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Vo Nguyen Giap

 

Guerra del Pueblo, Ejército del Pueblo.

 

El 22 de diciembre de 1959 el Ejército Po­pular de Vietnam festeja el decimoquinto ani­versario de su fundación. Quisiera en esta ocasión hablaros someramente de la lucha y la construcción de las fuerzas armadas revolu­cionarias en el Vietnam. Quisiera al mismo tiempo subrayar los puntos fundamentales que caracterizan la política militar del Partido de vanguardia de la clase obrera y del pueblo vietnamita, el Partido Comunista Indochino, hoy Partido de los Trabajadores del Vietnam.

 

Como enseña el marxismo-leninismo, “la historia de toda la sociedad hasta nuestros días no ha sido más que la, historia de la lu­cha de clases”. Esa lucha puede revestir la forma política o la forma armada, no siendo la lucha armada más que la continuación de la lucha política. En una sociedad que permanece dividida en clases, nosotros distinguimos dos tipos de política: la política de las clases y las naciones que explotan y oprimen a las otras y la de las clases y las naciones explotadas y oprimidas. Por ello hay dos tipos de guerra, dos tipos de estado, de ejércitos diametralmen­te opuestos, unos revolucionarios, populares y justos, otros contrarrevolucionarios, antipopu­lares e injustos.

 

La revolución rusa de octubre señaló una nueva era en la historia de la humanidad. Un estado de tipo nuevo hizo su aparición, el de la dictadura del proletariado, el de los obre­ros y los campesinos, de los trabajadores y los pueblos soviéticos al fin liberados. Nació un ejército de tipo nuevo, el Ejército Rojo, ver­dadero ejército del pueblo bajo la dirección del Partido Comunista de la Unión Soviética. Sur­gido en la insurrección de octubre y templado en los combates que la siguieron, iba a con­vertirse en poco tiempo en el más poderoso ejército del mundo, siempre presto a defender la patria soviética, el primer estado de obre­ros y campesinos.

 

En Asia, después de la primera gran gue­rra, la revolución nacional democrática del pueblo chino, bajo la favorable influencia de la revolución rusa, adquirió un impulso extra­ordinario. Para liberarse, el pueblo chino se alzó valientemente en lucha armada, durante varias decenas de años. En esa guerra revolu­cionaria, todo heroísmo y sacrificios, nació y creció el Ejército de Liberación chino, ejérci­to también de tipo nuevo, auténticamente po­pular, dirigido por el Partido Comunista Chino.

 

Con sus quince años, el Ejército Popular de Vietnam es un joven ejército revolucionario. Se ha desarrollado en el curso de la Guerra de Liberación Nacional del pueblo vietnamita de la que surgió, y asume actualmente la glo­riosa tarea de defender la edificación del so­cialismo en el norte, contribuyendo a forjar una poderosa base para la reunificación pací­fica del país. También constituye un ejército de tipo nuevo, un ejército auténticamente po­pular, dirigido por el Partido de la clase obre­ra de Vietnam.

 

Tanto en la URSS como en china y en Viet­nam, las guerras y los ejércitos revoluciona­ríos se parecen por sus características funda­mentales comunes: su naturaleza popular y revolucionaria y la justa causa que defienden.

 

La guerra y el ejército revolucionarios viet­namitas tienen, sin embargo, características especiales. En efecto, desde el comienzo, en la Unión Soviética, la guerra revolucionaria se situó en el marco de una revolución socialis­ta; se desarrolló, por otra parte, en un país independiente dotado de una economía industrial moderna ya bastante importante que, ba­jo el régimen socialista, no cesa de desarro­llarse. En cuanto a la de China, permaneció durante un largo período en el marco de la re­volución nacional democrática de un país se­micolonial, un país inmensamente grande y po­blado por más de seiscientos millones de ha­bitantes.

 

La guerra revolucionaria en Vietnam, aún persiguiendo como en China los objetivos de la revolución nacional democrática, se diferen­ció por el hecho de que tuvo lugar en un país colonial, en un país mucho más pequeño que China tanto en superficie como en población.

 

Por ello, la historia de la lucha armada y de la creación de las fuerzas armadas en Viet­nam, es la de una pequeña nación sometida a la dominación colonial, que no disponía ni de un vasto territorio ni de numerosa población, que tuvo que alzarse, pese a carecer al princi­pio de un ejército regular, contra las fuerzas de agresión de una potencia imperialista, para triunfar finalmente, liberando la mitad del país y permitiéndole emprender el camino del socialismo. En cuanto a la política militar del Partido vanguardia de la clase obrera vietnamita, fue una aplicación del marxismo-leninis­mo a las condiciones concretas de la guerra de liberación en un país colonial.

 

Vietnam, entre los países del sudeste asiáti­co, es uno de los que tienen más vieja historia. Con sus 330.000 kilómetros cuadrados y sus 25.000.000 de habitantes, por su situación geo­gráfica a orillas del Pacífico se ha convertido hoy en uno de los puestos avanzados del mun­do socialista.

 

En el curso de su historia varias veces mile­naria, en muchas ocasiones la nación vietnami­ta ha resistido victoriosamente las invasiones de los feudales chinos. Puede enorgullecerse de sus tradiciones de lucha y de su carácter indomable para salvaguardar la independen­cia del país.

 

Después de haber invadido a Vietnam en la segunda mitad del siglo XIX, el imperialismo francés lo convirtió en una colonia. Desde en­tonces fue constante la lucha contra los colo­nialistas franceses, los levantamientos se su­cedieron pese a las represiones y participando en ellos cada vez capas más amplias de todas las clases sociales.

 

En 1930 se fundó el Partido Comunista In­dochino. Bajo su dirección; firme y clarividen­te, el movimiento de liberación nacional del pueblo vietnamita adquiere un nuevo impulso. Después de diez años de una lucha política he­roica, en el umbral de la Segunda Guerra Mundial, preconiza la preparación de la lucha armada, el inicio de la guerra de guerrillas y la creación de una zona libre. El movimiento antijaponés por la salvación nacional, con su impulso irresistible, conduce a las gloriosas jornadas de la Revolución de Agosto de 1945. A favor de los grandes acontecimientos que caracterizan la situación internacional de entonces —victoria del Ejército Rojo Soviético y de las fuerzas aliadas sobre el fascismo ni­pón—, el pueblo vietnamita, participando co­mo un solo hombre en la insurrección victo­riosa, instaura el poder popular. Ha nacido la República Democrática de Vietnam, primera democracia popular en el sudeste asiático.

