DISCURSOS DE LEGITIMACIÓN PARA LA CREACIÓN Y PERMANENCIA DEL ESTADO SIONISTA.

Por María Julia Blanco

Observatorio de Conflictos, Argentina

 

Este articulo se propone indagar acerca de las diversas ideas y nociones que se conjugaron para contribuir a la legitimidad de la construcción de un “Estado judío” en el protectorado británico de Palestina y su permanencia, a pesar de los conflictos y cuestionamientos que suscita. Y al hacer esto, es inevitable indagar, a su vez, acerca de los principios e ideales del sionismo, entendido éste como ideología de un movimiento político.

 

Es, entonces, necesario retrotraerse a fines del siglo XIX, más precisamente a la década de 1880, en la Rusia zarista. Allí tenían lugar los llamados pogroms, incursiones hacia barrios judíos para destruirlos, que provocaban un clima generalizado de violencia anti judía y la consiguiente consternación de la comunidad. Esta situación, recrudecida por la presencia de las Centurias Negras, apoyadas por el poder político, constituyó el impulso original del sionismo, ya que un grupo planteará que la solución es instalarse en la tierra de Israel para formar una sociedad judía autónoma. Este grupo pertenecía a distintas sociedades que, en su conjunto, se llamaban Hovevei Zion (los Amantes de Zion), nacidas espontáneamente por todo el imperio ruso, tenían como líder a Leo Pinsker, quien, en 188,1 publica Autoemancipación. En este libro, plantea que el antisemitismo es una psicosis hereditaria cuya única curación posible es la de terminar con la situación anormal de exilio de los judíos.

 

Los Amantes de Zion instalan la idea de que la supervivencia de los judíos requiere la reconstrucción de una patria en Palestina. Theodor Herzl, a quien se atribuye la creación del sionismo, será quien haga prosperar notablemente esta idea. Testigo del caso Dreyfuss, este acontecimiento confirmó sus temores respecto al antisemitismo en Europa y lo convenció de que la asimilación no era posible, y que es necesaria una patria judía. En El Estado judío (1896), publica estas ideas (que coinciden con las del Hovevei Zion):

 

“Debido a esta imposibilidad de emprender acción decisiva contra los judíos, va aumentando y cebándose el odio. En las poblaciones aumenta el antisemitismo de día en día, de hora en hora, y tiene que seguir aumentando porque las causas siguen existiendo y no pueden ser eliminadas.”(1)

 

Como tampoco su proyecto de solución colectiva para la cuestión judía. En este sentido, su libro es un manifiesto de sionismo político. Es este el quiebre fundamental con lo anterior: Herzl concibe un proyecto político que implica pragmatismo, organización, búsqueda de fondos y de un reconocimiento externo.

 

“Somos un pueblo: los enemigos hacen que lo seamos aun contra nuestra voluntad, como ha sucedido siempre en la historia. Acosados, nos erguimos juntos, y de pronto descubrimos nuestra fuerza. Sí, tenemos la fuerza para crear un Estado, y un Estado modelo” (2)

 

Pensó la organización a partir de dos instrumentos: la Society of Jews y la Jewish Company. La primera, concebida como poder político constituyente, encargada de obtener la soberanía de un territorio, se materializó en la Organización Sionista Mundial, creada en 1897, cuando Herzl convoca al primer congreso sionista, que también designó a Palestina como el territorio para el Estado judío. La segunda se proyectaba como el organismo que llevaría las ideas a los hechos, organizando la migración y comprando tierras. Para completar este esquema, el sionismo, organizado como estructura rígida y centralizada, tendría que actuar en tres frentes: en el seno de la comunidad judía, en el escenario internacional, y en Palestina. La batalla se lleva a cabo en cada uno de los frentes a través de la construcción de discursos legitimadores por parte del sionismo.

 

En el primer frente, la comunidad judía, surgieron distintos obstáculos. En Europa Occidental, se enfrentaba con la posición tanto de religiosos como laicos cuya meta era la integración, convertirse en ciudadanos completos de los países donde vivían. Para la pequeña y alta burguesía judía occidental era impensable renunciar a los logros sociales conseguidos tras las libertades otorgadas por la Revolución Francesa. La asimilación no es una opción a los ojos del sionismo, y este punto de vista es el que trata de imponer:

 

“Podríamos, quizás, ser totalmente absorbidos por los pueblos en cuyo seno vivimos, si se nos dejara en paz durante sólo dos generaciones. ¡No se nos dejará en paz! Después de breves períodos de tolerancia surge siempre de nuevo la hostilidad. Nuestro bienestar parece irritar al mundo que, desde hace siglos, está acostumbrado a consideramos como los más despreciables entre los pobres”(3)

 

En el primer congreso sionista de 1897, Max Nordau decía:

 

