones auténticas)
titulado “As-Sahih”. En ésta obra reunió también los diferentes sistemas
adoptados por los tradicionistas del Hidjaz, del Iraq y de Siria, teniendo
cuidado de omitir las series que acerca de su exactitud no se habla estado de
acuerdo. Reprodujo a menudo las mismas Tradiciones varias veces,
distribuyéndolas bajo diversos títulos de capítulos cuyo contenido guardaba
relación con ellas. De tal suerte, las Tradiciones se encontraban tan
repetidas en dicha? obra, al grado que encerraba —según dicen— nueve mil
doscientas Tradiciones, de las cuales tres mil eran repetidas con vías y
“isnades” distintos en diversos capítulos.
Luego
apareció el imam Moslem Ibn-el-Haddjadj Alqoshairí y compuso un “Sahih”
siguiendo el plan adoptado por Al Bujari y que consistía en no dar más que las
Tradiciones cuya autenticidad era universalmente reconocida. Suprimió, sin
embargo, las reiteradas y unió a cada Tradición las diferentes vías y “isnades”
que le correspondían. (Igual que Al Bujari), distribuyó su obra en capítulos
cuyos títulos y el contenido correspondían a los que se hallan en los tratados
de derecho. Pero, a pesar de toda su aplicación, no pudo reunir en su libro
todas las Tradiciones “sanas”; por eso se han redactado tratados para remediar
las faltas tanto de éste ‘libro como del de Al Bujari [señalando los casos en
que ambos autores han procedido ligeramente respecto a las condiciones
requeridas para la autenticidad de las Tradiciones].
Tiempo
después, se vieron aparecer varias obras tratando de la Sunna y aún más
extensas que la de Al Bujan. Tuvieron por autores a Abu Dawud
As-Sidjistaní,(11) Abu Isa At-Tormodzí,(12) y Abu Abderrahmán
An-Nisa,(13) quienes se propusieron reunir todas las Tradiciones
que ofrecían las condiciones necesarias para definir las reglas de conducta.
Las escogieron de entre las que debían el primer rango a la excelencia de su
“isnad” y que se designan con el término “sanas”, como es sabido, y de entre
las clases inferiores, es decir, las “pasables” y demás. Tenían la intención de
suministrar así las indicaciones a las personas que procuraban reglar sus
acciones conformándose a las maneras y la práctica del Profeta. He ahí los
“mosnades” (o colecciones auténticas) que tienen la máxima autoridad en el
islamismo y que han dado nacimiento a todas las demás colecciones de
Tradiciones concernientes a la Sunna (hazañas, actos y sentencias de Mahoma).
En
efecto, éstas, a pesar de su crecido número (consisten en materias que)
ordinariamente se basan en el contenido de las colecciones que acabamos de
señalar. El conocimiento de las condiciones que hemos mencionado y de todos
esos términos técnicos forma la ciencia de las Tradiciones. A veces se ha
tratado aparte el “abrogante” y el “abrogado”, haciendo así de ambos una rama
de conocimiento independiente. Asimismo se ha hecho de la categoría de las
Tradiciones designadas con el término “ganib” (extraño) se ha compuesto sobre
el particular obras famosas. Otro tanto ha ocurrido con las categorías
denominadas “homónimas” (mojtalif) y “sinónimas” (mutalif). Se han escrito
numerosos tratados sobre las ciencias que se ocupan de las Tradiciones. Entre
los grandes doctores y maestros en esta materia, se destaca sobre todo Abu
Abdalah-el-Hakim,(14) cuyas obras respectivas gozan de considerable
reputación. Este fue quien redujo a sistema el conjunto de esos conocimientos
dispersos y mostró a los hombres la gran utilidad de la ciencia de las
Tradiciones. Se distingue, entre las obras producidas por los doctores de
tiempos próximos a nosotros, la de Abu Amr Ibn-es-Salah,(15) autor
que floreció a principios del siglo VII. Luego vino Mohyi-ed-Din An-Nawauí (16)
y siguió la misma trayectoria. La ciencia en cuestión es verdaderamente noble
por su objetivo, porque enseña los medios que deben emplearse para conservar
las Tradiciones provenientes del autor de nuestra ley.
