Escrito: 1935
Primera Edición:
Informe ante en VII Congreso Mundial de la Internacional Comunista, 2 de agosto
de 1935
§
I El fascismo y la clase obrera
§
II El frente único de la clase obrera contra el fascismo
§
III El fortalecimiento de los Partidos Comunistas y la
lucha por la unidad política del proletariado
§
Conclusión
¡Camaradas! Ya el VI Congreso Internacional Comunista
previno al proletariado internacional sobre la maduración de una nueva ofensiva
fascista, llamándolo a la lucha contra ella. El Congreso señaló que
"casi en todas partes existen tendencias fascistas y gérmenes de un
movimiento fascista en forma más o menos desarrollada".
Bajo las condiciones de la profunda crisis económica
desencadenada, de la violenta agudización de la crisis general del capitalismo,
de la revolucionización de las masas trabajadoras, el fascismo ha pasado a una
amplia ofensiva. La burguesía dominante busca cada vez más su salvación en el
fascismo para llevar a cabo medidas expcionales de expoliación contra los
trabajadores, para preparar una guerra imperialista de rapiña, el asalto contra
la Unión Soviética, para preparar la esclavización y el reparto de China e
impedir, por medio de todo esto, la revolución.
Los círculos imperialistas intentan descargar todo el
peso de la crisis sobre las espaldas de los trabajadores. Para esto,
necesitan el fascismo.
Tratan de resolver el problema de los mercados mediante la
esclavización de los pueblos débiles, mediante el aumento de la presión
colonial y un nuevo reparto del mundo por la vía de la guerra. Para esto,
necesitan el fascismo.
Intentan adelantarse al crecimiento de las
fuerzas de la revolución mediante el aplastamiento del movimiento
revolucionario de los obreros y campesinos y el ataque militar contra la Unión
Soviética, baluarte del proletariado mundial. Para esto, necesitan el
fascismo.
En una serie de países -particularmente en Alemania-
estos círculos imperialistas lograron, antes del viraje decisivo de
las masas hacia la revolución, infligir al proletariado una derrota e instaurar
la dictadura fascista.
Pero carácteríristica de la victoria del fascismo es
precisamente la circunstancia de que esta victoria atestigua por una parte la
debilidad del proletariado, desorganizado y paralizado por la política
escisionista socialdemócrata de colaboración de clase con la burguesía y, por
otra parte, revela la debilidad de la propia burguesía que tiene miedo a que se
realice la unidad de lucha de la clase obrera, que teme a la revoluciín y no
está ya en condiciones de mantener su dictadura sobre la masas con los viejos métodos
de la democracia burguesa y del parlamentarismo.
El
carácter de clase del fascismo
El fascismo en el poder, camaradas, es, como acertadamente
lo ha caracterizado el XIII Pleno del Comité Ejecutivo de la Internacional
Comunista, la dictadura terrorista abierta de los elementos más
reaccionarios, más chovinistas y más imperialistas del capital financiero.
La variedad má:s reaccionaria del fascismo es la de
tipo alemán. Tiene la osad&iacuet;a de llamarse nacionalsocialismo, a
pesar de no tener nada de común con el socialismo. El fascismo alemán no es
solamente un nacionalismo burgués, es un chovinismo bestial. Es el sistema de
gobierno del bandidaje político, un sistema de provocaciones y torturas contra
la clase obrera y los elementos revolucionarios del campesinado, de la pequeña
burguesía y de los intelectuales. Es la crueldad y la barbarie medievales, la
agresividad desenfrenada contra los demás pueblos y países.
El fascismo alemán actúa como destacamento de choque
de la contrarrevolución internacional, como incendiario principal de
la guerra imperialista, como instigador de la cruzada contra la Unión
Soviética, la gran Patria de los trabajadores de todo el mundo.
El fascismo no es una forma de Poder Estatal, que esté,
como se pretende, "por encima de ambas clases, del proletariado y de la
burguesía", como ha afirmado, por ejemplo, Otto Bauer. No es "la
pequeñ,a burguesía sublevada que se ha apoderado del aparato del Estado",
como declara el socialista inglés Brailsford. No, el fascismo no es un poder
situado por encima de las clases, ni el poder de la pequeña burguesía o del
lumpenproletariado sobre el capital financiero. El fascismo es el poder del
propio capital financiero. Es la organización del ajuste de cuentas terrorista
con la clase obrera y el sector revolucionario de los campesinos y de los
intelectuales. El fascismo, en política exterior, es el chovinismo en su forma
más brutal que cultiva un odio bestial contra los demás pueblos.
Hay que recalcar de un modo especial este carácter
verdadero del fascismo, porque el disfraz de la demagogia social ha dado al
fascismo, en una serie de países, la posibilidad de arrastrar consigo a las
masas de la pequeña burguesía, sacadas de quicio por la crisis, e incluso a
algunos sectores de las capas más atrasadas del proletariado, que jamás
hubieran seguido al fascismo si hubiesen comprendido su verdadero carácter de
clase, su verdadera naturaleza.
El desarrollo del fascismo y la propia dictadura fascista
revisten en los distintos países formas diferentes, según las
condiciones históricas, sociales y económicas, las particularidades nacionales
y la posición internacional de cada país. En unos países, principalmente allí,
donde el fascismo no cuenta con una amplia base de masas y donde la lucha entre
los distintos grupos en el campo de la propia burguesía fascista es bastante
dura, el fascismo no se decide inmediatamente a acabar con el parlamento y
permite a los demás partidos burgueses, así como a la socialdemocracia, cierta
legalidad. En otros países, donde la burguesía dominante teme el próximo
estallido de la revolución, el fascismo establece el monopolio político
ilimitado, bien de golpe y porrazo, bien intensificando cada vez más el terror
y el ajuste de cuentas con todos los partidos y agrupaciones rivales, lo cual no
excluye que el fascismo, en el momento en que se agudezca de un modo
especial su situación, intente extender su base para combinar
-sin alterar su carácter de clase- la dicctadura terrorista abierta con una
burda falsificación del parlamentarismo.
La subida del fascismo al poder no es un simple cambio
de un gobierno burgués por otro, sino la sustitución de una forma
estatal de la dominación de clase de la burguesía -la democracia burguesa- por
otra, por la dictadura terrorista abierta. Pasar por alto esta diferencia sería
un error grave, que impediría al proletariado revolucionario movilizar a las más
amplias capas de los trabajadores de la ciudad y del campo para luchar contra la
amenaza de la toma del poder por los fascistas, así como aprovechar las
contradicciones existentes en el campo de la propia burguesía. Sin embargo, no
menos grave y peligroso es el error de no apreciar suficientemente el
significado que tienen para la instauración de la dictadura fascista las
medidas reaccionarias de la burguesía que se intensifican actualmente en los países
de democracia burguesia, medidas que reprimen las libertades democráticas
de los trabajadores, restringen y falsean los derechos del parlamento y agravan
las medidas de represión contra el movimiento revolucionario.
Camaradas, no hay que representarse la subida del fascismo
al poder de una forma tan simplista y llana, como si un comité cualquiera del
capital financiero tomase el acuerdo de implantar en tal o cual día la
dictadura fascista. En realidad, el fascismo llega generalmente al poder en
lucha, a veces enconada, con los viejos partidos burgueses o con determinada
parte de éstos, en lucha incluso en el seno del propio campo fascista, que
muchas veces conduce a choques armados, como hemos visto en Alemania, Austria y
otros países. Todo esto, sin embargo, no disminuye la significación del hecho
de que, antes de la instauración de la dictadura fascista, los gobiernos
burgueses pasen habitualmente por una serie de etapas preparatorias y realicen
una serie de medidas reaccionarias, que facilitan directamente el acceso del
fascismo al poder. Todo el que no luche en estas etapas preparatorias contra las
medidas reaccionarias de la burguesía y contra el creciente fascismo, no
está en condiciones de impedir la victoria del fascismo, sino que, por el
contrario, la facilitará.
Los jefes de la socialdemocracia encubrieron y ocultaron
ante las masas el verdadero carácter de clase del fascismo y no llamaron a la
lucha contra las medidas reaccionarias cada vez más graves de la burguesía.
Sobre ellos pesa una gran responsabilidad histórica por el hecho de
que, en los momentos decisivos de la ofensiva fascista, una parte considerable
de las masas trabajadoras de Alemania y de otra serie de países fascistas no
reconociese en el fascismo a la fiera sedienta de sangre del capital financiero,
a su peor enemigo y que estas masas no estuvieran preparadas para hacerle frente.
¿De dónde emana la influencia del fascismo sobre las
masas? El fascismo logra atraerse las masas porque especula de forma demagógica
con sus necesidades y exigencias más candentes. El fascismo no sólo
azuza los prejuicios hondamente arraigados en las masas, sino que especula también
con los mejores sentimientos de éstas, con su sentimiento de justicia y, a
veces, incluso con sus tradiciones revolucionarias. ¿Por qué los fascistas
alemanes, esos lacayos de la gran burguesía y enemigos mortales del socialismo,
se hacen pasar ante las masas por «socialistas» y presentan su subida al poder
como una «revolución»? Porque se esfuerzan por explotar la fe en la revolución
y la atracción del socialismo que viven en el corazón de las amplias masas
trabajadoras de Alemania.
El fascismo actúa al servicio de los intereses de los
imperialistas más agresivos, pero ante las masas se presenta bajo la máscara
de defensor de la nación ultrajada y apela al sentimiento nacional herido, como
hizo, por ejemplo, el fascismo alemán que arrastró consigo las masas pequeño
burguesas con la consigna de "¡Contra Versalles!".
El fascismo aspira a la más desenfrenada explotación de
las masas, pero se acerca a ellas con una demagogia anticapitalista, muy hábil,
explotando el profundo odio de los trabajadores contra la burguesía rapaz,
contra los bancos, los trusts y los magnates financieros y lanzando las
consignas más seductoras para el momento dado, para las masas que no han
alcanzado una madurez política; en Alemania: "Nuestro Estado no es un
Estado capitalista, sino un Estado corporativo"; en el Japón: "por un
Japón sin explotadores"; en los Estados Unidos: "por el reparto de
las riquezas", etc...
El fascismo entrega al pueblo a la voracidad de los
elementos más corrompidos y venales, pero se presenta ante él con la
reivindicación de un "gobierno honrado e insobornable". Especulando
con la profunda desilusión de las masas sobre los gobiernos de democracia
burguesa, el fascismo se indigna hipócritamente ante la corrupción (véase,
por ejemplo, el caso Barmat y Sklarek en Alemania, el caso Staviski en Francia y
otros).
El fascismo capta, en interés de los sectores más
reaccionarios de la burguesía, a las masas decepcionadas que abandonan los
viejos partidos burgueses. Pero impresiona a estas masas por la violencia de
sus ataques contra los gobiernos burgueses, por su actitud irreconciliable
frente a los viejos partidos de la burguesía.
Dejando atrás a todas las demás formas de la reacción
burguesa, por su cinismo y sus mentiras, el fascismo adapta su
demagogia a las particularidades nacionales de cada país e incluso a
las particularidades de las diferentes capas sociales dentro de un mismo país.
Y las masas de la pequeña burguesía, incluso una parte de los obreros,
llevados a la desesperación por la miseria, el paro forzoso y la inseguridad de
su existencia, se convierten en víctimas de la demagogia social y chovinista
del fascismo.
El fascismo llega al poder como el partido del asalto
contra el movimiento revolucionario del proletariado, contra las masas populares
en efervescencia, pero presenta su subida al poder como un movimiento "revolucionario",
dirigido contra la burguesía en nombre de "toda la nación" y para
"salvar" a la nación. (Recordemos la "marcha" de Mussolini
sobre Roma, la "marcha" de Pilsudski sobre Varsovia, la "revolución"
nacional-socialista de Hitler en Alemania, etc.).
Pero cualquiera que sea la careta con que se disfrace el
fascismo, cualquiera que sea la forma en que se presente, cualquiera que sea el
camino por el que suba al Poder, el fascismo es la más feroz ofensiva del
capital contra las masa trabajadoras;
el fascismo es el chovinismo más desenfrenado y al guerra
de rapiña;
el fascismo es la reacción feroz y la contrarrevolución;
el fascismo es el peor enemigo de la clase obrera y de
todos los trabajadores.
¿Qué
ofrece a las masas el fascismo victorioso?
El fascismo prometió a los obreros un «salario justo»,
en realidad les colocó a un nivel de vida aun más bajo, más miserable.
Prometió trabajo a los parados; en realidad les proporcionó mayores torturas
de hambre y trabajo forzado de esclavos. En realidad, el fascismo convierte a
los obreros y a los parados en parias de la sociedad capitalista, desprovistos
de todo derecho, destruye sus sindicatos, les arrebata el derecho a la huelga y
de prensa obrera, los enrola por la fuerza en las organizaciones fascistas, les
roba los fondos de los seguros sociales, convierte las fábricas y los talleres
en cuarteles, donde reina el despotismo desenfrenado de los capitalistas.
El fascismo prometió a la juventud trabajadora abrirle un
camino ancho hacia un porvenir esplendoroso. En realidad, trajo a la juventud
despidos en masa de las empresas, campamentos de trabajo y ejercicios militares
incesantes con vistas a una guerra de conquista.
El fascismo prometió a los empleados, a los pequeños
funcionarios, a los intelectuales, asegurarles la existencia, acabar con la
omnipotencia de los trusts y con la especulación del capital bancario. En
realidad, los lanzó a una mayor desesperación e inseguridad en el día de mañana,
los somete a una nueva burocracia formada por sus partidarios más obedientes,
crea una dictadura insoportable de los trusts, siembra en proporciones nunca
vistas la corrupción y la descomposición.
El fascismo prometió a los campesinos arruinados
y depauperados acabar con el vasallaje de las deudas, suprimir el pago de las
rentas e incluso expropiar sin inemnización la tierra de los terratenientes en
favor de los campesinos sin tierra y arruinados. En realidad, entrega al
campesinado trabajador a la esclavitud sin precedentes de los trusts y del
aparato del Estado fascista y aumenta hasta lo indecible la explotación de las
masas fundamentales del campesinado por los grandes terratenientes, los bancos y
los usureros.
"Alemania será un país campesino, o no perdurará",
declaró solemnemente Hitler. ¿Pero qué han obtenido los campesinos de
Alemania bajo Hitler? ¿Una moratoria que ya está derogada? ¿O la ley que,
regulando el régimen hereditario de las haciendas campesinas, expulsa del campo
a millones de hijos e hijas de campesinos y los convierte en mendigos? Los
braceros del campo se ven convertidos en semisiervos, a los que se ha arrebatado
incluso el derecho elemental de libre desplazamiento. Al campesinado trabajador
se le ha despojado de la posibilidad de vender los productos de su hacienda en
el mercado.
¿Y en Polonia?
«El campesino polaco -escribe el periódico Chas-
emplea métodos y medios que sólo se aplicaron seguramente en los tiempos de la
Edad Media: conserva el fuego en la estufa y se lo presta a sus vecinos, divide
en varias partes las cerillas. Los campesinos se dan unos a otros los restos de
jabón negro. Hierven los barriles de arenques para obtener agua salada. Esto no
es ningún cuento, sino la verdadera situación reinante en el campo, de la que
cualquiera puede convencerse por sí mismo».
¡Y esto, camaradas, no lo escribe ningún comunista, sino
un periódico reaccionario polaco!
Pero no es todo, no mucho menos. Día tras día, en los
campos de concentración de la Alemania fascista, en los sótanos de la GESTAPO
(policía secreta), en las mazmorras polacas, en los calabozos de la policía
secreta búlgara y finlandesa, en la «Glawniatsch» de Belgrado, en la «Siguranta»
rumana, en las islas italianas, los mejores hijos de la clase obrera, los
campesinos revolucionarios, los que luchan por un porvenir más bello de la
humanidad son sometidos a tratos violentos y escarnios tan repugnantes que ante
ellos palidecen los crímenes más abominables de la policía secreta zarista.
El criminal fascismo alemán convierte a los maridos, en presencia de sus
mujeres, en masas de carne sanguinolenta, envía a las madres en paquetes
postales las cenizas de sus hijos asesinados. La esterilización se ha
convertido en un medio político de lucha. A los presos antifascistas recluidos
en las cámaras de tortura les inoculan por la fuerza sustancias venenosas, les
rompen las manos, les arrancan los ojos, les cuelgan por los pies, les inyectan
agua con bomba, les recortan cruces gamadas en su carne.
Tengo delante un resumen estadístico del Socorro Rojo
Internacional sobre los asesinados, heridos, presos, mutilados y torturados en
Alemania, Polonia, Italia, Austria, Bulgaria y Yogoeslavia. Solamente en
Alemania, bajo el gobierno de los nacionalsocialistas, fueron asesinadas más de
4.200 personas; detenidas 317.800; y 218.600 obreros, campesinos, empleados e
intelectuales antifascistas, comunistas, socialdemócratas y miembros de las
organizaciones cristianas de oposición fueron heridos y sometidos a torturas
crueles. En Austria, desde los combates de febrero del año pasado fueron
asesinadas 1.900 personas; 10.000 heridas y mutiladas; y 40.000 obreros
revolucionarios detenidos por el gobierno fascista "cristiano". Y este
resumen, camaradas, dista mucho de ser completo.
Me cuesta trabajo encontrar palabras con que expresar toda
la indignación que nos embarga al pensar en las torturas que hoy sufren los
trabajadores en una serie de países fascistas. Las cifras y hechos que nosotros
señalamos no reflejan ni la centésima parte del cuadro verdadero de
la explotación y las torturas, del terror de los guardias blancos que llenan la
vida cotidiana de la clase obrera en los distintos países capitalistas. Ningún
libro, por voluminoso que fuera, podría dar una idea clara de las incontables
bestialidades del fascismo contra los trabajadores.
Con honda emoción y odio contra los verdugos fascistas,
inclinamos las banderas de la Internacional Comunista ante la memoria
inolvidable de John Scheer, Fiede Schulze, Lütgens, en Alemania, de Koloman
Walish y Munichreiter, en Austria; de Sallai y Füsrts, en Hungría; de
Kofardshiev, Lutibrodski y Voikov, en Bulgaria, ante la memoria de los miles y
miles de obreros, campesinos, representantes de los intelectuales progresistas,
comunistas, socialdemócratas y sin partido, que han dado su vida luchando
contra el fascismo.
Desde esta tribuna saludamos al jefe del proletariado alemán
y Presidente de honor de nuestro Congreso, al camarada Thaelmann (fuertes
aplausos, todos en la sala se ponen en pie), saludamos a los camaradas Rakosi,
Gramsci, (fuertes aplausos, todos en la sala se ponen en pie), Anticainen.
Saludamos a Tom Mooney, que viene sufriendo 18 años de cárcel y a los millares
de prisioneros del capital y del fascismo (fuertes aplausos) y les decimos:
"¡Hermanos de lucha! ¡Compañeros de armas! ¡No os hemos olvidado!
Estamos con vosotros. Entegamos todas las horas de nuestra vida, hasta la última
gota de nuestra sangre, por arrancaros y arrancar a todos los trabajadores del
ignominioso régimen fascista". (Fuertes aplausos, todos en la sala se
ponen en pie)
¡Camaradas! Ya Lenin nos había advertido que la burguesía
puede conseguir, cayendo sobre los trabajadores con el terror má feroz,
rechazar durante períodos cortos de tiempo las fuerzas crecientes de la
revolución, pero que, a pesar de ello, no podría salvarse del hundimiento.
«La vida -escribía Lenin- seguirá su curso. Ya puede la
burguesía arrebatarse, enfurecerse hasta el paroxismo, excederse, cometer
tonterías, vengarse por anticipado de los bolcheviques y tratar de exterminar
(en India, en Hungría, en Alemania, etc.) a centenares de miles de bolcheviques
del mañana o del ayer; al proceder así, la burguesía procede como todas las
clases condenadas por la historia al hundimiento. Los comunistas deben saber que,
sea lo que fuere, el porvenir les pertenece. Por esto, podemos y debemos
combinar en la gran lucha revolucionaria el mayor apasionamiento con la más
serena y sobria apreciación de las convulsiones de la burguesía».
Sí, si nosotros y el proletariado del mundo entero
marchamos con firmeza por la senda que nos ha trazado Lenin, la burguesía se
hundirá a pesar de todo.(Aplausos).
¿Es
inevitable la victoria del fascismo?
¿Por qué y de qué modo ha podido triunfar el fascismo?
El fascismo es el peor enemigo de la clase obrera y de los trabajadores. El
fascismo es el enemigo de las nueve décimas partes del pueblo alemán, de las
nueve décimas partes del pueblo austríaco, de las nueve décimas partes de los
otros pueblos de los países fascistas. ¿Cómo y de qué modo ha podido
triunfar este enemigo ecarnizado?
El fascismo pudo llegar al poder, ante todo,
porque la clase obrera, gracias a la política de colaboración de clase con la
burguesía, practicada por los jefes de la socialdemocracia, se hallaba
escindida, política y orgánicamente desarmada frente a la burguesía que
despliega su ofensiva, y los partidos comunistas no eran lo suficientemente
fuertes para poner en pie a las masas y conducirlas a la lucha decisiva
contra el fascismo, sin la socialdemocracia y contra ella.
¡Así es! Que los millones de obreros socialdemócratas,
que ahora sufren con sus hermanos comunistas los horrores de la barbarie
fascista, mediten seriamente sobre esto: si en el año 1918, cuando estalló la
revolución en Alemania y en Austria, el proletariado alemán y austríaco no
hubiera seguido la dirección socialdemócrata, de Otto Bauer, Friedrich Adler y
Renner en Austria, a Ebert y Scheidemann en Alemania y hubieran marchado por al
senda de los bolcheviques rusos, por la senda de Lenin, hoy no habría fascismo
ni en Austria, ni en Alemania, ni en Italia, ni en Hungría, ni en Polonia, ni
en los Balcanes. No sería la burguesía, sino la clase obrera la dueña de la
situación en Europa desde hace mucho tiempo. (Aplausos).
