publicado en: Primer Foro de la investigación científica ENAH, México, SEP-ENAH, 2003, pp.465-471.

Nación y nacionalismo

  Franco Savarino

   

Las temáticas de la nación, el nacionalismo, la etnicidad y la identidad cultural se han colocado al centro de la atención mundial en la última década. Con el fin de la división del mundo en dos bloques ideológicos y la aceleración del proceso de globalización, hemos observado una verdadera explosión de conflictos interétnicos, guerras inter-nacionales, reivindicaciones nacionalistas de viejo y nuevo cuño, matizados por una mezcla compleja y desconcertante de modernidad y tradición, secularismo y religión, occidente y no-occidente, fragmentación y recomposición, geopolítica y marginalidad, localismo y globalidad, fin de la historia y aceleración de ésta.

Si el nacionalismo es indudablemente el protagonista por excelencia de esta transición dramática al siglo XXI, la nación sigue siendo la realidad política fundamental en el mundo de hoy, no obstante las contratendencias a la formación de estructuras supra-nacionales (“Imperio” norteamericano, Comunidad Europea, etc.), la complejidad de las redes de comunicación y la transnacionalidad de la economía. La nación, sobre todo, sigue siendo la referencia obligada en términos culturales y sociales para la gran mayoría de los habitantes del planeta, más allá de los efectos contrastantes de la globalización.

De aquí la importancia del estudio y debate alrededor de estos fenómenos protagónicos en el panorama mundial de hoy.

El auge contemporáneo de los estudios sobre nación y nacionalismo comienza en los años ochenta y tiene su apogeo en la década de los noventa, en coincidencia con el colapso de la ex Unión Sovietica y la extensión de los conflictos nacionalistas y étnicos desde el Cáucaso a los Balcanes. En este lapso de tiempo han sido publicados más de dos mil libros sobre estos temas y un número aun más elevado de artículos han aparecido en las principales revistas de ciencias políticas, historiografía y sociología. Además, se han multiplicado las revistas, los grupos académicos, las asociaciones y centros de investigación y aun las páginas en internet dedicadas especialmente a estas temáticas.

Este florecimiento de actividad académica ha llegado a un punto tal, que podríamos decir que los estudios sobre nación y nacionalismo constituyen hoy una verdadera subdisciplina científica en embrión. ¿Pero subdisciplina de qué disciplina? De varias: de la ciencia política en primer lugar, y seguidamente de la sociología, la historiografía y aun la antropología. En realidad, nos encontramos frente a un espacio de reflexión e investigación típicamente multidisciplinario (o trans-disciplinario). Esta “subdisciplina” que aun no tiene nombre –más que la expresión genérica “estudios sobre el nacionalismo”- ya posee algunos atributos, herramientas conceptuales y jerga científica suyos propios, además de una red de especialistas dedicados exclusivamente a este campo de investigación, sin olvidar la red de asociaciones, grupos académicos y revistas ya mencionados. Manifiesta claramente, además, una capacidad de expansión fuera del campo científico, volviendo los temas y vocabulario de nación y nacionalismo en parte integrante de la cultura común.

Esta popularización contiene el riesgo de que prejuicios, lugares comunes, malentendidos y condicionamentos políticos puedan rebotar hacia el campo científico, e influenciar las actividades académicas en el sentido de orientarlas ideológica y polémicamente. En realidad, esto ya ha sucedido, incluso durante la primera oleada pionera de estudios, en las décadas de 1920 a 1940. El estudio científico difícilmente ha podido escaparse del contexto histórico, social y cultural, en donde se han manifestado tendencias apasionadamente pro o antinacionalistas. Cuatro autores reconocidos, Hans Kohn (1949), Elie Kedourie (1994), Ernest Gellner (1991) y Eric Hobsbawm (1992), han producido en períodos diferentes y desde diversas perspectivas ideológicas, obras ostensiblemente contrarias al nacionalismo. Por el otro lado, Carlton J. H. Hayes (1966), Benedict Anderson (1991) y Anthony Smith (1997) han manifiestado en sus obras simpatía y una evaluación esencialmente positiva del fenómeno. Claro, nadie puede contestar al científico social una posición anímica o incluso ideológica sobre los temas que estudia, sin embargo suele suceder que posiciones matizadas acaben con producir interpretaciones sesgadas o reduccionistas, como se nota por ejemplo en las obras anti-nacionalistas de Kedourie y de Hobsbawm.