[Las
cinco obras (básicas) de que acabamos de hablar, fueron seguidas de varias
otras, tales como: el “Mosnad” de Abu Dawoud At-Taialisí,(17) de Al
Bazzar,(18) de Abd Ibn Hamid,(19) de Ad-Danimí,(20) de
Abu Yahya Al Mausilí (21) y del imam Ahmad (Ibn Hanbal). “En estas
compilaciones, los autores se ocupan únicamente de las Tradiciones
provenientes de los Compañeros del Profeta y sostenidas por reconocidas
autoridades; peno no se sirven de ellas como pruebas para establecer los
artículos de la ley.” Tales son las palabras de Ibn-es-Salah, mas sabemos por
vía de la tradición que el imam Ahmad (Ibn Hanbal) ha dicho lo contrario a su
hijo Abdallah, hablando de su “Mosnad”, obra que encierra treinta y un mil Tradiciones,
y varios de sus discípulos han hecho la misma declaración. He aquí lo que ellos
cuentan: “Ha dicho leyéndonos su ‘Mosnad’: He seleccionado las materias de
este libro de un conjunto de setecientas cincuenta mil Tradiciones, y vosotros
no encontraréis ninguna de estas Tradiciones relativas al Profeta sobre la
autenticidad de la cual los (antiguos) musulmanes hayan estado en desacuerdo;
este punto no podrá servir de argumento.” Esto nos hace ver que todas las
Tradiciones contenidas en los “Mosnades” pueden muy bien emplearse como bases
de argumentos, pese a lo aducido por Ibn-es-Salah. Hemos tomado este dato de
“Manaqib-el-Imani Ahmad” (méritos del imam Ahmad), obra escrita por
Ibn-eI-Djauzí.] (22)
Hoy
día se ha renunciado a la práctica de exhumar y publicar Tradiciones, así como
a corregir los (errores y olvidos de) antiguos (compiladores). La costumbre de
leer las obras de aquellos grandes maestros nos ha demostrado que eran bastante
numerosos, bastante próximos los unos a los otros en cuanto a las épocas en que
vivían y bastante concienzudos para descuidar nada de las Tradiciones de la
Sunna y para dejar nada que coleccionar a los doctores venidos después de
ellos. Suponer lo contrario, no es nada razonable. El trabajo en que se ocupa
al presente consiste en corregir el texto escrito de las grandes compilaciones
fundamentales y determinar las varias lecciones, haciendo narrar esos textos
por personas que los saben de memoria y probando que esta narración tradicional
remonta hasta el tiempo de los primeros relatadores. Se procura establecer la
filiación (de dichos textos escritos) por los “isnades”, en cuanto a su
solidez, desde su punto de partida hasta su último término. Este trabajo
crítico sólo se efectúa confrontándolo con el texto de las cinco colecciones
fundamentales y pocas veces con algunas otras obras.
“As-Sahih”
de Al Bujarí tiene el primer rango entre esas colecciones, pero es difícil de
entender, y los que tratan de descubrir las tendencias de su redacción se halla
ante una serie de galimatías, pues para comprenderlo bien, es preciso conocer
las diversas “vías” de cada Tradición, los nombres de los individuos por
quienes fueron transmitidas sucesivamente; saber si procedían del Hidjaz, o de
Siria, o del Iraq; conocer las circunstancias de su conducto y las diferencias
de opinión que han tenido lugar respecto a su carácter. Es necesario también
haber estudiado la ciencia del derecho, a fin de percatarse del sentido real de
cada título de capítulo, pues el autor inscribía primero el título, luego
insertaba allí una Tradición con un “isnad” o conducto dado; en seguida
asentaba otro título bajo el cual colocaba esa misma Tradición, por la razón de
que su contenido tenía cierta relación con ese título. Procedió de ese modo de
capítulo en capítulo, y llegó a reproducir varias veces una misma Tradición en
distintos capítulos, guiándose según las diferentes indicaciones que ella
podía suministrar.
