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Evelyn Roy

Mahatma Gandhi
¿Revolucionario o Contrarrevolucionario?

Una réplica a Romain Rolland y Henri Barbusse


Fuente: Labour Monthly Vol. V, September 1923, No. 3. Publisher: 162 Buckingham Palace Road, London., Marxists Internet Archive (2006).

 

Traducción: Luis César Bou

 

Los artículos sesudos de la pluma de Romain Rolland, que aparecieron recientemente en la revista Europe, y la réplica de ellos en Clarté por Henri Barbusse, sobre el tema del Mahatma Gandhi, el líder del movimiento no-violento de no-cooperación en la India durante los años 1920-1922, han abierto un nuevo campo de discusión entre los dos campos opuestos del intelectualismo radical europeo. Según Rolland, el protagonista de la no-violencia ha ofrecido al mundo un nuevo argumento y, tal como él la concibe, una nueva prueba de la eficacia de esta doctrina aplicada a las luchas políticas. Él descubre que Gandhi un año antes ha estado consignado a la ignominia de una sentencia de seis años de cárcel, y en un lenguaje poético y elocuente describe e interpreta su carrera como líder del movimiento de no-cooperación, en orden a probar su propia teoría de que la no-violencia, basada en el sufrimiento, autosacrificio, y amor fraternal, es la única filosofía que puede salvar a la civilización europea de la aniquilación final.

 

El Sr. Barbusse, perteneciendo al campo opuesto de aquellos que creen en oponer la fuerza a la fuerza, la dictadura a la dictadura, y la supervivencia final del más fuerte, replica a los artículos del Sr. Rolland intentando remover la base entera de la tesis de este último como es el verdadero rol de Gandhi en el movimiento Indio. El Sr. Gandhi, asevera él, no esto que el Sr. Rolland se imagina –un apóstol del amor, sacrificio y sufrimiento, llegado para redimir al mundo con un nuevo evangelio y la expiación de un nuevo vicario. Por el contrario, el Sr. Gandhi es un revolucionario para el cual la no-violencia no es más que una táctica magistral frente a una situación difícil. Si Lenin hubiera estado en el lugar de Gandhi habría hablado y actuado como lo hizo este último, declara el Sr. Barbusse; ambos están por la compulsión; ambos son realistas. Gandhi tuvo cuidado de basarse en las masas obreras y campesinas. Él siempre defendió a los pobres y los oprimidos. El movimiento revolucionario de la India es más una lucha social que una nacionalista, y la lucha contra la burocracia británica es una forma característica de la lucha de clases.

 

Así escribe Henri Barbusse en un valiente esfuerzo por refutar los argumentos de Romain Rolland y derrotar su objetivo de usar a Gandhi como un nuevo palo para golpear al programa y a las tácticas del bolchevismo. No estaría mal para aquellos que han hablado y escrito críticamente sobre el movimiento de no-cooperación no-violenta en la India, durante los dos años pasados, agregar unas pocas palabras a esta controversia en un esfuerzo por llevar nueva luz a lo que es, después de todo, una materia oscura para la mayoría de los intelectuales europeos. No es nuestro propósito presente analizar aquí el movimiento de no-cooperación; esto ha sido hecho exhaustivamente en dos libros de Manabendra Roy, publicados en 1922 y 1923 (India in Transition and One Tear of Non-Co-operation; from Ahmedabad to Gaya[1]). Allí han sido tratadas las fuerzas sociales subyacente al movimiento de Gandhi, así como la significación y rol de este último en la vida india en su conjunto, desde la perspectiva del materialismo histórico. Nuestro objetivo inmediato es tomar los artículos del Sr. Rolland y señalar en ellos algunos grandes errores fácticos y las consecuentes erróneas conclusiones que en sí mismas son suficientes para negar la fuerza total de su argumento sin ir al extremo opuesto de declarar que Gandhi es lo que no es ni será nunca –un “verdadero revolucionario”, sea de la variedad violenta o no-violenta.