El nacionalismo y la nación han suscitado y despiertan todavía hoy sentimientos contrastantes dentro y aun más fuera del mundo académico. No es infrecuente que se produzcan polarizaciones entre quienes critican severamente al nacionalismo, y quienes magnifican sus virtudes. Los críticos destacan sobre todo los efectos negativos de un nacionalismo y una identidad nacional exhacerbada: ceguera ideológica, devoción fanática, chauvinismo, discriminación, guerras. Los favorables se enfocan más bien a los efectos positivos de la construcción y existencia de la nación moderna: libertad ciudadana, igualdad, solidaridad e identidad social, en un marco que ha permitido a las comunidades nacionales secularizarse y modernizarse con éxito. Existe además la posición de los que, sin ser indiferentes, señalan con cierto escepticismo que el nacionalismo y la nación en tanto que modelos políticos y culturales, además de ser reificaciones culturales poco consistentes, habrían sido superados irremediablemente por el avance de la globalización.

La realidad es que casi todos hoy concuerdan en considerar a nación y nacionalismo como elementos estructurales, condiciones necesarias y sine qua non para la vida política, social o económica de las sociedades modernas. Los escépticos no pueden evitar reconocer que el nacionalismo está vivo y que las naciones siguen existiendo de facto, a pesar de todo (por ejemplo Brubaker, 1998). Y quienes critican al nacionalismo lo hacen más bien destacando las radicalizaciones o supuestas instrumentalizaciones del mismo, o bien buscando separar nacionalismos “buenos” de nacionalismos “malos”. Viroli por ejemplo habla de un “patriotismo republicano”, descrito en términos altamente positivos, distinto de un “nacionalismo” que él considera negativo (Viroli, 2001). Estas distinciones reflejan el viejo esquema polémico que contraponía la nación “cívico-voluntarista” de molde francés y la nación “orgánico-cultural” de estilo alemán, que manifestaban, en realidad, la justificación política de dos nacionalismos enfrentados. Esta distinción es una separación forzada de un fenómeno esencialmente unitario (Savarino, 2001: 115). Otra forma común de crítica al nacionalismo es la negación de autonomía y de status ontológico a la nación, ya sea en forma de reduccionismo económico (Gellner), ideológico-cultural (Kohn, Kedourie, Hobsbawm) o político (Brubaker).

Estos modos críticos (o incluso hostiles) de abordar el fenómeno, motivados generalmente por un rechazo personal por parte de los autores, pueden llevar la investigación hacia pantanos o callejones sin salida. El nacionalismo, en efecto, al igual que otro componente fundamental de las sociedades humanas, la religión, contiene en sí las potencialidades para derivar en la afirmación violenta y exclusivista de sí, o bien para llenar de significado y cohesión la vida social. En este sentido es ambiguo, si queremos juzgarlo desde el punto de vista moral. Es, sin embargo, tan fundamental y necesario hoy, que resultaría imposible o utópico tratar de ignorarlo, minimizarlo o peor, eliminarlo. No puede quedar ninguna duda de que desde su nacimiento en su forma moderna hace doscientos años, en la revolución francesa, el nacionalismo ha llegado para quedarse.

El problema de la vulgarización del discurso sobre nación y nacionalismo y de sus reflejos peligrosos en el debate científico se puede enfrentar tratando de mantenerse alejado de polémicas agrias y estériles, de contener el pathos personal, de conservar la sangre fría, y mantener la mirada puesta en los objetivos epistémicos y la capacidad de observación etnológica del objeto. Con la clara conciencia de que aun el científico tiene, por supuesto, una visión del mundo propia, una weltanshauung característica, y pertenece a una nación particular por la cual experimentará devoción, indiferencia o rechazo. En lo personal, estoy consciente de todas estas dificultades, y reconozco sin rodeos mis raices, pertenencias y sentimientos encontrados, así como el compromiso para llevar a cabo la tarea de extender el conocimiento científico sobre estos temas.

