Integridad

Por Ernesto Ribera W. (*)

 “Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo.”

Si vamos al diccionario encontramos que integridad: Es calidad de integro; virginidad; entereza, honradez. Integro—Entero, cabal/ Se aplica a la persona honrada de recto proceder.Que es difícil de corromperlo.

Sinónimos de íntegro: Entereza, perfección, solidez, honradez, rectitud, sinceridad, desinterés, limpieza y pureza.

En épocas anteriores la gente se preocupaba porque el carnicero ponía su dedo pulgar sobre la balanza. Ahora un carnicero sin escrúpulos puede simplemente programar un peso falso en el código interno de la computadora.

Nuestro mundo altamente tecnificado no ha cambiado el corazón del hombre. Solo sus métodos de engaño.

Pero son los líderes los que primero deben dar ejemplo. En el trabajo algunos líderes envían mensajes confusos a sus subordinados. Por un lado dicen: “Nosotros sencillamente no toleraremos actividades deshonestas”.  Por otro lado dicen “Usted está atrazado con respecto a las proyecciones de su departamento y nosotros esperamos que las logre. ¡No me diga como lo va hacer, solo hágalo!”

La integridad no se mide por grados, o la tienes, o no la tienes.

Es fácil mostrar una conducta intachable cuando las luces están enfocadas sobre nosotros y los demás nos están mirando. Pero ¿Qué sucede con nuestras acciones cuando nadie está a nuestro alrededor?

Asegúrese que la palabra integridad esté esculpida en la piedra angular de su vida.

Cuando tengo integridad mis palabras y mis obras coinciden. Soy quien soy no importa donde estoy o con quien estoy.

Una persona con integridad no divide su lealtad (eso es duplicidad), ni finge ser de otra manera (eso es hipocresía). La gente con integridad es gente completa; puede identificarse por tener una sola manera de pensar. Las personas con integridad no tienen nada que esconder ni nada que temer.

La integridad no es tanto lo que hacemos sino lo que somos, y lo que somos, a su vez, determina lo que hacemos. Will Rogers dijo: “Las personas cambian de opinión por la observación y no por los argumentos” La gente hace lo que ve.

Jesús dijo claramente que la integridad involucra la totalidad de la persona interior: el corazón, la mente y la voluntad.

La persona con integridad tiene un solo corazón. No trata de amar a Dios y al mundo al mismo tiempo.

La persona con integridad tiene también una sola mente, una sola perspectiva que mantiene a su vida yendo en la dirección correcta.

“El hombre de doble ánimo es inestable en todos sus caminos” (Stg. 1:8).

Jesús dijo también que el hombre con integridad tiene una sola voluntad; busca servir a un solo Señor.

Si tenemos integridad no habría discrepancias entre lo que parecemos ser y lo que nuestra familia sabe que somos, ya sea en tiempos de prosperidad o adversidad.

Sócrates dijo: “La primera clave para la grandeza, es ser en verdad lo que aparentamos ser”.

Vemos en el versículo que leímos que el creyente tiene luz. La luz ya está en él. Él es la luz de Dios en la tierra. Note las palabras exactas dichas por Cristo: “Alumbre su luz”.

El creyente puede rehusarse a alumbrar con su luz. Puede apagarla, rehusarse a encenderla, puede hacerle sombra, apartarla, dirigir sus rayos en otra dirección.

El lugar que consume la mayor parte de nuestro tiempo, y de nuestra energía es el trabajo, entonces es allí donde debemos mostrar nuestra luz.

Necesitamos darle más atención a nuestro trabajo. ¿Porqué?

Primero, porque el trabajo revela bien nuestro carácter. No es la conducta del Domingo por la mañana lo que muestra al mundo la profundidad de nuestra fe cristiana. Pregunte a sus compañeros acerca del cristianismo que expresa cuando trabaja o cuando se relaciona con ellos día tras día. Quizás le digan “Tus actos gritan tan fuerte que no escucho lo que dices”.

Segundo, porque el trabajo es un área de presión exigente. Muchos lo saben muy bien ya que están viviendo con la clase de presión que taladra y mina, que exige sus mayores esfuerzos. Hay la presión de trabajar con la gente. Está la presión de la mezquindad, de la irreverencia, o del chismorreo en la oficina.

Tercero, porque el trabajo es una prueba exigente de nuestra eficiencia.

Esta es una buena ocasión para hacer unas cuantas preguntas teológicas: ¿No es Dios soberano en todo incluido nuestro trabajo? ¿Desde cuando está de vacaciones el carácter de nuestro trabajo? ¿Quién dijo que la fidelidad en la iglesia es más importante que la fidelidad en nuestro trabajo? Los cristianos no podemos separar la vida en segmentos, llamando a uno secular y a otro sagrado.      

