TEODOR
HERZL
La presión ejercida
sobre nosotros no nos hace mejores. No somos diferentes de los demás hombres.
Es cierto que no amamos a nuestros enemigos. Pero sólo quien es capaz de
dominarse a sí mismo tiene el derecho de reprochárnoslo. La presión provoca en
nosotros, naturalmente, sentimientos de hostilidad contra nuestros opresores,
y nuestra hostilidad aumenta, su vez, la presión. Es imposible salir de este
circulo vicioso.
“¡Y sin embargo es
posible!” “Eso se puede conseguir infundiendo a los hombres sentimientos de
bondad.”
¿He de demostrar el
sentimentalismo pueril que se revela con tales palabras? El que para remediar
la situación contara con la bondad de todos los hombres, escribiría,
ciertamente, una utopía.
Ya he hablado de nuestra
“asimilación”. No digo que la desee. La personalidad de nuestro pueblo se
destaca demasiado gloriosa en la historia y se halla, a pesar de todas las
humillaciones, a demasiada altura como para hacer deseable su destrucción. Pero
podríamos, quizás, ser totalmente absorbidos por los pueblos en cuyo seno
vivimos, si se nos dejara en paz durante sólo dos generaciones. ¡No se nos
dejará en paz! Después de breves períodos de tolerancia surge siempre de nuevo
la hostilidad. Nuestro bienestar parece irritar al mundo que, desde hace
siglos, está acostumbrado a considerarnos como los más despreciables entre los
pobres. Y los hombres son demasiado ignorantes y demasiado mezquinos para ver
que la prosperidad nos debilita como judíos y borra nuestros rasgos peculiares.
Sólo la opresión hace que volvamos a adherirnos al viejo tronco, sólo el odio
en torno nuestro nos convierte en extranjeros
una vez más.
Por eso somos y seguimos
siendo, querámoslo o no, un grupo histórico de evidente coherencia.
Somos un pueblo: los
enemigos hacen que lo seamos aun contra nuestra voluntad, como ha sucedido
siempre en la historia. Acosados, nos erguimos juntos, y de pronto descubrimos
nuestra fuerza. Sí, tenemos la fuerza para crear un Estado, y un Estado modelo. Tenemos todos los medios humanos
y materiales necesarios para ello.
Sería
éste el lugar para hablar del “material humano” aunque es el término, un tanto
grosero, que se usa. Pero antes tienen que ser conocidas las líneas generales
del plan al que todo se ha de referir.