 

La situación política del Vietnam era enton­ces particularmente difícil y compleja. Las tropas de Chiang Kai-shek habían penetrado en el norte y las de la Gran Bretaña en el sur del país para desarmar a los japoneses que conservaban todavía su armamento inmediata­mente después de la capitulación. En esas con­diciones los imperialistas franceses, después de la creación de la república democrática, desen­cadenaron una guerra de reconquista contra el Vietnam con la esperanza de reestabler su dominación.

 

El pueblo vietnamita se irguió como un so­lo hombre para defender la patria en respuesta al llamamiento del Partido y del gobierno en­cabezado por el Presidente Ho Chi Minh. Co­menzó una guerra santa por la liberación del país. Sin embargo, no se había perdido toda esperanza de arreglo pacífico: en marzo de 1946 se concluyó un acuerdo preliminar, para el cese de las hostilidades, entre el gobierno de la República Democrática de Vietnam y el de Francia. Pero los colonialistas franceses no tenían en ese acuerdo más que un objetivo di­latorio. Por eso apenas firmado, lo violaron desvergonzadamente ocupando sucesivamente diversas regiones. En diciembre de 1946 la guerra se generalizó en todo el país. Iba a ha­cer estragos durante nueve años, los nueve años posteriores al fin de la Segunda Guerra Mundial, para terminar con la brillante victo­ria del pueblo vietnamita.

 

Nuestra guerra de liberación fue una guerra del pueblo, una guerra justa. Esta característi­ca esencial iba a determinar su significación y decidir el desenlace final.

 

Al indicio de la invasión imperialista el ge­neral Leclerc, primer comandante del Cuerpo Expedicionario Francés, estimaba que la ope­ración para la reocupación de Vietnam sería un paseo militar. Los generales franceses consideraron débil y temporal la resistencia con que tropezaron al principio en el Sur y persis­tieron en pensar que les bastarían a lo sumo diez semanas para ocupar y pacificar todo el sur de Vietnam. ¿Por qué los colonialistas franceses se permitieron tal afirmación? Por­que consideraban que para hacer frente a su agresión era necesario un ejército; y el de Vietnam acababa de crearse, era todavía nu­méricamente débil, mal organizado, encuadra­do por oficiales y suboficiales sin experiencia, dotado de un equipo viejo e insuficiente, de una reserva de municiones muy limitada, y sin tanques, aviones ni artillería. Con seme­jante ejército ¿cómo emprender una resisten­cia seria, cómo rechazar los ataques de la po­derosa segunda división blindada? Todo lo que podía hacer era agotar su reserva de municio­nes antes de deponer las armas. Efectivamen­te, el ejército vietnamita era entonces débil desde todos los puntos de vista y carecía de todo. Los colonialistas franceses tenían razón en ese aspecto. Pero les era imposible conside­rar un hecho fundamental y determinante: el ejército vietnamita, aunque materialmente muy débil, era un ejército del pueblo; la guerra en Vietnam no enfrentaba sólo a dos ejércitos; al provocar las hostilidades, los colonialistas agresores se habían enemistado a toda una na­ción, y efectivamente toda la nación vietnami­ta, todo el pueblo vietnamita se habían alzado contra ellos. Por no poder comprender esta profunda realidad, los generales franceses creían en una victoria fácil cuando iban al en­cuentro de una derrota cierta. Pretendían em­prender una reconquista cómoda pero el pue­blo vietnamita iba a dar cuenta de ellos.

 

Los estrategas burgueses se asombran toda­vía del desenlace de la guerra en Indochina. ¿Por qué razón la nación vietnamita ha po­dido vencer a una potencia imperialista corno Francia, respaldada por los intervencionistas norteamericanos? Han tratado de explicar es­ta extraordinaria realidad por la justeza de la estrategia y de la táctica, por los métodos de combate adoptados y por el heroísmo del Ejér­cito Popular de Vietnam. Evidentemente, esos factores han contribuido al feliz desenlace de la resistencia. Pero si se plantea la cuestión de por qué el pueblo vietnamita ha podido ven­cer, la mejor respuesta y la más completa de­be ser la siguiente: el pueblo vietnamita ha vencido porque su guerra de liberación era una guerra del pueblo.

 

Cuando la resistencia se generalizó en todo el país, el Partido Comunista Indochino desta­có en sus directivas que esa resistencia debía ser obra de todo el pueblo. Esto condensa todo el secreto de la victoria.

 

Nuestra resistencia era una guerra del pue­blo, puesto que sus objetivos políticos eran romper el yugo imperialista para reconquistar la independencia nacional, derribar a la clase de los propietarios feudales para dar la tierra a los campesinos, o para decirlo de otra ma­nera, resolver radicalmente las dos contradic­ciones fundamentales de la sociedad vietna­mita —contradicción entre la nación y el im­perialismo de una parte, contradicción entre el pueblo, esencialmente los campesinos, y la clase de los propietarios feudales de otra—, y abrir el camino del socialismo a la revolución vietnamita.

 

Manteniendo firmemente la estrategia y la táctica de la revolución nacional democrática, el Partido indicó al pueblo los objetivos a al­canzar: independencia y democracia. No bas­taba, sin embargo, tener objetivos enteramen­te de acuerdo con las aspiraciones fundamen­tales del pueblo. Era preciso además hacer los mayores esfuerzos para hacer claridad en las masas populares, educarlas y alentarlas, or­ganizarlas en el combate por la salvación na­cional. El Partido se consagró enteramente a ese trabajo, en la concentración dle todas las fuerzas nacionales, en la ampliación y consoli­dación de un Frente Nacional Unido, el Fren­te Viet-Minh y luego el Frente Lien-Viet, que fue un magnífico ejemplo de la más amplia unidad de las capas populares en la lucha anti­imperialista, en un país colonial. Ese frente reunía, en efecto, las fuerzas patrióticas de to­das las clases y de todas las capas sociales, has­ta los terratenientes progresistas, todas las na­cionalidades del país, mayoritarias o minori­tarias, los creyentes patriotas, de todas las re­ligiones. “La unidad, la gran unidad, por la victoria, por la gran victoria”, consigna lanza­da por el Presidente Ho Chi Minh, se hizo una realidad, una gran realidad, durante la larga y dura resistencia.