Para despertar confianza un líder tiene que ser auténtico, uno debe actuar a la manera de una composición musical: la letra y la música coinciden.

Si lo que digo y lo que hago es lo mismo, los resultados serán coherentes.

Veamos este ejemplo:

Les digo a los empleados "lleguen puntuales" Llego puntual al trabajo Llegarán al trabajo puntuales
Les digo a los empleados "sean positivos" Muestro una actitud positiva Serán positivos
Les digo a los empleados "pongan al cliente en primer lugar" Pongo al cliente en primer lugar Pondrán al cliente en primer lugar

Si lo que yo hago y digo no es lo mismo, los resultados también serán coherentes. Por ejemplo:

Les digo a los empleados "lleguen puntuales" Llego tarde al trabajo Algunos llegarán puntuales, otros no
Les digo a los empleados "sean positivos" Muestro una actitud negativa Algunos serán positivos, otros no
Les digo a los empleados "pongan al cliente en primer lugar" Me pongo a mi mismo en primer lugar Agunos pondrán al cliente en primer lugar, otros no

“Lo que oyen, entienden. ¡ lo que ven creen!"

Lo que la gente necesita no es un lema que diga algo sino un modelo que se vea.

Leamos en Filipenses 4:8, nos dice:

“Hermanos: Consideren bien, todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio”. 

Si consideramos estos consejos del Apóstol Pablo seguro vamos a ser hombres íntegros y llevaremos una vida de plena comunión con Dios y una vida de credibilidad ante nuestros hermanos. Dios nos pide llevar una vida recta, honesta, pura, todo lo digno de un buen hijo de Dios.

Mientras más credibilidad poseamos, más confianza tendrá la gente en nosotros, y en consecuencia nos conferirán el privilegio de influir en sus vidas.

Mientras menos credibilidad poseamos, menos confianza tendrá la gente en nosotros, y más rápidamente perderemos nuestra posición de influencia.

La integridad da como resultado una reputación sólida, no solamente una imagen.

Imagen es lo que la gente piensa que somos: Integridad es lo que realmente somos.

Dos señoras de edad caminaban por el cementerio que estaba cerca de una iglesia en Inglaterra, y llegaron a una tumba. El epitafio decía: “Aquí yace John Smith, un político y un hombre honrado”. ¡Que barbaridad! Dijo una señora a la otra, “¿No es horroroso que hayan puesto dos personas en una misma tumba?”.

Sin lugar a dudas, todos hemos conocido a personas que no eran lo que aparentaban. Lamentablemente, muchos se han dedicado más a labrar su imagen que su integridad, no entienden cuando de repente caen. Aún los amigos que pensaban conocerlos resultan sorprendidos.

En la antigua China, el pueblo quería seguridad contra las hordas bárbaras del norte, y por eso construyeron la gran muralla. Era tan alta que creían que nadie podía treparla y tan gruesa que nadie podía derribarla. Se dispusieron a disfrutar de su seguridad. Durante los primeros quinientos años de la existencia de la muralla, China fue invadida tres veces. Ni una sola vez las hordas bárbaras derribaron la muralla o treparon por ella. En cada ocasión sobornaron a un portero y entraron por las puertas. Los chinos estaban tan ocupados confiando en su muralla que olvidaron enseñar integridad a sus hijos.

La integridad no es un hecho dado en la vida de todo ser humano. Es el resultado de autodisciplina, confianza interna, comunión con Dios y una decisión de actuar con una honestidad inexorable en todas las situaciones de la vida.

La apremiante necesidad del momento reemplaza a la consideración de valores que tienen repercusión eterna.

Billy Graham dijo: “La integridad es el pegamento que sostiene nuestra manera de vivir como un todo”. Debemos luchar siempre por mantener intacta nuestra integridad.

“Cuando se pierde la riqueza, nada se pierde; cuando se pierde la salud, algo se pierde; cuando se pierde el carácter todo se pierde".

Steephen Covey en su libro “El liderazgo centrado en principios” en sus treinta métodos para lograr influencia en otras personas, en el sexto principio dice: cumpla las promesas que hace a los demás. Nunca hagamos una promesa que no vamos a cumplir. Nuestra capacidad para hacer y cumplir promesas constituye una medida de la fe que tenemos en nosotros mismos y en nuestra integridad.

La impuntualidad no debe existir en el creyente, porque es otra forma de alumbrar, es otra forma de ser distintos. Dicen la hora del cristiano es puntualidad.

