"Naturalmente" - sentenciaron unos - "Nuestros ordenadores son capaces de administrar justicia".
"Naturalmente" - afirmaron otros - "Nuestra medicina es capaz de dar y quitar vidas".
"Naturalmente" - argumentaron los astrofísicos - "En el universo no queda ya ningún rincón que escapa a nuestros telescopios"
"Naturalmente" - respondieron los matemáticos - "Hoy sabemos que Dios es una fórmula matemática".
"Naturalmente" - concluyó el resto de los científicos - "Nuestras máquinas son el verdadero y definitivo paraíso"
Y cuando aquella humanidad se disponía a demoler los templos y borrar de su historia hasta el último vestigio de Dios, de entre la humanidad de sabios se destacó uno, mucho más anciano que el resto. Tomando una pizarra, procedió a pintar una flor.
Después, dirigiéndose a la multitud preguntó:
Anónimo, enviado por Ernesto Ribera, Santa Cruz, Bolivia