Mantener una visión estrictamente científica entre intersecciones y contaminaciones cotidianas con los debates políticos, implica necesariamente un ejercicio constante de rigor y precisión. Saber de qué se habla, y cómo se habla, es indispensable para pulir las herramientas conceptuales que utilizamos para nuestro trabajo científico. De otra manera, se generan confusiones, errores interpretativos y sesgos subjetivos o ideológicos.

Nadie puede dudar que claridad y precisión son las premisas indispensables para enfrentar la tarea de la interpretación, por esto he tratado de condensar algunas definiciones fundamentales, a la manera de un pequeño “diccionario” con valor más bien práctico y operativo, de ejercicio conceptual. A continuación definiré los conceptos de nación, estado-nación, nacionalismo, identidad nacional, patria y patriotismo:

A - la NACIÓN es una unidad sociocultural humana superior a las etnias, tribus, clanes y familias. Supone cierto grado de identificación/autorreconocimiento por parte de sus miembros (con una frontera reconocible nosotros/ellos) y ciertos elementos de organización interna. Existe desde tiempos antiguos (Israel y Grecia en occidente puede ser los antecedentes más remotos), pero adquiere especial relevancia en Europa a partir del siglo XIV, y se exiende más tarde desde Francia, a partir de los comienzos del siglo XIX. Entre naciones “antiguas” y naciones “modernas” existe cierta continuidad, más también algunas diferencias.

La Nación moderna existe en función del Estado moderno, en cuanto complemento y dimensión cultural del mismo.

La Nación proporciona al Estado aquellos contenidos de identificación cultural, de adhesión emocional, de arraigo temporal, de los cuales carece el Estado en cuanto organización sólo política.

La Nación tiene también un profundo significado socioeconómico, al proporcionar las condiciones optimales para el funcionamiento de la moderna sociedad industrial.

B - El Estado-Nación es un estado que ha sido capaz de dotarse de una dimensión cultural, o bien una Nación que ha sido capaz de dotarse de una dimensión política. En la época moderna, sobre todo desde el siglo XIX, el Estado-Nación se convierte en el paradigma. Los estados buscan ser “nacionales” y las naciones sin estado buscan crear uno.

En la era de la modernidad, esta unión de política y cultura*, de la polis y del ethnos, del logos y del pathos (hasta diríamos de lo masculino y lo femenino), se convierte en una boda necesaria para crear una pareja funcional a las exigencias planteadas por la modernidad misma.* *¿Cuáles son estas exigencias? Lealtad, homogeneidad y movilización de los ciudadanos hacia al Estado, legitimidad democrática de éste, “lenguaje” y “discurso” capaz de penetrar y propagar los ideales de la modernidad con un lenguaje comprensible, tradicional. El idioma de la Nación propaga el Verbo de la Modernidad en una gramática tradicional. Para el Estado, la Nación es el enlace entre Modernidad y Tradición, entre progreso y conservación, entre perennidad y cambio, entre pasado, presente y futuro. De aquí se deriva la urgencia para el Estado moderno de ser “nacional”, de ser Estado-Nación.

[*Política y cultura pueden figurarse como dos polos en un continuum lineal, en donde, por un lado encontramos entidades políticas con poco contenido cultural –un estado dinástico por ejemplo o una “patria” republicana- y por el otro lado entidades con mas contenido cultural que político –naciones sin estado-; los Estados-Naciones se sitúan, en la línea, mas cerca de uno u otro polo, en condiciones ideales de equilibrio –más pueden darse oscilaciones-]

**el Estado-Nación como madre-patria: la “madre” es la Nación, el “padre” el Estado - unión idealmente perfecta entre los dos principios simbólicos]

C - El Nacionalismo es el movimiento, organización política o ideología que busca unir estado y nación. Ya sea a partir de una nación sin estado, o bien a partir de un estado sin nación. Podemos observar entonces movimientos nacionalistas, partidos nacionalistas e ideologías nacionalistas (como el fascismo). 