[Se
observa,(23) al examinar esos títulos, que una cierta relación debe existir
entre ellos y las Tradiciones que les acompañan; peno, en muchos casos, esa
relación es difícil de aprehendense, y eso ha dado lugar a largas disquisiciones.
Por eso, para citar un ejemplo de esas dificultades, indicaremos el capítulo
intitulado “Kitab-el-fitan” (capítulo sobre las calamidades), donde se
encuentra un sub-capítulo llevando el título de “El Abisinio de las pequeñas
piernas” (Dzul-Suaiqatain) destruyó la Caaba, y ofreciendo en seguida este
pasaje: “El Altísimo ha dicho: ‘Cuando establecimos la Casa (la Caaba) para
congreso y asilo de la humanidad.” (Corán, sura II, vers. 125.) El autor no
añade allí nada más, de suerte que no se capta la relación que pueda existir
entre el título y el contenido del capítulo. Algunos doctores han tratado de
subsanar la dificultad diciendo que Al Bujan había escrito antes los títulos de
capítulos en su borrador y distribuido después las Tradiciones en los
capítulos a medida que las recordaba. “Pero murió —agregan— antes de haber
completado todos los capítulos, y la obra fue luego leída y enseñada en ese
estado.” He oído explicar la dificultad de otra manera por los antiguos
alumnos de Ibn Bakkar, cadí de Granada, quien encontró el martirio en el campo
de batalla, el año 741 (1340 de j. c.) combatiendo a los cristianos en
Tarifa,(23) y que poseía un conocimiento perfecto de “As-Sahih” de
Al Bujarí. Según él, el autor había adoptado ese titulo de capitulo a fin de
hacer entender el sentido del versículo del Corán, indicando que la inmunidad
de la Casa santa (la Cáaba) no era “predestinada”. (para siempre), sino
“prescrita” (por una ley revocable), y mostrar que la dificultad provenía de lo
que había explicado la voz “establecimos” por “predestinamos”. Ahora suponiendo
que esa voz tuviera el sentido de “prescribimos”, no estaremos precisados a
admitir que la Casa santa será destruida por “el hombre de las piernas
pequeñas”. He escuchado esta explicación de boca de nuestro profesor Abul
Barakat~el~Belfikl,(25) quien la tenía directamente del cadí del cual fue uno
de los principales discípulos.
El
que emprende la explicación del libro (de Al Bujarí) sin haber allanado todas
las dificultades de esa índole, no cumplirá los deberes de un comentador y
puede ser colocado en la misma categoría de Ibn Battal,(26) Ibn-el-Mohallab, Ibn-et-Tin,(27)
y sus semejantes. He oído decir a varios de mis maestros que la tarea de
explicar la obra de Al Bujarí es una obligación que la religión impone a la
comunidad musulmana. Con estas palabras daban a entender que ningún ulema de la
comunidad había cumplido ese deber de una manera satisfactoria.
Pasemos
a As-Sahih de Moslem. Los ulemas del Occidente lo han estudiado con una
aplicación extrema y acordaron darle la preferencia sobre el de Al Bujarí. “Se
le ha acordado esta preferencia —dice Ibn-es-Salah— pon la razón de que su
autor ha descartado todas las Tradiciones “no sanas” que Al Bujarí había
admitido en el suyo, a pesar de las condiciones de crítica que él se había
impuesto, así como la mayor parte de las indicaciones inexactas con que encabeza
sus capítulos.” El imam Al Manizí, jurisconsulto de la escuela de Malik,
escribió, sobre el “Sahih” de Moslem, un comentario que tituló
“Almolimbi-fawaid Moslem” (el indicador de los datos útiles de Moslem), y que
encierra fuentes abundantes de conocimientos relativos a las Tradiciones, así
como sólidas informaciones sobre cuestiones de derecho. El cadí Aiyad, que
vivió más tarde, completó este libro y le puso el título de “Ikmal-el-Molim”
(el complemento del indicador), y Mohyí-edDin An-Nawauí, que vino después de
ambos, integró lo que faltaba a los dos trabajos añadiéndoles un amplio
comentario.