“Esta es la situación actual del judío emancipado en la Europa Occidental. Ha abandonado su personalidad judía, pero los pueblos le hacen sentir que no ha adquirido la personalidad de ellos. Se separa de sus correligionarios porque el antisemitismo se los ha hecho aborrecibles, pero sus propios compatriotas lo rechazan cuando trata de acercarse a ellos. Ha perdido la patria del ghetto, y su tierra natal se le niega como patria. No tiene terreno bajo sus pies, y no está ligado a un grupo al cual pueda incorporarse como miembro bien recibido con plenitud de los derechos. Ni sus cualidades ni sus actos son considerados con justicia y menos aún con buena voluntad por sus compatriotas cristianos; por otra parte, ha perdido todo nexo con sus compatriotas judíos. Tiene la sensación de que todo el mundo le aborrece, y no hay lugar donde pueda hallar la actitud cálida y cordial que tanto anhela. Esta es la miseria moral de los judíos” (4)

 

Y a su vez indica cuál es la solución a la que se llegaría de la mano del sionismo:

 

“Otros esperan el remedio del sionismo, que no es para ellos el cumplimiento de una mística promesa de las Sagradas Escrituras, sino el camino hacia una existencia en la cual el judío habrá de hallar finalmente las simples y primarias condi­ciones de vida, que resultan sobreentendidas a todo no-judío, a saber: un apoyo social seguro, buena voluntad en la sociedad, posibilidad de utilizar sus condiciones para el desarrollo de su verdadera personalidad, en vez de malgastarlas en la represión, tergiversación u ocultamiento de sus cualidades. “ (5)

 

La miseria moral llegaría así a su fin. Es ésta también una respuesta a los religiosos, que consideraban que la idea de una construcción humana iba en contra de la creencia religiosa en la creación divina de Israel. El sionismo está dando una respuesta concreta y posible a los problemas que aquejan al pueblo judío en ese mismo momento. En Europa Oriental, por otra parte, la propuesta chocaba con la creciente movilización política de las masas representadas en movimientos como el Bund, quienes pregonaban una autonomía cultural asociada a una revolución social desde y en la diáspora. Esta postura fue simplemente superada por las circunstancias: Para 1903, la situación que sufren los judíos con las bandas armadas patrocinadas por el Zar llega a un punto tan siniestro que decenas de miles buscan refugio en otros países. Cuarenta mil constituirán la segunda aliya (inmigración) a Palestina, con la bandera del sionismo como ideal social.

 

La estrategia diplomática y las relaciones diplomáticas fueron el segundo frente. El apoyo internacional y las conexiones diplomáticas, que cruzan las fronteras de la comunidad judía, son claves para conseguir el reconocimiento por parte de los gobiernos europeos de la organización sionista como legítima representante de los judíos, y a los judíos como nación. Este reconocimiento se encontrará finalmente en Inglaterra, donde el judaísmo era receptivo al sionismo, a causa de una fuerte inmigración desde Europa Oriental de judíos influenciados por el pensamiento de los Hovevei Zion, y de un gobierno que buscaba desviarlos hacia otro destino. El accionar de Chaim Weizmann, quien se dedica a afirmar el sionismo en el escenario internacional y entra en contacto con los hombres de Estado británicos. Durante la primera guerra mundial consigue avances de enorme importancia, cuando distintas facciones del gobierno británico apoyaron la idea, preocupados por el canal de Suez y convencidos de la necesidad de que los judíos habiten su patria en Palestina, o teniendo en cuenta la posibilidad de que usen su influencia en contra de los intereses de Inglaterra. Los contactos de Weizmann con el primer ministro Lloyd George y el ministro de Asuntos Exteriores Arthur Balfour, dan como resultado la carta enviada en 1917 a Lord Rothschild, conocida como “Declaración Balfour”. En ella, el gobierno británico “contempla con simpatía el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío “ (6). Esta declaración es el punto de partida o fundamento del Estado de Israel. Para los sionistas, el término “hogar nacional” era un eufemismo, sinónimo de Estado, pero se evitó usar ese lenguaje por ser inoportuno en aquel momento.

 

El tercer frente fue Palestina. ¿Por qué? Porque, según Herzl:

 

“Palestina es nuestra inolvidable patria histórica. El sólo oírla nombrar es para nuestro pueblo un llamamiento poderosamente conmovedor. Si Su Majestad el Sultán nos diera Palestina, nos comprometeríamos a sanear las finanzas de Turquía. Para Europa formaríamos allí parte integrante del ba­luarte contra el Asia: constituiríamos la vanguardia de la cultura en su lucha contra la barbarie “(7).