El propósito del nacionalismo no es solo crear la unión de estado y nación, sino también defenderla o fortalecerla, frente a peligros, debilidades o fracturas.

El nacionalismo presupone principios de legitimidad política: nación y estado deben coincidir y la nación tiene que gobernarse por sí misma. Y plantea una jerarquía de prioridades políticas: “la nación es primero”.

D - La Identidad nacional es el sentimiento o conciencia de pertenecer a una nación particular. Supone la percepción de elementos simbólicos y materiales propios, y una frontera nosotros/ellos.

La identidad nacional puede surgir espontáneamente entre una población particular –y conformar así una nación-, o bien puede ser impulsada y propagada por los nacionalismos o por el estado –y formar así tanto una nación como un estado-nación-.

La identidad nacional convive con otras identidades básicas: religiosa, familiar, regional, de género, etc... Pero esta tiende a situarse en momentos determinados por encima de todas. Y tiene también la tendencia a absorber gradualmente las identidades regionales, tribales y étnicas. Este proceso suele causar fuertes tensiones socioculturales.

E - La Patria es una comunidad política territorial en donde se marcan los vínculos y carácteres particulares de virtud ciudadana, libertad política y “amor locis”.

La Patria se relaciona estrechamente con la forma política republicana de estilo “clásico” (Roma) y ha estado presente con fuerza en el patriotismo republicano de Estados Unidos (desde 1776), de Francia (desde 1789) y de numerosos movimientos liberales europeos y americanos.

El término “Patria” se confunde a menudo con el de “Nación”, y ambos describen en efecto un fenómeno frecuentemente único, pero existe una distinción fundamental de principio entre ellos: la Patria se refiere principalmente a la unión, en un territorio dado, de la polis con las virtudes cívicas, la Nación en cambio es primero una entidad histórico-cultural.

Han existido y existen estados que son más patrióticos que nacionales (Estados Unidos), y otros –la mayoría- que son más nacionales que patrióticos. Patria y nación expresan entonces la dualidad y ambigüedad fundamental entre la dimensión política y cultural del Estado-Nación moderno. Se puede decir en general que Patria y Nación son dos modos de percibir el Estado-Nación, ya sea enfatizando su aspecto cívico-político, o bien enfatizando su aspecto histórico-cultural.

F - El Patriotismo es el sentimiento de pertenecer a una Patria. Pueden darse también movimientos y organizaciones patrióticas en coyunturas históricas determinadas (una invasión o amenaza extranjera), más no se puede hablar propiamente de una “ideología patriótica”. El patriotismo es más un caracter, un sentimiento anímico, una actitud incrustada en la comunidad política.

El estado moderno fomenta actitudes “patrióticas” entre la población, así como una identidad nacional. Los símbolos y valores “patrióticos” son principalmente políticos: bandera, constitución, leyes, hombres ilustres, rituales fundadores, etc.

Al igual que los conceptos de “Patria” y “Nación”, el de “Patriotismo” se confunde a menudo con el concepto de “Nacionalismo”, más existen diferencias. El patriotismo pone énfasis en símbolos, memorias, virtudes ciudadanas y libertad política, mientras que el nacionalismo exalta más las costumbres, los caracteres culturales y étnicos de pertenencia.

Históricamente, el patriotismo ha sido propio de élites, en cambio el nacionalismo ha sido también y sobre todo un fenómeno popular, de masas. Esta diferencia descansa en el hecho que el patriotismo requiere de virtudes y conciencia política que generalmente se dan sólo entre élites cultivadas; el nacionalismo es más “popular” en tanto que (supuesta) expresión de lealtades primarias e identidades culturales profundas, arraigadas ab antiquo y naturaliter entre todos los miembros de una comunidad nacional.