Las
(tres) otras colecciones de Tradiciones son las que los legistas consultan con
frecuencia y a cuyos textos los libros de derecho suministran lo más de los
esclarecimientos, pero, como esos datos no se aplicaban a las cuestiones que se
relacionan con la ciencia de las Tradiciones propiamente dicha, se han escrito
tratados para reparar esa omisión, y se incluyó allí todo lo que era necesario
en materia de nociones referentes a esta ciencia. Comprenden asimismo los temas
de las Tradiciones y los “isnades” que engloban a las que cuyas indicaciones
sirven de normas de conducta y constituyen la Sunna.
En
la actualidad, las Tradiciones se hallan catalogadas en varias clases, de las
cuales una encierra las “sanas”, y las demás las “pasables”, las “débiles”,
las “defectuosas”, etc. Los doctores en Tradiciones y los críticos más veraces
fueron los que establecieron esta clasificación y la dieron a conocer, y (puesto
que ellos han agotado la materia), ya no queda modo para proceder a la
verificación de las Tradiciones cuya autenticidad ya ha sido determinada.
Los
grandes maestros en esta disciplina sabían tan bien las Tradiciones, así como
las “vías” y los “isnades” a que están adjuntas, que, si oían relatan una a la
que se hubiera adjudicado otra “vía” u otro “isnad” que los suyos,
inmediatamente se percataban del cambio. Tal aconteció con el imam Al Bujarí
cuando vino a Bagdad: los tradicionistas que fueron a verle intentaron ponerlo
a prueba pidiéndole su opinión acerca de ciertas Tradiciones cuyos “isnades”
habían alterado, y él les respondió: “Yo no conozco ésas, pero un fulano me ha
comunicado Tradiciones así concebidas”, y repitió todas aquéllas en su forma
verdadera, reuniendo cada texto con el “isnad” que le correspondía. Aquellos
doctores convinieron entonces en que Al Bujan era uno de los grandes maestros
en esta ciencia.
Entre
los principales imames que trabajaron con ahínco para resolver las cuestiones
legales y forman juicios sobre los puntos de derecho, existía una marcada
diferencia en lo que respecta al número de Tradiciones que han suministrado:
unos poseían de ellas una gran provisión, y otras no tenían más que un poco. Se
dice que el número de las Tradiciones enseñadas por Abu Hanifa llegaba a unas
diecisiete (o a cincuenta según otro informe). El número de Tradiciones “sanas”
poseidas por Malik, y que consigna en el “Mowatta”, monta a más o menos
trescientas. Ahmad Ibn Hanbal inserta en su “Mosnad” cincuenta mil suyas, pues
cada uno de ellos ha dado tanto como había podido recoger por un trabajo
diligente y concienzudo.
Algunos
hombres descarriados e instigados por la pasión de la inquina han llegado en
sus sofismas a decir que varios de estos doctores no habían aprendido más que
un corto número de Tradiciones y que fue por esta razón que narraron tan poco.
De ningún modo debemos permitir semejante suposición acerca de personajes tan
ilustres, puesto que la ley deriva del Corán y de la Sunna, y quien no sepa más
que un pequeño número de Tradiciones está obligado a aumentar su acervo de las
mismas y enseñarlas con todo celo y toda la aplicación dable. (Debe
aprenderlas) para formarse plena conciencia de las verdaderas bases de la ley
religiosa y hacer remontar las máximas de la jurisprudencia musulmana hasta
aquel que ha promulgado el islamismo y nos lo ha comunicado de parte de Dios.