 

El Sr. Rolland debe ser felicitado por su admirable estudio de las polémicas gandhianas, y su más o menos correcto conocimiento del curso principal de los eventos en la vida política india hasta el momento del encarcelamiento de Gandhi. Tal conocimiento es raro en un europeo, y trasluce un verdadero interés en la materia por parte de este distinguido sabio y literato. No es su conocimiento de los principales eventos de la espectacular carrera del Sr. Gandhi lo que ponemos en cuestión, sino su interpretación de esos eventos para vestir sus propios propósitos. Lamentamos que los dos primeros artículos que él escribió sobre el Mahatma Gandhi no llegaran a nuestras manos. Tenemos sólo los dos últimos, pero estos contienen suficiente como para probar que el Sr. Rolland, en su entusiasmo por el nuevo profeta que ha de salvar el mundo, ha dado demasiado por garantizado como el papel del Sr. Gandhi en el movimiento nacionalista indio, y ha sido demasiado apresurado en su conclusión, vital para demostrar su propia tesis, que ese movimiento ya ha logrado su objetivo, o indudablemente está por hacerlo, como resultado del liderazgo del Sr. Gandhi, basado en la doctrina del sufrimiento, sacrificio, y fuerza del alma.

Repasemos brevemente algunas de las puntadas de los argumentos del Sr. Rolland que todos tienden hacia la conclusión principal. En primer lugar él sobreestima en gran medida el éxito del programa de no cooperación en lo que concierne al boicot a las escuelas, leyes, cortes y puestos y títulos gubernamentales. El número de aquellos que renunciaron a sus puestos y títulos bajo el gobierno fue infinitesimal; el dejar de lado la práctica por parte de los abogados estuvo confinado a un número limitado de políticos del Congreso y patriotas, por un tiempo muy limitado. La mayoría retornó a su práctica antes de que el año hubiera finalizado. Sólo en las escuelas hubo una respuesta notable por parte de los estudiantes jóvenes, entusiastas e idealistas, y fue luego reconocido como uno de los mayores errores de la campaña entera el sacar a los jóvenes de sus estudios sin abastecerlos con medios alternativos de estudio o de ganarse la vida. Esta parte en su conjunto del programa de no cooperación ha sido de tal forma un fracaso reconocido que no es más considerada o proclamada como parte de las actividades nacionales, aunque teóricamente nunca ha sido abandonada.

El boicot a la ropa extranjera y a las tiendas de licores logró un éxito mayor, porque aquí el Sr. Gandhi y el Congreso encontraron un medio de atacar las finanzas del gobierno directamente en su fuente. El boicot al licor no es, como observa equivocadamente el Sr. Rolland, entendido como una medida de “disciplina saludable” e “higiene necesaria”. Por el contrario, fue un intento de cortar la gran fuente de ganancias del gobierno de la India, que mantiene el control del tráfico de licor y cosecha de allí grandes beneficios. El boicot y los piquetes a las tiendas de licores fue en tal medida exitoso en cortar esta fuente de ingresos del gobierno que fueron admitidos grandes déficits en el departamento de hacienda, y el gobierno se opuso enérgicamente a este aspecto de la campaña desde el comienzo mismo. Como observa correctamente el Sr. Rolland, el Sr. Gandhi merece ser recordado como un reformador social mucho después de que sus triunfos y fracasos políticos sean olvidados. Su petición por la remoción de la intocabilidad era correcta, pero no podemos decir verdaderamente que ha obtenido alguna medida de cumplimiento práctico entre aquellos hindúes ortodoxos que constituyen los principales seguidores del Mahatmaji. Las revoluciones sociales no se hacen desde arriba, sino desde abajo por medio del trabajo inexorable de leyes económicas. La intocabilidad y la casta desaparecerán de la sociedad india, y están desapareciendo, no como resultado de las prédicas apasionadas de un Mahatma, sino por el advenimiento del industrialismo y la ruptura de tradiciones patriarcales.