Fijémonos, por ejemplo, en la socialdemocracia austríaca.
La revolución de 1918 la elevó a enorme altura. Tenía el poder en sus manos;
tenía fuertes posiciones dentro del ejército, dentro del aparato del Estado.
Apoyándose en estas posiciones, pudo matar en germen al naciente fascismo, pero
fue cediendo, sin resistencia, una tras otra, las posiciones de la clase obrera.
Permitió a la burguesía fortalecer su poder, anular la Constitución, depurar
el aparato del Estado, el ejército y la policía de funcionarios socialdemócratas,
arrebatar a los obreros su arsenal. Permitía a los bandidos fascistas asesinar
impunemente a obreros socialdemócratas, aceptó las condiciones del pacto de Hüttenberg,
que abrió las puertas de las empresas a los elementos fascistas. Al mismo
tiempo, los jefes de la socialdemocracia engañaban a los obreros con el
programa de Linz, en el que se preveía la alternativa del empleo de la fuerza
armada contra la burguesía y la instauración de la dictadura del proletariado,
asegurándoles que si las clases gobernantes apelasen a la violencia contra la
clase obrera, el partido contestaría con el llamamiento a la huelga general y
la lucha armada. ¡Como si toda la política de preparación del ataque fascista
contra la clase obrera no fuese una cadena de actos de violencia encubiertos por
medio de formas constitucionales! Incluso en vísperas de los combates de
febrero y en transcurso de éstos, la dirección de la socialdemocracia austríaca
abandonó al heroico «Schutzbund» en la lucha, aislado de las amplias masas, y
condenó al proletariado austríaco a la derrota.
¿Era inevitable la victoria del fascismo en Alemania?
No, la clase obrera alemana pudo haberla impedido.
Pero, para ello, tenía que haber conseguido establecer el
frente único proletario antifascista, obligar a los jefes de la
socialdemocracia a poner fin a su cruzada contra los comunistas y aceptar las
reiteradas proposiciones del Partido Comunista sobre la unidad de acción contra
el fascismo.
No tenía que haberse dado por satisfecho ante la ofensiva
del fascismo y la gradual liquidación de las libertades democrático-burguesas
por la burguesía, con las hermosas resoluciones de la socialdemocracia, sino
que debió responder con una verdadera lucha de masas que estorbase la realización
de los planes fascistas de la burguesía alemana.
No debió permitir la prohibición de la Liga de los
Luchadores del Frente Rojo (Roter Frontkämpferbund), por el gobierno
Braun-Severing, sino establecer un contacto de lucha entre el Roter Frontkämpferbund
y la Reichsbanner, que enrolaba a casi un millón de afiliados, y obligar a
Braun y Severing a armar a ambas organizaciones para rechazar y destruir a las
bandas fascistas.
Tenía que haber obligado a los jefes de la
socialdemocracia, que estaban al frente del gobierno de Prusia, a tomar medidas
de defensa contra el fascismo, detener a los jefes fascistas, suprimir su prensa,
confiscar sus recursos materiales y los recursos de los capitalistas que
subvencionan al movimiento fascista, disolver las organizaciones fascistas,
desarmarlas, etc.
Además, tenía que haber conseguido
que se estableciese y ampliase la asistencia social bajo todas sus formas, que
se concediesen una moratoria y subsidios para los campesinos afectados por la
crisis, a costa de recargos en los impuestos de los bancos y los trusts, para
asegurarse por este medio el apoyo del campesinado trabajador. No se hizo, por
culpa de la socialdemocracia alemana, y, gracias esto, pudo triunfar el
fascismo.
¿Tenían que triunfar la burguesía y la nobleza en España,
país donde las fuerzas de la insurrección proletaria se conminan tan
ventajosamente con la guerra campesina?
Los socialistas españoles estuvieron representados en el
gobierno desde los primeros días de la revolución. ¿Esteblecieron acaso un
contacto de lucha entre las organizaciones obreras de todas las tendencias políticas,
incluyendo comunistas y anarquistas? ¿Fundieron a la clase obrera en una sola
organización sindical? ¿Exigieron acaso la confiscación de todas las tierras
de los terratenientes, de la iglesia y conventos a favor de los campesinos para
conquistar a éstos para la revolución? ¿Intentaron luchar por la
autodeterminación nacional de los catalanes, de los vascos, por la liberación
de Marruecos? ¿Limpiaron al ejército de elementos monárquicos y fascistas,
preparando el paso de las tropas al lado de los obreros y de los campesinos? ¿Disolvieron
la guardia civil, verdugo de todos los movimientos populares, tan odiada por el
pueblo? ¿Asestaron algún golpe contra el partido fascista de Gil Robles,
contra el podería del clero católico? No, no hicieron nada de esto. Rechazaron
las reiteradas proposiciones de los comunistas sobre la unidad de acción contra
la ofensiva de la reacción de los burgueses y de los terratenientes y del
fascismo. Promulgaron una ley electoral que permitió a la reacción conquistar
la mayoría en las Cortes y una serie de leyes que decretaban duras penas contra
los movimientos populares, leyes que sirven ahora para juzgar a los heroicos
mineros de Asturias. Fusilaron por mano de la guardia civil a los campesinos que
luchaban por la tierra, etc.
Así desbrozó la socialdemocracia el camino al poder al
fascismo, lo mismo en Alemania que en Austria y que en España, desorganizando y
llevando la escisión a las filas de la clase obrera.
Camaradas, el fascismo triunfó también porque
el proletariado se encontró aislado de sus aliados naturales. El fascismo pudo
triunfar porque logró arrastrar consigo a las grandes masas campesinas,
gracias a que la socialdemocracia, en nombre de la clase obrea, llevó a cabo
una política que era en el fondo anticampesina. El campesino veía desfilar por
el poder una serie de gobiernos socialdemócratas, que personificaban a sus ojos
el poder de la clase obrera, pero ninguno de ellos satisfacía las necesidades
de los campesinos, ninguno de ellos les entregó la tierra. La socialdemocracia
alemana no tocó para nada a los terratenientes, contrarrestó las huelgas de
los obreros agrícolas y esto tuvo por consecuencia que los obreros agrícolas
de Alemania, ya mucho antes de la subida de Hitler al poder, abandonasen los
sindicatos reformistas, pasándose en la mayoría de los casos a los Cascos de
Acero y a los nacional-socialistas.
El fascismo pudo triunfar también porque logró penetrar
en las filas de la juventud, mientras que la socialdemocracia desviaba
a la juventud obrera de la lucha de clases, el proletariado revolucionario
tampoco desplegó entre la juventud la necesaria labor de educación y no prestó
la suficiente atención a la lucha por sus intereses y aspiraciones específicas.
El fascismo captó el ansia de actividad combativa agudizada entre la juventud y
atrajo a una parte considerable de ésta a sus destacamentos de combate. La
nueva generación de la juventud masculina y femenina no ha pasado por los
horrores de la guerra. Sufre sobre sus espaldas todo el peso de la crisis económica,
del paro forzoso y de la descomposición de la democracia burguesa. No viendo
perspectiva alguna para el porvenir, sectores considerables de la juventud se
mostraron especialmente influenciables a la demagogia fascista, que les pintaba
un porvenir seductor si el fascismo triunfaba.
En relación con esto, tampoco debemos pasar por alto la
serie de errores cometidos por los partidos comunistas, errores que
frenaban nuestra lucha contra el fascismo. En nuestras filas existía un
imperdonable menosprecio al peligro fascista que todavía no se ha liquidado en
todas partes. Semejantes concepciones, como las que antes podíamos encontrar en
nuestros partidos, como aquella de que "Alemania no es Italia", en el
sentido de que el fascismo pudo triunfar en Italia, pero su victoria estaba
excluida en Alemania, por se un país industrialmente muy desarrollado, un país
con una cultura muy elevada, con una tradición de cuarenta años de movimiento
obrero, un país, en que es imposible el fascismo, o la concepción, que se
mantiene hoy, de que en los países de la democracia burguesa "clásica"
no hay base para el fascismo, semejantes concepciones podían y pueden
contribuir a amortiguar la atención vigilante frente al peligro fascista y
dificultar la movilización del proletariado para la lucha contra el fascismo.
Podríamos citar también no pocos casos, en que los
comunistas se vieron sorprendidos inopinadamente por un golpe fascista. Acordaos
de Bulgaria, donde la dirección de nuestro Partido adoptó una posición "neutral",
oportunista en el fondo, respecto al golpe de Estado del 9 de junio de 1923; de
Polonia, donde en mayo de 1926 la dirección del Partido Comunista, que apreció
de una manera errónea las fuerzas motrices de la revolución polaca, no supo
distinguir el carácter fascista del golpe de Estado de Pilsudski y marchó a
remolque de los acontecimientos; de Finlandia, donde nuestro Partido, basándose
en una falsa idea de la fascistización lenta, gradual, dejó triunfar el golpe
de Estado fascista, preparado por un grupo dirigente de la burguesía, golpe de
Estado que pilló de improviso al Partido y a la clase obrera.
Cuando en nacionalsocialismo había llegado a ser un
movimiento amenazador de masas en Alemania, había camaradas, para quienes el
gobierno de Brüning era ya el de la dictadura fascista y que declaraban ceñudos:
"Si el tercer Reich de Hitler llega un día, será solamente un metro y
medio bajo tierra y con el poder obrero vencedor encima de él".
Nuestros camaradas de Alemania han subestimado durante
mucho tiempo el sentimiento nacional herido y la indiginación de las masas
contra el Tratado de Versalles, observaban una actitud desdeñosa respecto a las
vacilaciones de los campesinos y la pequeña burguesía, tardaron en establecer
un programa de emancipación social y nacional y, cuando lo formularon, no
supieron adaptarlo a las necesidades concretas y al nivel de las masas. Y ni
siquiera supieron popularizarlo ampliamente entre ellas.
La necesidad de desplegar la lucha de masas contra el
fascismo ha sido sustituida en varios países por razonamientos estériles
sobre el carácter del fascismo "en general" y por una estrechez
sectaria respecto a la posición y solución de las tareas políticas actuales
del Partido.
Camaradas, si hablamos de las causas de la victoria del
fascismo, si señalamos la responsabilidad histórica de la socialdemocracia en
la derrota de la clase obrera, si anotamos también nuestros propios errores en
la lucha contra el fascismo, no es sencillamente por el gusto de remover el
pasado. Nosotros no somos historiadores, situados al margen de la vida, somos
militantes combativos de la clase obrera y estamos obligados a dar una
contestación a la pregunta que atormenta a millones de obreros: «¿Cabe
impedir, y por qué medios, la victoria del fascismo?» Y nosotros
contestamos a esos millones de obreros: sí, camaradas, puede cerrarse el paso
al fascismo. Es absolutamente posible. ¡Ello depende de nosotros mismos, de los
obreros, de los campesinos, de todos los trabajadores!
El impedir la victoria del fascismo depende ante todo
de la actitud combativa de la propia clase obrera, de la cohesión de sus
fuerzas en un ejército combatiente que luche unido contra la ofensiva del
capital y del fascismo. El proletariado, al establecer su unidad de lucha,
paralizaría la influencia del fascismo sobre los campesinos, sobre la pequeña
burguesía urbana, sobre la juventud y los intelectuales, conseguiría
neutralizar a una parte y hacer pasar a su lado a la otra.
En segundo lugar, ello depende de la existencia de un
fuerte partido revolucionario que sepa dirigir acertadamente la lucha de los
trabajadores contra el fascismo. Un partido que exhorte sistemáticamente a los
obreros a retroceder ante el fascismo y permite a la burguesía fascista
consolidar sus posiciones, es un partido que conduce a los obreros
inevitablemente a la derrota.
En tercer lugar, ello depende de la justa política de la
clase obrera respecto al campesinado y a las masas pequeñoburguesas de la
ciudad. Hay que tomar a estas masas tal y como son y no como nosotros quisiéramos
que fuesen. Sólo en el transcurso de la lucha superarán sus dudas y
vacilaciones, si sabemos tratar con paciencia sus inevitables vacilaciones y, si
el proletariado les ayuda, se elevarán políticamente a un grado superior de
conciencia y de actividad revolucionaria.
En cuarto lugar, ello depende de la atención vigilante y
de la actuación oportuna del proletariado revolucionario. No hay que dejarse
sorprender inopinadamente por el fascismo; no dejarle la iniciativa; hay que
asestarle golpes decisivos, cuando todavía no ha logrado concentrar sus fuerzas;
no permitirle afianzarse; hacer frente a cada paso en que se manifieste; no
permitirle conquistar nuevas posiciones; como se esfuerza, con éxito, por
conseguirlo el proletariado francés.
Tales son las condiciones más importantes para impedir
que el fascismo crezca y suba al poder.
El
fascismo, un poder cruel, pero precario
La dictadura fascista de la burguesía es un poder cruel,
pero precario.
¿En qué consisten las causas principales de la
precariedad de la dictadura fascista?
El fascismo, que pretende superar las divergencias y las
contradicciones existentes en el campo de la burguesía, viene a agudizar todavía
más estas contradicciones.
El fascismo intenta establecer su monopolio político,
destruyendo por la violencia los demás partidos políticos. Pero la existencia
del sistema capitalista, la existencia de diferentes clases, la agudización de
las contradicciones de clases conducen inevitablemente a sacudir y derribar el
monopolio político del fascismo. No es el país soviético en el que la
dictadura del proletariado es ejercida también por un partido único, pero
donde este monopolio político responde a los intereses de millones de
trabajadores y se apoya cada vez más sobre la construcción de la sociedad sin
clases; en un país fascista, el partido de los fascistas no puede mantener por
mucho tiempo su monopolio, porque no está en condiciones de proponerse la misión
de suprimir las clases y las contradicciones de clase. Suprime la existencia
legal de los partidos burgueses, pero algunos de ellos siguen viviendo
ilegalmente y el Partido Comunista avanza, incluso dentro de la ilegalidad, se
templa y dirige la lucha del proletariado contra la dictadura fascista. De este
modo, el monopolio político del fascismo tiene necesariamente que derrumbarse
bajo los golpes de las contradicciones de clase.
Otra de las causas de la precariedad de la dictadura
fascista estriba en que el contraste entre la demagogia anticapitalista del
fascismo y la política del enriquecimiento más rapaz de la burguesía
monopolista permite desenmascarar el fondo de clase del fascismo, quebrantar y
reducir su base de masas.
Además, la victoria del fascismo provoca el odio profundo
y la indignación de las masas, contribuye a revolucionarlas e imprime un
poderoso impulso al frente del proletariado contra el fascismo.
Llevando a cabo la política del nacionalismo económico (autarquía)
y apropiándose la mayor parte de los ingresos de la nación para la preparación
de la guerra, el fascismo socava toda la economía del país y agudiza la guerra
económica entre los Estados capitalistas. Imprime a los conflictos, que surgen
en el seno de la burguesía, un carácter violento y no pocas veces sangriento,
minando así la estabilidad del poder estatal fascista a los ojos del pueblo. Un
poder, que asesina a sus propios partidarios, como aconteció en Alemania el 30
de junio del año pasado, un poder como el fascista, contra el cual lucha con
las armas en la mano otra parte de la burguesía fascista (putsch
nacionalsocialista de Austria, las luchas violentas de distintos grupos
fascistas contra los gobiernos fascistas de Polonia, Bulgaria, Finlandia y otros
países), este poder no podrá mantener durante mucho tiempo su autoridad a los
ojos de las extensas masas pequeñoburguesas.
La clase obrera tiene que saber aprovechar las
contradicciones y conflictos existentes en el campo de la burguesía, pero no
debe hacerse ilusiones de que el fascismo puede asfixiarse por sí solo. El
fascismo no se derrumbará automáticamente. Sólo la actividad revolucionaria
de la clase obrera hará que los conflictos, que surgen inevitablemente en el
campo de la burguesía, se aprovechen para minar la dictadura fascista y
derribarla.
Al liquidar los restos de la democracia burguesa y elevar
la violencia abierta a sistema de gobierno, el fascismo socava las ilusiones
democráticas y la autoridad de la ley a los ojos de las masas trabajadoras. Hay
que añadir que esto sucede en países como, por ejemplo, Austria y España,
donde los obreros han luchado con las armas en la mano contra el fascismo. El
Austria, la lucha heroica del Schutzbund y de los comunistas hizo temblar, a
pesar de la derrota, desde un principio la firmeza de la dictadura fascista.
En España, la burguesía no logró amordazar a los
trabajadores. Las luchas armadas de Austria y España han hecho que masas cada
vez más extensas de las clase obrera adquieran conciencia de la necesidad de la
lucha revolucionaria de clases.
Sólo filisteos inverosímiles, lacayos de la burguesía,
como el más viejo teórico de la Segunda Internacional, Carlos Kautsky, pueden
reprochar a los obreros de Austria y España el haber empuñado las armas. ¿Qué
aspecto presentaría hoy el movimiento obrero de Austria y España, si la clase
obrera de estos países se hubiera dejado guiar por los traidores consejos de
los Kautsky? La clase obrera de estos países atravesaría una profunda
desmoralización en sus filas.
«Los pueblos -dijo Lenin- no pasan en vano por la escuela
de la guerra civil. Esta es una escuela dura y en su programa, si es completo,
entran también inevitablemente los triunfos de la contrarrevolución, el
desenfreno de los reaccionarios enfurecidos, el ajuste de cuentas feroz del
viejo poder con los rebeldes, etc. Pero sólo los pedantes declarados y las
momias sin juicio pueden lloriquear, lamentándose de que los pueblos pasen por
esa escuela llena de tormentos; esta escuela enseña a las clases oprimidas a
librar la guerra civil y les enseña cómo triunfa la revolución, acumula en
las masas de los esclavos actuales el odio, que los esclavos atemorizados,
torpes e ignorantes llevan eternamente dentro y que conduce a los esclavos ya
conscientes del oprobio de su esclavitud a las hazañas históricas más
grandiosas».
La victoria del fascismo en Alemania provocó, como es
sabido, una nueva oleada de ofensiva fascista, que condujo en Austria a la
provocación de Dollfuss, en España a nuevas agresiones de la contrarrevolución
contra las conquistas revolucionarias de las masas, en Polonia a la reforma
fascista de la Constitución y en Francia incitó a los destacamentos armados de
los fascistas a un intento de golpe de Estado en febrero de 1934. Pero esta
victoria y la furia de la dictadura fascista han provocado sobre el plano
internacional un contramovimiento de frente único proletario contra el
fascismo. El incendio del Reichstag, que era la señal para la ofensiva general
del fascismo contra la clase obrera, el atraco y expoliación contra los
sindicatos y otras organizaciones obreras, los gritos de los antifascistas
torturados en las mazmorras de los cuarteles y en los campos de concentración
fascistas, revelan palpablemente a las masas adónde ha conducido el juego
escisionista y reaccionario de los jefes de la socialdemocracia alemana, que
rechazaron las propuestas de los comunistas para luchar unidos contra el
fascismo agresor, y las convencen de la necesidad de unificar todas las fuerzas
de la clase obrera para el derrocamiento del fascismo.
En Francia, la victoria de Hitler dio también un impulso
decisivo a la creación del frente único de la clase obrera contra el fascismo.
La victoria de Hitler no ha engendrado en los obreros solamente el temor por la
suerte de los obreros alemanes, no sólo ha encendido el odio contra los
verdugos de sus hermanos de clase alemanes, sino que, además, ha fortalecido su
decisión de no permitir de ningún modo que suceda en su país lo que ha
sucedido con la clase obrera en Alemania. La poderosa gravitación hacia el
frente único en todos los países capitalistas pone de manifiesto que no han
sido en vano las enseñanzas de la derrota. La clase obrera comienza a actuar de
un modo nuevo. La iniciativa de los partidos comunistas en la organización
del frente único y la abnegación sin límites de los comunistas, de los
obreros revolucionarios, en la lucha contra el fascismo, acrecentaron, en
proporciones nunca vistas, la autoridad de la Internacional Comunista. Al mismo
tiempo, se desarrolla una honda crisis en el seno de la Segunda Internacional,
crisis que se manifiesta y subraya con una claridad especial después de la
bancarrota de la socialdemocracia alemana. Los obreros socialdemócratas pueden
convencerse cada vez más palpablemente de que la Alemania fascista, con todos
sus horrores y barbarie, es, en última instancia, una consecuencia de la
política socialdemócrata de la colaboración de clase con la burguesía.
Estas masas ven cada vez más claro que el camino, por el cual llevaron al
proletariado los jefes de la socialdemocracia alemana, no debe repetirse. Jamás
se ha dado en el campo de la Segunda Internacional ub desconcierto ideológico
tan grande. En el seno de todos los partidos socialdemócratas, se opera un
proceso de diferenciación. En sus filas se destacan dos campos básicos;:
junto al campo existente de los elementos reaccionarios, que intentan por todos
los medios mantener en pie el bloque de la socialdemocracia con la burguesía y
rechazan rabiosamente el frente único con los comunistas, comienza a
formarse el campo de los elementos revolucionarios, que abrigan dudas acerca de
la justeza de la política de coaboración de clase con la burguesía, que
abogan por la creación de un frente único con los comunistas y comienzan a
pasarse cada vez en mayor grado a las posiciones de la lucha revolucionaria de
clases.