Si han referido pocas Tradiciones, era para reducir los ataques que podrían
dirigirse contra esos datos y los defectos que podrían encontrarse en sus
“vías”, y sobre todo porque la generalidad de los hombres está más bien llevada
a censurar que a aprobar. Por otra parte, cada uno de esos imames se vio
obligado, por el principio del esfuerzo de elaboración personal (de bases
escriturarias) en el texto del Islam o de bases espirituales, a dejar de lado
las Tradiciones, “vías” e “isnades” en que se presentaban imperfecciones y~
como poseían muchas Tradiciones cuyas “vías” eran a veces “débiles”, se
limitaron a relatar un corto número. Los doctores del Hidjaz han difundido la
materia más que sus colegas de Iraq, porque Medina (la ciudad en que habitaban)
se había convertido en sede de la emigración (desde que Mahoma abandonó la
Meca), y en refugio de sus Compañeros. Los que de éstos (a continuación)
pasaron al Iraq estaban demasiado ocupados en combatir a los infieles para
enseñar las Tradiciones. Las que Abu Hanifa ha relatado son poco numerosas,
porque antes de haber reconocido su exactitud y comprobado la probidad de las
personas que las habían referido, exigía rigurosamente que todas las
condiciones de autenticidad fueran cumplidas. Se mostró muy exigente, y, como
toda Tradición parece “débil” si uno la somete a una crítica demasiado severa,
no relató más que muy poco. Ahora, aunque las Tradiciones provenientes de él
sean poco numerosas, está muy lejos toda sospecha de que este imam haya
renunciado, intencionalmente, a la narración relativa. Lo que mejor prueba que
era uno de los más grandes doctores en Tradiciones y de los más esforzados, es
la gran autoridad de que goza su escuela de derecho entre los muslimes, y la
confianza que éstos depositan en el autor y sus opiniones, sea aprobando, sea
rechazando.
Los
demás tradicionistas, es decir, la mayoría (de las personas que se ocupaban de
esta rama de la ciencia) se mostraban’ mucho menos exigentes acerca de esas
condiciones y relataban numerosas Tradiciones alentados todos ellos por el
mismo principio del esfuerzo personal y la buena fe. Después de la muerte de Abu
Hanifa, sus discípulos moderaron el rigor de dichas condiciones y divulgaron
cantidades de Tradiciones. Eso hizo que At-Tahtaui (28) escribiera su “Mosnad”,
obra voluminosa y de respetable valor, sin embargo dista de igualar en méritos
a los dos “Sahihes” (el de Al Bujarí y el de Moslem). Pues Al Bujarí y Moslem
observaron, en la composición de sus colecciones, las condiciones
universalmente aceptadas por los grandes doctores, tal como éstos mismos lo
declaran, en tanto las de At-Tahtaui no eran generalmente reconocidas. Así, por
ejemplo, éste apoyaba sus Tradiciones en la autoridad de individuos cuyo
carácter y antecedentes se ignoraban. Eso bastó para afianzar la preferencia a
los dos “Sahihes”, e incluso a las otras colecciones de la Sunna, generalmente
reconocidas; debido a que las condiciones que At-Tahtaui exigía para la
autenticidad de sus Tradiciones eran mucho menos rigurosas que las que los
compiladores. de esas obras habían considerado necesario observar. Por eso se
creyó pertinente, respecto a los dos “Sahihes”, que deben aceptarse,
decididamente, puesto que la generalidad confiesa que su contenido es
auténtico que llena todas las condiciones universalmente admitidas. Ahora
bien, no debe abrigarse ninguna duda, en todo ese proceso, acerca de la
conducta de todos aquellos personajes; al contrario, son dignos de tener
siempre de ellos el mejor concepto y procurar las buenas razones para
justificarlos.