Hicimos una guerra del pueblo, en un país colonizado durante muchos años. Por ello, el factor nacional fue de una importancia pri­mordial; hacía falta unir a todas las fuerzas necesarias para derrocar a los imperialistas y sus lacayos. Esta guerra se desarrollaba, por otra parte, en un país agrícola atrasado donde los campesinos, que representaban a. la, gran mayoría del país, constituían las fuerzas esen­ciales tanto de la revolución como de la resis­tencia. Por eso las relaciones entre el proble­ma nacional y el campesino debían ser clara­mente definidas, y la solución por etapas del problema agrario, a fin de movilizar a las grandes masas campesinas, considerada como uno de los factores esenciales y decisivos de la’ victoria. Siempre preocupado por los intereses del campesinado, el Partido comenzó por pre­conizar la reducción de las tarifas de arriendo y las de préstamos, después, cuando la estabi­lización de la situación lo permitió, llevó a ca­bo con mucha firmeza la movilización de las masas para la reforma agraria a fin de dar la tierra a los campesinos y con ello sostener y reforzar la resistencia.

 

En el curso de los años de guerra se mani­festaron diversas tendencias erróneas; ocuparse únicamente de la organización y aumento de las fuerzas armadas, descuidando la movili­zación y la organización de las amplias capas populares; a movilizar al pueblo para la gue­rra sin ocuparse seriamente de sus diarios in­tereses inmediatos; satisfacer los intereses in­mediatos de la población en general sin con­ceder atención suficiente a los de los campesi­nos. El Partido luchó resueltamente contra to­das esas tendencias. Para llevar la resistencia a la victoria era preciso velar por el fortaleci­miento del ejército mientras se movilizaba y educaba al pueblo, y se ampliaba y consolida­ba el Frente Nacional Unido; era preciso mo­vilizar a las masas para la resistencia tratan­do de satisfacer sus intereses inmediatos y mejorar sus condiciones de vida, esencialmente las de los campesinos. Era imprescindible un Frente Nacional Unido muy amplio sobre la base de la alianza de los obreros y los campe­sinos bajo la dirección del Partido.

 

Los imperativos de la guerra popular de Vietnam exigían la adopción de una estrate­gia y una táctica apropiadas sobre la base de las características del enemigo y de nuestras propias características, de las condiciones con­cretas del campo de batalla y de la correlación de las fuerzas en presencia. Dicho de otro mo­do, estrategia y táctica de guerra popular, en un país colonial, económicamente atrasado.

En primer lugar, esta estrategia debía ser la estrategia de una guerra prolongada. No se trata de que todas las guerras revolucionarias, todas las guerras populares, deban obligato­riamente pasar por el mismo proceso. Si des­de el comienzo las condiciones son favorables al pueblo y la correlación de fuerzas se inclina al lado de la revolución, la guerra revoluciona­ria puede terminar victoriosamente en breve plazo. Pero la guerra de liberación del pueblo vietnamita comenzaba en condiciones muy di­ferentes: teníamos que vérnoslas con un enemi­go mucho más fuerte. Evidentemente, esa co­rrelación de fuerzas nos impedía librar bata­llas decisivas desde el inicio de las hostilida­des y con mayor razón paralizar la agresión desde las primeras operaciones de desembar­co en nuestro suelo. En una palabra, nos era Imposible vencer rápidamente.

 

Sólo por una larga y dura resistencia podía­mos desgastar poco a poco las fuerzas del ad­versario mientras reforzábamos las nuestras; hacer inclinar gradualmente la balanza de la fuerza en nuestro favor y lograr finalmente la victoria. No teníamos otro camino.

 

Esta estrategia y la consigna de resistencia prolongada, fueron decididas por el Partido Comunista Indochino desde los primeros días de la guerra de liberación. En este espíritu el Ejército Popular de Vietnam, después de ha­ber librado feroces combates de calle en las grandes ciudades, por propia iniciativa se re­pliega estratégicamente hacia el campo para mantener allí sus bases y preservar sus fuer­zas vitales.

 

La guerra revolucionaria prolongada debía constar de diferentes etapas; la etapa de la de­fensiva, la de equilibrio de fuerzas y finalmen­te la de la contraofensiva. La realidad viva era evidentemente más compleja. Se necesita­ron varios años de una guerra de guerrillas cada vez más intensa y generalizada para lo­grar el equilibrio de las fuerzas y desarrollar nuestro potencial de guerra. Cuando las condi­ciones interiores y exteriores lo permitieron, pasamos a la contraofensiva, primero con una serie de operaciones locales y luego con otras de más envergadura que debían conducir a la victoria decisiva de Dien Bien Phu.

 

La aplicación de esta estrategia de resisten­cia prolongada exigía un trabajo de educación, una lucha ideológica entre el pueblo y los miembros del Partido, un gigantesco esfuerzo de organización desde el doble punto de vista militar y económico, sacrificios y un heroísmo extraordinario en el ejército y en el pueblo, en el frente y en la retaguardia. A veces se mani­festaron tendencias erróneas queriendo unas veces quemar las etapas para terminar la gue­rra rápidamente y otras, comprometer impor­tantes fuerzas en aventuras militares. El Par­tido las corrigió con una lucha obstinada y perseveró en el camino que se había fijado. En las horas difíciles aparecieron algunas vacilaciones que el Partido afrontó con energía y mantuvo firme su determinación en la lucha y la fe en la victoria final.

 

La guerra popular prolongada en Vietnam exigía igualmente métodos de combate apro­piados; ajustados a la naturaleza revoluciona­ria de la guerra, como a la correlación de fuer­zas en aquel momento que acusaba una clara superioridad del enemigo, a las bases materia­les y técnicas todavía muy débiles del Ejérci­to Popular. Este método de lucha era la gue­rrilla. Puede decirse que la guerra de libera­ción del pueblo vietnamita fue una larga y am­plia guerra de guerrillas que fue de lo simple a lo complejo para terminar en la guerra de movimiento en los últimos años de la resistencia.