Así, el fascismo, que ha surgido como resultado de la
decadencia del sistema capitalista, actúa a fin de cuentas como un factor de su
ulterior descomposición. Así, el fascismo, que ha asumido la tarea de
enterrar al marxismo, la movimiento revolucionario de la clase obrera, él mismo
lleva, como resultado de la dialéctica de la vida y de la lucha de clases, al desarrollo
de las fuerzas llamadas a ser enterradoras, las enterradoras del
capitalismo.
¡Camaradas! Millones de obreros y trabajadores de los países
capitalistas se preguntan: ¿Cómo puede impedirse que el fascismo llegue al
poder y cómo derrocarlo, allí donde ya ha triunfado? La Internacional
Comunista contesta: lo primero, que hay que hacer, es crear el frente único,
establecer la unidad de los obreros en cada empresa, en cada barrio, en cada
región, en cada país, en el mundo entero. La unidad de acción del
proletariado en el plano nacional e internacional, he aquí el arma poderosa que
capacita a la clase obrera no sólo para una defensa, sino también para una
contraofensiva victoriosa contra el fascismo, contra el enemigo de clase.
Significado
del frente único
¿No es evidente que las acciones conjuntas de los
afiliados a los partidos y organizaciones de las dos Internacionales -la
Internacional Comunista y la Segunda Internacional- permitirían a las masas
rechazar el empuje fascista y elevarían el peso político de la clase obrera?
Pero las acciones conjuntas de los partidos de ambas
Internacionales contra el fascismo no se limitarían a ejercer una influencia
sobre sus afiliados actuales, sobre los comunistas y los socialdemócratas,
ejercerían también una influencia poderosa en las filas de los obreros católicos,
anarquistas y no organizados, incluso sobre aquellos que momentáneamente son víctimas
de la demagogia fascista.
Más aún, el potente frente único del proletariado
ejerecería una enorme influencia sobre todas las demás capas del pueblo
trabajador, sobre los campesinos, sobre la pequeña burguesía urbana,
sobre los intelectuales. El frente único infundiría a los sectores vacilantes
fe en la fuerza de la clase obrera.
Pero tampoco esto es todo. El proletariado de los países
imperialistas tiene sus aliados potenciales no sólo en los trabajadores del
propio país, sino también en las naciones oprimidas de las colonias y
semicolonias. El hecho de que el proletariado se halle escindido sobre un
plano nacional e internacional y de que una parte de él apoye la política de
colaboración con la burguesía y, sobre todo, su régimen de opresión en las
colonias y semicolonias, aparta a los pueblos oprimidos de las colonias y
semicolonias de la clase obrera y debilita el frente antiimperialista mundial.
Cada paso que dé el proletariado de las metrópolis imperialistas por la senda
de la unidad de acción, encaminado a apoyar la lucha de liberación de los
pueblos coloniales, equivale a convertir las colonias y semicolonias en una de
las reservas principales del proletariado.
Finalmente, si tenemos en cuenta que la unidad de acción
internacional del proletariado se apoya en la fuerza, sin cesar creciente, del
Estado proletario, del país del socialismo, de la Unión Soviética, vemos qué
vastas perspectivas abre la realización de la unidad de acción del
proletariado sobre el plano nacional e internacional.
La implantación de la unidad de acción de todos los
sectores de la clase obrera, cualquiera que sea el Partido u organización a que
pertenezcan, es necesaria aun antes de que la mayoría de la clase obrera se
unifique para luchar por el derrocamiento del capitalismo y por el triunfo de la
revolución proletaria.
¿Es posible realizar esta unidad de acción del
proletariado en los distintos países y el mundo entero? Sí, es posible, y lo
es inmediatamente. La Internacional Comunista no pone para la unidad de acción
ninguna clase de condiciones, con excepción de una elemental, aceptable para
todos los obreros, a saber: que la unidad de acción vaya encaminada
contra el fascismo, contra la ofensiva del capital, contra la amenaza de guerra,
contra el enemigo de clase. He ahí nuestra condición.
Sobre
los principales argumentos de los adversarios del frente único
¿Qué pueden objetar y qué objetan los adversarios del
frente único?
"Para los comunistas, la consigna del frente único
no es más que una maniobra" -dicen unos. Pero, aunque fuese una maniobra,
-contestamos nosotros- ¿por qué no desenmmascaráis esta "maniobra
comunista", participando honradamente en el frente único? Lo decimos
francamente: queremos la unidad de acción de la clase obrera para que el
proletariado se fortalezca en su lucha contra la burguesía, para que,
defendiendo hoy sus intereses cotidianos contra los ataques del capital, contra
el fascismo, esté mañana en condiciones de crear las premisas para su
definitiva emancipación.
"Los comunistas nos atacan" -dicen otros. Pues
escuchad. Ya hemos declarado repetidas veces que no atacaremos a nadie: personas,
organizaciones, ni partidos, que aboguen por el frente único de la clase obrera
contra el enemigo de clase. Pero, al mismo tiempo, en interés del proletariado
y de su causa, tenemos el deber de criticar a las personas, organizaciones y
partidos que entorpecen la unidad de acción de los obreros.
"No podemos formar el frente único con los
comunistas porque su programa es distinto" -dicen los de más allá. Pero
vosotros afirmáis también que vuestro programa difiere del de los partidos
burgueses y esto no os ha impedido, ni os impide sellar coaliciones con estos
partidos.
"Los partidos democrático-burgueses son mejores
aliados contra el fascismo que los comunistas" -dicen los adversarios del
frente único y defensores de la coalición con la burguesía. Pero ¿qué nos
enseña la experiencia de Alemania? Aquí los socialdemócratas formaron un
bloque con estos aliados "mejores". Y ¿cuáles fueron los resultados?
"Si establecemos el frente único con los comunistas,
los pequeños burgueses se asustarían del "peligro rojo" y se pasarían
a los fascistas" -oímos decir a menudo. ¿Acaso el frente único amenaza a
los campesinos, a los pequeños comerciantes, a los artesanos, a los
trabajadores intelectuales? No. El frente único amenaza a la gran burguesía, a
los magnates financieros, a los terratenientes y demás explotadores, cuyo régimen
acarrea la ruina completa de todos aquellos sectores.
"La socialdemocracia es partidaria de la democracia y
los comunistas, de la dictadura, por esto no podemos establecer el frente único
con los comunistas" -dicen una serie de jefes socialdemócratas. Pero ¿es
que nosotros os proponemos ahora un frente único para proclamar la dictadura
del proletariado? Por el momento, no os proponemos semejante cosa.
"Que los comunistas reconozcan la democracia y actúen
en defensa de ella y entonces estaremos dispuestos a participar en el frente único".
A éstos les contestamos: Nosotros somos partidarios de la democracia soviética,
la democracia de los trabajadores, la democracia más consecuente del mundo.
Pero defendemos y seguiremos defendiendo en los países capitalistas, palmo a
palmo, las libertades democrático-burguesas, contra las cuales atentan el
fascismo y la reacción burguesa, pues así lo exigen los intereses de la lucha
de clases del proletariado.
"Pero es que los pequeños partidos comunistas no
aportarían nada con su participación en el frente único que realice el
partido laborista" -dicen, por ejemplo, los jefes laboristas de Inglaterra.
Sin embargo, acordaos de que lo mismo afirmaban los jefes socialdemócratas
austríacos respecto al pequeño Partido Comunista de Austria. Y ¿qué han
demostrado los acontecimientos? No era la socialdemocracia austríaca con Otto
Bauer y Renner a la cabeza, quien tenía razón, sino el pequeño Partido
Comunista Austríaco, que señaló oportunamente el peligro fascista en Austria
y llamó a los obreros a luchar contra él. Y toda la experiencia del movimiento
obrero enseña que los comunistas, aunque numéricamente sean pocos, son el
motor de la actividad combativa del proletariado. Además, no debe olvidarse que
los Partidos Comunistas de Austria o de Inglaterra no son solamente las decenas
de miles de obreros afiliados a estos Partidos, sino partes del
movimiento comunista mundial, secciones de la Internacional Comunista, cuyo
partido dirigente es el Partido de un proletariado, que ha triunfado ya y
que gobierna en una sexta parte del planeta.
"Pero el frente único no impidió la victoria del
fascismo en el Sarre" -objetan los adversarios del frente único. ¡Curiosa
lógica la de estos señores! Primero, hacen todo lo que está de su parte para
asegurar la victoria del fascismo, y después, se alegran malignamente de que el
frente único, al que se han dejado arrastrar en los últimos momentos, no haya
conducido al triunfo de los obreros.
"Si formamos el frente único con los comunistas,
tendríamos que salir de los gobiernos de coalición y entrarían a gobernar los
partidos reaccionarios fascistas" -dicen los jefes socialdemócratas, que
están en los gobiernos de los distintos países. Muy bien, ¿acaso no participó
la socialdemocracia alemana en un gobierno de coalición? ¡Sí, participó! ¿No
formó parte del gobierno la socialdemocracia austríaca? ¡También formó
parte! ¿No estuvieron los socialistas españoles en un gobierno coaligados con
la burguesía? ¡Sí, lo estuvieron! Y ¿acaso la participación de la
socialdemocracia en los gobiernos burgueses de coalición ha impedido en estos
países el asalto del fascismo contra el proletariado? No,
no lo impidi&ocaute;. Es, por lo tanto, claro como la luz del día que la participación de
ministros socialdemócratas en los gobiernos burgueses no constituye una barrera
contra el fascismo.
"Los comunistas obran dictatorialmente, quieren
imponerlo y dictarlo todo" -dicen ellos. No, nosotros no imponemos, ni
dictamos nada. Nos limitamos a formular nuestras proposiciones, cuya realización
estamos convencidos de que responde a los intereses del pueblo trabajador. Y
esto no es sólo un derecho, sino un deber de cuantos actúan en nombre de los
obreros. ¿Tenéis miedo a la "dictadura" de los comunistas? Pues
presentemos conjuntamente a los obreros todas las proposiciones, las vuestras y
las nuestras, discutámolas conjuntamente, con todos los obreros, y elijamos
aquellas que sean más ventajosas para la causa de la clase obrera.
Como se ve, esos argumentos contra el frente único no
resisten la más leve crítica. Son, más que otra cosa, tergiversaciones
de los jefes reaccionarios de la socialdemocracia que prefieren su frente único
con la burguesía, al frente único del proletariado.
¡No, estas tergiversaciones no prevalecerán! El
proletariado internacional ha pagado demasiado caras las consecuencias de la
escisión del movimiento obrero y está cada vez más convencido de que el
frente único, la unidad de acción del proletariado, tanto sobre el plano
nacional, como en el plano internacional, son necesarios y perfectamente
posibles.
Contenido
y forma del frente único
¿Cuál
es y cuál debe ser el contenido principal del frente único en la etapa actual?
La
defensa de los intereses económicos y políticos inmediatos de la clase obrera,
su defensa contra el fascismo ha de ser el punto de partida y el contenido
principal del frente único en todos lo países capitalisas.
No debemos limitarnos a lanzar meros llamamientos a la
lucha por la dictadura proletaria, sino que tenemos que encontrar y preconizar
las consignas y formas de lucha, que se desprenden de las necesidades vitales de
las masas, del nivel de su capacidad de lucha en cada etapa de desarrollo.
Debemos indicar a las masas lo que han de hacer hoy
para defenderse de la expoliación capitalista y de la barbarie fascista.
Debemos conseguir que se establezca el frente único más
amplio por medio de acciones conjuntas de las organizaciones obreras de las
distintas tendencias para defender los intereses vitales de las masas
trabajadores.
Esto significa, en primer lugar, la lucha
conjunta por descargar de un modo efectivo las consecuencias de la crisis sobre
las espaldas de las clases dominantes, sobre las espaldas de los capitalistas,
de los terratenientes, en una palabra, sobre las espaldas de los ricos.
Significa, en segundo lugar, la lucha conjunta
contra todas las formas de la ofensiva fascista, por la defensa de las
conquistas y derechos de los trabajadores, contra la liquidación de las
libertades democrático-burguesas.
Significa, en tercer lugar, la lucha conjunta
contra el peligro cada vez más inminente de la guerra imperialista, lucha que
dificultaría la preparación de esta guerra.
Debemos preparar sin descanso a la clase obrera para
los cambios rápidos de formas de lucha, al variar las circunstancias. A
medida que crezca el movimiento y se fortalezca la unidad de la clase obrera,
tendremos que ir más lejos y preparar el paso de la defensiva a la ofensiva
contra el capital, poniendo proa a la organización de la huelga política
de masas. Condición obligada de una huelga semejante es que los sindicatos
fundamentales de cada país sean enrolados en ella.
Naturalmente, los comunistas no pueden, ni deben renunciar,
ni por un solo minuto, a su labor propia e independiente de educación
comunista, de organización y movilización de las masas. Sin embargo, para
asegurar a los obreros el camino hacia la unidad de acción, hay que conseguir
sellar al mismo tiempo acuerdos a corto y a largo plazo sobre acciones
comunes con los partidos socialdemócratas, los sindicatos reformistas y las demás
organizaciones de los trabajadores contra los enemigos de clase del
proletariado. En estos pactos, la atención principal debe encaminarse a
desencadenar acciones de masas en los distintos lugares, que deberían
ser llevadas a cabo por las organizaciones de base mediante acuerdos
locales. A la par que cumplimos lealmente las condiciones de todos los acuerdos
pactados con ellos, desenmascararemos implacablemente cualquier sabotaje,
cometido contra las acciones conjuntas por personas u organizaciones, que tomen
parte en el frente único. A cuantos intentos se hagan por frustrar los acuerdos
pactados, y estos intentos posiblemente se harán, contestaremos apelando a las
masas y continuando infatigablemente la lucha por restablecer la unidad de acción
violada.
Huelga decir que la realización concreta del frente único
en los distintos países se efectuará de diversos modos y revestirá
formas, según el estado y el carácter de las organizaciones obreras, su nivel
político, la situación concreta del país de que se trata, según los cambios
operados en el movimiento obrero internacional, etc.
Estas formas pueden ser, por ejemplo: acciones conjuntas
de los obreros coordinadas para casos determinados y por motivos
concretos, por reivindicaciones aisladas o también sobre la base de una
plataforma general, acciones coordinadas en determinadas empresas o ramas
industriales; acciones coordinadas sobre un plano local, regional,
nacional o internacional; acciones coordinadas para la organización de luchas
económicas de los obreros, para la realización de acciones políticas
de masas, para la organización de la autodefensa común contra los
asaltos fascistas; acciones coordinadas para ayudar a los presos y sus
familias, en el terreno de la lucha contra la reacción social;
acciones conjuntas para la defensa de los intereses de la juventud
y de las mujeres, en la esfera de las cooperativas, de la cultura,
de los deportes, etc.
Sin embargo, sería insuficiente darse por contentos con
sellar un pacto sobre acciones conjuntas y con crear comités de enlace de los
partidos y las organizaciones enroladas en el frente único, que es, por ejemplo,
lo que sucede en Francia. Esto no es má:s que el primer paso. Los pactos son
medios auxiliares para la realización de acciones conjuntas, pero no son todavía,
de por sí, el frente único. Los comités de enlace entre las direcciones de
los partidos comunistas y socialistas son necesarios para facilitar la realización
de acciones conjuntas, pero están muy lejos de bastar por sí solos, para el
despliegue efectivo del frente único, para conducir a las extensas masas a la
lucha contra el fascismo.
Los comunistas y todos los obreros revolucionarios deben
esforzarse por crear órganos de clase del frente único al margen de los
partidos elegidos (en los países de dictadura fascista, escogidos entre
las personas más prestigiosas en el movimiento de frente único) en las
empresas, entre los desocupados, en los barrios obreros, entre la gente
modesta de la ciudad y del campo. Sólo estos órganos pueden
abarcar mediante el movimiento de frente único hasta las enormes masas no
organizadas de los trabajadores, pueden contribuir a desarrollar la iniciativa
de las masas en la lucha contra la ofensiva del capital, contra el fascismo y la
reacción, a crear sobre esta base el extenso cuerpo de activistas obreros
del frente único, que es indispensable, y a formar en los países
capitalistas cientos y miles de bolcheviques sin partido.
Las acciones conjuntas de los obreros organizados
son el comienzo, son la base. Pero no podemos perder de vista que la aplastante
mayoría de los obreros, la constituyen las masas no organizadas. Así, en
Francia, el total de obreros organizados, comunistas, socialistas y
afiliados a los sindicatos de distintas tendencias, es en total aproximadamente
de un millón y el censo total de obreros asciende a once millones.
En Inglaterra, pertenecen a los sindicatos y a los partidos de todas
las tendencias, unos cinco millones; pero el censo total de obreros es
de catorce millones. En los Estados Unidos de América, hay
aproximadamente cinco millones de obreros organizados, pero el censo
total de los obreros en Norte-América es de treinta y ocho millones. Y
la misma relación existe más o menos en otra serie de países. En tiempos
"normales", esta masa permanece substancialmente al margen de la vida
política. Pero en la actualidad, esta masa gigantesca se pone cada vez más en
movimiento, se incorpora a la vida política, sale a la palestra política.
La creación de órganos de clase al margen de los
partidos es la mejor forma para realizar, ampliar y fortalecer el
frente único en la misma base de las más amplias masas. Estos órganos serán
también el mejor baluarte contra todas las tentativas de los adversarios del
frente único para romper la unidad de acción lograda por la clase obrera.
Sobre
el frente popular antifascista
En la movilización de las masas trabajadoras para la
lucha contra el fascismo, tenemos como tarea espacialmente importante la
creación de un extenso frente popular antifascista sobre la base del frente
único proletario. El éxito de toda la lucha del proletariado va íntimamente
unido a la creación de la alianza de lucha del proletariado con el campesinado
trabajador y con las masas más importantes de la pequeña burguesía urbana,
que forman la mayoría de la población incluso en los países industrialmente
desarrollados.
El fascismo, en sus campañas de agitación encaminadas a
conquistarse esas masas, intenta contraponer las masas trabajadoras de la ciudad
y del campo al proletariado revolucionario y asustar a los pequeñoburgueses con
el fantasma del "peligro rojo". Nosotros tenemos que volver las
lanzas y señalar a los campesinos trabajadores, a los artesanos y a los
trabajadores intelectuales, de dónde les amenaza el verdadero peligro, tenemos
que hacerles ver concretamente quién echa sobre los campesinos la carga de
las contribuciones e impuestos, quién les estruja mediante intereses usurarios,
quién, a pesar de poseer las mejores tierras y todas sus riquezas, expulsa de
su terruño al campesino y a su familia y le condena al paro y a la mendicidad.
Tenemos que poner en claro concretamente, explicar paciente y tenazmente, quién
arruina a los artesanos a fuerza de impuestos y gabelas de todo género, rentas
gravosas y de una competencia insoportable para ellos, quién lanza a la calle y
priva de trabajo a las amplias masas de los trabajadores intelectuales.
Pero esto no basta.
Lo fundamental, lo más decisivo, para establecer el
frente popular antifascista es la acción decidida del proletariado
revolucionario en defensa de las reivindicaciones de estos sectores y, en
particular, del campesinado trabajador, de reivindicaciones que corresponden a
los intereses cardinales del proletariado, combinando en el transcurso de la
lucha las aspiraciones de la clase obrera con estas reivindicaciones.
Para la creación del frente popular antifascista tiene
una gran importancia el saber abordar de una manera acertada a todos aquellos
partidos y organizaciones que enrolan a una parte considerable del campesinado
trabajador y a las masas principales de la pequeña burguesía urbana.
En los países capitalistas, la mayoría de estos partidos
y organizaciones -tanto políticas, como económicas- se encuentran todavía
bajo la influencia de la burguesía y siguen a ésta. La composición social de
estos partidos y organizaciones no es homogénea. En ella aparecen, al lado de
los campesinos sin tierra, campesinos muy ricos, al lado de los pequeños
tenderos, grandes hombres de negocios, pero la dirección la llevan estos últimos,
los agentes del gran capital. Esto nos obliga a dar a estas organizaciones un trato
diferenciado, teniendo en cuenta que, a menudo, la masa de sus afiliados no
conoce la verdadera faz política de su propia dirección. En determinadas
circunstancias, podemos y debemos encaminar nuestros esfuerzos a ganar a estos
partidos y organizaciones o a sectores sueltos de ellos para el frente popular
antifascista, pese a su dirección burguesa. Así, por ejemplo, acontece
actualmente en Francia con el partido radical, en los Estados Unidos con las
distintas organizaciones de granjeros (farmers), en Polonia con el «Stronictwo
Ludowe», en Yugoeslavia con el partido campesino croata, en Bulgaria con la Unión
Agraria, en Grecia con los "agraristas", etc. Pero, independientemente
de esto si existan o no probabilidades de atraer a estos partidos y otras
organizaciones al frente popular, nuestra táctica tiene que ir dirigida, bajo
todas las condiciones, a incorporar al frente popular antifascista a los
pequeños campesinos, artesanos, etc., enrolados en ellas.
Así, pues, como veis, aquí tenemos que acabar en toda la
línea con el menosprecio y la actitud despectiva que se dan con harta
frecuencia en nuestra actuación respecto a los distintos partidos y
organizaciones de campesinos, artesanos y de masas de la pequeña burguesía
urbana.
Problemas
cardinales del frente único en los diversos países
En todos los países hay problemas cardinales que
una etapa dada conmueven a las más extensas masas y en torno a los cuales debe
desplegarse la lucha por establecer el frente único. El captar acertadamente
estos puntos fundamentales, estos problemas cardinales, significa asegurar y
acelerar la formación del frente único.
a)
Estados Unidos de América
Tomemos,
por ejemplo, un país tan importante del mundo capitalista como los Estados
Unidos de América. Allí la crisis ha puesto en movimiento a millones de
hombres. El programa de saneamiento del capitalismo se ha ido a pique. Inmensas
masas comienzan a apartarse de los partidos burgueses y se hallan actualmente en
la encrucijada.