[Se
cuenta,(29) en el número de las ciencias que se conexionan a las Tradiciones,
la aplicación de las reglas de crítica de que hemos hablado al referirnos a
las principales compilaciones, a fin de explicar el por qué se han colocado
varias Tradiciones bajo ciertos títulos y en algunos capítulos, en lugar de
ponerlas en otra parte. Eso es lo que hicieron el “hafidh” Abu Ornar Jbn Abdel
Berr, Abu Mohammad Ibn Hazm, el cadí Aiyad, Mohyied-Din An-Nawauí,
Ibn~el~Attar,(30) que vino después de estos dos últimos, y varios otros
doctores tanto del Occidente como del Oriente. Aunque sus tratados comprenden
otras materias, como las cuestiones que se refieren al significado de los
textos narrados por ellos, a los términos que allí se emplean y a su
construcción gramatical, debe convenirse en que sus observaciones sobre los
“isnades” ofrecen una multitud de buenos datos acerca de las Tradiciones, y en
que sus obras contienen más materias y son más abundantes que los otros
tratados. De todas las ciencias que se relacionan con las Tradiciones,
solamente las que hemos citado se cultivan todavía entre los doctores
residentes en las grandes ciudades.] ¡Y Dios, enaltecido sea, mejor sabe las
verdades de las cosas!
[Nota sobre algunos términos
técnicos empleados en la ciencia de las Tradiciones]
Una
Tradición (hadith) es un relato que contiene una sentencia o una declaración
(qaul) enunciada por el autor de la ley musulmana, o bien la indicación de un
acto (ful) por el cual había atraído la atención de sus discípulos, los
Compañeros. Algunas Tradiciones comprobantes también del silencio guardado por
el Legislador (taqrir) respecto a ciertos casos que se habían presentado; ese
silencio equivalía a una aprobación formal. Los Compañeros transmitieron esos
datos a sus discípulos (los atbáa); éstos los comunicaron a una nueva
generación, que a su vez los transmitió a otra, y así sucesivamente, mientras
duró la enseñanza oral. El que había aprendido una Tradición se sujetaba a
enseñarla sin cambiar ni añadir nada, y debía además indicar los nombres de las
personas por cuya serie dicha Tradición le había llegado. Asimismo, toda
Tradición debe empezar por esta fórmula: “Yo oí decir a fulano, según zutano,
según mengano ... hasta el fin de la serie, que el Profeta de Dios había
dicho.” Eso se llama “isnad”, o “apoyo”, sirviendo a sostener el “matn”, o
“texto” de la Tradición., puesto que no se podría advertir en él la
autenticidad sino el examen de su “isnad”. Para que un “isnad” sea considerado
como bueno, es necesario que las personas cuyos nombres se encuentren
mencionados en él sean distinguidas por su probidad (“adala”), su piedad
(“taqua”) y su buena memoria (“dhabt”). Es preciso también que la serie de
narradores se remonte ininterrumpidamente hasta Mahoma, y que no ofrezca
ningún anacronismo. La autenticidad de algunos miles de Tradiciones está suficientemente
comprobada, según los doctores musulmanes, pero, al parecer de los mismos
críticos, todas las demás Tradiciones, en número de varios centenares de miles,
ofrecen defectos que perjudican a su autenticidad, o simplemente no llenan del
todo las condiciones requeridas para hacerlas aceptables. Los doctores que se
ocuparon en distinguir las buenas Tradiciones de las malas tuvieron menester
de términos técnicos para fijar el valor preciso de cada Tradición, designar
los diversos caracteres de los “isnades” y señalar los numerosos géneros de
imperfección que esas series de nombres propios podrían ofrecer. En la
imposibilidad de inventar nuevos vocablos, tomaron del lenguaje usual un gran
número de términos de los cuales modificaron el significado.
“Abrogado”
(mansuj). Un texto anulado por otro texto enunciado posteriormente.
“Abrogante”
(nasij). Un texto cuyo contenido está en contradicción con el de otro texto ya
enunciado; sirve para anularlo.