 

La guerrilla es la guerra de las masas popu­lares de un país económicamente atrasado le­vantándose contra un ejército de agresión po­derosamente equipado y bien entrenado. Si el enemigo es fuerte, se le evita; si es débil, se le ataca; a su armamento moderno se opone un heroísmo sin límites para vencerlo hostigándo­le o aniquilándole de acuerdo con las circuns­tancias, y combinando las operaciones milita­res con la acción política y económica; no hay línea de demarcación fija: el frente está donde esté el enemigo.

 

Concentrar las tropas para alcanzar una su­perioridad aplastante sobre el enemigo donde esté bastante al descubierto a fin de destruir sus fuerzas vitales; iniciativa, agilidad, rapi­dez, sorpresa, velocidad en el ataque y en el repliegue. Mientras la relación estratégica de las fuerzas sea desfavorable, reagrupar audaz­mente las tropas para obtener una superiori­dad absoluta en el combate en un punto dado,durante un tiempo dado. Con pequeñas victorias, desgastar poco a poco las fuerzas del ene­migo y al mismo tiempo mantener y acrecen­tar las nuestras. En estas condiciones concre­tas, se ,ha comprobado que es absolutamente necesario no perder de vista que el objetivo principal de los combates, es la destrucción de ,las fuerzas vitales del adversario y .que en con­secuencia hay que evitar las pérdidas y tratar de conservar a todo trance el terreno. Y con el único objetivo de recuperar después los te­rritorios ocupados y liberar totalmente el país.

 

En la guerra de liberación de Vietnam las guerrillas se generalizaron en todas las regio­nes ocupadas temporalmente por el enemigo. Cada, habitante fue un soldado; cada aldea una fortaleza, cada célula del Partido y cada comité administrativo de comuna, un estado ma­yor.

 

El pueblo entero participaba en la lucha armada, combatiendo, de acuerdo con los prin­cipios guerrilleros, en pequeños grupos, pero siempre siguiendo una igual y única línea, si­guiendo las mismas directivas, las del Comité Central del Partido y del gobierno.

 

A diferencia de otros numerosos países que hicieron guerras revolucionarias, Vietnam, en los primeros años de su lucha, no presentó ni podía presentar batalla abierta; tuvo que limi­tarse a. las guerrillas. A costa de mil dificulta­des y de innumerables sacrificios, estas guerri­llas fueron desarrollándose progresivamente para terminar adoptando la forma de guerra de movimiento que adquiría cada día mayor envergadura y que, mientras conservaba cier­tas características de la lucha guerrillera, reali­zaba campañas en regla con un número cada vez mayor de ataques a posiciones fortifica­das. Partiendo de pequeñas acciones con efec­tivos de una sección o una compañía para ani­quilar a algunos hombres o un grupo enemigo, nuestro ejército pasó después a combates más importantes con un batallón o un regimiento para destrozar una o varias compañías enemi­gas; finalmente emprendió campañas cada vez mayores utilizando varios regimientos y des­pués varias divisiones, hasta llegar a Dien Bien Phu, donde el Cuerpo Expedicionario Francés perdió 16.000 hombres de sus unidades más se­lectas. Este proceso de desarrollo permitió a nuestro ejército marchar firmemente hacia la victoria.

 

Guerra popular, guerra prolongada, lucha guerrillera que adquiere poco a poco ‘propor­ciones de una guerra de movimiento, tales son las enseñanzas más preciosas de la guerra de liberación de Vietnam. Siguiendo esta línea, el Partido ha dirigido la resistencia hacia la victo­ria. Después de tres mil días de combate, de difi­cultades y sacrificios, nuestro pueblo venció a los imperialistas franceses y a los intervencio­nistas norteamericanos. Hoy, en la mitad del país ya liberado, más de catorce millones de nuestros compatriotas, con su trabajo creador, curan las terribles heridas de la guerra, re­construyen el país y edifican el socialismo. Mientras, prosigue la lucha para terminar la revolución nacional democrática en todo el país y reunificar la patria sobre la base de la inde­pendencia y la democracia.

 

Después de este análisis a grandes rasgos de la guerra de liberación del pueblo vietnamita contra los imperialistas franceses y norteame­ricanos, hablaré del Ejército Popular de Viet­nam.

 

La fuerza armada del pueblo vietnamita nació y creció en el fuego de la guerra de libera­ción nacional. Su primer embrión apareció con los destacamentos de defensa creados por los Soviets de Nghe An, que se mantuvieron en el poder algunos meses en el período de auge re­volucionario de los años 1930-1931. Pero la creación de fuerzas armadas revolucionarias no fue realmente considerada sino al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, cuando la pre­paración de la insurrección armada pasó al primer plano de nuestras preocupaciones. Nuestras formaciones militares y paramilitares hi­cieron su aparición durante el alzamiento de Bac Son y en las bases revolucionarias de la región de Cao Bang.

 

Como consecuencia de la organización de la sección del Ejército de Salvación Nacional, el 22 diciembre de 1944 fue creada una unidad del tipo de sección: la sección de propaganda del Ejército de Liberación de Vietnam. Nues­tra base militar, organizada en la ilegalidad, estaba entonces limitada a algunos distritos de las provincias de Cao Bang, Bac Can y Lang Son, en las selvas del norte. En cuanto a las fuerzas armadas revolucionarias, sólo com­prendían unidades populares de autodefensa y algunos grupos y secciones enteramente des­embarazados de los trabajos de producción. Sus efectivos aumentaron rápidamente, y ya había algunos millares de guerrilleros a co­mienzos de 1945, cuando los fascistas japone­ses atacaron a los colonialistas franceses. En el momento de la instauración del poder popu­lar en las regiones rurales de seis provincias del Viet Bac erigidas en zona libre, las organi­zaciones armadas existentes se fusionaron pa­ra formar el Ejército de Liberación de Viet­nam.