El fascismo norteamericano incipiente intenta canalizar el
descontento y el desengaño de estas masas hacia cauces reaccionario-fascistas.
La peculiaridad del desarrollo del fascismo norteamericano consiste en que, en
la presente fase, actúa predominantemente en forma de oposición contra el
fascismo, considerándolo una corriente "no americana", importada del
extranjero. A diferencia del fascismo alemán, que entró en escena con
consignas contrarias a la constitución, el fascismo norteamericano intenta
presentarse como paladín de la Constitución y de la "democracia
americana". No es aún una fuerza que constituye una amenaza inmediata.
Pero si logra penetrar en las extensas masas decepcionadas de los viejos
partidos burgueses, puede llegar a convertirse muy pronto en un serio peligro.
¿Y qué significaría el triunfo del fascismo en los
Estados Unidos? Para las masas trabajadoras significaría, naturalmente, una
acentuación desenfrenada del régimen de explotación y la destrucción del
movimiento obrero. ¿Y cuál sería la significación internacional de esta
victoria del fascismo? Los Estados Unidos no son -como es sabido- Hungría, ni
Finlandia, ni Bulgaria, ni Letonia. La victoria del fascismo en los Estados
Unidos haría cambiar esencialmente toda la situación internacional.
En estas circunstancias, ¿puede darse el proletariado
norteamericano por satisfecho simplemente con organizar su vanguardia consciente
de clase, que está dispuesta a marchar por la senda de la revolución? No.
Es de todo punto evidente que los intereses del
proletariado americano exigen que sus fuerzas se deslinden sin demora de los
partidos capitalistas. Tiene que encontrar los caminos y las formas apropiadas
para impedir a tiempo que el fascismo arrastre consigo a las masas de los
trabajadores descontentos. Y aquí hemos de decir que la forma apropiada a las
condiciones de Norte América podría ser la creación de un partido de masas de
los trabajadores, un "partido de obreros y granjeros (farmers)".
Este partido sería una forma específica del frente popular de masas en Norte
América, un frente que hay que oponer a los partidos de los trusts y de
los bancos, y al fascismo en desarrollo. Este partido no sería, naturalmente, ni
socialista, ni comunista. Pero tendría que ser un partido
antifascista y no debería ser un partido anticomunista. El programa de
este partido debería ir dirigido contra los bancos, los trusts y los monopolios,
contra los enemigos principales del pueblo que especulan con sus desgracias.
Este partido s&ocute;lo puede cumplir su misión, si defiende las
reivindicaciones más vitales de la clase obrera, si lucha por una auténtica
legislación social, por el seguro del paro, por que obtengan tierra y sean
liberados del fardo de las deudas los aparceros blancos y negros, si lucha por
la anulación de las deudas de los granjeros (farmers), si lucha por la igualdad
de derechos de los negros, por defender los intereses de los miembros de las
profesiones liberales, de los pequeños comerciantes y de los artesanos. Y así
sucesivamente.
Fácilmente se comprende que un partido de este tipo habrá
de luchar por enviar a sus representantes a las administraciones autónomas
locales y a los órganos representativos de los distintos Estados de la Unión,
así como la Congreso y al Senado.
Nuestros camaradas de los Estados Unidos procedieron
acertadamente, al tomar la iniciativa de crear semejante partido. Pero tendrán
que adoptar medidas más eficaces aún, para que la creación de tal partido
llegue a ganar las simpatías de las masas. El problema de la organización de
un "partido de obreros y granjeros" y su programa deben ser discutidos
en asambleas populares de masas. Es necesario desplegar un movimiento amplísimo
para la creación de este partido y ponerse a la cabeza de este movimiento. No
debe en modo alguno permitirse que la iniciativa de la organización de este
partido pase a manos de aquellos elementos que quieren explotar el descontento
de las masas de millones de hombres desengañados de los dos partidos burgueses
-el democrático y el republicano- para crrear en los Estados Unidos un "tercer"
partido como partido anticomunista, como un partido orientado contra el
movimiento revolucionario.
b)
Inglaterra
En
Inglaterra, la organización fascista de Mosley ha pasado,
provisionalmente, a segundo plano, como resultado de las acciones de masas de
los obreros ingleses. Pero no debemos cerrar los ojos ante el hecho de que el
llamado "gobierno nacional" lleva a cabo una serie de medidas
reaccionarias contra la clase obrera mediante las cuales se crean también en
Inglaterra condiciones que, llegado el caso, facilitarían a la burguesía el
paso al régimen fascista.
Luchar contra el peligro fascista en Inglaterra, en la
etapa actual, significa, ante todo, luchar contra el "gobierno nacional",
contra sus medidas reaccionarias, contra la ofensiva del capital, por la defensa
de las reivindicaciones de los parados, contra las rebajas de salarios, por la
derogación de todas las leyes mediante las cuales la burguesía inglesa empeora
el nivel de vida de las masas.
Pero el odio creciente de la clase obrera contra el "gobierno
nacional" congrega a masas cada vez más extensas bajo la consigna de
un nuevo gobierno laborista en Inglaterra. ¿Pueden los comunistas pasar
por alto este estado de ánimo de las amplias masas, que todavía conservan fe
en un gobierno laborista? ¡No camaradas! Tenemos que encontrar el camino hacia
estas masas. Les decimos francamente, como lo hizo el XIII Congreso del Partido
Comunista de Gran Bretaña: los comunistas somos partidarios del poder soviético,
único poder capaz de emancipar a los obreros del yugo del capital. Pero, ¿queréis
un gobierno laborista? Perfectamente. Nosotros hemos luchado y luchamos mano a
mano con vosotros por derrotar al "gobierno nacional". Estamos
dispuestos a apoyar vuestra lucha por la formación de un nuevo gobierno
laborista, a pesar de que los dos gobiernos laboristas anteriores no han
cumplido las promesas hechas por el Partido Laborista a la clase obrera. No
esperamos de este gobierno que se realicen medidas socialistas. Pero, en nombre
de millones de obreros, le formulamos la exigencia de que defienda los
intereses económicos y políticos má,s apremiantes de la clase obrera y de
todos los trabajadores. Vamos a discutir un programa común de tales
reivindicaciones y a poner en práctica la unidad de acción que necesita el
proletariado para hacer frente a la ofensiva reaccionaria del "gobierno
nacional", al a ofensiva del capital y del fascismo y a la preparación de
la nueva guerra. Los camaradas ingleses están dispuestos a actuar sobre estas
bases, conjuntamente con las organizaciones del Partido Laborista, en las próximas
elecciones parlamentarias, contra el "gobierno nacional" y también
contra Lloyd George que a su modo intenta arrastrar consigo a las masas contra
la causa de la clase obrera en interés de la burguesía inglesa.
Esta posición de los comunistas ingleses es justa. Ella
les ayuda a establecer el frente único de lucha con las masas de millones de
hombre de las tradeuniones inglesas y del Partido Laborista. Permaneciendo
siempre en las primeras líneas del proletariado combatiente, señalando a las
masas el único camino justo -el camino de la lucha por abatir
revolucionariamente la dominación de la burguesía y por instaurar el Poder
Soviético- los comunistas no deben, al fijar sus tareas políticas actuales,
empeñarse en saltar las etapas necesarias del movimiento de masas, a lo largo
del cual las masas obreras superan, a base de la propia experiencia, sus
ilusiones y pasan al lado del comunismo.
c)
Francia
Francia
es, como se sabe, el país cuya clase obrera da a todo el proletariado
internacional un ejemplo de cómo hay que luchar contra el fascismo. El Partido
Comunista Francés puede servir de ejemplo a todas las secciones de la
Internacional Comunista de cómo se debe llevar a cabo la táctica del frente único
y los obreros socialistas pueden servir de ejemplo de lo que deben hacer hoy los
obreros socialdemócratas de los demás países capitalistas en lucha contra el
fascismo. (Aplausos).
La significación de la manifestación antifascista,
celebrada en París el 14 de julio de este año, en la que tomaron parte medio
millón de hombres, así como las grandes manifestaciones efectuadas en otras
ciudades de Francia, es enorme. Esto ya no es simplemente un movimiento de
frente único obrero, es el comienzo de un amplio frente de todo el pueblo
contra el fascismo en Francia. Este movimiento de frente único acrecienta la fe
de la clase obrera en sus fuerzas, fortalece en ella la conciencia de su papel
de guía respecto al campesinado, a la pequeña burguesía urbana, a los
intelectuales. Extiende la influencia del Partido Comunista sobre las masas
obreras, y con ello, fortalece al proletariado en su lucha contra el fascismo.
Este movimiento despierta a tiempo la atención vigilante de las masas frente al
peligro fascista. Será un ejemplo contagioso para el despliegue de la lucha
antifascista en los demás países capitalistas y ejercerá una influencia
alentadora sobre los proletarios de Alemania, aherrojados por la dictadura
fascista.
Esto es, sin duda alguna, una gran victoria, pero no
decide todavía el resultado de la lucha antifascista. La mayoría aplastante
del pueblo francés está indudablemente en contra del fascismo. Pero la burguesía
sabe forzar, acudiendo a la fuerza armada, la voluntad de los pueblos. El
movimiento fascista sigue desarrollándose con total libertad, con el apoyo
activo del capital monopolista, del aparato estatal de la burguesía, del Estado
Mayor del ejército francés y de los dirigentes reaccionarios del clero católico,
baluarte de toda la reacción. La organización fascista más fuerte, «Las
Cruces de Fuego», dispone actualmente de más de 300.000 hombres armados, cuyo
núcleo principal son 60.000 oficiales reservistas. Posee fuertes posiciones en
la policía, la gendarmería, el ejército, la aviación y dentro de todo el
aparato del Estado. Las últimas elecciones municipales ponen de manifiesto que
en Francia no crecen solamente las fuerzas revolucionarias, sino también las
fuerzas del fascismo. Si el fascismo lograra penetrar de un modo extenso en el
campesinado y asegurarse el apoyo de una parte del ejército con la neutralidad
de la otra, las masas trabajadoras de Francia no podrían impedir la subida de
los fascistas al poder. ¡No olvidéis, camaradas, la debilidad del movimiento
obrero francés en materia de organización, debilidad que facilita el éxito de
la ofensiva fascista! No hay ninguna razón para que la clase obrera y todos los
antifascistas de Francia se den por contentos con los resultados ya conseguidos.
¿Cuáles son las tareas que se plantean a la clase obrera
de Francia?
Primero: Conseguir establecer el frente único no sólo en el
terreno político, sino también en el económico, para organizar la lucha
contra la ofensiva del capital; romper con su empuje la resistencia que oponen
al frente único los capitostes de la Confederación General del Trabajo
reformista.
Segundo: Lograr la realización de la unidad sindical en Francia
-sindicatos únicos sobre la base de la luucha de clases.
Tercero: Incorporar al movimiento antifascista a las extensas
masas campesinas, a las masas de la pequeña burguesía, reservando un lugar
especial en el programa del frente popular antifascista a sus reivindicaciones
vitales.
Cuarto: Afianzar orgánicamente y seguir extendiendo el
movimiento antifascista, desplegado mediante la creación en masa de órganos
del frente popular antifascista elegidos al margen de los partidos, de órganos
que por su influencia abarquen a masas mucho más extensas que los partidos y
organizaciones de los trabajadores, que actualmente existen en Francia.
Quinto: Conseguir, por su presión, la disolución y el desarme
de las organizaciones fascistas como organizaciones de conspiradores contra la
República y como agentes de Hitler en Francia.
Sexto: Conseguir que se limpie el aparato del Estado, del ejército
y de la policía de los conspiradores que preparan un golpe fascista.
Séptimo: Desplegar la lucha contra los jefes de las camarillas
reaccionarias del clero católico como uno de los baluartes más importantes del
fascismo francés.
Octavo: Ligar al ejército con el movimiento antifascista
mediante la creación dentro del ejército de comités de defensa de la República
y de la Constitución, contra aquellos que quieren servirse del ejército para
dar un golpe de Estado anticonstitucional, no permitir que las fuerzas
reaccionarias de Francia hagan fracasar el pacto franco-soviético que defiende
la causa de la paz contra la agresión del fascismo alemán.
Y si el movimiento antifascista de Francia condujese a la
formación de un gobierno, que luchase contra el fascismo francés de una modo
efectivo, no sólo con palabras sino con hechos, que pusiese en práctica el
programa de reivindicaciones del frente popular antifascista, los comunistas, sin
dejar de ser enemigos irreconciliables de todo gobierno burgués y
partidarios del Poder Soviético, estarían dispuestos, a pesar de todo,
ante el creciente peligro fascista, a apoyar a un tal gobierno. (Aplausos)
El
frente único y las organizaciones fascistas de masas
¡Camaradas! La lucha por establecer el frente único en
los países, donde los fascistas están en el poder, es tal vez el problema más
importante que tenemos planteado. Allí esta lucha se desarrolla naturalmente en
unas condiciones mucho más difíciles que en los países de movimiento obrero
legal. No obstante, existen en los países fascistas todas las premisas para el
despliegue de un verdadero frente popular antifascista en la lucha contra la
dictadura fascista, pues los obreros socialdemócratas, católicos y de otras
tendencias, en Alemania, por ejemplo, pueden convencerse de un modo inmediato de
la necesidad de luchar unidos junto con los comunistas contra la dictadura
fascista. Las amplias capas de la pequeña burguesía y del campesinado, que ya
ha saboreado los amargos frutos de la dominación fascista, se sienten cada vez
más descontentas y desilusionadas, lo que facilita la tarea de incorporarlas al
movimiento popular antifascista.
En los países fascistas, especialmente en Alemania e
Italia, donde el fascismo ha sabido crearse una base de masas, afiliando
brutalmente a sus organizaciones a los obreros y demás trabajadores, la tarea
principal consiste en saber combinar la lucha contra el fascismo desde fuera,
con la labor de zapa desde dentro, en los órganos y organizaciones fascistas de
masas. Es necesario estudiar, asimilar y aplicar métodos y procedimientos
especiales, apropiados a las condiciones concretas de estos países, que
contribuyan a la rápida descomposición de la base de masas del fascismo y
preparen el derrocamiento de la dictadura fascista. Hay que estudiarlos,
asimilarlos y aplicarlos y no limitarse a gritar: "¡Muera Hitler!",
"¡Muera Mussolini!". ¡Sí! Estudiar, asimilar y aplicar.
Es ésta un tarea difícil y complicada. Tanto más difícil,
cuanto que nuestras experiencias de lucha eficaz contra la dictadura fascista
son extraordinariamente limitadas. Nuestros camaradas italianos, por ejemplo,
llevan ya aproximadamente trece años luchando bajo las condiciones de la
dictadura fascista. Pero no han logrado todavía desplegar una verdadera lucha
de masas contra el fascismo y por esto no han podido desgraciadamente ayudar
mucho, en este sentido, con experiencias positivas, a los demás partidos
comunistas de los países fascistas. Los comunistas alemanes e italianos y los
comunistas de otros países fascistas, al igual que los miembros de las
juventudes comunistas, han hecho milagros de heroísmo. Han hecho y hacen
diariamente sacrificios enormes. Ante este heroísmo y estos sacrificios todos
nosotros nos inclinamos. Pero el heroísmo no basta. (Aplausos). Es necesario
combinar este heroísmo con la labor diaria entre las masas, con la lucha
concreta contra el fascismo para lograr resultados más tangibles en este
terreno. En nuestra lucha contra la dictadura fascista es particularmente
peligroso confundir los deseos con las realidades, hay que partir de los hechos,
de la situación real, concreta.
Y ¿cuál es hoy la realidad, por ejemplo, en Alemania?
Entra las masas crecen el descontento y la decepción por
la política de la dictadura fascista, revistiendo incluso la forma de huelgas
parciales y de otras acciones. A pesar de todos sus esfuerzos, el fascismo no ha
logrado conquistar políticamente a las masas fundamentales de los obreros,
pierde y perderá cada vez en mayor medida incluso a sus antiguos partidarios.
Pero tenemos que darnos cuenta de que los obreros que están convencidos de la
posibilidad de derribar a la dictadura fascista y dispuestos a luchar desde
hoy mismo por ello, de un modo activo, son aún, por el momento, una minoría.
Somos nosotros, los comunistas, y es el sector revolucionario de los obreros
socialdemócratas. La mayoría de los trabajadores todavía no tiene la
conciencia de las posibilidades reales y concretas y de los caminos por los que
puede derribarse esta dictadura y está, por el momento, a la expectativa. Esto
debe ser tenido en cuenta al fijar nuestros objetivos en la lucha contra el
fascismo en Alemania y cuando busquemos, estudiemos y apliquemos procedimientos
para derrocar y sacudir la dictadura fascista en Alemania.
Para asestar un golpe sensible a la dictadura fascista,
tenemos que conocer sus puntos más vulnerables. ¿Dónde está el talón de
Aquiles de la dictadura fascista? En su base social. Esta base es extremadamente
heterogénea. Abarca diferentes clases y diferentes sectores de la sociedad. El
fascismo se proclama representante exclusivo de todas las clases y capas de la
población, del fabricante y del obrero, del millonario y del parado, del
terrateniente y del pequeño campesino, del gran capitalista y del artesano.
Finge defender los intereses de todos estos sectores, los intereses de
la nación. Pero como el fascismo es la dictadura de la gran burguesía, tiene
que chocar inevitablemente con su base social de masas, y tanto más, cuanto que
precisamente bajo la dictadura fascista se destacan con mayor relieve las
contradicciones de clase entre la jauría de los magnates financieros y la
aplastante mayoría del pueblo.
Sólo podremos llevar a las masas a luchas decisivas por
el derrocamiento de la dictadura fascista, si enrolamos a los obreros, que se
han visto forzados a ingresar en las organizaciones fascistas o que lo han hecho
por falta de conciencia, en los movimientos más elementales para la
defensa de sus intereses económicos, políticos y culturales. Precisamente por
esto, los comunistas deben trabajar dentro de estas organizaciones como los
mejores defensores de los intereses cotidianos de las masas de afiliados,
teniendo presente que en la medida que los obreros encuadrados en estas
organizaciones exijan con mayor frecuencia sus derechos y defiendan sus
intereses, chocarán irremediablemente con la dictadura fascista.
Basándose en la defensa de sus intereses más vitales
-aunque en los primeros tiempos sean los más elementales- de las masas
trabajadoras de la ciudad y del campo, será relativamente fácil encontrar un
lenguaje común, que nos una no sólo a los antifascistas conscientes, sino
también a aquellos trabajadores que son todavía partidarios del fascismo, pero
que están desengañados y descontentos de su política, que se quejan y buscan
la ocasión para expresar su descontento. En general, tenemos que darnos cuenta
de que toda nuestra táctica, en los países de la dictadura fascista, ha de
tener un carácter tal, que no repela a los partidarios de fila del fascismo,
sino que ahonde el abismo entre los jerarcas fascistas y las masas de los
desengañados partidarios sencillos del fascismo entre las capas trabajadoras.
No hay que desconcertarse, camaradas, si la gente
movilizada en torno a estos intereses cotidianos se tiene por indiferente en política
e incluso por partidaria del fascismo. Lo importante para nosotros es atraerlos
al movimiento, que quizás en sus comienzos no se desarrollará todavía
abiertamente, bajo las consignas de la lucha contra el fascismo, pero que
objetivamente es ya un movimiento antifascista, porque enfrenta a estas masas
con la dictadura fascista.
La experiencia nos enseña que el creer que en los países
de la dictadura fascista es absolutamente imposible actuar de un modo
legal o semilegal es perjudicial y falso. Aferrarse a este punto de vista,
significa caer en la pasividad, renunciar por completo a un verdadero trabajo de
masas en general. En efecto, el encontrar formas y métodos de actuación legal
o semilegal, bajo las condiciones de la dictadura fascista, es un problema difícil
y complicado. Pero, como en tantas otras cuestiones, también aquí, se encargarán
de indicarnos el camino la vida misma y la iniciativa de las propias masas,
quienes nos han brindado ya una serie de ejemplos que debemos generalizar y
aplicar de forma organizada y oportuna.
hay que acabar decididamente con el menosprecio de la
labor dentro de las organizaciones fascistas de masas. Lo mismo en Italia que en
Alemania, y en otra serie de países fascistas, nuestros camaradas han
encubierto su pasividad y, con frecuencia, incluso la negativa directa de
trabajar en las organizaciones fascistas de masas, contraponiendo su trabajo en
las empresas a la labor dentro de las organizaciones fascistas de masas. En
realidad, esta contraposición esquemática ha hecho precisamente que tanto el
trabajo dentro de las organizaciones fascistas de masas, como el desarrollo en
las empresas fuese extraordinariamente flojo e, incluso, inexistente.
Para los comunistas de los países fascistas es, por
tanto, de especial importancia estar en todas partes donde estén las masas. El
fascismo ha arrebatado a los obreros sus propias organizaciones legales. Les ha
impuesto por la violencia las organizaciones fascistas y en éstas se
encuentran las masas, sea por fuerza o parcialmente de su agrado. Estas
organizaciones de masas del fascismo pueden y deben ser nuestro campo legal o
semilegal de operaciones desde el cual entraremos en contacto con las masas.