El boicot a la ropa extranjera constituyó la cláusula más importante del programa de no cooperación, no sólo porque coincidía con la filosofía social reaccionaria del Sr. Gandhi que condena el advenimiento de la civilización moderna y predica el culto de la rueca de hilar y  la manufactura hogareña, sino porque la columna vertebral del movimiento de no cooperación fundada sobre el sacrificio, sufrimiento, y fuerza del alma, eran los propietarios nativos de fábricas cuya competencia con los productos de Lancashire fue estimulada inmensamente por la prédica de la doctrina del boicot a la ropa extranjera y el uso de swadeshi (bienes manufacturados en el país). Fueron los propietarios de fábricas de Bombay, Calcuta y Madrás quienes financiaron el movimiento de no cooperación, quienes, junto con los terratenientes de la India, representan a la creciente burguesía que clama insistentemente por su lugar bajo el sol. El fondo del Congreso de millones de rupias recaudadas en 1921-22 fue donado en gran medida por la creciente clase capitalista de India, para la cual las reformas Montagu-Chelmsford no garantizan la expansión económica que deseaba. Este fondo, mayormente en papel moneda, constituyó la cuerda que controlaba las actividades y dictaba las tácticas del Mahatmaji en momentos críticos; subyace tras su “discurso a los truhanes de Bombay y Madrás”; subyace bajo su exhortación a “no hacer uso político de los obreros fabriles”; constituye la verdadera razón de su fracaso para declarar la desobediencia civil masiva y el no-pago de impuestos, y de su insistencia en las tácticas de no-violencia y respeto por la ley, el orden, y la propiedad privada.

No hacemos estas afirmaciones con el objetivo de desilusionar al Sr. Rolland sobre el papel espiritual de su nuevo mesías, sino en interés de la verdad y de interpretación correcta de los eventos históricos. La prueba para estas afirmaciones puede encontrarse haciendo referencia a la lista de contribuyentes al Fondo Tilak-Swaraj, y a ciertas revelaciones muy interesantes hechas por los miembros de la oposición del Congreso sobre la manipulación del Fondo Tilak-Swaraj en interés del capitalismo indio. Se replicará que el Sr. Gandhi no era responsable por los pecados de sus seguidores, pero el propio Sr. Gandhi se hizo responsable por ellos en innumerables ocasiones; no dice el propio Sr. Rolland: “Él se ha convertido en verdad en la conciencia de la India”. Esto fue en ocasión de la insurrección de Chauri Chaura, cuando el Sr. Gandhi repudió por última vez repudió la acción de masas y ordeno la retirada de Bardoli, lo que hoy todo indio honesto reconoce que ha sido la mayor traición al movimiento que pudo haberse hecho.

La insurrección de Chauri Chaura y el viraje del Sr. Gandhi desde el camino que conduce a la revolución hacia atrás al callejón sin salida del reformismo constituyen el punto decisivo de su carrera y la prueba del ácido por la cual será juzgada toda su filosofía por las generaciones venideras. El Sr. Gandhi, después de haber por tercera vez declarado la inauguración de una desobediencia civil de masas, por la cual esperaban espectantes las masas indias, por tercera vez retractó su orden y desautorizó a aquellos simples seguidores que habían tomado su palabra. No sólo urgió a los campesinos insurrectos a entregarse para su juzgamiento y confesar, sino que él personalmente fue responsable de la aprobación de las resoluciones de Bardoli frente a la oposición de sus compatriotas, estas resoluciones denunciaron, de una vez y para siempre, todas las formas de acción agresiva y limitaron las actividades nacionales a tejer, hilar y rezar. Este es el revolucionario expuesto en sus verdaderos colores como un tímido reformador social, aterrorizado ante la grandeza del movimiento que el estaba llamado a conducir, y maniobrando vanamente para aplastarlo dentro de los límites de su propia filosofía reaccionaria.