 

Aquí saltan a la vista dos elementos de gran importancia para legitimar la ocupación en ese territorio. Por una parte, nos dice que el hecho de que en el año 70 d.C. los romanos destruyeran Jerusalén y los judíos hayan tenido que vagar por el mundo esperando el momento de volver, constituye un precedente histórico que afirma que los judíos son los naturales del lugar y merecen volver. Para los sionistas, carece de sentido basarse en el derecho de existencia a una nacionalidad judeo-israelí. Se remiten al derecho histórico del pueblo judío a la tierra, Erez Israel. Por otra parte, la única alusión a los habitantes palestinos es la palabra “barbarie”. Su presencia fue negada como problema por los fundadores del sionismo, convencidos de las palabras de Lord Shaftesbury: Palestina era una tierra sin nación. Los palestinos eran invisibles. En 1898 Herzl preparó un informe, después de un viaje por Palestina, en el que la palabra árabe no figuraba. Todavía en 1917 David Ben Gurion afirmó que “en un sentido histórico y moral” Palestina era un país “sin habitantes”(8). El vocabulario utilizado era propio del colonialismo. Las plantaciones financiadas por el barón Rothschild seguían el modelo de asentamiento de Argelia y otras colonias. El colonialismo estaba de moda y era “progresivo”, y los primeros líderes sionistas no veían nada de malo en asimilar esta idea al sionismo junto con otras ideas propias del clima de la época como el socialismo y el nacionalismo. En 1923, incluso Vladimir Jabotinski, ideólogo del revisionismo sionista, escribió:

 

“Así concluimos que no podemos prometer nada a los árabes de la Tierra de Israel o a los países árabes. Su acuerdo voluntario está fuera de cuestión. Por esa razón, a quienes sostienen que un acuerdo con los nativos resulta condición esencial para el sionismo podemos ahora decirles “no” y exigir su salida del sionismo. La colonización sionista, incluso la más restringida, debe ser concluida o llevada adelante sin tener en cuenta la voluntad de la población nativa. Esta colonización puede, por ende, continuar y desarrollarse sólo bajo la protección de una fuerza independiente de la población local -~ una muralla de hierro que la población nativa no pueda romper. Esta es, in toto, nuestra política hacia los árabes. Formularla de otra manera sólo sería hipocresía “ (9)

 

Finalizada la segunda Guerra Mundial, y conocidas las atrocidades llevadas adelante por el régimen nazi, se abrió un nuevo panorama en lo que hace a la legitimación del proyecto de Estado de Israel ante los tres frentes mencionados. En cuanto a la actitud de las comunidades judías hacia el sionismo, éste se reveló como la única solución para el problema el antisemitismo. La Shoah parecía haberles demostrado lo que el sionismo venia advirtiendo desde sus comienzos. Entre 1945 y 1948, aumenta la cantidad de inmigrantes a Palestina, en su mayoría sobrevivientes al genocidio, mientras que conjuntamente se intensifica el reclamo de los judíos que estaban en Palestina por tener un Estado propio.

 

Al mismo tiempo, el proyecto sionista se vuelve un clamor mundial, de amplio acuerdo internacional, como una forma de saldar lo sucedido en Europa y tranquilizar el sentimiento de horror. Finalmente, en 1947, la Asamblea de las Naciones Unidas, con la venia de Estados Unidos y la Unión Soviética, aprueba el plan de partición que crearía un Estado árabe, que nunca llegó a existir, y un Estado judío. Comienzan entonces los enfrentamientos y expulsiones que llevarían a la guerra “de liberación” de 1948. El saldo de esta guerra es de cerca de 900.000 refugiados palestinos ubicados en campamentos dentro de los países árabes de la región (Siria, Líbano, Jordania, Egipto). Pero el Estado israelí recién constituido prefirió hablar de “día de la independencia”.

 

Hecho realidad el Estado, el sionismo continuó actuando, en los frentes antes mencionados, como red de apoyo a Israel. Ayudó y sigue ayudando a llevar a millones de nuevos inmigrantes a Israel, fomenta la enseñanza del hebreo y la cultura judía en el exterior, fortalece la relación de Israel con EE.UU. y otros gobiernos, y lo asiste en tiempos de crisis. Pero en lo que hace al sionismo como ideología de Estado, la política oficial de Israel sería la de no reconocer la identidad palestina y de afirmar el derecho de los judíos a permanecer allí. En este sentido, los derechos del pueblo palestino no se discuten, hacerlo sería poner en peligro el mismo Estado de Israel. Menajem Beguin (primer ministro en 1977), en una conferencia pronunciada en el kibbutz Em Hakhoresh, ante una pregunta del público sobre el reconocimiento de la existencia del pueblo palestino, respondió:

 

“Tenga cuidado, amigo mío: si usted reconoce a Palestina destruye su derecho a vivir en Em Hakhoresh. Porque si está aquí Palestina y no Erez Israel, entonces usted es un conquistador y no un constructor del país. Es usted un intruso. Si está aquí Palestina, el país pertenece al pueblo que vivía aquí antes que usted viniera. Solamente si está aquí Erez Israel, tiene usted derecho a vivir en Em Hakhoresh y Degania. Si éste no es su país, el país de sus antepasados y el de sus hijos ¿qué hace usted entonces aquí? Ha llegado a este país de otro pueblo, como ellos afirman. Les ha expulsado y les ha quitado su tierra”(10)

 

Se ve claramente además que la justificación dada por un derecho histórico a la tierra sigue teniendo vigencia.