Pueden y deben ser para nosotros un punto de partida legal o semilegal para la
defensa de los intereses cotidianos de las masas. Para aprovechar estas
posibilidades, los comunistas deberán luchar por conseguir puestos electivos en
las organizaciones fascistas de masas, para mantener contacto con las masas, y
tienen que liberarse, de una vez para siempre, del prejuicio de que esta labor
es inapropiada e indigna de un obrero revolucionario.
En Alemania existe, por ejemplo, el sistema de los
llamados "delegados de fábrica". ¿Dónde está escrito que debemos
ceder el monopolio en estas organizaciones a los fascistas? ¿No podemos acaso
intentar unir a los comunistas, socialdemócratas, católicos y otros obreros
antifascistas dentro de las empresas para que, al votar las listas de los "delegados
de fábrica", tachen a los agentes declarados del patrono e incluyan en
ellas otros candidatos que gocen de la confianza de los obreros? La práctica ha
demostrado ya que esto es posible.
¿Y no nos enseña también la práctica que podemos
exigir de los "delegados de fábrica", en unión con los obreros
socialdemócratas y otros obreros descontentos, una verdadera defensa de los
intereses obreros?
Fijaos en el Frente del Trabajo de Alemania o en
los sindicatos fascistas de Italia. ¿Acaso no se puede exigir que los
funcionarios del "Frente del Trabajo" sean elegidos en ves de
designados desde arriba? ¿No puede insistirse en que los órganos dirigentes de
las organizaciones locales den cuenta de su actuación a las asambleas de
afiliados de las mismas? ¿No se pueden elevar estas reclamaciones por acuerdo
del grupo, al patrono, al "protector del trabajo", a los órganos
superiores del "Frente del Trabajo"? Puede hacerse, a condición de
que los obreros revolucionarios trabajen efectivamente dentro del "Frente
del Trabajo" y luchen por conquistar puestos en el mismo.
Métodos de trabajo parecidos son también posibles y
necesarios en otras organizaciones fascistas de masas: en la Unión de
Juventudes Hitlerianas, en las organizaciones deportivas, en la organización
"Kraft durch Freude" en el "Dopo Lavoro", en las
cooperativas, etc.
Recordaréis, camaradas, la antigua leyenda de la toma de
Troya. La ciudad de Troya se había hecho fuerte contra el ejército sitiador
por medio de una muralla infranqueable y los sitiadores, que habían sufrido ya
no pocas bajas, no lograron la victoria hasta que consiguieron penetrar en el
interior, en el corazón mismo del enemigo, con la ayuda del famoso caballo de
Troya.
A mí me parece que nosotros, obreros revolucionarios, no
debemos sentir ningún escrúpulo en emplear la misma táctica contra nuestros
enemigos fascistas, que se defienden contra el pueblo mediante la muralla viva
de sus asesinos a sueldo. (Aplausos).
Quien no comprenda la necesidad de emplear una táctica
semejante respecto al fascismo, quien considere tal actuación "humillante",
podrá ser un excelente camarada, pero, si me permitís que lo diga, es un
charlatán y no un revolucionario: ese no sabrá conducir a las masas al
derrocamiento de la dictadura facsista. (Aplusos).
El movimiento de masas del frente único, que va
germinando fuera y dentro de las organizaciones fascistas de Alemania, Italia y
otros países, en los que el fascismo cuenta con una base de masas, partiendo de
la defensa de las necesidades más elementales, cambiando de formas y consignas
de lucha conforme al crecimiento y ampliación de esta lucha, será el ariete
que destruya la fortaleza de la dictadura fascista, que hoy parece a muchos
inexpugnable.
El
frente único en los países en que los socialdemócratas están en el gobierno
La lucha por establecer el frente único plantea otro
problema muy importante: el problema del frente único en los países, en que
existen gobiernos socialdemócratas o de coalición con la participación de los
socialistas, como ocurre, por ejemplo, en Dinamarca, Noruega, Suecia,
Checoeslovaquia y Bélgica.
Es bien conocida nuestra actitud absolutamente negativa
ante los gobiernos socialdemócratas, que son gobiernos de colaboración con la
burguesía. Pero, a pesar de ello, no consideramos la existencia de un
gobierno socialdemócrata y de una coalición gubernamental del Partido
Socialdemócrata con los partidos burgueses como un obstáculo insuperable
para establecer el frente único con los socialdemócratas en determinadas
cuestiones. Consideramos que también en estos casos es absolutamente posible
y necesario el frente único para la defensa de los intereses vitales del
pueblo trabajador, en la lucha contra el fascismo. Se comprende que en los países,
en que participan en el gobierno representantes de los partidos socialdemócratas,
la dirección socialdemócrata oponga las más enérgica resistencia al frente
único proletario. Se comprende perfectamente que sea así. Quieren hacer ver a
la burguesía que son ellos quienes saben, mejor y más hávilmente que nadie,
refrenar el descontento de las masas obreras y preservalas de la influencia del
comunismo. Pero el solo hecho, de que los ministros socialdemócratas adopten
una actitud negativa ante el frente único proletario, no justifica en lo más mínimo,
el hecho de que los comunistas no hagan nada para la creación del frente único
del proletariado.
Nuestros camaradas de los países escandinavos siguen con
harta frecuencia el camino de la menor resistencia, al limitarse a
desenmascarar por la propaganda al gobierno socialdemócrata. Esto es un
error. En Dinamarca, por ejemplo, los jefes socialdemócratas llevan ya
diez años en el gobierno y los comunistas han venido repitiendo, día tras día,
durante diez años, que éste es un gobierno burgués capitalista. Hay que
suponer que esta propaganda es conocida ya de los obreros daneses. El hecho de
que, a pesar de ello, una mayoría considerable vote por el partido socialdemócrata
gubernamental indica solamente que el desenmascaramiento propagandístico del
gobierno por los comunistas no basta, pero no demuestra que
estos cientos de miles de obreros estén contentos con todas las iniciativas
gubernamentales de los ministros socialdemócratas. No, a ellos no les
agrada que el gobierno socialdemócrata, mediante los llamados "convenios
de crisis", ayude a los grandes capitalistas y terratenientes, y
no a los obreros y campesinos pobres; que haya arrebatado a los obreros por el
decreto promulgado en enero de 1933 el derecho de huelga. No les agrada
que la dirección socialdemócrata proyecte una peligrosa reforma electoral
antidemocrática (restringiendo considerablemente el número de diputados).
No creo equivocarme, si afirmo que el 99% de los obreros daneses no aprueba
estas medidas políticas de los jefes y ministros socialdemócratas.
¿Acaso los comunistas no pueden llamar a los sindicatos y
organizaciones socialdemócratas de Dinamarca a discutir tal o cual cuestión
actual de esta índole, a emitir su opinión acerca de ellas y actuar en común
por el frente único proletario, para la realización de las reivindicaciones
obreras? El año pasado, en octubre, cuando nuestros camaradas daneses se
dirigieron a los sindicatos con el llamamiento da actuar contra la reducción
del subsidio de paro y por los derechos democráticos de los sindicatos, se
adhirieron al frente único unas cien organizaciones sindicales locales.
En Suecia, está en el poder, por tercera vez, un
gobierno socialdemócrata, pero los comunistas suecos han renunciado prácticamente,
durante mucho tiempo, a emplear la táctica del frente único. ¿Por qué? ¿Eran
contrarios al frente único? Naturalmente que no. Eran en principio partidarios
del frente único, del frente único en general, pero no acertaban a
ver sobre qué motivos, en qué problemas, en la defensa de qué
reivindicaciones, se podía establecer con éxito el frente único proletario; y
cómo y dónde había que apoyarse. Pocos meses antes de constituirse el
gobierno socialdemócrata, durante la lucha electoral, el partido socialdemócrata
se había presentado con una plataforma en la que contenían una serie de
reivindicaciones que podían haberse incluido precisamente en una plataforma del
frente único proletario, como, por ejemplo, estas consignas:"¡Contra
las tarifas aduaneras!", "¡Contra la militarización!",
"¡Hay que acabar con la lentitud de tramitación en el seguro de paro!",
"¡Asegurar a los viejos pensiones suficientes para vivir!",
"¡No admitir la existencia de organizaciones como el «Munch-Corps»!"
(organización fascista), "¡Abajo la legislación antisindical de
clase, exigida por los partidos burgueses!".
Más de un millón de trabajadores de Suecia votaron en
1932 por estas reivindicaciones formuladas por la socialdemocracia y saludaron
en 1933 la formación de un gobierno socialdemócrata, con la esperanza de que
ahora se convertirían en realidad estas reivindicaciones. Nada habría sido má
lógico en aquella situación, ni podía corresponder en mayor grado a los
deseos de las masas obreras, que el Partido se hubiese dirigido a todas las
organizaciones socialdemócratas y sindicales con la propuesta de emprender
acciones conjuntas para llevar a la práctica estas reivindicaciones
lanzadas por el Partido socialdemócrata.
Si realmente se hubiese logrado movilizar a las extensas
masas para la consecución de tales reivindicaciones, formuladas por los mismos
socialdemócratas, agrupar estrechamente en un frente a las organizaciones
obreras, socialdemócratas y comunistas, no cabe duda de que la clase obrera
sueca habría salido ganando. A los ministros socialdemócratas de Suecia,
esto no les habría producido una gran alegría naturlemente, pues en este caso
el gobierno se habría visto obligado a satisfacer cuando menos algunas
reivindicaciones. En todo caso, no habría ocurrido lo que ahora ocurre: que el
gobierno en vez de suprimir las tarifas aduaneras, ha elevado algunas,
que en vez de restringir el militarismo, ha aumentado el presupuesto de guerra,
y en vez de rechazar toda la legislación dirigida contra los sindicatos, haya
presentado él mismo al parlamento un proyecto de ley de este género.
Es cierto que el Partido Comunista de Suecia ha desplegado una buena campaña de
masas, en el sentido del frente único proletario, respecto a este último
problema, consiguiendo al fin que hasta la misma fracción parlamentaria
socialdemócrata se viese obligada a votar contra el proyecto del Gobierno y que
por el momento dicho proyecto haya fracasado.
Los comunistas noruegos han procedido
acertadamente al invitar para el Primero de Mayo a las organizaciones del
Partido Obrero a celebrar manifestaciones conjuntas y presentar una serie de
reivindicaciones, que coincidían en lo esencial con las reivindicaciones de la
plataforma electoral del Partido Obrero Noruego. Y aunque este paso a favor del
frente único se preparó de un modo flojo y la dirección del Partido Obrero
Noruego era contraria a él, se celebraron, a pesar de todo, manifestaciones
de frente único en treinta localidades.
Antes, muchos comunistas temían que fuese una manifestación
de oportunismo por su parte el no contraponer a toda reivinidicación
parcial de los socialdemócratas sus propias reivindicaciones, dos veces m´s
radicales. Esto era un error ingenuo. Si, por ejemplo, los socialdemócratas
reclaman la disolución de las organizaciones fascistas, nosotros no tenemos
porqué añadir: "y la disolución de la policía del Estado también"
(pues será oportuno formular esta reivindicación en otras circunstancias),
sino que debemos decir a los obreros socialdemócratas: estamos dispuestos a
aceptar esta reivindicación de vuestro Partido, como reivindicación del frente
único del proletariado, y luchar hasta el fin por su consecución. ¡Emprendamos
juntos la lucha!
También en Checoeslovaquia, se pueden y se deben
aprovechar ciertas reivindicaciones formuladas por la socialdemocracia checa y
alemana, así como por los sindicatos reformistas, para establecer el frente único
de la clase obrera. Cuando la socialdemocracia exige, por ejemplo, proporcionar
trabajo a los parados o -como ya lo vienen exigiendo desde 1927- la derogación
de las leyes que restringen la autonomía de los municipios, hay que concretar
estas reivindicaciones en cada localidad y en cada distrito y luchar mano a mano
con las organizaciones socialdemócratas por su consecución efectiva. O si los
partidos sociademócratas en sus discursos fulminan a los agentes del fascismo
dentro del aparato del Estado "en términos generales", hay que sacar
a la luz del día en cada sitio a los heraldos fascistas concretos y
actuar conjuntamente con los obreros socialdemócratas por eliminarlos de las
instituciones del Estado.
En Bélgica, los jefes del Partido Socialdemócrata,
con Emilio Vandervelde a la cabeza, entraron en el gobierno de coalición.
Lograron este "éxito" mediante una larga y amplia campaña por dos
reivindicaciones principales: 1) Derogación de los decretos-leyes
especiales y 2) Realización del plan de Man. La primera cuestión
es de gran importancia. El gobierno anterior había promulgado en total 150 «decretos-leyes»
reaccionarios, que arrojaban cargas extremadamente pesadas sobre las espaldas
del pueblo trabajador. Planteábase el problema de derogarlas inmediatamente. Así
lo exigía el Partido Socialdemócrata. ¿Acaso el nuevo gobierno ha derogado
muchos de estos «decretos-leyes»? NI uno solo. Se ha limitado a atenuar un
poco algunos con objeto de suministrar una especie de indemnización "simbólica"
para las promesas de gran envergadura, hechas por los jefes socialistas de Bélgica
(algo parecido al "dólar simbólico", que algunas potencias europeas
ofrecieron a Norte América en pago de los millones de dólares de sus dudas de
guerra).
En lo que respecta a la realización del pomposo plan de
Man, la cosa tomó para las masas socialdemócratas un cariz inesperado. Los
ministros socialdemócratas declararon que, antes de nada, había que
superar las crisis económica y realizar tan sólo aquellas partes del plan
de Man, que mejorasen la situación de los capitalistas industriales y de los
bancos, y que sólo entonces se podría pasar a poner en práctica medidas
encaminadas a mejorar la situación de los obreros; pero ¿cuánto tiempo
tendrán que esperar los obreros la parte de "bienestar" que
les promete el plan? Sobre los banqueros belgas ha caído ya una verdadera lluvia
de oro. Fue implantada una desvalorización del franco belga en un 28% y,
mediante esta manipulación, los banqueros han podido apropiarse como trofeos
4.500 millones de francos, a costa de los que viven de un salario y de los
ahorros de gente modesta. ¿Cómo se compagina esto con el contenido del plan de
Man? Si se quiere conceder crédito a la letra del plan, éste promete "perseguir
los abusos monopolistas y las maniobras de los especuladores".
A base del plan de Man, el gobierno nombró una comisión;
de control sobre los bancos; pero ¡una comisión compuesta de banqueros
que se controlan a sí mismos alegre y despreocupadamente!
El plan de Man promete también muchas otras cosas buenas:
"reducción de la jornada de trabajo", "normalización
de los salarios", "salario mínimo", organización
de un sistema completo de "seguros sociales, "extensión de
las comodidades mediante la construcción de nuevas viviendas",
etc. Son todas ellas reivindicaciones que nosotros, los comunistas, podemos
apoyar. Debemos dirigirnos a las organizaciones obreras de Bélgica y decirles:
los capitalistas ya han obtenido bastante e incluso demasiado. ¡Exijamos de los
ministros socialdemócratas que cumplan las promesas que han hecho a los obreros!
¡Fundámonos en el frente único para la defensa eficaz de nuestros
intereses! ¡Señor ministro Vandervelde: nosotros apoyamos las reivindicaciones
contenidas en su plataforma para los obreros; pero declaramos
abiertamente: tomamos en serio estas reivindicaciones; ¡queremos
hechos y no palabras hueras, y por esta razón agrupamos a cientos de miles de
obreros para luchar por estas reivindicaciones!
De este modo, los comunistas en los países, donde existen
gobiernos socialdemócratas, al aprovechar las reivindicaciones concretas
correspondientes, tomadas de las plataformas de los propios partidos socialdemócratas
y las promesas electorales de los ministros socialdemócratas, como punto de
partida para acciones conjuntas con los partidos y organizaciones socialdemócratas,
podrán después desplegar con mayor facilidad una campaña para establecer el
frente único, basándose ya en otra serie de reivindicaciones de las masas, que
luchan contra la ofensiva del capital, contra el fascismo y la amenaza de
guerra.
Además, hay que tener presente que, si las acciones
conjuntas con los partidos y organizaciones socialdemócratas exigen de los
comunistas, en general, una crítica seria, razonada, del socialdemocratismo
como ideología y práctica de la colaboración de clases con la burguesía, así
como esclarecer infatigablemente y con espíritu de camaradería a los obreros
socialdemócratas el programa y las consignas del comunismo, esta tarea es de
singular importancia para la lucha del frente único, precisamente en los países
donde existen gobiernos socialdemócratas.
La
lucha por la unidad sindical
¡Camaradas! La realización de la unidad sindical, tanto
en el plano nacional, como internacional, debe ser una de las etapas más
importantes para el afianzamiento del frente único.
Como es sabido, la táctica escisionista de los jefes
reformistas fue llevada a cabo con la mayor exacerbación en los sindicatos. Es
explicable; su política de colaboración de clases con la burguesía encontraba
aquí su remate práctico, directamente en las empresas, a costa de los
intereses vitales de la masas obrera. Esto provocaba, naturalemente, una crítica
dura y encontraba la resistencia de los obreros revolucionarios, dirigidos por
los comunistas, contra este modo de actuar. He aquí por qué la más enconada
lucha entre el comunismo y el reformismo se desarrolló sobre el terreno
sindical.
Cuanto más difícil y complicada se hacía la situación
del capitalismo, más reaccionaria era la política de los jefes de los
sindicatos adheridos a la Internacional de Ámsterdam y más agresivas eran sus
medidas contra todos los elementos oposicionistas dentro de los sindicatos. Ni
la misma instauaración de la dictadura fascista en Alemania, ni la ofensiva
redoblada del capital, en todos los países capitalistas, disminuyeron esta
agresividad. ¿No es característico que solamente en un año, en 1933, en
Inglaterra, Holanda, Bélgica y Suecia se lanzasen las más ignominiosas
circulares encaminadas a expulsar de los sindicatos a los comunistas y obreros
revolucionarios? En Inglaterra apareció, en 1933, una circular prohibiendo a
las secciones sindicales locales adherirse a las organizaciones contra la guerra
y a otras organizaciones revolucionarias. Esto fue el preludio de la célebre
"Circular negra" del Consejo General de las Tradeuniones, por la cual
todo consejo sindical, que admita en su seno a delegados que "estén
relacionados, bajo una u otra forma, con organizaciones comunistas", es
declarado fuera de la ley. Y ¿qué decir de la dirección de los sindicatos
alemanes, que aplicó represalias inauditas contra los elementos revolucionarios
dentro de los sindicatos?
Pero nuestra táctica no debe tomar como punto de partida
la conducta de algunos jefes de los sindicatos adheridos a Ámsterdam, por muy
grandes que sean las dificultades que esta conducta oponga a la lucha de clases,
sino que tiene que partir, sobre todo, de este hecho: ¿dónde se encuentran
las masas obreras? Y aquí tenemos que declarar abiertamente: la labor de
los sindicatos es la cuestión más candente de los partidos comunistas. Debemos
conseguir que se dé un verdadero viraje en la labor sindical y colocar en un
lugar central la cuestión de la lucha por la unidad sindical.
Muchos de nuestros camaradas, pasando por alto la
gravitación de los obreros hacia los sindicatos y ante las dificultades que
ofrecía el trabajo de los sindicatos adheridos a Amsterdam, no se detenían en
esta complicada terea. Hablaban invariablemente de la crisis orgánica de los
sindicatos de Amsterdam, de que los obreros abandonaban los sindicatos y perdían
de vista cómo éstos, después de un cierto descenso al comienzo de la crisis
económica mundial, empezaron a crecer de nuevo. La particularidad del
movimiento sindical consiste precisamente en que la ofensiva de la burguesía
contra los derechos sindicales, los intentos en una serie de países (Polonia,
Hungría, etc.) de "uniformar" a los sindicatos, la reducción de los
seguros sociales, el robo de los salarios, obligaban a los obreros a, a pesar de
que no había una resistencia por parte de los jefes sindicales reformistas
contra todo esto, a estrechar todavía más sus filas en torno a los sindicatos,
pues los obreros querían y quieren ver en el sindicato el defensor más
combativo de sus intereses vitales de clase. Así se explica el hecho de que en
estos últimos años haya aumentado -en Francia, Checoeslovaquia, Bélgica,
Suecia, Holanda, Suiza, etc.- el número de afiliados en la mayoría de los
sindicatos adheridos a Amsterdam. La Federación Americana del Trabajo ha
aumentado también considerablemente en los últimos dos años el número de sus
afiliados.
Si los camaradas alemanes hubiesen comprendido mejor la
tarea de la labor sindical, de la que tan reiteradamente les hablaba el camarada
Thaelmann, habrían tenido indudablemente dentro de los sindicatos una
posición mejor que la tenida en realidad, en el momento al implantarse la
dictadura fascista. A fines de 1932, sólo estaban en los sindicatos libres un
10% de los afiliados al Partido. Y esto, a pesar de que los comunistas, después
del VI Congreso Mundial de la Internacional Comunista, se pusieron a la cabeza
de toda una serie de huelgas. Nuestros camaradas escribían en la prensa acerca
de la necesidad de consagrar en 90% de nuestras fuerzas al trabajo dentro de los
sindicatos. Pero, en la práctica, todo se concentraba en la oposición sindical
revolucionaria, que de hecho se esforzaba por suplantar a los sindicatos. Y ¿qué
ocurrió después de la toma del poder por Hitler? En el curso de dos años,
muchos de nuestros camaradas se opusieron tenaz y sistemáticamente a la justa
consigna de la lucha por el restablecimiento de los sindicatos libres.
Podría aportar ejemplos parecidos de casi todos los demás
países capitalistas.
Sin embargo, en la lucha por la unidad del movimiento
sindical en los países europeos, hemos logrado las primeras conquistas serias.