Estas son, sin duda, definiciones tentativas y esquemáticas que buscan clasificar una realidad empírica notoriamente escurridiza, desordenada, polivalente y reacia a las categorías tajantes y abstractas. Aprovechan el contributo de varios autores, en particular Gellner, Smith y Anderson, que considero todavía hoy los cimientos de cualquier exploración sistemática sobre los temas de nación y nacionalismo. Pero son, sobre todo, condensaciones laterales de una búsquedad teórica y empírica que he emprendido hace años, que me ha llevado a un itinerario de investigación internacional, consolidado en el proyecto “Nación y nacionalismo” (INAH/ENAH) y fortalecido con la experiencia y el trabajo en dos programas posdoctorales (Países Bajos, 1998; Italia, 1999). La investigación relacionada con el proyecto se extiende desde el aspecto teórico, a la busqueda empírica en los avatares históricos del nacionalismo en México, especialemente en la etapa posrevolucionaria, hasta el Cardenismo. Una parte importante de este trabajo incluye una exploración de las relaciones e influencias internacionales, en particular italianas, en México en las décadas de 1920 a 1940 (Savarino, 2003: en prensa).

El proyecto se articula en diferentes actividades académicas: la elaboración de libros y artículos, la impartición de un curso en la ENAH, “Nacionalismo y fascismo”, materia optativa abierta en 1994, y asimismo, la Línea de Investigación del Doctorado en Antropología “Identidad, etnicidad y nación en la perspectiva global”, abierta en 2002, y el Proyecto de Investigación Formativa de Licenciatura “Nacionalismo, identidad y etnicidad”, abierto en 2003.

La experiencia de la docencia en la ENAH ha sido especialmente enriquecedora, al crear un espacio permanente de debate y profundización, sobre todo conceptual, de la temática y significan, además, un proceso de retroalimentación positivo con las actividades de investigación. En el curso “nacionalismo y fascismo” se examina el nacionalismo desde el punto de vista teórico y con estudios de caso, junto con el fascismo, que es una forma de nacionalismo radical o “integral” con raíces socialistas. Desde 2002 el curso tiene su página experimental en internet (www.geocities.com/nihil0x), un espacio interactivo para ampliar la disponibilidad de textos y accesar a recursos de investigación en la red.

            Estas experiencias de investigación y de enseñanza han contribuido a la apertura de la ENAH a temáticas y enfoques teóricos diferentes, a despertar sensibilidades científicas y ampliar los horizontes de varias generaciones de alumnos, provenientes de diversas licenciaturas. En muchos sentidos, simbolizan la proyección internacional, la voluntad de apertura y la vocación de sintonía con los grandes problemas y desafíos socioculturales del mundo de hoy que desde siempre caracterizan a la Escuela Nacional de Antropología e Historia.

 

Franco Savarino

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Bibliografía

 

Anderson, Benedict (1991). Imagined communities. Reflections on the Origin and Spread of Nationalism. London: Verso.

BRUBAKER, Rogers (1998). I nazionalismi nell’Europa contemporanea. Roma: Editori Riuniti. (Cambridge, 1996).

Kedourie, Elie (1994). Nationalism. Oxford: Blackwell. (London, 1960).

Kohn, Hans (1949). Historia del nacionalismo. México: FCE. (New York, 1944).

GELLNER, Ernest (1991). Naciones y nacionalismo. México: Alianza/Conaculta. (Oxford, 1983).

HAYES, Carlton (1966). Nacionalismo. Una religión. México: UTEHA. (New York, 1960).

HOBSBAWM, Eric (1992). Naciones y nacionalismo desde 1780. Barcelona: Crítica. (Cambridge, 1990).

SAVARINO, Franco (2001). “Los retos del nacionalismo en el Mundo de la Globalización”, Convergencia, nº26, septiembre-diciembre 2001, pp.97-120.

SAVARINO, Franco (en prensa: 2003). México e Italia. Política y diplomacia en la época del fascismo, 1922-1942. México: INAH-SRE.

SMITH, Anthony D. (1997). La identidad nacional. Madrid: Trama Editorial. (London, 1991).

VIROLI, Maurizio (2001). Per amore della patria. Patriottismo e nazionalismo nella storia. Roma / Bari: Laterza. (Roma / Bari: 1995).

 

 

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