El resultado de Chauri Chaura y la vergonzosa retirada de Bardoli, que el Sr. Rolland describe como “un acto de valor moral excepcional”, fue la condena de 228 campesinos a la muerte por ahorcamiento por el crimen de haber intentado mejorar su miserable condición (una sentencia cuya barbarie avergonzó incluso al gobierno británico de la India y fue luego reducida a diecinueve sentencias de muerte); y la dislocación temporaria de todo el movimiento de no-cooperación, seguida por el arresto de su líder, y la total represión gubernamental y terrorismo policial a lo largo y a lo ancho de la India. Pero el Sr. Gandhi nunca se retractó de su resolución y el “Programa Constructivo” de Bardoli, que alienta a los campesinos indios a pagar su renta a los Zamindars (terratenientes), y asegura a estos últimos que el movimiento de no-cooperación no ataca en ningún modo sus derechos de propiedad, permanece como la vara con la cual medir el estatus del Sr. Gandi como revolucionario o reformista.

“¿Por qué el gobierno arrestó a Gandhi?” pregunta el Sr. Rolland, ingenuamente. Y él replica, “Porque su no-violencia era más revolucionaria que toda la violencia.” El Sr. Rolland está equivocado una vez más. El gobierno británico de la india arrestó al Sr. Gandhi porque comprendió que su poder sobre el país, y por país queremos decir las masas en rebelión, estaba tan debilitado que podía impunemente ponerlo de lado sin temor a ningún gran resentimiento popular. Y ese fue de hecho el caso. El silencio que cayó sobre la India en el momento del arresto del Mahatmaji no fue la reivindicación triunfante de la filosofía de la fuerza del alma, ni la obediencia disciplinada de las masas a las directivas de su líder, sino la adquisencia de las multitudes ante el arresto de un líder que había dejado de conducirlos; cuyos repetidos actos de traición a los verdaderos intereses de los trabajadores rebeldes lo habían separado, a él y al movimiento nacionalista en su conjunto, de la dinámica de la acción de masas.

Nunca habló con más verdad el Sr. Rolland que cuando se refirió a las grandes insurrecciones del proletariado y campesinado indio como “teniendo sólo la más leve conexión con el movimiento de no-cooperación.” El gran despertar de las masas que conmovió al continente indio a finales de la guerra, y que vino como resultado de muchos factores mundiales así como de fuerzas económicas internas, coincidió con el ascenso de la agresiva campaña de no-cooperación no-violenta, pero no fue sinónimo de ella, ni incluso se identificó con ella hasta que el Sr. Gandhi, gracias a su personalidad convincente y a su sagacidad política instintiva, tuvo éxito en unir a las comunidades hindú y musulmana. No por medio de un programa básico, honesto, de emancipación social y económica para las masas indias, aún a expensas de las clases propietarias, sino mediante el juego de las supersticiones y susceptibilidades religiosas de los obreros y campesinos iletrados e ignorantes, a quienes les fue prometido el “Gandhi Raj” [gobierno de Gandhi] dentro de un año, y para quienes el “Gandhi Raj” significaba el no-pago de las rentas e impuestos y el acceso a la tierra con mejores condiciones de vida y trabajo para el explotado proletariado ciudadano –así ganó el Mahatma su ascendencia sobre el movimiento de masas rebelde y buscó combinarlo con el de los intelectuales burgueses y las clases propietarias por un incremento en su parte en la explotación de esas mismas masas indias.