Al decir esto, me refiero a la pequeña Austria, donde, por iniciativa del
Partido Comunista, se han echado las bases para un movimiento sindical ilegal.
Después de los combates de febrero, los socialdemócratas con Otto Bauer a la
cabeza, lanzaron esta consigna: "Los sindicatos libres sólo podrán
restablecerse después de la caída del fascismo": Los comunistas
emprendieron la labor de restablecer los sindicatos. Cada fase de esta
labor era un fragmento del frente único vivo del proletariado austríaco. El
restablecimiento eficaz de los sindicatos libres en la realidad fue una derrota
seria para el fascismo. Los socialdemócratas se encontraban en una encrucijada.
Una parte de ellos trataba de entablar negociaciones con el gobierno. Otra
parte, en vista de nuestros éxitos, creó paralelamente algunos sindicatos
ilegales propios. Pero sólo podía haber un camino: o capitular ante el
fascismo, o marchar luchando conjuntamente contra el fascismo hacia la unidad
sindical. Bajo la presión de las masas, la dirección vacilante de los
sindicatos paralelos, creados por los antiguos jefes sindicales, se decidió por
una unificación. La base de esta unificación es la lucha irreconciliable
contra la ofensiva del capital y del fascismo y la salvaguardia de la democracia
dentro de los sindicatos. Saludamos esta unificación de los sindicatos, que es
el primer paso de este género después de la escisión formal del movimiento
sindical después de la guerra y que encierra, por tanto, una significación
internacional.
El frente único, en Francia, sirvió
indudablemente de impulso gigantesco para la realización de la unidad sindical.
Los dirigentes de la Confederación General del Trabajo frenaban y siguen
frenando, por todos medios, la realización de la unidad, al contraponer al
problema fundamental, la cuestión de la política de clase de los sindicatos,
cuestiones de importancia secundaria, subalterna o meramente formal. Un éxito
indudable de la lucha por la unidad sindical fue la creación de sindicatos
únicos, sobre un plano local, sindicatos que, por ejemplo, en el ramo de
los ferroviarios abrazan casi tres cuartas partes de la masa de miembros de los
dos sindicatos.
Nosotros abogamos decididamente por el restablecimiento de
la unidad sindical dentro de cada país y en el plano internacional.
Abogamos por un sindicato único en cada rama de producción.
Abogamos por Centrales internacionales únicas por
industrias.
Abogamos por una Internacional sindical única sobre la
base de la lucha de clases.
Abogamos por sindicatos de clase únicos como uno de los
baluartes más importantes de la clase obrera contra la ofensiva del capital y
del fascismo.
Al hacerlo así, ponemos como única condición para la unificación de los
sindicatos luchar contra el capital, luchar contra el fascismo y por la
democracia sindical interna.
El tiempo no espera. Para nosotros, el problema de la
unidad del movimiento sindical, tanto en el plano nacional, como internacional,
es el problema de la gran causa de la unficación de nuestra clase en potentes
organizaciones sindicales únicas contra el enemigo de clase. Saludamos la
propuesta dirigida en vísperas del Primero de Mayo de este año por la
Internacional Sindical Roja a la Internacional de Amsterdam para discutir
conjuntamente las condiciones, métodos y formas para la unificación del
movimiento sindical mundial. Los jefes de la Internacional de Amsterdam
rechazaron esta propuesta con el manoseado argumento de que la unidad del
movimiento sindical sólo puede realizarse dentro de las filas de la
Internacional de Amsterdam, que dicho sea de paso, agrupa casi exclusivamente a
organizaciones sindicales de una parte de países europeos.
Pero los comunistas, en su labor dentro de los sindicatos,
deben proseguir infatigablemente la lucha por la unidad del movimiento sindical.
La misión de los Sindicatos Rojos y de la Internacional Sindical Roja es hacer
cuanto dependa de ellos para que llegue lo más pronto posible la hora de la
lucha conjunta de todos los sindicatos contra la ofensiva del capital y del
fascismo, para que la unidad del movimiento sindical se cree, pese a la tenaz
resistencia de los jefes reaccionarios de la Internacional Sindical de
Amsterdam. Los Sindicatos Rojos y la Internacional Sindical Roja deben recibir
de nosotros, en este orden, toda clase de apoyos.
En los países, donde existen pequeños sindicatos rojos,
les recomendamos que procuren ingresar en los grandes sindicatos reformistas,
exigiendo la libertad para sostener sus opiniones propias, el ingreso de los
miembros expulsados; y en los países, donde existen paralelamente grandes
sindicatos rojos y reformistas, recomendamos que exijan la convocatoria de un
Congreso de unificación sobre la plataforma de la lucha contra la ofensiva
del capital y la salvaguardia de la democracia sindical.
Hay que afirmar, del modo más categórico, que el obrero
comunista, el obrero revolucionario, que no pertenece al sindicato de masas de
su oficio, que no lucha por convertir este sindicato reformista en una verdadera
organización sindical de clase, que no lucha por la unidad del movimiento
sindical sobre la base de la lucha de clases, no cumple con su deber proletario
primordial.
El
frente único y la juventud
¡Camaradas! Ya he señalado el papel que ha desempeñado
en la victoria del fascismo la incorporación de la juventud a las
organizaciones fascistas. Al hablar de la juventud, hemos de declarar
francamente que hemos desdeñado nuestra misión de conducir a las masas de la
juventud trabajadora a la lucha contra la ofensiva del capital, contra el
fascismo y la amenaza de guerra, hemos desdeñado esta misión en una serie de
países. No hemos apreciado debidamente la enorme importancia que tiene la
juventud en la lucha contra el fascismo. No hemos valorado correctamente los
intereses particulares económicos, políticos y culturales de la juventud.
Tampoco hemos prestado la atención necesaria a la educación revolucionaria de
la juventud.
Todo esto lo ha explotado muy hávilmente el fascismo en
algunos países, particularmente en Alemania, para desviar a grandes sectores de
la juventud del camino del proletariado.
Hay que tener muy presente que el fascismo no envuelve en
sus redes a la juventud solamente con el romanticismo militarista. A unos les da
comida y vestidos, enrolándolos en sus destacamentos, a otros les da trabajo,
funda incluso establecimientos, llamados culturales, para la juventud, y de este
modo se esfuerza por inculcar en los jóvenes la conciencia de que el fascismo
quiere y puede realmente dar a la juventud trabajadora alimento, vestido,
cultura y trabajo.
Nuestras Juventudes Comunistas siguen siendo, en una serie
de países capitalistas, organizaciones predominantemente sectarias, desligadas
de las masas. Su debilidad principal radica en que se esfuerzan todavía en
copiar las formas y métodos de trabajo de los Partidos Comunistas y olvidan que
las Juventudes Comunistas no son el Partido Comunista de la juventud.
No tienen suficientemente en cuenta que es una organización con tareas específicas.
Sus métodos y formas de trabajo, de educación, de lucha, han de adaptarse al
nivel concreto y a las exigencias de la juventud.
Nuestros jóvenes camaradas han dado ejemplos inolvidables
de heroísmo en la lucha contra los desafueros fascistas y la reacción
burguesa. Pero carecen todavía de capacidad para arrancar concreta y
perseverantemente a las masas de la juventud de la influencia enemiga. Esto se
revela en la resistencia, no vencida aún hasta hoy, contra la labor dentro de
las organizaciones fascistas y en el modo, no siempre acertado, de abordar a la
juventud socialista y a otras juventudes no comunistas. De todo esto incumbe
también una gran responsabilidad, naturalmente, a los Partidos Comunistas, que
deben dirigir y apoyar a las Juventudes Comunistas en su trabajo. Pues, el
problema de la juventud no es solamente un problema de las Juventudes
Comunistas, es un problema del movimiento comunista en su totalidad. En
el campo de la lucha por la juventud, los Partidos Comunistas y las
organizaciones juveniles deben dar un viraje verdadero y resuelto. La misión
principal del movimiento juvenil comunista, en los países capitalistas,
consiste en marchar valientemente por la senda de la realización del frente
único, por la senda de la organización y unidad de la joven generación
trabajadora. ¡Qué enorme influencia ejercen sobre el movimiento juvenil
revolucionario los primeros pasos dados últimamente en esta dirección, en Francia
y los Estado Unidos! Bastó con que se emprendiese en estos países la
realización del frente único, para que inmediatamente se consiguieran éxitos
considerables. También es digna de atención, en el campo del frente único
internacional, la eficaz iniciativa del Comité contra la Guerra y el Fascismo
de París de llegar a una colaboración internacional de todas las
organizaciones juveniles no fascistas.
Estos pasos, que se han dado con éxito en el movimiento
del frente único juvenil en los últimos tiempos, ponen de manifiesto también
que las formas del frente único de la juventud no pueden estar sujetas a
patrones, no tiene por qué ser forzosamente las mismas que se dan en la práctica
de los Partidos Comunistas. Las Juventudes Comunistas debe esforzarse, por todos
los medios, por unificar las fuerzas de todas las organizaciones no fascistas de
masas de la juventud, hasta llegar a la formación de diferentes organizaciones
conjuntas para la lucha contra el fascismo, contra la inaudita privación de
derechos y la militarización de la juventud, por los derechos económicos y
culturales de las jóvenes generaciones, por ganar para el frente antifascista a
esta juventud, donde quiera que se encuentre: en los campamentos de trabajo
forzado, en las Bolsas de Trabajo, en los cuarteles y en la marina, en las
escuelas o en las diferentes organizaciones deportivas, culturales y de otro género.
Nuestros jóvenes comunistas, a la par que desarrollan y
fortalecen a las Juventudes Comunistas, deben esforzarse por crear asociaciones
antifascistas de las juventudes comunistas y socialistas, sobre la plataforma de
la lucha de clases.
El
frente único y la mujer
No menor es, camaradas, la insuficiente apreciación que
se manifiesta respecto a la labor entre las mujeres trabajadoras, las obreras,
las mujeres paradas, las campesinas y las mujeres del hogar. Y si el fascismo
despoja en la mayor medida a la juventud, a la mujer la esclaviza de un modo
especialmente implacable y cínico, jugando con los sentimientos profundamente
arraigados de la madre, de la mujer de su casa, de la obrera sin apoyo,
inseguras del mañana. El fascismo, que se presenta como filántropo, arroja a
las familias hambrientas una mísera limosna e intenta con ello ahogar los
amargos sentimientos, provocados especialmente en las mujeres trabajadoras por
la inaudita esclavización, que les acarrea el fascismo. Expulsa a las obreras
de la producción. Envía al campol, por la fuerza, a las muchachas necesitadas
y las condena a convertirse en criadas gratuitas de los campesinos ricos y de
los terratenientes. A la par que promete a la mujer un hogar feliz, la empuja,
como ninguna otra forma capitalista, por la senda de la prostitución.
Los comunistas y, sobre todo, nuestras camaradas, deben
tener continuamente presente que no puede haber lucha eficaz contra el fascismo,
ni contra la guerra, si no movilizan para esta lucha a las extensas masas
femeninas. Y esto no se logra solamente con la agitación. Tenemos que
encontrar, de acuerdo con cada situación concreta, la posibilidad de movilizar
a las masas de las mujeres trabajadoras, a favor de sus intereses y
reivindicaciones vitales: contra la carestía de la vida, por el aumento de los
salarios, según el principio «a trabajo igual, salario igual», contra los
despidos en masa, contra todo lo que signifique desigualdad de derechos y contra
la esclavización fascista de la mujer.
En nuestros esfuerzos por incorporar a la mujer
trabajadora al movimiento revolucionario, no debemos asustarnos tampoco de la
creación de organizaciones especiales de mujeres allí donde sea necesario
hacerlo. El prejuicio de que hay que liquidar en los países capitalistas las
organizaciones femeninas, que se hallan bajo la dirección de los Partidos
Comunistas, por exigirlo así la lucha contra el "separatismo
femenino" en el movimiento obrero, es un prejuicio que acarrea
frecuentemente grandes daños.
Hay que buscar las formas más sencillas y flexibles para
establecer el contacto y la lucha común con las organizaciones femeninas
revolucionarias, socialdemócratas y progresistas, antifascistas y
antiguerreristas. Tenemos que lograr, cueste lo que cueste, que las obreras y
las mujeres trabajadoras militen en el frente único de la clase obrera y en el
frente popular antifascista, codo con codo con sus hermanos de clase.
El
frente único antiimperialista
Una importancia extraordinaria adquiere, en relación con
los cambios operados en la situación internacional e interior de todos los países
coloniales y semicoloniales, el problema del frente único antiimperialista.
Respecto a la creación de un amplio frente único
antiimperialista en las colonias y semicolonias, hay que tener en cuenta, ante
todo, la diversidad de las condiciones, bajo las cuales se desarrolla la lucha
antiimperialista de las masas, el distinto grado de madurez del movimiento de
liberación nacional, el papel del proletariado en este movimiento y la
influencia del Partido Comunista sobre las extensas masas.
En el Brasil el problema se plantea de manera diferente
que en la India, en China, etc.
En el Brasil, el Partido Comunista, que con la
creación de la Alianza Nacional Libertadora ha sentado un principio acertado
para el desarrollo del frente único antiimperialista, tiene que hacer todos los
esfuerzos para seguir extendiendo en los sucesivo este frente y mediante la
incorporación, en primer término, de las masas de millones de campesinos,
poner rumbo hacia la creación de destacamentos de un ejército nacional
revolucionario entregado sin reserva a la revolución, y combatir por la
insturación del poder de la Alianza Nacional Libertadora.
En la India, los comunistas deben apoyar,
extender y participar en todas las acciones antiimperialistas de masas, sin
exceptuar aquellas, a cuya cabeza marchan los nacional-reformistas. Conservando
su independencia política y de organización, deben emprender un trabajo activo
en el seno de las organizaciones adheridas al Partido del Congreso de la India y
contribuir a la cristalización de un ala nacional revolucionaria, dentro de
estas organizaciones, para seguir desplegando en lo sucesivo el movimiento de
liberación nacional de los pueblos de la India contra el imperialismo británico.
En China, donde el movimiento popular ya ha
conducido a la creación de distritos soviéticos en importantes territorios del
país y a la organización de un potente Ejército Rojo, la ofensiva rapaz del
imperialismo japonés y la traición del gobierno de Nanking han puesto en
peligro la existencia nacional del gran pueblo chino. Sólo los Soviets chinos
pueden actuar como centro de unificación en la lucha contra la esclavización y
el reparto de China por los imperialistas, como centro de unificación, que
agrupe a todas las fuerzas antiimperialistas para la lucha nacional del pueblo
chino.
Aprobamos, por lo tanto, la iniciativa de nuestro valiente
Partido Comunista hermano de China de crear el frente único antiimperialista más
extenso contra el imperialismo japonés y sus agentes chinos, con todas las
fuerzas organizadas existentes en el territorio de China, que estén dispuestas
a desplegar una lucha efectiva por la salvación de su país y de su pueblo.
Estoy seguro de que expreso los sentimientos e ideas de
todo nuestro Congreso al declarar que enviamos nuestro saludo fraternal más
caluroso, en nombre del proletariado revolucionario del mundo entero, a todos
los Soviets de China, al pueblo revolucionario chino. Enviamos nuestro caluroso
saludo fraternal al heroico Ejército Rojo de China, probado en mil combates. Y
aseguramos al pueblo chino que estamos firmemente decididos a apoyar su lucha
por liberarse completamente de todos los rapaces imperialistas y de sus agentes
chinos. (Impetuosos aplausos, todos los delegados se ponen en pie. Ovaciones
prolongadas. Vítores por parte de los delegados).
Sobre
el gobierno del frente único
¡Camaradas! Hemos tomado un rumbo resuelto y audaz hacia
el frente único de la clase obrera y estamos dispuestos a seguirlo con la máxima
consecuencia.
Si se nos pregunta, si nosotros, los comunistas, luchamos
sobre el terreno del frente único solamente por reivindicaciones
parciales o estamos dispuestos a compartir la responsablidad, si se llegase a la
formación de un gobierno sobre la base del frente único, diremos con plena
conciencia de nuestra responsabilidad: ¡sí!, tenemos en cuenta que puede
producirse una situación en que la creación de un gobierno de frente único
proletario, o de frente popular antifascista sea no solamente posible, sino
indispensable en interés del proletariado (aplausos); aceptamos, en efecto esta
eventualidad. Y en este caso, sin ninguna vacilación, nos declararemos a favor
de la creación de este gobierno.
No me refiero aquí al gobierno que puede ser formado después
de la victoria de la revolución proletaria. Evidentemente, no está excluida la
posibilidad de que en un país cualquiera, inmediatamente después del
derrumbamiento revolucionario de la burguesía, se pueda formar un gobierno soviético
sobre la base del bloque gubernamental del Partido Comunista con otro partido (
o su ala izquierda) que participe en la revolución. Es sabido que después de
la Revolución de Octubre, el Partido de los bolcheviques rusos vencedor hizo
entrar en la composición del gobierno soviético a los representantes de los
socialistas revolucionarios de izquierda. Esta fue la particularidad del
gobierno soviético, después de la victoria de la Revolución de Octubre.
No se trata de un caso de este género, sino de la posible
formación de un gobierno de frente único en vísperas y antes de la victoria
de la revolución soviética.
¿Qué sería este gobierno? ¿Y en qué situación
pudiera ser posible?
Es, ante todo, un gobierno de lucha contra el fascismo
y la reacción. Debe ser un gobierno formado como consecuencia del
movimiento de frente único y que no limite de ninguna manera la actividad del
Partido Comunista y de las organizaciones de masas de la clase obrera, sino, al
contrario, que tome enérgicas disposiciones dirigidas contra los magnates
financieros contrarrevolucionarios y sus agentes fascistas.
En el momento oportuno, apoyándose sobre el movimiento
creciente del frente único, el Partido Comunista del país en cuestión se
manifestará por la creación de semejante gobierno, sobre la base de una
plataforma antifascista concreta.
¿Bajo qué condiciones objetivas será posible la formación
de un tal gobierno? A esta pregunta puede contestarse de un modo muy general:
bajo las condiciones de una crisis política, en que las clases
dominantes ya no están en condiciones de acabar con el potente ascenso del
movimiento antifascista de masas. Pero esto es sólo una perspectiva general,
sin la cual apenas será posible, en la práctica, la formación de un gobierno
del frente único. Solamente en presencia de determinadas premisas
especiales, puede ponerse al orden del día el problema de la formación de
este gobierno como tarea políticamente necesaria. Me parece que en este sentido
merecen la mayor atención las siguientes premisas:
Primero: Cuando el aparato estatal de la burguesía esté ya lo
bastante desorganizado y paralizado para que la burguesía no pueda
impedir la formación de un gobierno de lucha contra la reacción y el fascismo.
Segundo: Cuando las más extensas masas trabajadoras y en
particular los sindicatos de masas se levanten impetuosamente contra el
fascismo y la reacción, pero no estén todavía preparados para lanzarse a
la insurrección con el fin de luchar bajo la dirección del Partido
Comunista por la conquista del Poder soviético.
Tercero: Cuando el proceso de diferenciación y radicalización
en las filas de la socialdemocracia y de los demás partidos que participan en
el frente único haya conducido ya a que una parte considerable dentro de ellas exija
medidas implacables contra los fascistas y demás reaccionarios, luche del
brazo de los comunistas contra el fascismo y se manifieste abiertamente contra
el sector reaccionario y hostil al comunismo de su propio partido.
Cuándo y en qué países surgirá de hecho una situación
semejante, en la que se den, en grado suficiente, estas premisas, es cosa que no
puede decirse previamente, pero como esta perspectiva no está descartada en
ningún país capitalista, debemos tenerla en cuenta y no sólo orientarnos
y prepararnos nosotros mismos, sino orientarnos tambi&ecute;n a la clase
obrera en la forma adecuada.
El mero hecho, de que pongamos hoy a discusión este
problema, está relacionado, naturalmente, con nuestro modo de apreciar la
situación y las perspectivas más próximas de desarrollo, así como con el
ascenso efectivo del movimiento del frente único en una serie de países, en
estos últimos tiempos. Durante más de diez años, la situación que se
planteaba en los países capitalistas era tal que la Internacional Comunista no
tenía por qué discutir un problema de esta índole.
Recordaréis, camaradas, que en nuestro IV Congreso.
Celebrado en 1922, y también en el V Congreso, en 1924, se discutió el
problema de la consigna del gobierno obrero u obrero y campesino. Aquí,
inicialmente, se trataba, en substancia, de un problema casi análogo al que hoy
se nos plantea. Los debates que en torno a esta cuestión se promovieron por
aquel entonces en la Internacional Comunista y especialmente los errores
políticos que se cometieron aquí tienen todavía hoy su importancia para acentuar
nuestra atención vigilante ante el peligro de desviarse a derecha y a
"izquierda" la línea bolchevique en esta cuestión. Por eso
quiero señalar en pocas palabras algunos de estos errores, con objeto de sacar
de ellos las enseñanzas necesarias para la política actual de nuestros
Partidos.
La primera
serie de errores obedeció precisamente a que el problema del gobierno obrero no
se enlazó clara y firmemente a la presencia de una crisis política. Gracias a
esto, los oportunistas de derecha pudieron interpretar la cosa en el
sentido de que había que aspirar a la formación de un gobierno obrero, apoyado
por el Partido Comunista, en cualquier situación, por decirlo así,
"normal". Por el contrario, los ultraizquierdistas sólo
admiten un gobierno obrero que e formase única y exclusivamente mediante la
insurrección armada, después del derrocamiento de la burguesía. Ambas cosas
eran falsas y por eso, ahora, para evitar la repetición de semejantes errores,
recalcamos con tanto cuidado la necesidad de tener en cuenta exactamente
las condiciones concretas y particulares de la crisis política y del ascenso
del movimiento de masas, bajo las cuales puede ser posible y políticamente
necesaria la formación de un gobierno del frente único.