Bob Galvin, ex presidente de Motorola nos cuenta una historia: A principios de los años cincuenta nos surgió la oportunidad de cerrar un contrato millonario con un país sudamericano para instalar un sistema de radio por satélite. La primera parte del contrato era por valor de 10 millones de dólares lo que para nosotros significaba una oportunidad muy tentadora. Uno de los ejecutivos vino a verme y me dijo que nos habían adjudicado el proyecto pero había decidido no aceptarlo. La razón: Los militares que gobernaban el país querían que el valor nominal del contrato fuera de 11 millones de dólares, para poder así quedarse con la diferencia. Le dije que sentía mucho lo que había pasado y le pedí que rechazara el contrato incluso si volvían a la cantidad original. Cuando uno se compromete de esta manera, la gente llega a comprender que la gente no habla por hablar. Y los resultados saltan a la vista: aquellos militares hace mucho tiempo que ya no están en el poder, mientras que Motorola sigue y le va muy bien.                                                  

Para conseguir resultados alentadores que influyan para un cambio en los valores, actitudes y forma de vida en nuestros connacionales se debe incentivar la educación, pero educación en todos los aspectos. Desde aprender a leer hasta no botar basura en la calle o a ser puntual.

Creo nosotros los creyentes somos los que debemos influir para el cambio, influir en una manera positiva, siendo ejemplos de vidas consagradas a Dios, y vidas que sirvan de ejemplo a los demás. Que nuestra luz alumbre en todos lados.

Pero veamos que todas estas actitudes del ser humano no son solo de nuestros días ni de nuestro país ni tampoco solo de nuestra gente porque si vamos a las Escrituras veremos que Juan el Bautista exhorta a un cobrador de impuestos a no extorsionar a la gente y a un policía a contentarse con su sueldo.

Leamos en Lucas 3:12-14.  
   “Llegaron también unos recaudadores de impuestos para que los bautizara. Maestro ¿Qué debemos hacer nosotros? – le preguntaron. No cobren más de lo debido – les respondió. Y nosotros ¿qué debemos hacer? le preguntaron unos soldados. No extorsionen a nadie ni hagan denuncias falsas; más bien confórmense con lo que les pagan”.

Los despreciados recaudadores de impuestos debían amar suficiente para dejar de ejercer autoridad, de robar a la gente. En tiempos de Jesús los recaudadores eran literalmente despreciados porque representaban al gobierno romano y cobraban más de lo necesario guardándose la diferencia.

Un recaudador de impuestos que quería que Dios le perdonara sus pecados tenía que cambiar su vida y debía amar y cuidar de otros lo suficiente para tratarlos con justicia y equidad.

Les dice, también, a los soldados que debían tener respeto y amor, ser veraces y honestos, satisfechos con su paga y responsables. Note los tres mandatos específicos para los soldados:

No debían hacer violencia a nadie. La idea era que algunos cometían extorsiones aterrorizando a las víctimas. Los soldados romanos, por supuesto, debían proteger los intereses de Roma, pero era común eso que permitían cosas ilegales a cambio de un soborno.

No debían acusar a nadie con falsía. Si una persona no pagaba un soborno, con frecuencia era falsamente acusada por el soldado.

Debían contentarse con su salario. La insatisfacción y las murmuraciones por sus salarios eran una forma común de quejarse entre los soldados.

El soldado debía cambiar su vida completamente: debía respetar y amar a la gente, ser veraz y honesto, contentarse con su paga y ser responsable.

Creo que mientras no venga Cristo a reinar a este mundo siempre tendremos con nosotros políticos falsos, policías extorsionadores, jueces vendidos, autoridades corruptas, comerciantes deshonestos, etc. Etc. Etc...

Hay en la Biblia muchos ejemplos de hombres con integridad, hombres dedicados a Dios temerosos de Él. Uno de los que más me impresiona es la vida de Job. Si leemos en Job 1:1 vemos lo que dice de Job para empezar el libro:

“ En la región de Uz había un hombre recto e intachable, que temía a Dios y vivía apartado del mal. Este hombre se llamaba Job”.

Lamentablemente debemos admitir que hay muchas personas que no conocen a Cristo pero son personas íntegras que cuidan mucho no ser mellados en su integridad. Pero también hay muchos creyentes que ni saben lo que es integridad y andan por ahí poniendo el nombre del Señor por los suelos. Dando mal testimonio y llevando una vida liviana en su relación con Dios. Esas cosas que vemos a diario en muchos creyentes como ser: la impuntualidad, la falta de verdad en el hablar, la exageración, engaños, falta de responsabilidad, no ser persona que cumple con su palabra, etc.