Pero tales tácticas, dependiendo de la personalidad convincente de un hombre y de la emoción religiosa de las multitudes, estaban construidas sobre arena. Luego de repetidas e innumerables traiciones de manos de sus líderes burgueses, los obreros y campesinos indios se han apartado de la lucha nacionalista y han reasumido su interrumpida lucha por mejores salarios, menos horas de trabajo, mejores condiciones de vida, y el mejoramiento de su condición económica desesperada. El divorcio de la energía de las masas del movimiento de no-cooperación, firmado y sellado por las decisiones de Bardoli repudiando todas las tácticas agresivas y prohibiendo la declaración de la desobediencia civil, resultó en el colapso del movimiento, y lo condujo a su fin como una fácil presa en las manos del gobierno. La única fuerza del movimiento había radicado en su respaldo por las masas rebeldes; fue la amenaza de acción directa a escala nacional, de la cual las manifestaciones y hartals [cierre de comercios] durante la visita del príncipe de Gales no fueron más que un ejemplo, los que hicieron que el gobierno se contuviera tanto tiempo. Fue sólo cuando el movimiento se rindió impotente mediante el repudio de todas las acciones de masas que el gobierno liberó sus manos y golpeó con ferocidad mortal.

Como resultado de la retirada de Bardoli el movimiento indio fue hecho retroceder en una confusión desesperanzada, de la cual sólo está comenzando a recuperarse, penosa y lentamente. El arresto del Sr. Gandhi ayudó a esta recuperación removiendo lo que había demostrado ser una fuerza trabajando para la reacción y dejando el campo libre para que nuevos líderes tomaran su lugar. El Sr. Rolland está equivocado al observar que “el movimiento ha resistido victoriosamente la prueba formidable del primer año sin un guía.” Ha habido guías –capaces y competentes, que corrieron a tomar el lugar de aquellos removidos de la escena de acción. El Sr. C. R. Das, último presidente del Congreso Nacional Indio, y fundador del Partido Swaraj, es el sucesor reconocido del Sr. Gandhi como líder del Congreso. Él ha levantado el caído standard y está llevándolo adelante en la lucha entre el nacionalismo burgués indio y el imperialismo británico –una lucha que está destinada a ser larga, y que el Sr. Rolland es demasiado apasionado al decharar: “Parece cierto que el Home Rule indio no está más en cuestión; de una forma u otra es inevitable. India lo ha conquistado –moralmente!”

En esa palabra final recae el centro de la disputa en cuestión. Para el Sr. Rolland la lucha gigantesca que está hoy convulsionando al continente indio es una batalla moral entre las fuerzas del bien y del mal, entre Satán y las huestes del paraíso. El Sr. Gandhi es el nuevo mesías que ha aparecido para conducir esta guerra espiritual, llevada adelante no sólo en beneficio de la India, sino del mundo entero. El triunfo de la India será un triunfo mundial de las fuerzas de la luz sobre las de la oscuridad, del espíritu sobre la materia, de Dios sobre Satán. Con tal concepción de la lucha india por la libertad no tenemos nada que hacer; ella comprende el subjetivismo exagerado del intelectual de posguerra desilusionado, volando hacia el reino de la metafísica para escapar de la lógica cruel de los hechos y de las realidades. Para el marxista científico, que concibe al mundo construido sobre fuerzas económicas, sujeto a leyes materiales, tal concepción tiene todo el grotesco medievalismo de la gárgola, y nosotros concebimos las mentes de estos idealistas sentimentales como llenas de tales gárgolas –irreales, sonrientes, fuera de tono con la época en la que viven. Cesan de ser curiosidades románticas y se convierten en peligrosas cuando buscan poner sus concepciones en uso político –y la explotación del Sr. Gandhi en los intereses del pacifismo contrarrevolucionario es tal aplicación política de estas ideas. El Sr. Rolland y la entera escuela de imperialistas espirituales, que sostienen que el mundo será redimido por la fuerza del alma, el autosacrificio y el sufrimiento, están maniobrando para utilizar al Sr. Gandhi como una prueba de su propia tesis de que Europa ha llegado a su propia aniquilación por el uso de la violencia, de la cual el bolchevismo es la forma final y concentrada hecha para la destrucción final de todo lo que queda de la cultura y civilización europea. India, ellos declaran ha sido salvada por el uso de armas espirituales –si Europa emula el ejemplo de la India se salvará a sí misma.

