MUHAMMAR EL GADHAFI

LAS ASAMBLEAS PARLAMENTARIAS

El Libro Verde, Primera Parte.

 

Las Asambleas parlamentarias son la columna vertebral de la democracia clá­sica moderna que domina el mundo.

La Asamblea parlamentaria es una re­presentación desvirtuada del pueblo y los sistemas parlamentarios constituyen una solución truncada al problema de la democracia; la Asamblea parlamentaria se constituye, fundamentalmente, como representante del pueblo, pero su funda­mento no es, en realidad, democrático, ya que la democracia es el poder del pueblo y no el poder de un sustituto del pueblo... El hecho mismo de la existencia de una Asamblea parlamentaria signi­fica la ausencia del pueblo, pues la ver­dadera democracia no puede estable­cerse más que por la participación del propio pueblo, y no a través de la activi­dad de sus sustitutos. Las Asambleas parlamentarias se han convertido en la barrera legal entre el pueblo y el ejerci­cio del poder al excluir a las masas del ejercicio de la política y monopolizar la soberanía popular por sí misma en susti­tución de las masas y a los pueblos no les queda más que la falsa apariencia democrática, que se manifiesta en colo­carse en largas filas para depositar las papeletas de voto en las urnas electora­les.

A fin de poner al desnudo la realidad de la Asamblea parlamentaria, nos es preciso buscar su procedencia: o bien es elegida en circunscripciones electorales, o bien es constituida por un partido o una coalición de partidos o por designa­ción. Pero ninguno de estos medios es democrático, pues el reparto de los habi­tantes en circunscripciones electorales significa que un solo diputado representa, según el número de habitantes, a miles, a centenares de miles o a millones de ciudadanos. Esto significa también que el diputado no está vinculado por un lazo orgánico popular con los electores, puesto que es considerado, según la de­mocracia clásica existente, como el re­presentante de todo el pueblo junto con los restantes diputados. A partir de ahí, las masas se separan definitivamente del diputado y el diputado se separa defini­tivamente de las masas. Por lo tanto, desde que recibe los votos, el diputado se convierte en monopolio de su soberanía y obra en su lugar y así vemos que la democracia clásica que actualmente existe en el mundo, otorga a los miem­bros de las Asambleas parlamentarias una veneración y una inmunidad que niega a los miembros del pueblo. Esto significa que las Asambleas parlamenta­rias se han convertido en un medio de usurpar y de monopolizar el poder del pueblo y, por ello, los pueblos tienen hoy derecho a luchar a través de la revolu­ción popular, para destruir los instru­mentos de la monopolización de la de­mocracia y de la soberanía que niega la voluntad de las masas y que se llaman Asambleas parlamentarias, y a procla­mar su grito resonante representado en un nuevo principio: "el pueblo no puede ser sustituido por  nadie".

Cuando la Asamblea parlamentaría se forma como consecuencia del triunfo de un partido en unas elecciones es una Asamblea de partido, y no la Asamblea del pueblo, y representa a un partido y no al pueblo; y el poder ejecutivo deten­tado por la Asamblea parlamentaria es el poder del partido vencedor y no el po­der del pueblo. Lo mismo ocurre con la Asamblea parlamentaria en el seno de la cual cada partido dispone de un cierto número de escaños; los titulares de estos escaños son los representantes de su par­tido y no los representantes del pueblo y el poder que emana de una coalición semejante es el de los partidos de la coali­ción y no el poder del pueblo. En tales regímenes, el pueblo es la presa por la que se combate y es entonces explotado y sometido por los sistemas políticos que combaten entre sí para alcanzar el po­der, para arrancar votos al pueblo, mientras que éste se alínea en filas silen­ciosas, que se mueven como un rosario, a fin de depositar las papeletas en las urnas, de igual modo que echaría otros papeles en los cubos de la basura... Esta es la democracia clásica que domina al mundo entero, bien se trate de regímenes de partido único, de regímenes biparti­distas o multipartidistas, e, incluso, sin partidos; así se demuestra claramente que "la representación es una impostura".

En cuanto a las Asambleas que se for­man por la designación o la sucesión no tienen ningún aspecto democrático.

Teniendo en cuenta que el sistema de elección de Asambleas parlamentarias descansa sobre la propaganda para al­canzar votos, se deduce que se trata de un sistema demagógico, en el verdadero sentido de la palabra. Es posible com­prar y manipular los votos al mismo tiempo que es imposible para los más pobres competir en las luchas electorales, las cuales las ganan los ricos única­mente.

Son los filósofos, los pensadores y los escritores quienes se han hecho aboga­dos de la teoría de la representación par­lamentaria, al mismo tiempo que los pueblos eran llevados, sin saberlo, como rebaños, por los reyes, los sultanes, los conquistadores... La máxima aspiración de los pueblos en aquella época era tener a alguien que les representase ante aque­llos gobernantes, los cuales rechazaban esta fórmula. Y, por eso, los pueblos lu­chaban larga y amargamente para con­seguir esta aspiración. No es, por tanto, razonable que ahora, después de la vic­toria de la era de las repúblicas y el co­mienzo de la era de las masas, la demo­cracia sea tener un pequeño grupo de di­putados para representar grandes ma­sas. Es una teoría anticuada y una expe­riencia superada. El poder debe ser ente­ramente del pueblo.

Las dictaduras más tiránicas que el mundo ha conocido se han establecido a la sombra de Asambleas parlamentarias.

 

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