Vemos en Job 1:8 como Dios se siente orgulloso de su siervo Job:

“¿Te has puesto a pensar en mi siervo Job? Volvió a preguntarle el Señor. No hay en la tierra nadie como él; es un hombre recto e intachable, que me honra y vive apartado del mal”.

Que dice Dios de nosotros?, como nos mira? Se siente orgulloso o defraudado? Le hacemos quedar mal? O puede decir “No hay en la tierra nadie como él, es un hombre recto e intachable.”

Otros hombres íntegros en la Biblia: José, David, Daniel, Pablo.

En romanos 12:17 el apóstol Pablo nos dice:

“No paguen a nadie mal por mal. Procuren hacer lo bueno delante de todos”.

 El creyente debe vivir en forma irreprensible delante de todos los hombres. Se mencionan dos conductas en forma particular:

1.- El creyente no debe actuar por reacción; no tiene que devolver mal por mal a nadie.

2.- El creyente debe mostrar buena conducta delante de todos los hombres. La palabra “procurad” (pornooumenoi) significa pensar antes de actuar. La idea es esta: Cuando alguien hace algo malo contra el creyente, el creyente debe pensar antes de actuar. Debe pensar y orar en cuanto a su conducta. ¿Porqué? Para que pueda responder de una manera correcta y apropiada. El apóstol Pablo en su defensa ante el gobernador Félix (Hechos 24:16) dice: “En todo esto procuro conservar siempre limpia mi conciencia delante de Dios y de los hombres”.

Lamentablemente, en el hogar tendemos a olvidar el valor de suma influencia que es la integridad. R.C. Sproul en su libro Objetion Ansewered, cuenta de un joven judío que vivió en Alemania hace muchos años. El muchacho tenía un profundo sentido de admiración por su padre, quien veía que la vida de la familia giraba alrededor de las prácticas religiosas. El padre les llevaba a la sinagoga siempre.

Durante la adolescencia del muchacho, sin embargo, la familia se vio obligada a trasladarse a otro pueblo de Alemania. En ese pueblo no había sinagoga, sino solo una iglesia luterana. La vida de la comunidad giraba alrededor de la iglesia luterana; las mejores personas pertenecían a ella. De pronto, el padre anunció a la familia que todos iban a abandonar sus tradiciones judías y unirse a la iglesia luterana. Cuando la familia, pasmada, preguntó la razón, el padre explicó que ello beneficiaría sus negocios. El joven quedo perplejo y confundido. Su profunda desilusión dio paso a la ira y a una amargura intensa que lo atormentó toda la vida.

Poco más tarde el joven fue a estudiar a Inglaterra. Todos los días iba al museo británico. Ahí iba dando forma a sus ideas para estructurar un libro. En este introdujo una visión del mundo totalmente nueva y concibió un movimiento cuyo propósito era cambiarlo. Describió a la religión como “el opio de los pueblos”. Comprometió a la gente que le seguía a vivir sin Dios. Sus ideas se convirtieron en la norma que regía por algún tiempo a casi la mitad de los gobiernos del mundo. ¿Su nombre? Karl Marx, el fundador del movimiento comunista. La historia del siglo veinte y quizás la posterior, se ha visto afectada de manera significativa porque un padre distorsionó sus valores.

En la familia es el primer lugar y, quizás, el más importante en el cual debemos mostrar nuestra integridad, porque nuestros hijos nos están mirando y ellos son nuestros más fieles imitadores. Estamos formando sus valores y forjando su carácter para hacer de ellos hombres de bien para Dios y la sociedad.

Conclusión.-

Debemos estar conscientes de que enseñamos lo que sabemos y reproducimos lo que somos. La integridad es un trabajo interno.

Los seguidores esperan cuatro cosas de sus líderes que debemos tomarlas siempre en cuenta: Honestidad, competencia, visión e inspiración.

¿Cuáles son sus convicciones?0

La luz tiene un propósito: alumbrar delante de los hombres. La luz no se ve si no es puesta delante de los hombres. Si no hay gente no hay ojos para ver la luz. El creyente no debe ocultarse de los otros.

Otras luces no necesitan la luz. Es la gente en tinieblas que necesita la luz. ¡Así alumbre “vuestra luz” delante de los hombres que están afuera en las tinieblas! Los creyentes no deben ocultarse en la iglesia, moviéndose alrededor de otras luces. Cuantas más luces se ponen en las tinieblas mayor es la victoria sobre ellas.

Que Dios los ayude a cultivar su integridad y seamos SAL y LUZ para este mundo. Amén.



(*) Ernesto Ribera tiene una licenciatura en Teología y es anciano de la Iglesia Cristiana del Barrio Lazareto, en Santa Cruz, Bolivia.



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