El argumento suena convincente hasta que examinamos sus premisas y las encontramos falsas. India todavía no está salvada; todavía está luchando por salir del marasmo del atraso económico; la degeneración social, y el sometimiento político –más o menos relacionados entre sí. Su lucha presente es muy material por tierra y pan. Es por esto que los campesinos del Punjab, las Provincias Unidas, Bengala, Madrás, y toda India en su conjunto han vertido su sangre; es por esto que el creciente proletariado ha organizado grandes huelgas de meses de duración, frecuentemente al costo de la libertad e incluso la vida. Fue por esto que los obreros y campesinos indios siguieron al Mahatmaji, y cuando él repudió este objetivo fue por esto que lo dejaron, para reasumir la lucha en el campo económico, evitando la acción política. La lucha política, que entronizará a la burguesía india en sociedad con el dominio imperial, está lejos de haber finalizado; pero las líneas de división de clase en la sociedad india se hacen cada día más marcadas, y el desarrollo de la lucha de clases junto a la lucha nacionalista, y frecuentemente en antagonismo, es cada vez más perceptible. En esta lucha el Sr. Gandhi se alineó definitivamente junto a la burguesía; y no obstante lo mucho de profeta religioso que él pueda ser, no obstante lo mucho que pueda figurar como reformador social, y a pesar de su contribución realmente grande al progreso del nacionalismo indio en el campo de la agitación y organización en el desarrollo futuro del movimiento revolucionario indio, el Sr. Gandhi debe ser contado entre los contrarrevolucionarios y no, como supone erróneamente el Sr. Barbusse, entre los verdaderos revolucionarios. Él fue el que concibió las tácticas brillantes de no-cooperación agresiva, basada en el no-pago de rentas e impuestos; él quien encontró una salida para el movimiento mediante el eslogan de no-violencia; él quien por primera vez llevó la idea de swaraj [independencia] a las masas indias. Pero igualmente fue él quien, atemorizado por la sombra de la revolución que se cernía sobre la tierra; alarmado por la amenaza al orden establecido que tal revolución implicaba; aterrorizado ante el pensamiento del derramamiento de sangre y ante su propia incapacidad para controlar las fuerzas de la energía de las masas una vez desatadas –fue igualmente él quien buscó hacer retroceder esta ola naciente de revolución repudiando a esas mismas fuerzas a las que fue llamado a conducir.

Los cansados intelectuales de Europa pueden mirar hacia oriente en busca de un nuevo mesías, destinado a aparecer milagrosamente para salvarlos de los imperios de la realidad. Pero para todos los revolucionarios honestos entienden las fuerzas reales que subyacen a grandes movimientos tales como las revoluciones rusa e india, toda la charla sobre “guerra espiritual”, y el triunfo de la no-violencia sobre la violencia, son algo descartable como el balbuceo de un niño o la elocuencia enfebrecida de una degeneración intelectual en busca de nuevas ilusiones. El Sr. Gandhi buscó enfrentar su filosofía individual y sus escrúpulos morales contra la potencia armada de la potencia más grande en existencia –el Imperio Británico –e inevitablemente fracasó. Pero podría no haber fracasado tan miserablemente si hubiera estado dotado con el entendimiento revolucionario que ubica a las fuerzas económicas y leyes materiales por encima de la debilidad del individuo, y hubiera recurrido al poder resistente de las masas indias para luchar por el camino de la libertad. El Sr. Gandhi buscó interponer su propia voluntad entre las masas indias y esta lucha inevitable, y fue puesto de lado para hacer lugar a otros más capaces de interpretar las necesidades imperativas del movimiento. Bien para él que sea canonizado por los desilusionados intelectuales de posguerra de occidente.


Nota

1. The Vanguard Bookshop, Post Box 4336, Zurich, Switzerland.

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