“Aceptable”
(maqbul). Una Tradición que llena todas las condiciones requeridas.
“Admitido”
(maaruf). Una Tradición débil que tiene para confirmarla otra Tradición débil.
“Admisible”.
Véase aceptable.
“Alterado”
(mosahhaf). Un “isnad” en el cual uno o varios nombres propios están mal
ortografiados.—Un texto en el que una palabra o un nombre está mal
ortografiado.
“Bien
apoyado” (mosnad). Una Tradición cuyo “isnad” remonta hasta el Profeta.—Una
colección de Tradiciones con sus respectivos “isnades”.
“Bien
memorizado” (mahfudli). Una de dos Tradiciones desaprobadas que supera en valor
a la otra.
“Colectivo”
(idjmali) . Tradición referente a varias cosas.
“Conocido.”
Véase: Admitido.
“Consecutivo”
(motabii). Una Tradición que corresponde a otra, sea por el sentido, sea por
las expresiones; mas no recibe esta designación a menos que las dos Tradiciones
provinieran de un mismo Compañero.
“Continuo”
(mottasil). Una Tradición cuyo “isnad” no ofrezca laguna.
“Cortado”
(maqtú). Un “isnad” cuya continuidad no pueda establecerse por ningún medio.
“Defectuoso”
(moál-lal). Se dice de un “isnad” o un texto que encierra un defecto oculto,
proveniente de un error del narrador.
“Disimulado”
(modal-las). Un “isnad” en el cual el narrador no hace mención de la persona
de quien había tomado la Tradición, y declara haberla tenido directamente de
otro individuo, del que, en realidad, había enseñado la Tradición a aquélla
persona.—Otra especie de “isnad” disimulado es aquel en que el último narrador
suprime el nombre de uno de sus garantes, o reemplaza ese nombre por el
sobrenombre de aquel individuo. Esta superchería se practicaba cuando la
persona de quien se suprimía o disimulaba el nombre era sospechosa de embustera
o de (tener) mala memoria.
“Desordenado”
(modtarib). Una Tradición en la que se halla una palabra inadecuada, o bien una
Tradición en que una o varias palabras han sido añadidas o suprimidas.—Un
“isnad” aunado a un texto que no le corresponde.—Un texto abrogado.
“Desaprobado”
(monkar). Una Tradición proveniente de un relato de débil autoridad, y en
contradicción con otra Tradición suministrada por un narrador cuya autoridad es
aún más débil. Es la opuesta a la Tradición “admitida”.
“Discontinuo”
(motauatir). Una Tradición cuyos narradores son tan numerosos que es imposible
suponer que se hubieran concertado para divulgar una mentira.
“Detenido”
(mauquf). Un “isnad” que se remonta hasta uno de los Compañeros, sin llegar
hasta el Profeta.
“Dudoso”
(moshkal). Una Tradición cuya autenticidad no está bien establecida.
“Elevado”
(marfú). Un relato, hecho por un Compañero, de una expresión o de un acto emanado
del Profeta, y de lo cual dicho Compañero ha sido oyente o testigo.
“Encadenado”
(mosalsal). Una Tradición que se remonta de un narrador a otro, sin
interrupción, hasta el Profeta.
“Excepcional”
(shadz). Una Tradición proveniente de un narrador de buena autoridad y en
contradicción con otra Tradición suministrada por otro narrador digno de
confianza.
“Extraordinario”
(garib). Una Tradición auténtica que no proviene sino de un solo individuo de
entre los Compañeros.
“Débil”
(dhaiif). Una Tradición que no llene todas las condiciones requeridas.
“Hombres
de Tradiciones” (ridjal-el-Hadith). Todos los narradores cuyos nombres se
hallan citados en los “isnades”.
“Homónimo”
(mutalif). Se dice de un “isnad” en el que el nombre de uno de los narradores
se escribe como el de otro narrador, pero se pronuncia distintamente.