La segunda
serie de errores obedeció al hecho de que el problema del gobierno obrero no se
enlazó con el desarrollo del movimiento combativo de masas del frente único
proletario. Esto dio a los oportunistas de derecha la posibilidad
de tergiversar el problema y reducirlo a la táctica sin principios de la
formación de un bloque con los partidos socialdemócratas, a base de
combinaciones puramente parlamentarias. Los ultraizquierdistas, por el
contrario, gritaban: "¡Nada de coaliciones con la socialdemocracia
contrarrevolucionaria!". Considerando como contrarrevolucionarios, en el
fondo, a todos los socialdemócratas.
Ambas cosas eran falsas y nosotros recalcamos ahora, por
una parte, que no queremos en modo alguno un "gobierno obrero", que
sea sencillamente un gobierno socialdemócrata ampliado. Preferimos, incluso,
renunciar al nombre de "gobierno obrero" y hablar de un gobierno
del frente único que, por su carácter político, es algo completamente
distinto, fundamentalmente distinto de todos los gobiernos socialdemócratas,
que acostumbran a llamarse "gobiernos obreros". Mientras los gobiernos
socialdemócratas representan un instrumentos de la colaboración de clases con
la burguesía, en interés de la conservación del sistema capitalista, el
gobierno del frente único es un órgano de la colaboración de la
vanguardia revolucionaria del proletariado con otros partidos antifascistas, en
interés de todo el pueblo trabajador, un gobierno de lucha contra el fascismo y
la reacción. Es evidente que son dos cosas radicalmente distinas.
Por otra parte, subrayamos que es necesario ver la
diferencia existente entre los diversos campos de la socialdemocracia. Como
ya he señalado, existe en la socialdemocracia un campo reaccionario, pero, al
mismo tiempo, existe y crece el campo de los socialdemócratas de izquierda (sin
comillas), de los obreros que se revolucionizan. La diferencia decisiva entre
ambos campos consiste, prácticamente, en su actitud ante el frente único de la
clase obrera. Los socialdemócratas reaccionarios son contrarios al
frente único, calumnian al movimiento del frente único, lo sabotean y lo
descomponen, ya que éste hace fracasar su política de conciliación con la
burguesía. Los socialdemócratas de izquierda son partidarios del frente único,
defienden, desarrollan y fortalecen el movimiento del frente único, puesto que
él es un movimiento de lucha contra el fascismo y la reacción y será siempre
la fuerza que empuje al gobierno del frente único a luchar contra la burguesía
reaccionaria. Cuanto con mayor vigor se desencadene este movimiento de masas,
tanto mayor será la fuerza que pueda brindar al gobierno para luchar contra los
reaccionarios. Y cuanto mejor organizado, desde abajo, esté el
movimiento de masas y mayor sea la red de los órganos de clase del frente único,
situados al margen del partido en las empresas, entre los desocupados, en
los barrios obreros, entre la gente modesta de la ciudad y del campo, tanto
mayores serán las garantías que se tengan contra una posible degeneración de
la política del gobierno del frente único.
La tercera serie de conceptos erróneos, que se
manifestaron en los anteriores debates, se referían precisamente a la política
práctica del "gobierno obrero". Los oportunistas de derecha
opinaban que el "gobierno obrero" debía mantenerse dentro del
"marco de la democracia burguesa" y, por consiguiente, no debí dar
ningún paso que se saliese de este marco. Por el contrario, los
ultraizquierdistas renunciaban de hecho a todo intento de formación de un
gobierno del frente único.
En 1923, pudo verse, en Sajonia y Turingia, un
cuadro elocuente de la práctica oportunista derechista de un "gobierno
obrero". La entrada de los comunistas en el gobierno de Sajonia, con los
socialdemócratas de izquierda (grupo Zeigner), no era de por sí un error. Por
el contrario, este paso estaba completamente justificado por la situación
revolucionaria de Alemania. Pero los comunistas, al participar en el gobierno,
tenían que haberse aprovechado de sus posiciones, ante todo para armar al
proletariado, y no lo hicieron. Ni siquiera confiscaron una sola de las
casas de los ricos, a pesar de que la escasez de viviendas obreras era tan
grande, que muchos obreros, con mujer e hijos, no tenían donde cobijarse.
Tampoco emprendieron nada para organizar el movimiento revolucionario
de masas de los obreros. Procedieron en todo momento como los habituales
ministros parlamentarios dentro del "marco de la democracia burguesa".
Como es sabido, este fue el resultado de la política oportunista de Brandler y
de sus secuaces. El resultado de todo esto fue una tal bancarrota que, incluso
hoy, nos vemos obligados a referirnos al gobierno de Sajonia, como ejemplo clásico
de cómo no deben actuar los revolucionarios en el gobierno.
¡Camaradas! Nosotros exigimos de todo gobierno del frente
único una política completamente distinta. Le exigimos que lleve a cabo
determinadas reivindicaciones cardinales revolucionarias, congruentes
con la situación, como, por ejemplo, el control de la producción, el control
sobre los bancos, la disolución de la policía, su sustitución por una milicia
obrera armada, etc.
Hace quince años, Lenin nos invitaba a que concentrásemos
toda la atención "en buscar las formas de transición o de
acercamiento a la revolución proletaria". Puede ocurrir que el
gobierno del frente único sea, en una serie de países, una de
las formas transitorias más importantes. Los doctrinarios "de
izquierda" siempre pasaron por alto esta indicación de Lenin, hablando
solamente de la "meta", como propagandistas limitados, sin preocuparse
jamás de las "formas de transición". Y los oportunistas de derecha
intentaban establecer una "fase democrática intermedia",
especial, entre la dictadura de la burguesía y la dictadura del proletariado,
para sugerir a la clase obrera la ilusión de un pacífico paso parlamenario de
una dictadura a otra. ¡Esta "fase intermedia" ficticia la llamaban
también "forma de transición" e invocaban incluso el nombre de
Lenin! Pero no fue difícil descubrir el fraude, pues Lenin hablaba de una forma
de transición y de acercamiento a la "revolución proletaria",
esto es, al derrocamiento de la dictadura burguesa y no de una forma
transitoria cualquiera entre la dictadura burguesa y la proletaria.
¿Por qué atribuía Lenin una significación tan
extraordinariamente grande a la forma que revistiese el paso a la revolución
proletaria? Porque tenía presente "la ley fundamental de todas las
grandes revoluciones", la ley de que la propaganda y la agitación por
sí solas no pueden suplir en las masas su propia experiencia política,
cuando se trata de atraer a las masas verdaderamente extensas de los
trabajadores al lado de la vanguardia revolucionaria, sin lo cual es imposible
la lucha victoriosa por el poder. El error habitual de tipo izquierdista es la
creencia, que, tan pronto como surge la crisis política (o revolucionaria),
basta con que la dirección comunista lance la consigna de la insurrección
revolucionaria, para que las grandes masas la sigan. No; hasta en presencia de
tales crisis, las masas distan mucho de estar siempre preparadas para eso. Hemos
visto esto en el ejemplo de España. Para ayudar a las masas de
millones a aprender lo más pronto posible, por medio de su propia
experiencia, lo que tiene que hacer, dónde encontrar la salida decisiva y
comprender qué partido merece su confianza; para esto hacen falta, entre otras
cosas, junto con las consignas transitorias, también "las formas
especiales de transición o de acercamiento a la revolución
proletaria". Sin esto, las extensas masas del pueblo que está cautivas en
las ilusiones y tradiciones democráticas pequeñoburguesas, podrán incluso,
ante una situación revolucionaria, vacilar, perder tiempo, vagar, sin encontrar
el camino de la revolución y hasta caer bajo los golpes de los verdugos
fascistas.
Por esto señalamos la posibilidad de formar, bajo las
condiciones de la crisis política, un gobierno del frente único antifascista.
En la medida en que este gobierno despliegue una lucha real y verdadera contra
los enemigos del pueblo, conceda libertad de acción a la clase obrera y al
Partido Comunista, nosotros, los comunistas, lo apoyaremos por todos los medios
y lucharemos en la primera línea de fuego, como soldados de la
revolución. Pero les decimos francamente a las masas: Este gobierno no traerá la
salvación definitiva. Este gobierno no está en condiciones de derrocar la
dominación de clase de los explotadores y, por esta razón, no puede tampoco
eliminar definitivamente el peligro de la contrarrevolución fascista. ¡Por
consiguiente, hay que prepararse para la revolución socialista! Sólo
y exclusivamente el Poder soviético traerá la salvación.
Si analizamos el desarrollo actual de la situación
internacional, vemos que la crisis política va madurando en toda una
serie de países. Esto condiciona la gran importancia y actualidad de una decisión
de nuestro Congreso sobre el problema del gobierno del frente único.
Si nuestros Partidos saben aprovechar, para la
prepración revolucionaria de las masas, de un modo bolchevique, la
posibilidad de formar un gobierno del frente único, la lucha en torno a la
formación y permanencia en el poder de este gobierno, ésta será la mejor
justificación política de nuestro rumbo hacia la creación de un gobierno
del frente único.
La
lucha ideológica contra el fascismo
Uno
de los aspectos más débiles de la lucha antifascista de nuestros Partidos
consiste en que no reaccionan suficientemente, ni a su debido tiempo contra
la demoagogia del fascismo y siguen tratando despectivamente los problemas
de la lucha contra la ideología fascista. Muchos camaradas no creían que una
variedad tan reaccionaria de la ideología burguesa, como es la ideología del
fascismo, que en su absurdo llega con harta frecuencia hasta el desvarío, fuese
en general capaz de conquistar influencia sobre las masas. Esto fue un gran
error. La avanzada putrefacción del capitalismo llega hasta la misma médula de
su ideología y su cultura, y la situación desesperada de las extensas masas
del pueblo predispone a ciertos sectores al contagio con los detritus ideológicos
de este proceso de putrefacción.
No debemos menospreciar, en modo alguno, esta fuerza del
contagio ideológico del fascismo. Al contrario, debemos librar por nuestra
parte una amplia lucha ideológica, basada en una argumentación clara y popular
y en un método certero a la hora de abordar lo peculiar en la psicología
nacional de las masas del pueblo.
Los fascistas resuelven la historia de cada
pueblo, para presentarse como herederos y continuadores de todo lo que hay de
elevado y heroico en su pasado, y explotan todo lo que humilla y ofende a los
sentimientos nacionales del pueblo, como arma contra los enemigos del fascismo.
En Alemania se publican centenares de libros que no persiguen otro fin que el de
falsear la historia del pueblo alemán sobre una pauta fascista.
Los flamantes historiadores nacionalsocialistas se
esfuerzan en presentar la historia de Alemania, como si, bajo el imperativo de
una "ley histórica", un hilo conductor marcara, a los largo de 2.000
años, la trayectoria del desarrollo que ha determinado la aparición en la
escena de la historia del "salvador nacional", del "Mesías"
del pueblo alemán, el célebre cabo de progenie austríaca.
Todos los grandes hombres del pueblo alemán en épocas pasadas se presentan en
estos libros como fascistas, y todos los grandes movimientos campesinos, como
precursores directos del movimiento fascista.
Mussolini se esfuerza obstinadamente en sacar partido de
la figura heroica de Garibaldi. Los fascistas franceses tremolan a Juana de Arco
como su heroína. Los fascistas norteamericanos apelan a las tradiciones de la
guerra de la independencia americana, a las tradiciones de Washington y de
Lincoln. Los fascistas búlgaros explotan el movimiento de liberación nacional
de la década del 70 del siglo pasado y a los héroes populares, tan queridos,
de este movimiento, como Vasil Levski, Stefan Karadsha, etc.
Los comunistas, que creen que todo esto no tiene nada que
ver con la causa obrera y no hacen nada, ni lo más mínimo, para esclarecer
ante las masas trabajadoras el pasado de su propio pueblo con toda fidelidad
histórica y el verdadero sentido marxista, marxista-leninista, para
entroncar la lucha actual con las tadiciones revolucionarias de su pasado,
esos comunistas entregan voluntariamente a los falsificadores fascistas todo lo
que hay de valioso en el pasado histórico de la nación, para que engañen a
las masas del pueblo.
¡No, camaradas! A nosotros nos afectan todos los
problemas importantes, no sólo del presente y del futuro, sino también los que
forman parte del pasado de nuestro propio pueblo, pues nosotros, los
comunistas, no practicamos la política mezquina de los intereses gremiales de
los obreros. Nosotros no somos los funcionarios limitados de las tradeuniones,
ni tampoco los dirigentes de los gremios medievales de artesanos y oficiales.
Somos los representates de los intereses de clase de la más importante y grande
de las clases de la sociedad moderna, de la clase obrera, que tiene por misión
emancipar a la humanidad de los tormentos del sistema capitalista, que ya ha
abatido el yugo del capitalismo y es la clase gobernante en una sexta parte del
planeta. Nosotros defendemos los intereses vitales de todos los sectores
trabajadores explotados, es decir, de la mayoría del pueblo de todos los países
capitalistas.
Nosotros, los comunistas, somo, por principio,
enemigos irreconciliables del nacionalismo burgués, en todas sus formas y
variedades. Pero no somos partidarios del nihilismo nacional, ni
podemos actuar jamás como tales. La misión de educar a los obreros y a los
trabajadores en el espíritu del internacionalismo proletario es una de las
tareas fundamentales de todos los Partidos Comunistas. Pero, el que piense, que
esto le permite, e incluso, le obliga a escupir en la cara a todos los
sentimientos nacionales de las amplias masas trabajadoras, está muy lejos del
verdadero bolchevismo y no ha comprendido nada de las enseñanzas de Lenin sobre
la cuestión nacional. (Aplausos).
Lenin que luchó siempre decidida y consecuentemente
contra el nacionalismo burgués, en su artículo Sobre el orgullo nacional
de los grandes rusos, escrito en el año 1914, nos dio un ejemplo de cómo
debe enfocarse acertadamente el problema de los sentimientos nacionales.
He aquí lo que escribe:
«¿Nos es ajeno a nosotros,
proletarios conscientes grandes rusos, el sentimiento de orgullo nacional? ¡Claro
que no! Amamos nuestra lengua y nuestra Patria, trabajamos más que todo por
elevar sus masas trabajadoras (es decir las nueve décimas partes de su
población) a la vida consciente de demócratas y socialistas. Lo más duro para
nosotros es ver y sentir a qué violencias, opresión y burlas someten a nuestra
magnífica Patria los verdugos zaristas, los palaciegos y los capitalistas. Nos
sentimos orgullosos de que estas violencias provocaran la resistencia de
nuestros medios, en el seno de los grandes rusos, que estos medios
dieran a Rashev, a los decembristas, a los revolucionarios-raznochintzi de la década
del 70, que la clase obrera gran rusa creara en 1905 un poderoso
partido revolucionario de las masas.
De nosotros se apodera un sentimiento de orgullo nacional,
ya que la nación gran rusa ha creado también una clase obrera,
demostró también que es capaz de dar a la humanidad grandes ejemplos
de lucha por la libertad y el socialismo y que no sólo sabe organizar pogromos,
elevar horcas, llenar las cárceles, causar grandes hambres y engendrar
servilismo ante curas, zares, terratenientes y capitalistas.
De nosotros se apodera un sentimiento de orgullo nacional
y por eso precisamente aborrecemos ante todo nuestro pasado de
escalvos... y nuestro presente de esclavos, cuando estos mismo terratenientes,
ayudados por los capitalistas, nos llevan a la guerra, para esclavizar a Polonia
y Ucrania: ¡para aplastar el movimiento democrático en Persia y China, para
reforzar la camarilla de los Romanov, Bobrinski, Purishkevich que es una vergüenza
para nuestra dignidad nacional gran rusa!»
Es lo que escribe Lenin sobre el orgullo nacional.
Yo creo, camaradas, no haber procedido equivocadamente
cuando, en el proceso de Leipzig, ante el intento de los fascistas de calumniar
al pueblo búlgaro como a un pueblo bárbaro, defendí el honor nacional de la
masas trabajadoras, del pueblo búlgaro, que lucha abnegadamente contra los
usurpadores fascistas, que son los verdaderos bárbaros y salvajes, (aplausos
impetuosos y prolongados) y cuando declaré que no tengo ningún motivo para
avergonzarme de ser búlgaro y que, lejos de ello, estoy orgulloso de ser hijo
de la heroica clase obrera búlgara (Aplausos).
¡Camaradas! El internacionalismo proletario debe
"aclimatarse", por decirlo así, en cada país y echar raíces
profundas en el suelo natal. Las formas nacionales, que reviste la
lucha proletaria de clases, el movimiento obrero en cada país no están en
contradicción con el internacionalismo proletario, sino que, al contrario, es
precisamente bajo estas formas como se pueden defender también con éxito los
intereses internacionales del proletariado.
Es evidente que hay que poner bien de relieve, en
todas partes y en todas las ocasiones, ante las masas y demostrar de un
modo concreto que la burguesía fascista, con el pretexto de defender los
intereses de toda la nación, practica la política egoísta de opresión y
explotación de su propio pueblo y la expoliación y la esclavización de los
demás pueblos. Pero no podemos limitarnos a esto. Al mismo tiempo,
tenemos que poner de manifiesto, a través de las propias luchas de la clase
obrera y mediante las acciones del Partido Comunista, que el proletariado, al
rebelarse contra todo vasallaje y contra toda opresión nacional, es el único
y auténtico campeón de la libertad nacional y de la independencia del pueblo.
Los intereses de la lucha de clases del proletariado
contra los explotadores y opresores patrios no están en pugna con los intereses
de un porvenir libre y feliz de la nación. Al contrario: la revolución
socialista será la salvación de la nación y le abrirá el camino
para un auge más esplendoroso. Por esto, porque la clase obrera, al construir
hoy sus organizaciones de clase y afianzar sus posiciones, al defender contra el
fascismo los derechos y libertades democráticas, al luchar por el derrocamiento
del capitalismo, lucha ya a través de todo esto por ese porvenir de la
nación.
El proletariado revolucionario lucha por salvar la cultura
del pueblo, por redimirla de las cadenas del capital monopolista en putrefacción,
del fascismo bárbaro que la violenta. Sólo la revolución proletaria
puede impedir el naufragio de la cultura, elevarla al más alto esplendor como
vedadera cultura popular, de esa cultura, nacional por su forma y socialista
por su contenido, que se está realizando ante nuestros ojos en la Unión
de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
El interenacionalismo proletario no sólo no está contra
la lucha de los trabajadores de cada país por la libertad nacional, socia y
cultural, sino que además garantiza, gracias a la solidaridad proletaria
internacional y a la unidad de lucha, el apoyo necesario para triunfar en ella. Sólo
en la más estrecha alianza con el proletariado victorioso de la gran Unión
Soviética, puede triunfar la clase obrera de los países capitalistas. Sólo
luchando codo a codo con el proletariado de los países imperialistas, pueden
los pueblos coloniales y las minorías oprimidas lograr su liberación. La
alianza revolucionaria de la clase obrera de los países imperialistas con los
movimientos de liberación nacional de las colonias y países dependientes es un
jalón, absolutamente indispensable, en la senda del triunfo de la revolución
proletaria en los países imperialistas, pues como enseñaba Marx,
"el pueblo que oprime a otros pueblos jamás puede ser libre".
Los comunistas, que forman parte de una nación oprimida o
dependiente, no podrán luchar con éxito contra el chovinismo, en el seno de su
propia nación, si al mismo tiempo no ponen de manifiesto, en la práctica
del movimiento de masas, que luchan realmente por redimir a su nación del yugo
extranjero. Por otra parte, los comunistas de la nación opresora tampoco podrán
hacer lo que es necesario para educar a las masas trabajadoras de su nación en
el espíritu del internacionalismo, si no libran una lucha decidida
contra la política de opresión de su "propia" burguesía, por el
derecho a la completa autodeterminación de las naciones esclavizadas por ellas.
Si no lo hacen, tampoco ayudarán a los trabajadores de las naciones oprimidas a
sobreponerse a sus prejuicios nacionalistas.
Sólo actuando en este sentido, demostrando de un modo
convincente en toda nuestra labor de masas que estamos tan libres del nihilismo
nacional, como del nacionalismo burgués, sólo entonces podremos librar una
lucha verdaderamente eficaz contra la demagogia chovinista del fascismo.
Por eso, tiene una importancia tan enorme la aplicación
justa y concreta de la política nacional leninista. Es ésta una premisa absolutamente
indispensable, para luchar eficazmente contra el chovinismo, principal
instrumento de la influencia ideológica de los fascistas sobre las masas.
¡Camaradas! En la lucha por establecer el frente único
aumenta de un modo extraordinario el papel dirigente de los Partidos Comunistas.
Sólo el Partido Comunista es en realidad el iniciador, el organizador, la
fuerza motriz del frente único de la clase obrera.
Los Partidos Comunistas sólo pueden asegurar la
movilización de las amplias masas trabajadoras para luchar unidas contra el
fascismo y la ofensiva del capital, si fortalecen sus propias filas en
todos los aspectos, si despliegan si iniciativa, si llevan a cabo una política
marxista-leninista y una táctica justa y flexible, que tenga en cuenta la
situación concreta y la distribución de las fuerzas de clase.