 

En este marco, los ataques recibidos son considerados actos terroristas injustificados, perpetrados no por palestinos que reivindican su pertenencia a la tierra de la que fueron expulsados, sino por terroristas árabes. Un rótulo que debilita el discurso del adversario. Y a su vez, toda acción militar israelí es simplemente una “represalia” al accionar terrorista. Pero esta justificación de la agresiva política israelí -tanto en apropiación de tierras como en acciones militares- no sólo se sostiene en un desconocimiento de los reclamos palestinos y en la reivindicación de Palestina como tierra ancestral judía. Imbricada a estos elementos discursivos aparecen otros nuevos que lo refuerzan. Gilad Atzmon, activista israelí pro palestino y “autoexiliado” en Inglaterra, señala que el genocidio nazi y el temor a un antisemitismo que tendría visos de “interminable”, complementan este discurso sionista preexistente. ¿En que forma son usados estos elementos aparecidos tras la segunda guerra mundial? Ellos vigorizan el mito de Israel como “refugio de los judíos” y permiten sostener una razón aun más importante: mantienen la idea de que sólo un estado judío evitará la repetición de Auschwitz. Un ejemplo de cómo esta victimizacién y la idea de un perpetuo antisemitismo penetra en la conciencia de los israelíes y se reproducen es el libro de un historiador israelí, Benzion Netahyahu, sobre los orígenes de la Inquisición en España. Un profesor estadounidense, David Niremberg, hizo una reseña sobre la obra, y señala que el historiador plantea la existencia de un odio invariable e inevitable que persigue a los judíos y que éstos nunca podrán modificar. El mundo es irracional en su irrefrenable odio al judío y, por lo tanto, la asimilación es invariablemente imposible. Atzmon también resalta el hecho de que todos estos dispositivos son efectivos. Ya que los israelíes consideran que el concepto de “Estado judío” es legítimo, y se ven a sí mismos como libres de toda responsabilidad ante los ataques palestinos, de los que se sienten víctimas.

 

Este ha sido un breve recorrido, y tan sólo uno de los posibles, por los discursos que legitimaron y legitiman el Estado de Israel, que hacen posible el extremismo de sus pretensiones y que éstas no sean vistas como extremas.

 

NOTAS:

1) En El Estado Judío. 1896. (Repertorio de fuentes sobre Israel, cátedra de Asia y África II, Universidad Nacional de Rosario).

 

2) El Estado Judío, 1896. , op. Cit.

 

3) El Estado Judío, 1896. op. Cit.

 

4)  “La situación de los judíos en el siglo XIX” (del discurso pronunciado en el primer congreso sionista en Basilea. 1897)

 

5) ibidem.

 

6) Decl~ación de Balfour. 2 de noviembre de 1917. (Repertorio de fuentes..op. cit.)

 

7) El Estado Judio, 1896.

 

8) Citado por Walsh, R.,  “La revolución palestina”, p.379.

 

9)  La Muralla de Hierro, 1923. (Repertorio de fuentes..op. cit.)

 

10) Citado por Diner, D. “Israel: el problema del Estado nacional y el conflicto del Oriente próximo”, p 154.

 

 

BIBLIOGRAFIA:

 

ATZMON, Gilad “Israelí people’s most common mistakes”, en www.gilad.co.uk

 

DIEKHOFF, Alain “Las tres luchas del sionismo”, en revista Debats, N0 33, septiembre de 1990.

 

DINER, Dan “Israel: El problema del estado nacional y el conflicto del Oriente próximo”, en Israel, el problema del Estado Nacional, Historia Universal Siglo XXI, Vol. 36, Madrid, 1985.

 

ISSEROFF, Ami “ Middle East Documents on the Balfour Declaration”, en www.mideastweb.org

 

ISSEROFF, Ami “Zionism and the creation of Israel- Definition and brief history”, en www.mideastweb.org

 

NIRENBERG, David “El sentido de la historia judía”, en Revista de Libros, N0 28, abril de 1999.

 

WALSH, Rodolfo “La Revolución Palestina”, en El violento oficio de escribir. Obra periodística (1953- 1977), ed. Planeta. -Artículos publicados originalmente en el diario Noticias, Bs. As, 1973-.

 

Repertorio de fuentes sobre Israel- Cátedra de Historia de Asia y África II. Facultad de Humanidades y Artes. UNR.

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