 

Durante la insurrección de agosto, al lado del pueblo y de los destacamentos de autode­fensa, el Ejército de Liberación contribuyó a la conquista del poder. Sus efectivos aumenta­ron rápidamente al incorporar las fuerzas pa­ramilitares reagrupadas en el curso de las glo­riosas jornadas de agosto. Con un material irregular capturado a los japoneses  y a sus milicianos Bao-an —sólo en fusiles, dieciséis tipos diferentes, entre ellos viejos modelos franceses y hasta mosquetones de las fuerzas zaristas recuperados por los japoneses—, este joven ejército mal equipado tuvo que hacer frente inmediatamente a la agresión del Cuer­po Expedicionario Francés dotado de un ar­mamento moderno. Como compensación, un material tan atrasado exigía, en cambio, del ejército y del pueblo vietnamita una abnega­ción total y un heroísmo sobrehumano.

 

El enemigo atacaba las regiones en que se estacionaban nuestras tropas; éstas se disemi­naban en amplias zonas desprovistas de toda formación regular; el pueblo se enfrentaba al avance enemigo con armas rudimentarias: lan­zas, cuchillos,, arcos, ballestas, trabucos. Desde los primeros días se vieron aparecer tres ti­pos de formaciones armadas: las organizacio­nes paramilitares o guerrilleras, las tropas re­gionales y las unidades regulares. Esas forma­ciones fueron, en el plano organizativo, la ex­presión de la política de movilización general del pueblo en armas y cooperaron estrecha­mente para aniquilar al enemigo.

 

Campesinos, obreros e intelectuales afluye­ron a las fuerzas armadas de la revolución. Se improvisaron oficiales con cuadros dirigentes del Partido y del aparato del estado. Pero había que resolver la gran dificultad del armamento. En todo Vietnam no había una sola fá­brica de material de guerra; desde hacía casi un siglo la posesión y el uso de armas habían estado siempre rigurosamente prohibidos por la administración colonial. La importación era imposible, ya que los países vecinos eran hos­tiles a la República Democrática de Vietnam. La única fuente de aprovisionamiento tenía que ser el frente: quitar las armas al enemigo para utilizarlas contra él. Al luchar contra Vietnam, el Cuerno Expedicionario Francés, bien a su pesar, proveía al Ejército Popular vietnamita de armamentos franceses y hasta norteamericanos. Pese a sus prodigiosos es­fuerzos. las fabricas de armas que habíamos instalado con maquinaria improvisada no podían satisfacer ni mucho menos todas nuestras necesidades. Una gran parte de nuestro mate­rial militar procedía del botín de guerra.

 

Como he subrayado, el ejército vietnamita no pudo al principio lanzar al combate más que pequeñas unidades, como secciones o compañías. Las fuerzas regulares, en un momento dado, habían tenido que fraccionarse parcial­mente en compañías autónomas para facilitar la extensión de las guerrillas, mientras se man­tenían paralelamente batallones móviles para acciones más importantes. Después de cada combate victorioso, las fuerzas armadas popu­lares lograban un nuevo adelanto. Templándo­se en los combates, estimuladas por las victo­rias, las formaciones guerrilleras creaban las condiciones para el crecimiento de las tropas regionales. Y éstas a su vez favorecían el des­arrollo de las fuerzas regulares. Durante nue­ve años, siguiendo este camino heroico y eri­zado de dificultades, nuestro Ejército Popular creció por su voluntad de vencer a toda costa. Se convirtió en un ejército de centenares de miles de hombres, articulado sucesivamente en regimientos y en divisiones logrando una uni­formidad progresiva en la organización y el equipo. Esta fuerza, cada vez más conciente políticamente y cada vez mejor entrenada mi­litarmente, logró combatir y vencer a los qui­nientos mil hombres del Cuerpo Expediciona­rio Francés equipados y aprovisionados por los Estados Unidos.

 

El Ejército vietnamita efectivamente es un ejército nacional. Al combatir al imperialismo y a los traidores a su servicio combatió por la independencia nacional y la unidad del país. Forman parte de él los mejores hijos de Viet­nam, los patriotas más sinceros procedentes de todas las capas revolucionarias, d’e todas las nacionalidades tanto mayoritarias como mino­ritarias. Es digno de simbolizar el despertar irresistible -de la conciencia nacional, la unión de todo el pueblo vietnamita en la lucha contra la agresión imperialista, para salvar el país.

 

Nuestro ejército es un ejército democrático. Porque combate por los intereses democráticos del pueblo, por la defensa del poder democrá­tico popular. Totalmente impregnado de los principios democráticos en su política interna, se somete a una disciplina rigurosa, pero libre­mente aceptada.

 

Nuestro ejército es un ejército del pueblo, cuyos intereses fundamentales defiende, en primer lugar los de los trabajadores, los obre­ros y los campesinos. Desde el punto de vista de su composición social, está integrado por una gran mayoría de combatientes selectos de origen campesino y obrero y de intelectuales fieles a la causa de la revolución.

 

Es el verdadero ejército del pueblo, de los trabajadores, el ejército de los obreros y los campesinos, dirigido por el Partido de la. clase obrera. Durante toda la Guerra de Liberación Nacional, sus objetivos de lucha eran los mis­mos del Partido y del pueblo: la independencia de la nación y la tierra para los que la traba­jan. Después de lograrse la paz, como instru­mento de la dictadura del proletariado tiene la misión de defender la revolución socialista y la edificación del socialismo en el norte, apo­yar la lucha política p-ara la reunificación pa­cífica del país y contribuir a la consolidación de la paz en Indochina y en el sudeste asiático.

 

En el primero de los puntos de su juramento de Honor, el combatiente del Ejército Popular de Vietnam jura:

 

“Sacrificarse sin reservas por la patria, luchar por la causa de la independencia nacio­nal, de la democracia y del socialismo, bajo la dirección del Partido de los Trabajadores de -Vietnam y del gobierno de la República Democrática, por construir un Vietnam pacífico, uni­ficado, independiente, democrático y próspero y contribuir al fortalecimiento de la paz en el sudeste asiático y en el mundo”.

 

Eso es lo que hace del Ejército Popular de Vietnam un verdadero hijo del pueblo. El pue­blo, a cambio, no le escatima su afecto y su apoyo. Esta es la fuente inagotable de su poder.