“Intercalar”
(modradj). Una Tradición en la que se encuentra una observación o glosa
insertada por uno de los primeros narradores, sea Compañero, sea “tabii”, y
eso con el fin de esclarecer una expresión o de fijar el sentido de una
palabra.
“Interrumpido”
(monqatii). Un “isnad” del cual uno o varios nombres han desaparecido.
“Notorio”
(mash-hur). Una Tradición auténtica proveniente simultáneamente de más de dos
individuos de entre los Compañeros.
“Pasable”
(hasan). Una Tradición que presenta un ligero defecto al que puede remediarse
con la ayuda de otros datos.
“Precioso”
(áziz) . Una Tradición auténtica que proviene simultáneamente de dos individuos
de los Compañeros.
“Relatador”
(rawi). El que ha relatado una Tradición.
“Raro.”
Véase: Extraordinario.
“Recusable.”
Véase: Desaprobado.
“Refractario”
(modhal). Un “isnad” del que uno o varios nombres han desaparecido.—Un “isnad”
que ofrece una laguna de dos nombres propios que debían seguirse directamente.
“Rechazable”
(mardud). Una Tradición proveniente de un narrador cuya autoridad es débil, y
que contradice a otra Tradición suministrada por narradores dignos de
confianza.
“Relajado”
(morsal). Un texto sin “isnad”.—Un texto cuyo “isnad” está incompleto al final,
habiendo perdido uno o varios nombres propios que debían encontrarse en él.—Un
“isnad” en el cual el nombre del “tabii” (o segundo narrador) ha sido omitido.
“Rebosante”
(mostafidh). Una Tradición notoria. Véase este término. “Sano” (sahih). Una
Tradición sin defecto y que llene todas las condiciones de autenticidad se
llama “sana”, a menos que se encuentre en contradicción con otra Tradición
proveniente de un narrador digno de confianza.
“Singular.”
Véase: Excepcional.
“Sunna”
(manera de proceder). Con este término, se designan todas las prácticas
habituales de Mahoma, sus hazañas, actos y dichos. Se emplea asimismo para
indicar el conjunto de las Tradiciones que se refieren a él.
“Supuesto”
(maudhú). Una Tradición falsa.
“Suspendido”
(moal-laq). Un “isnad” cuyo comienzo es defectuoso,’ puesto que el nombre del
primer narrador, es decir, del Gómpañero, allí falta.
“Sinónimo”
(mojtalif). Este vocablo sirve para designar dos Tradiciones que parecen
contradecirse, pero que pueden conciliarse.
“Testigo”
(shahid). Una Tradición emanante de uno de los Compañeros y correspondiente.
por el sentido o por las expresiones, a otra Tradición emanante de otro
Compañero.
“Transmitido”
(manqul). Una narración que se ha recibido por vía de la tradición.
“Unánimemente
aceptado” (mottafaq alaih). Una Tradición aceptada igualmente por Al Bujarí y
por Moslem.
“Único”
(fard). Una Tradición extraordinaria. Véase este término.
“Vago”
(mobham). Una Tradición proveniente de un narrador del cual no se conoce más que
el nombre.
“Volteado”
(maqlub). Una Tradición generalmente reconocida como proveniente de cierto
narrador, pero atribuida (en el “isnad”) a otro.
“Vía”
(tariq). Serie de narradores por cuyo conducto un texto ha sido transmitido.
“Cadena
de fuentes” (moánán). Se designa con este vocablo un “isnad” que empieza por la
preposición “án”, que significa “de”, o “sobre la autoridad de”, o “según”.
Ejemplo: “De la fuente de (án) fulano, según (án) mengano, sobre la autoridad
de (án) zutano.” Esta fórmula no parece muy acertada puesto que todo buen
“isnad” debe empezar por las palabras: “Yo oí decir a fulano... “ Una
Tradición “moánán” es buena si el “isnad” no ofrece ninguna señal de impostura,
y si hay probabilidad de que el último narrador haya encontrado a aquél según
el cual ha proporcionado el dato.