El
fortalecimiento de los partidos comunistas
En el período entre el VI y el VII Congreso, nuestros
Partidos de los países capitalistas han crecido sin duda alguna y se
han templado considerablemente. Pero sería un error sumamente peligroso
darse por satisfecho con esto. Cuanto más se extienda el frente único de la
clase obrera, más tareas nuevas y complicadas se nos plantearán, más
tendremos que trabajar por el fortalecimiento político y orgánico de nuestros
Partidos. El frente único del proletariado hace brotar un ejército de obreros,
que sólo puede cumplir su misión, si tiene a su cabeza un guía que le señale
sus objetivos y sus caminos. Sólo un fuerte partido revolucionario
puede ser este guía.
Cuando nosotros, los comunistas, hacemos todos los
esfuerzos por establecer el frente único, no lo hacemos desde el punto de vista
mezquino de reclutamiento de nuevos afiliados para los Partidos Comunistas.
Pero, precisamente porque queremos fortalecer seriamente el frente único,
debemos fortalecer también en todos los aspectos los Partidos Comunistas y
aumentar sus efectivos. El fortalecimiento de los Partidos Comunistas no
representa un interés cerrado del partido, sino un interés de toda la clase
obrera.
La unidad, la cohesión revolucionaria y la presteza
combativa de los Partidos Comunistas son el más precioso capital, que no nos pertenece
solamente a nosotros, sino a toda la clase obrera. Hemos asociado y seguiremos
asociando la presteza para lanzarnos a la lucha contra el fascismo,
conjuntamente con los partidos y organizaciones socialdemócratas, con la lucha
irreconciliable contra el socialdemocratismo, como ideología y como práctica
de la conciliación con la burguesía, y también, por consiguiente, contra toda
penetración de esta ideología en nuestras propias filas.
En la realización decidida y audaz de la política del
frente único, encontramos en nuestras propias filas obstáculos, que tenemos
que vencer, cueste lo que cueste, en el menor espacio posible de tiempo.
Después del VI Congreso de la Internacional Comunista, se
llevó a cabo, en todos los Partidos Comunistas de los países capitalistas, una
lucha victoriosa contra la tendencia a la adaptación oportunista a las
condiciones de la estabilización capitalista y contra el contagio con las
ilusiones reformistas y legalistas. Nuestros Partidos limpiaron sus filas
de toda clase de oportunistas de derecha y con ello afianzaron su unidad
bolchevique y su capacidad combativa. Con menos éxito se libró y, a veces, no
se libró de ningún modo la lucha contra el sectarismo. El sectarismo
no se manifestaba ya en formas primitivas y descaradas, como en los primeros años
de existencia de la Internacional Comunista, sino que, disfrazándose con el
reconocimiento formal de las tesis bolcheviques, frenaba el despliegue de la política
bolchevique de masas. En nuestros tiempos, ya no es con frecuencia una
"enfermedad infantil", como lo calificó Lenin, sino un vicio muy
arraigado, y sin curarnos de él, no podremos resolver el problema de crear
un frente único proletario y llevar a las masas de las posiciones reformistas
hacia la revolución.
En la situación actual, el sectarismo, ese
sectarismo engreído, como lo calificamos en nuestro proyecto de
resolución, entorpece ante todo nuestra lucha por la realización del
frente único, ese sectarismo, satisfecho de su estrechez doctrinaria y
de su alejamiento de la vida real de las masas, satisfecho de sus métodos
simplistas, para resolver los problemas más complicados del movimiento
obrero sobre la base de esquemas cortados por un patrón; ese sectarismo, que
pretende saberlo todo y no cree necesario aprender de las masas, de las enseñanzas
del movimiento obrero, en una palabra, el sectarismo, para el cual todo es una
pequeñez.
Este sectarismo engreído no quiere, ni puede
comprender que situar a la clase obrera bajo la dirección del Partido
Comunista, no se consigue espontáneamente. El papel dirigente del Partido
Comunista en las luchas de la clase obrera hay que conquistarlo. Para esto, no
hace falta declamar acerca del papel dirigente de los comunistas, sino que hay
que merecer, ganar, conquistar la confianza de las masas obreras con una
labor cotidiana de masas y una política justa. Esto sólo se logrará si
nosotros, los comunistas, en nuestra labor política tenemos seriamente en
cuenta el verdadero nivel de conciencia de clase de las masas, su grado de
revolucionización, si apreciamos serenemente la situación concreta, no a través
de nuestros de deseos, sino a través de la realidad. Tenemos que facilitar a
las extensas masas, pacientemente, paso a paso, el tránsito a las posiciones
del comunismo. No debemos olvidar jamás las palabras de Lenin, quien nos
advirtió con toda energía que:
«...se trata precisamante de no considerar superado,
para las masas, lo que está superado para nosotros».
¿Acaso ahora, camaradas, hay todavía en nuestras filas
pocos doctrinarios que en la política del frente único sólo perciben, siempre
y en todas partes, los peligros? Para esos camaradas, todo el frente único
constituye un peligro rotundo. Pero esta "firmeza de principios"
sectaria no es otra cosa que el desamparo político ante las dificultades de la
dirección inmediata de la lucha de masas.
El sectarismo se manifiesta especialmente en la
apreciación exagerada de la revolucionización de las masas, en la apreciación
exagerada del ritmo, con que se apartan de las posiciones del reformismo, en el
intento de saltar las etapas difíciles y los problemas complicados del
movimiento. Los métodos de dirección de las masas se sustituían
frecuentemente en la práctica por los métodos de dirección de un grupo
cerrado de partido. No se apreciaba debidamente la fuerza de los lazos
tradicionales entre las masas y sus organizaciones y direcciones y, cuando las
masas no rompían estos lazos de golpe y porrazo, se adoptaba frente a ellas una
actitud tan brusca, como frente a sus dirigentes reaccionarios. La táctica y
las consignas se convertían en un "patrón", válido para todos los
países, y no se tenían en cuenta las particularidades de la situación
concreta en cada país dado. Se pasaba por alto la necesidad de desplegar, en el
seno de las propias masas, una lucha tenaz para ganar su confianza, se
descuidaba la lucha por las reivindicaciones parciales de los obreros y la labor
dentro de los sindicatos reformistas y de las organizaciones fascistas de masas.
La política del frente único se suplantaba frecuentemente por meros
llamamientos y por la propaganda abstracta.
Las actitudes sectarias entorpecían en no menor grado la
selección acertada de los hombres, la educación y formación de cuadros
relacionados con las masas, que gocen de la confianza de éstas,
de cuadros con consecuencia revolucionaria y probados en las luchas de
clases, que sepan asociar a la experiencia práctica del trabajo de
masas la firmeza de principios del bolchevique.
De este modo, el sectarismo retrasó considerablemente el
crecimiento de los Partidos Comunistas, dificultó la aplicación de una auténtica
política de masas, entorpeció la explotación de las dificultades del enemigo
de clase, para fortificar las posiciones del movimiento revolucionario, impidió
la conquista de las extensas masas proletarias para los Partidos Comunistas.
Luchando del modo más resuelto por extirpar y superar los
últimos resabios del sectarismo engreído, tenemos que fortalecer por todos los
medios nuestra atención vigilante y nuestra lucha contra el oportunismo de
derecha y contra todas sus manifestaciones concretas, teniendo en cuenta
que el peligro de este oportunismo crecerá, a medida que se vaya desplegando un
amplio frente único. Ya existen tendencias a rebajar el papel del Partido
Comunista en las filas del frente único y a reconciliarse con la ideología
socialdemócrata. No se debe perder de vista que la táctica del frente único
es un método para persuadir palpablemente a los obreros socialdemócratas de la
justeza de la política comunista y de la falsedad de la política reformista, y
no una reconciliación con la ideología y la práctica socialdemócratas.
La lucha eficaz por establecer el frente único exige de nosotros
ineludiblemente una lucha constante, dentro de nuestras propias filas, contra la
tendencia a rebajar el papel del Partido, contra las ilusiones legalistas,
contra la orientación hacia la espontaneidad y el automatismo, así en
lo que respecta a la liquidación del fascismo, como en lo que se refiere a la
consecución del frente único, contra las más mínimas vacilaciones,
llegado el momento de la actuación decisiva.
La
unidad política de la clase obrera
¡Camaradas! El desarrollo del frente único de lucha
conjunta de los obreros comunistas y socialdemócratas contra el fascismo y la
ofensiva del capital plantea también el problema de la unidad política,
del partido político único de masas de la clase obrera. Los obreros
socialdemócratas se van convenciendo cada vez más, por experiencia, de que la
lucha contra el enemigo de clase exige una dirección política única, pues la
dualidad de dirección dificulta el seguir desarrollando y fortaleciendo la
lucha en común de la clase obrera.
Los intereses de la lucha de clase del proletariado y el
éxito de la revolución proletaria imponen la necesidad de que exista en cada
país un partido único del proletariado. El conseguirlo no es
naturalmente tan fácil y sencillo. Exige una labor y una lucha tenaces y será
necesariamente un proceso más o menos largo. Los Partidos Comunistas, apoyándose
en la creciente gravitación de los obreros hacia la unificación de los
partidos socialdemócratas a de algunas de sus organizaciones con los Partidos
Comunistas, deben tomar en sus manos con seguridad y firmeza la iniciativa de
esta unificación. La causa de la unificación de las fuerzas de la clase obrera
en un partido proletario revolucionario único, en estos momentos, en que el
movimiento obrero internacional entra en el período de liquidar la escisión,
es nuestra causa, es la causa de la Internacional Comunista.
Pero, si para establecer el frente único de los Partidos
Comunista y Socialdemócrata basta con llegar a un acuerdo sobre la lucha contra
el fascismo, contra la ofensiva del capital y contra la guerra, la creación de
la unidad política sólo es posible sobre la base de una serie de condiciones
concretas que tienen un carácter de principio.
Esta unificación sólo será posible:
Primero, a condición de independizarse completamente de la
burguesía y romper completamente el bloque de la socialdemocracia con la
burguesía;
Segundo, a condición de que se realice previamente la unidad de
acción;
Tercero, a condición de que se reconozca la necesidad del
derrocamiento revolucionario de la dominación de la burguesía y de la
instauración de la dictadura del proletariado en forma de soviets;
Cuarto, a condición de que se renuncie a apoyar a la propia
burguesía en una guerra imperialista;
Quinto, a condición de que se erija el Partido sobre la base de
centralismo democrático, que asegura la unidad de voluntad y de acción y
que ha sido constatado ya por la experiencia de los bolcheviques rusos.
tenemos que aclarar a los obreros socialdemócratas, con
paciencia y camaradería, por qué la unidad política de la clase obrera es
irrealizable sin estas condiciones. Con ellos debemos enjuiciar el sentido y la
importancia de estas condiciones.
¿Por qué, para la realización de la unidad política
del proletariado, es necesario independizarse de la burguesía y romper el
bloque de la socialdemocracia con la burguesía?
Porque toda la experiencia del movimiento obrero y, en
particular, la experiencia de los quince años de política de coalición en
Alemania han puesto de relieve que la política de la colaboración de clases,
la política de dependencia de la burguesía lleva a la derrota de la clase
obrera y a la victoria del fascismo. Y la senda de la lucha irreconciliable de
clases contra la burguesía, la senda de los bolcheviques es la única senda
segura hacia el triunfo.
¿Por qué el establecer previamente la unidad de acción
ha de ser premisa de la unidad política?
Porque la unidad de acción para rechazar la ofensiva del
capital y del fascismo puede y debe lograrse aún antes de que la mayoría de
los obreros se unifiquen sobre la plataforma política común del derrocamiento
del capitalismo; para llegar a la unidad de ideas acerca de los caminos y los
objetivos fundamentales de la lucha del proletariado, sin la cual no se podría
unificar a los partidos, hace falta, en cambio, un plazo de tiempo más o menos
largo. Y lo mejor para llegar a la unidad de ideas, es crearla ya hoy mismo,
en la lucha conjunta contra el enemigo común. Proponer, en vez del frente único,
la inmediata unificación, equivale a colocar el carro delante de los bueyes y a
creer que de este modo el carro andará. Precisamente porque el problema de la
unidad política no es para nosotros una maniobra, como lo es para muchos jefes
socialdemócratas, insistimos en que se realice la unidad de acción, como una
de las etapas más importantes en la lucha por la unidad política.
¿Por qué es necesario reconocer el derrocamiento
revolucionario de la burguesía y la instauración de la dictadura del
proletariado bajo la forma del Poder soviético?
Porque la experiencia del triunfo de la gran Revolución
Socialista de Octubre, de una parte, y de otra, las amargas enseñanzas de
Alemania, Austria y España, durante todo el período de postguerra, han
corroborado una vez más que el triunfo del proletariado sólo es posible
mediante el derrocamiento revolucionario de la burguesía, y que la burguesía,
antes de permitir que el proletariado instaure el socialismo por la vía pacífica,
ahogará el movimiento obrero en un mar de sangre. La experiencia de la Revolución
de Octubre ha demostrado, con toda evidencia, que el contenido básico de la
revolución proletaria es el problema de la dictadura del proletariado, cuya
misión es aplastar la resistencia de los explotadores derribados, armar a la
revolución para la lucha contra el imperialismo y llevar a la revolución hasta
el triunfo completo del socialismo. Para llevar a cabo la dictadura del
proletariado, como dictadura de la aplastante mayoría sobre una minoría
insignificante, sobre los explotadores -y únicamente así puede ser llevada a
cabo- son necesarios los Soviets que abarquen a todas las capas de la
clase obrera, a las masas principales del campesinado y demás trabajadores, sin
despertar a los cuales, sin incorporarlos al frente de la lucha revolucionaria,
será imposible afianzar el triunfo del proletariado.
¿Por qué el negarse a apoyar a la burguesía en una
guerra imperialista es condición para establecer la unidad política?
Porque la burguesía hace la guerra imperialista para
alcanzar sus objetivos rapaces en contra de los intereses de la mayoría
aplastante de los pueblos, cualquiera que sea el disfraz, bajo el cual se haga
la guerra. Porque todos los imperialistas, al mismo tiempo que se arman
febrilmente para la guerra, refuerzan hasta el último límite la explotación y
la opresión de los trabajadores dentro del propio país. Apoyar a la burguesía
en semejante guerra, significaría traicionar los intereses del país y de la
clase obrera internacional.
Finalmente, ¿por qué el erigir el Partido sobre la base
del centralismo democrático es condición para la unidad?
Porque solamente un partido erigido sobre la base del
centralismo democrático puede asegurar la unidad de voluntad y de acción,
puede llevar al proletariado al triunfo sobre la burguesía, que dispone de un
arma tan potente como el aparato centralizado del Estado. La aplicación del
principio del centralismo democrático ha pasado una brillante prueba histórica
con al experiencia del Partido bolchevique ruso, el Partido de Lenin.
Sí, nosotros, camaradas, somos partidarios de un partido
político único de masas de la clase obrera. De ello se deriva la necesidad,
como dice el camarada Stalin,
«de un partido combativo, de un partido revolucionario,
lo suficientemente intrépido, para conducir al proletariado en la lucha por el
poder, lo suficientemente experimentado, para orientarse incluso en las
condiciones más complejas de una situación revolucionaria y lo suficientemente
flexible para evitar todos los escollos en su marcha hacia la meta.»
He aquí por qué es necesario esforzarse para conseguir
la unidad política sobre la base de las condiciones apuntadas.
¡Somos partidarios de la unidad política de la clase
obrera! Por eso, estamos dispuestos a colaborar del modo más estrecho con todos
los socialdemócratas que sean partidarios del frente único y que apoyan
sinceramente la unificación de acuerdo con los principios mencionados. Pero
precisamente por eso, porque somos partidarios de la unificación, lucharemos
decididamente contra todos los demagogos de "izquierda", que intenten
explotar el desengaño de los obreros socialdemócratas, para crear nuevos
partidos o internacionales socialistas, dirigidos contra el movimiento comunista
y que ahondan por tanto la escisión de la clase obrera.
Saludamos la tendencia creciente de los obreros socialdemócratas
hacia el frente único con los comunistas. Vemos en este hecho el incremento de
su conciencia revolucionaria y un signo de que se comienza a superar la escisión
de la clase obrera. Considerando que la unidad de acción es una necesidad
urgente y también el camino más seguro hacia la creación de la unidad política
del proletariado, declaramos que la Internacional Comunista y sus Secciones
están dispuestas a entrar en negociaciones con la Segunda Internacional y sus
Secciones respectivas para la creación de la unidad de la clase obrera en la
lucha contra la ofensiva del capital, contra el fascismo y contra la amenaza de
una guerra imperialista. (Aplausos).
¡Camaradas!
Voy
a terminar mi informe. Como veis, teniendo en cuenta los cambios operados en al
situación desde el VI Congreso y las enseñanzas de nuestra lucha y basándonos
en el nivel ya alcanzado de consolidación de nuestros Partidos, planteamos
ahora, de un modo nuevo, una serie de problemas, ante todo, del frente único y
del acercamiento a la socialdemocracia a los sindicatos reformistas y a las demás
organizaciones de masas.
Hay sabihondos, a quienes todo esto se les antoja un
retroceso de nuestras posiciones de principio, un viraje de la línea del
bolchevismo hacia la derecha. ¡Bueno! La gallina hambrienta, decimos en
Bulgaria, sueña siempre con mijo. (Risas y aplausos impetuosos).
¡Que piensen así estas gallinas políticas! (Risas y
aplausos impetuosos).
A nosotros, esto nos interesa poco. Lo importante para
nosotros es que nuestros propios partidos y las extensas masas de todo el mundo
comprendan acertadamente por qué luchamos.
No seríamos marxistas revolucionarios, leninistas, dignos
discípulos de Marx, Engels, Lenin, si no cambiásemos de un modo
congruente nuestra política y nuestra táctica, de acuerdo con los cambios
operados en la situación y en el movimiento obrero mundial.
No seríamos verdaderos revolucionarios, si no aprendiésemos
de nuestra propia experiencia y de la experiencia de las masas.
Queremos que nuestros Partidos de los países capitalistas
actúen y procedan como verdaderos partidos políticos de la clase obrera,
que desempeñen en la realidad el papel de un factor político en la
vida de su país, que lleven a cabo en todo momento una activa política
bolchevique de masas y no se limiten sólo a la propaganda y la crítica, a
lanzar meros llamamientos a la lucha por la dictadura proletaria.
Somos enemigos de todo esquematismo. Queremos que
se tenga en cuenta la situación concreta de cada momento y de cada sitio dados
y que no se obre siempre y en todas partes con arreglo a un patrón
determinado, no queremos olvidar que la posición de los comunistas no
puede ser igual en todas las condiciones.
Queremos tener en cuenta serenamente todas las etapas
del desarrollo de la lucha de clases y del incremento de la conciencia de clase
de las masas, saber encontrar y resolver en cada etapa las tareas concretas
del movimiento revolucionario que corresponden a ella.
Queremos encontrar un lenguaje común con las más
extensas masas, para luchar contra el enemigo de clase, encontrar los caminos,
por los cuales la vanguardia revolucionaria se sobreponga
definitivamente a su aislamiento de las masas del proletariado y de
todos los trabajadores y para que la propia clase obrera se sobreponga
al fatal aislamiento de sus aliados naturales en la lucha contra la
burguesía, contra el fascismo.
Queremos incorporar a las masas cada vez más extensas a
la lucha revolucionaria de clases y atraerlas a la revolución proletaria, partiendo
de sus intereses y necesidades candentes y sobre la base de su propia
experiencia.
Queremos, sobre el ejemplo de nuestros gloriosos
bolcheviques rusos, sobre el ejemplo del Partido guía de la Internacional
Comunista, del Partido Comunista de la Unión Soviética, asociarnos al heroísmo
revolucionario de los comunistas alemanes, españoles, austríacos y de
otros países, al autentico realismo revolucionario, y acabar con los
últimos restos de devaneos escolásticos en torno a problemas políticos
serios.
Queremos pertrechar a nuestros Partidos en todos los
aspectos, para que puedan resolver los problemas políticos más complicados que
se les planteen. Para esto, hay que elevar cada vez más su nivel teórico,
educarlos en el espíritu del marxismo-leninismo vivo y no de un doctrinarismo
muerto.
Queremos extirpar de nuestras filas el sectarismo
satisfecho de sí mismo, que cierra, ante todo, el camino hacia las masas e
impide la realización de una verdadera política bolchevique de masas. Queremos
reforzar, por todos los medios, la lucha contra todas las manifestaciones
concretas del oportunismo de derecha, teniendo presente que el peligro,
que apunta de este lado, crecerá precisamente al llevar a la práctica nuestra
política y nuestra lucha de masas.
Queremos que los comunistas de cada país saquen y
aprovechen todas las enseñanzas de su propia experiencia, como
vanguardia revolucionaria del proletariado. Queremos que aprendan lo antes
posible a nadar en las aguas tempestuosas de la lucha de clases y que no se
queden en la orilla como observadores y registradores de las olas que se
acercan, esperando el buen tiempo. (Aplausos).
¡He ahí lo que nosotros queremos!
Y queremos todo esto, porque por este camino la
clase obrera, a la cabeza de todos los trabajadores, estrechando sus filas en un
ejército revolucionario de millones de hombres, dirigido por la Internacional
Comunista, podrá cumplir con toda certeza su misión histórica: barrer al
fascismo y, con él, al capitalismo de la faz de la tierra.
(Todos de pie ovacionan con entusiasmo al camarada
Dimitrov.
Por todas partes y en distintos idiomas, los delegados
gritan: "¡Hurra! ¡Viva el camarada Dimitrov!"
Entonan con vigor la "Internacional" en todos
los idiomas. Nueva tempestad de aplausos.
Las delegaciones entonan diferentes canciones
revolucionarias: la italiana - "Bandera Rossa", la polaca - "¡A
las barricadas!", la francesa - "La Carmagnole", la alemana -
"El rojo Wedding", la china - "El himno del Ejército Rojo
Chino".)