 

El Ejército Popular del Vietnam ha sido creado por el Partido, que no ha cesado des­pués de formarle y educarle. Ha estado siem­pre y seguirá estándolo bajo la dirección del Partido, que es el único capaz de crear un ejér­cito revolucionario, un verdadero ejército del pueblo. Desde su creación y en el curso de su desarrollo, esta dirección del Partido ha esta­do concretada en el plano de la organización. El ejército ha tenido siempre sus comisarios políticos. En las unidades los jefes militares y políticos asumen sus responsabilidades bajo la dirección del Comité del Partido del escalón correspondiente.

 

El Ejército Popular es el instrumento del Partido y del estado revolucionario para la realización, bajo la forma armada, de las tareas de la revolución. La profunda concien­cia de los objetivos del Partido, la fidelidad sin límites a la causa de la nación y de la clase obrera y el espíritu de - sacrificio sin reservas son -para el ejército cuestiones fun­damentales, cuestiones de principio. Por ello el trabajo político en sus fílas reviste una importancia primordial. El trabajo político es el alma del ejército. Al inculcar a éste la ideología marxista-leninista, tiende a elevar su conciencia política y su nivel ideológico, a reforzar la posición de clase de sus cuadros y sus soldados. Durante la guerra de libera­ción le permitió compenetrarse con la políti­ca de resistencia prolongada y con la necesidad imperiosa, para el pueblo y el ejército, de contar con sus propias fuerzas para superar las dificultades. Le inculcó la profunda significación de la movilización de las masas para realizar sucesivamente la reducción de las rentas y la reforma agraria, lo que tuvo un efecto decisivo sobre la moral de las tro­pas. Después de la nueva etapa abierta por el restablecimiento de la paz, el trabajo político está centrado en la línea de la revolución so­cialista en el norte y de la lucha por la reuni­ficación del país.

 

Pero eso no es todo. El trabajo político abarca también la correcta aplicación en el ejército de los programas del Partido y el gobierno, el establecimiento de buenas rela­ciones con la población y entre los soldados y los cuadros. Ahora su objetivo es mantener y reforzar la combatividad, unir el patriotis­mo auténtico al internacionalismo proletario, desarrollar el heroísmo revolucionario y la gran tradición de nuestro ejército que se re­sume en su lema: “Resuelto a combatir, deci­dido a vencer”. El trabajo político es el tra­bajo de propaganda y educación de las masas, es a-demás el trabajo de organización del Par­tido en el ejército. Hemos puesto siempre atención especial en el fortalecimiento de las organizaciones del Partido en las unidades. Del 35 al 40 % de los oficiales y de los solda­dos se han adherido a ellas; entre las cuadros el porcentaje sobrepasa el 90 %.

 

El Ejército Popular de Vietnam ha velado por establecer y mantener buenas relaciones con el pueblo. Se fundan en la identidad de sus objetivos de lucha: el pueblo y el ejército, en efecto, están de corazón en lucha contra el enemigo, por salvar a la patria y asegurar el pleno éxito de la obra de liberación de la nación y de la clase obrera. El pueblo es al ejército como el agua al pez, decimos noso­tros. Y ese dicho está pleno de sentido. Nues­tro ejército ha combatido en el frente, ha tra­bajado también para educar al pueblo y le ha ayudado en cuanto ha podido. El combatien­te vietnamita ha observado cuidadosamente el punto nueve de su Juramento de Honor: “En los contactos con el pueblo, ajustarse a las tres recomendaciones:

—Respetar al pueblo

—Ayudar al pueblo

—Defender al pueblo

a fin de ganar su confianza y su afecto y realizar una perfecta alianza entre el pueblo y el ejército”.

Nuestro ejército ha organizado constante­mente jornadas de ayuda a los campesinos en los trabajos de producción, en la lucha con­tra las inundaciones y la sequía. Ha observa­do siempre una actitud correcta en sus rela­ciones con el pueblo. Jamás ha atentado con­tra sus bienes aunque fuesen solamente una aguja o un trozo de hilo. Durante la resis­tencia, principalmente en la retaguardia del enemigo, hizo todo lo posible por defender la vida y los bienes de las gentes sencillas; en las regiones nuevamente liberadas siguió es­trictamente las consignas del Partido y del gobierno, lo que le ganó el respaldo sin reser­vas de las más amplias masas, aun en las re­giones de poblaciones minoritarias y las al­deas católicas. Desde que se logró la paz, mi­llares de sus cuadros y soldados han partici­pado en los grandes movimientos para la rea­lización de la reforma agraria, para la colec­tivización agrícola y la transformación socialista del artesanado, la industria y el comer­cio privados. Ha tomado parte activa en la rehabilitación económica, en las jornadas de trabajo socialistas. Ha participado en la cons­trucción de vías de comunicación, ha cons­truido sus propios cuarteles y roturado tie­rras para crear granjas del estado.

 

El Ejército Popular de Vietnam se ha pre­ocupado siempre por establecer y mantener buenas relaciones tanto entre cuadros y soldados como entre los propios cuadros. Salidos de las capas laboriosas, ‘oficiales y soldados sir­ven igualmente los intereses del pueblo y se entregan sin reservas a la causa de la nación y de la clase obrera. Evidentemente, cada uno de ellos tiene sus funciones, y ‘por consiguien­te sus propias responsabilidades. Pero entre ellos se han establecido relaciones de camara­dería basadas en la igualdad política y la fraternidad de clase. El cuadro ama a sus sol­dados; debe orientarlos en su trabajo y en sus estudios, y además estudiar sus problemas y tomar en consideración sus deseos e inicia­tivas. En cuanto al soldado, debe respetar a sus superiores y ejecutar correctamente to­das sus órdenes. El oficial del Ejército Popu­lar debe dar el  ejemplo desde todos los pun­tos de vista: ser audaz, valiente, asegurar la disciplina y la democracia interna, lograr una perfecta unidad entre sus hombres. Debe com­portarse como un jefe, un dirigente de masas de su unidad. La base de estas relaciones en­tre los soldados y oficiales, igual que entre los cuadros y los propios soldados, es la solidari­dad en el combate, el afecto recíproco de com­pañeros de armas, ese afecto a la vez puro y sublime, probado y forjado en la batalla, en la lucha por la defensa de la patria y el pueblo.

