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La Vuelta al Mundo en 88 Teclas
Embajadora Musical en Europa, Cercano Oriente y Estados Unidos
Cae como una lágrima el ultimo sonido y prorrumpen los aplausos. Buenos Aires despide así esta noche de octubre a Nina Blanco que sale por el mundo una vez más, con el alma en las manos.

Buenos Aires sabe que es su embajadora en los centros musicales fundamentales de Europa, Cercano Oriente, los Estados Unicos. La ciudad sabe que la representará una argentina que estudió en la Argentina y cuya vida es una síntesis de las raíces nacionales y universales de nuestro ser en el mundo.

Mientras desbordan los aplausos y los "¡Bravo!" de esta gran sala de la avenida Callao (la avenida porteña más "parisiense") veo nítidamente las dos pasiones que confirman la vida musical de Nina Blanco: la del ancestro y las herencias, y la segunda consciente, decisiva, de su entrega al arte.

Veo el violín de su abuelo, la guitarra del padre, el piano de mamá. Ellos se miraron en ella, al nacer y pensaron "será música" . ¿Qué es el la, qué es el re? La lectura de ese lenguaje comenzó para Nina Blanco casi al mismo tiempo que las otras lecturas. Habilitar el espacio con los sonidos. –Vamos nena- dijo mamá a sus seis años. Dos años después empezó el Conservatorio. Entretanto llevarla a escuchar conciertos, a ver ballets. A los trece años recibe, trémula, el primer título; a los dieciocho, todos.

Comenzaba otra etapa, los estudios superiores. Buscó el clima del maestro Lalewickz.

Su condición de alumna excelente la llevaba a un premio que significaba también otro compromiso: actuar en el Consejo de Mujeres.

"La primera vez que tuve que hacerlo con un programa extenso, en un escenario, sentí que me saltaba el corazón en la boca. Había que transitar de Scarlatti a Beethoven, Chopin, los modernos". Después llegaron los conciertos para piano y orquesta con el maestro Bandini.

Y al empezar el perfeccionamiento, aparecen con el maestro Gilardo Gilardi las iluminaciones de armonía, contrapunto y composición. "Toda esa consagración me sirvió para siempre."

"¡Ah!, y además: mamá no se sentaba más a mi lado. Ya no estaba."

Ahí comienza la hora de la decisión. Lo que parecía impuesto no era tal. Quizá una contradicción de modos de expresarlo, Por eso, al casarse, Nina Blanco dejó de estudiar. (Por eso y porque si tiene un primer admirador embelesado en el mundo es su marido). Pero al ser madre por segunda vez creyó que en el concierto de su vida debía haber un "pianíssimo", quizá inaudible para quien no fuera ella misma. Pasaron seis años sin ejecutar. Su esposo, sus amigos, decidieron que eso no podía ser y recomenzó la tarea.

Con la armonía de la música celestial, dirían los pitagóricos, se inicia entonces el camino venturoso.

Con la suma de las dos pasiones, con la integración de las dos vidas -la artista y la sustentadora del hogar- con la ayuda de todos los suyos. "Estudio de ocho a diez horas por día", dice, feliz, porque siente que esas horas se las facilitan sus hijos porque a su marido lo conoció en un concierto...

Está en la plenitud de su equilibrio de intérprete. Llega a decir, sencilla y profundísimamente, que la razón estética consiste no sólo en "tocar obras, sino en tocarlas con ganas". De ahí lo que llama su "discusión" de Beethoven. Ella busca su perfección, y el genio de Bonn no permite, supone, logrársela. Pero ¿no es el mejor camino para alcanzarla?

Siguen, caudalosos, los aplausos de Buenos Aires. Es la mejor obligación para una pianista y para una mujer como Nina Blanco -a quien nuestro Ministerio de Relaciones Exteriores le otorgó sus avales- que enfrentará con su responsabilidad países a los que visita por primera vez: Alemania, musical por excelencia; Portugal, que ojalá tenga tan buenos oídos como hermosos ojos; Panamá, tan atento a la sensibilidad americana.

Tengo ante mi vista el logro de anteriores presentaciones: "Pianista argentina triunfa en Viena, Ginebra y Ámsterdam". "Roma y Nueva York aplauden a Nina Blanco". "Paraguay, Brasil, Venezuela, Colombia y Perú elogian a la solista". Ahora de nuevo Viena; Madrid, la exigente; otra vez los Estados Unidos, Nueva York y Tel Aviv.

Pero mientras cesan apenas los aplausos en Buenos Aires para Nina Blanco, mientras los agradece esta dama que, más que pianista tiene la línea de una bailarina clásica, pienso que el alma de sus manos se expresará en Jerusalén. En la ciudad cuya magia recorrí en sus días abigarrados y en sus noches profundas.

¡Qué suerte para nosotros, Jerusalén, Jerusalén!...

Pedro Larralde

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