 

El Ejército Popular de Vietnam -practica una disciplina estricta, junto a una amplia democracia interna. Como lo exige el punto dos de su Juramento de Honor: “El comba­tiente está obligado a ejecutar rigurosamente las órdenes de sus superiores y a entregarse en cuerpo y alma al cumplimiento, inmediato y estricto, de las tareas que le son confia­das”. ¿ Puede decirse que la guerrilla no exi­gía una disciplina severa? Desde luego que no. Es cierto que pedía a los cuadros y a los dirigentes dejar a cada unidad o a cada región cierto margen de iniciativa para emprender cualquier acción positiva que juzgara oportu­na. Pero una dirección centralizada y un mando unificado en un grado dado eran siempre necesarios. Quien dice ejército dice discipli­na estricta.

 

Tal disciplina no está de ninguna manera en contradicción con la democracia interna de nuestras tropas. La regla es la aplicación de los principios del centralismo democrático, tanto en la vida de las células de los comités ejecutivos del Partido en los diversos escalo­nes, como en las reuniones plenarias de las Unidades combatientes. Los hechos han de­mostrado que así la democracia se respeta más en el interior de las unidades, se refuerza la unión, se eleva el sentido de disciplina y se ejecutan las órdenes, en fin la combati­vidad del ejército será mayor.

 

El restablecimiento de la paz ha creado en Vietnam una situación nueva. El norte está totalmente liberado, mientras el sur vive ba­jo el yugo de los imperialistas norteamerica­nos y de sus agentes, la pandilla de Ngo­ Dinh Diem. El norte ha entrado en la etapa de la. revolución socialista mientras continúa la lucha por liberar el sur de las trabas colo­niales y feudales. Para salvaguardar la paz y la edificación del socialismo, para contribuir a hacer del norte una sólida fortaleza para la reunificación pacífica del país no debemos descuidar el problema de las fuerzas de defen­sa nacional. El Ejército Popular debe hacer frente a los intentos belicistas de los impe­rialistas norteamericanos y de sus lacayos, y para ello organiza poco a poco un ejército regular y moderno.

 

Hay que destacar en primer lugar que, en el proceso de su transformación en ejército re­gular y moderno sigue siendo un ejército revo­lucionario, un ejército del pueblo. Esta es la característica fundamental que hace que el ejér­cito regular,, moderno y popular, en el norte difiera radicalmente del ejército de Ngo-Dinh Diern  ejército regular y moderno también, pero contrarrevolucionario, antipopular, en manos de los enemigos del pueblo. El Ejérci­to Popular debe necesariamente  velar por el fortalecimiento de la dirección del Partido y del trabajo político. Debe trabajar por con­solidar al máximo la unión entre los cuadros y los soldados, entre las tropas y el pueblo, elevar el sentido de la disciplina libremente admitida y al mismo tiempo mantener la de­mocracia interna. Actuando en este sentido, el Partido, en el curso de estos últimos años, ha prestado atención especial a las actividades de sus organizaciones y al trabajo político en el ejército. Oficiales, suboficiales y solda­dos, todos han seguido cursos de educación política para aclararles las tareas de la revo­lución socialista y -de la lucha por la reunifi­cación nacional, para consolidar la posición de clase y para reforzar la ideología marxista-leninista. Se trata de un problema muy im­portante, sobre todo porque el Ejército Po­pular se ha desarrollado en un país agrícola y cuenta en sus filas con una fuerte mayoría de obreros agrícolas y pequeños burgueses de las ciudades. Nuestros combatientes han ad­quirido una educación política perseverante, su moral se ha templado en el combate. Pese a esto, la lucha contra la influencia de la ideología burguesa y pequeñoburguesa sigue sien­do necesaria. Gracias al fortalecimiento del trabajo ideológico, el ejército se ha converti­do en un instrumento eficaz al servicio de la dictadura del proletariado, fiel hasta el fin a la causa de la revolución socialista y de la reunificación nacional. Los nuevos progresos que ha realizado en el aspecto político han ha­llado su plena expresión en el movimiento “Rápidamente sobrepasemos las normas del programa”, amplio movimiento de masas que se desarrolla en nuestras tropas paralelamente al movimiento de emulación socialista en­tre los trabajadores de Vietnam del Norte.

 

Importa proseguir, activa y firmemente, sobre la base de un fortalecimiento continuo de la conciencia política, la transformación progresiva del Ejército Popular en un ejér­cito regular y moderno. De acuerdo con el desarrollo logrado durante los últimos años de la resistencia, nuestro ejército, anterior­mente sólo de infantería, se ha convertido en un ejército compuesto de diferentes armas. Si el problema del mejoramiento de los equipos y la técnica es importante, el de los cuadros y los soldados que han de usarlas todavía lo es más. Nuestro ejército se ha interesado cons­tantemente por la superación de los oficiales de origen obrero y campesino o intelectuales revo­lucionarios probados en el combate. Se esfuer­za en ayudarles a elevar su nivel cultural y técnico para permitirles llegar a ser competen­tes oficiales y suboficiales de un ejército regu­lar y moderno.

 

Para elevar la capacidad combativa del ejér­cito, para lograr una fuerte centralización del mando y una coordinación estrecha entre las diferentes armas, es indispensable ‘poner en vi­gor reglamentos propios de un ejército regular. Esto no quiere decir que no se haya hecho nada en este sentido durante loe años de la resisten­cia; se trata más bien de perfeccionar las regla­mentaciones que ya existían. Lo esencial es no olvidar el principio de que toda nueva regla­mentación debe inspirarse en el carácter popu­lar del ejército y en la necesidad absoluta de mantener la dirección del Partido. Al mismo tiempo que los reglamentos generales se ha pro­mulgado el estatuto de los oficiales; una escala de sueldos ha sustituido al antiguo régimen de pago en especie; por las recompensas y conde­coraciones se han otorgado condiciones comple­mentarias. Todas esas medidas han tenido como efecto el fortalecimiento de la disciplina y de la unidad interior de las tropas, y la acentuación del sentido de responsabilidad en los oficiales, los suboficiales y los soldados.

 

La instrucción militar, con la educación polí­tica, es una tarea central en la organización del ejército en tiempo de paz. El problema de los reglamentos de combate, de una idea tácti­ca y principios tácticos apropiados adquieren una gran importancia. Se trata de hacer la síntesis de las experiencias pasadas, de anali­zar bien las condiciones concretas de nuestro ejército desde el punto de vista de organización y equipo, así como las de nuestras bases econó­micas o del terreno del país, terreno de bosques y selvas, terrenos de llanuras y arrozales. Se trata de asimilar bien la ciencia militar mo­derna de los ejércitos de los países hermanos. Hay que hacer esfuerzos perseverantes en la instrucción de las tropas y en la formación de cuadros.

 

Durante numerosos años, el Ejército Popular de Vietnam se nutría del voluntariado: todos los cuadros y soldados eran enrolados voluntariamente y por un período indeterminado. Engrosaba sus filas con el aflujo de lo mejor de la juventud siempre presta a responder al lla­mamiento de la- patria. Desde el logro de la paz ha- sido necesario sustituir el voluntariado por el servicio militar obligatorio. Esta sustitución ha sido acogida calurosamente por la población. Una buena parte de los voluntarios vuelven, después de su desmovilización, a los campos y a las fábricas; otros sirven en unidades afec­tadas a los trabajos de producción, tomando así una parte activa en la edificación del socia­lismo. El reclutamiento se realiza sobre la base de la consolidación y el desarrollo de las orga­nizaciones de autodefensa en las comunas, las fábricas y los establecimientos escolares. Los miembros de esas organizaciones paramilitares están prestos no solamente, a volver al ejér­cito permanente, del que constituyen una re­serva particularmente importante, sino tam­bién a garantizar la seguridad y la defensa de sus propias regiones.

 

El Ejército Popular estaba íntegramente li­gado a la Guerra de Liberación Nacional, en el fuego de la cual nació y creció. En el momen­to actual su desarrollo no se podría tampoco separar de la edificación del socialismo en el norte ni de la lucha del pueblo por un Vietnam reunificado, independiente y democrático. Ga­rantizado por el afecto y el apoyo del ‘pueblo, el Ejército Popular cumplirá su tarea: defen­der la paz y la patria.

 

Como ya se ha señalado, la historia de la Guerra de Liberación nacional del pueblo viet­namita, la de su Ejército Popular, es la histo­ria del triunfo de una nación débil, de un pue­blo colonial que se alzó contra la agresión de una potencia imperialista. Es también el triun­fo del marxismo-leninismo aplicado a la lucha revolucionaria armada en un país colonial, la victoria del Partido de la clase obrera como dirigente de la revolución tanto en la etapa democrática como en la etapa socialista.

 

El Partido de vanguardia de la clase obrera vietnamita, encabezado por el Presidente Ho Chi Minh, el gran líder del pueblo y la nación, es el organizador y el guía que ha conducido al pueblo y a su ejército a la victoria. Aplicando el marxismo-leninismo a la revolución nacional democrática en un país colonial, ha hecho un análisis certero de las contradicciones de la so­ciedad y ha definido claramente las tareas fun­damentales de la revolución. En el problema de la Guerra de Liberación Nacional ha examina­do dialécticamente la correlación de las fuerzas en presencia decidiendo una estrategia y una táctica apropiadas. Inspirándose en el marxismo—leninismo, ha creado y dirigido un Ejército Popular heroico. No ha cesado de inculcar el espíritu revolucionario, el auténtico patriotismo proletario al pueblo y a su ejército.

 

El Partido ha sabido asimilar las preciosas experiencias de la Revolución de Octubre, que, con el Ejército Rojo Soviético, ha mostrado el camino de la liberación a los trabajadores de los países capitalistas y a los pueblos coloniales. También ha asimilado las enseñanzas de la revo­lución y el ejército de liberación chinos, que han enriquecido las teorías de la revolución demo­crática, de la guerra y el ejército revolucio­narios en un país semicolonial. Sus extraordi­narios ejemplos han iluminado sin cesar el ca­mino de la lucha y los éxitos del pueblo viet­namita. Haciendo nuestras las inestimables experiencias de la Unión Soviética y de la China Popular, nuestro Partido ha tenido siempre en cuenta la realidad concreta de la guerra revolu­cionaria en Vietnam, lo que le ha permitido enriquecer a su vez las teorías de la guerra y del ejército revolucionarios.

 

En el momento actual, en el plano interna­cional, las fuerzas de los países socialistas, con la Unión Soviética a la cabeza, han alcanzado una potencia hasta ahora desconocida; el movi­miento de liberación nacional está en todas partes en pleno desarrollo, y son mayores las posibilidades de lograr una paz duradera en el mundo. Sin embargo, el imperialismo continúa sus preparativos de guerra y trata de reforzar sus alianzas militares de agresión. Mientras que se observa un mejoramiento de la situa­ción internacional, el sudeste asiático sigue siendo uno de los focos más peligrosos del mun­do. El imperialismo norteamericano refuerza incesantemente su dominio militar y político en el sur de nuestro país. Continúa la misma política de intervención en Laos, pretendiendo transformarlo en una colonia y en una base militar para una nueva guerra de agresión.

 

Profundamente partidario de la paz, el pue­blo vietnamita y su ejército respaldan la acción por el desarme, por disminuir la tensión y lo­grar una paz duradera. Pero deben al mismo tiempo redoblar la vigilancia, fortalecer su combatividad, velar por su potencial de defen­sa y contribuir al estrechamiento de los lazos fraternales entre los pueblos y los ejércitos revolucionarios de los países socialistas. Están firmemente decididos a cumplir sus sagradas obligaciones: defender las realizaciones de la revolución socialista y la construcción del socialismo en el norte del país, proseguir la lucha por la reunificación pacífica de la patria y mante­nerse dispuestos a impedir cualquier intento imperialista de provocar una guerra de agresiónn y contribuir así a la salvaguardia de la paz en el sudeste asiático y en el mundo.

 

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