¿Qué es el nacionalismo?
¿Qué es una nación? ¿Qué es una identidad nacional? No es fácil
encontrar definiciones sintéticas y cabales para estos conceptos entre la gran
variedad de estudios, declaraciones y manifiestos que se han producido desde que
la “Nación” ha entrado en el vocabulario de la política y la cultura
moderna, a partir del grito “¡Viva la Nación!” de los revolucionarios
franceses a finales del siglo XVIII.
En vez de
presentar un largo recorrido por los principales acontecimientos e
investigaciones que han marcado y explicado el surgimiento, evolución y
consolidación de nación y nacionalismo, prefiero presentar una descripción y
definición por aproximación, a la manera de hipótesis, con algunos corolarios
y comentarios que puedan despertar preguntas, inquietudes, dudas y polémica.
Después de largos años estudiando el fenómeno como observador e investigador,
y más, siendo yo mismo parte de él en cuanto miembro de una nación
particular, siento que es posible hablar de nación y nacionalismo con menos
incertidumbres y con más confianza.
Empezamos con
distinguir NACIÓN, ESTADO-NACIÓN, NACIONALISMO, IDENTIDAD NACIONAL, PATRIA y
PATRIOTISMO.
La NACIÓN
es una unidad sociocultural humana superior a las etnias, tribus, clanes y
familias. Supone cierto
grado de identificación/autorreconocimiento por parte de sus miembros (con una
frontera reconocible nosotros/ellos) y ciertos elementos de organización
interna. Existe desde tiempos antiguos (Israel y Grecia en occidente puede ser
los antecedentes más remotos), pero adquiere especial relevancia en Europa a
partir del siglo XIV, y se exiende poderosamente desde Francia a partir de los
comienzos del siglo XIX. Entre naciones “antiguas” y naciones “modernas”
existe cierta continuidad, más también algunas diferencias.
La Nación
moderna existe en función del Estado moderno, en cuanto complemento y dimensión
cultural del mismo.
La Nación
proporciona al Estado aquellos contenidos de identificación cultural, de adhesión
emocional, de arraigo temporal, de los cuales carece el Estado en cuanto
organización sólo política.
La Nación
tiene también un profundo significado socioeconómico, al proporcionar las
condiciones optimales para el funcionamiento de la moderna sociedad industrial.
El Estado-Nación
es un estado que ha sido capaz de dotarse de una dimensión cultural, o bien una
Nación que ha sido capaz de dotarse de una dimensión política.
En la época moderna, sobre todo desde el siglo XIX, el Estado-Nación se
convierte en el paradigma. Los estados buscan ser “nacionales” y las
naciones sin estado buscan crear uno.
En la era de
la modernidad, esta unión de política y cultura*, de la polis y del ethnos,
del logos y del pathos (hasta diríamos de lo masculino y lo
femenino), se convierte en una boda necesaria para crear una pareja funcional a
las exigencias planteadas por la modernidad misma.* *¿Cuáles son estas
exigencias? Lealtad, homogeneidad y movilización de los ciudadanos hacia al
Estado, legitimidad democrática de éste, “lenguaje” y “discurso” capaz
de penetrar y propagar los ideales de la modernidad con un lenguaje
comprensible, tradicional. El idioma de la Nación propaga el Verbo de la
Modernidad en una gramática tradicional. Para el Estado, la Nación es el
enlace entre Modernidad y Tradición, entre progreso y conservación, entre
perennidad y cambio, entre pasado, presente y futuro. De aquí se deriva la
urgencia para el Estado moderno de ser “nacional”, de ser Estado-Nación.
[*Política y
cultura pueden figurarse como dos polos en un continuum lineal, en donde, por un
lado encontramos entidades políticas con poco contenido cultural –un estado
dinástico por ejemplo o una “patria” republicana- y por el otro lado
entidades con mas contenido cultural que político –naciones sin estado-; los
Estados-Naciones se sitúan, en la línea, mas cerca de uno u otro polo, en
condiciones ideales de equilibrio –más pueden darse oscilaciones-]-
**el
Estado-Nación como madre-patria: la “madre” es la Nación, el
“padre” el Estado - unión idealmente perfecta entre los dos principios simbólicos]
El Nacionalismo
es el movimiento, organización o ideología que busca unir estado y nación.
Ya sea a partir de una nación sin estado, o bien a partir de un estado sin nación.
Podemos observar entonces movimientos nacionalistas, partidos
nacionalistas e ideologías nacionalistas (como el fascismo).
El propósito
del nacionalismo no es solo crear la unión de estado y nación, sino
también defenderla o fortalecerla, frente a peligros, debilidades
o fracturas.
El
nacionalismo presupone principios de legitimidad política: nación y
estado deben coincidir. Y plantea una jerarquía de prioridades políticas:
“la nación es primero”.
La Identidad
nacional es el sentimiento o conciencia de pertenecer a una nación
particular. Supone la
percepción de elementos simbólicos y materiales propios, y una frontera
nosotros/ellos.
La identidad
nacional puede surgir espontáneamente entre una población particular –y
conformar así una nación-, o bien puede ser impulsada y propagada por los
nacionalismos o por el estado –y formar así tanto una nación como un
estado-nación-.
La identidad
nacional convive con otras identidades básicas: religiosa, familiar, regional,
de género, etc... Pero esta tiende a situarse en momentos determinados por
encima de todas. Y tiene también la tendencia a absorber gradualmente las
identidades regionales, tribales y étnicas. Este proceso suele causar fuertes
tensiones socioculturales.
La Patria es una comunidad territorial y política en donde se marcan los vínculos y carácteres particulares de virtud ciudadana, libertad política y “amor locis”.
La Patria se
relaciona estrechamente con la forma política republicana de estilo “clásico”
(Roma) y ha estado presente con fuerza en el patriotismo republicano de Estados
Unidos (desde 1776), de Francia (desde 1789) y de numerosos movimientos
liberales europeos y americanos.
El término
“Patria” se confunde a menudo con el de “Nación”, y ambos describen en
efecto un fenómeno frecuentemente único, pero existe una distinción
fundamental de principio entre ellos: la Patria se refiere principalmente a la
unión de la polis con las virtudes cívicas, la Nación en cambio
es primero una entidad histórico-cultural.
Han existido y
existen estados que son más patrióticos que nacionales (Estados Unidos), y
otros –la mayoría- que son más nacionales que patrióticos. Patria y nación
expresan entonces la dualidad y ambigüedad fundamental entre la dimensión política
y cultural del Estado-Nación moderno. Se puede decir en general que Patria y
Nación son dos modos de percibir el Estado-Nación, bien enfatizando su aspecto
cívico-político, o bien enfatizando su aspecto histórico-cultural.
El Patriotismo
es el sentimiento de pertenecer a una Patria.
Pueden darse también movimientos y organizaciones patrióticas en
coyunturas históricas determinadas (una invasión o amenaza extranjera), más
no se puede hablar propiamente de una “ideología patriótica”. El
patriotismo es más un caracter, un sentimiento anímico, una actitud incrustada
en la comunidad política.
El estado
moderno fomenta actitudes “patrióticas” entre la población, así como una
identidad nacional.
Los símbolos
y valores “patrióticos” son principalmente políticos: bandera, constitución,
leyes, hombres ilustres, rituales fundadores, etc.
Al igual que
los conceptos de “Patria” y “Nación”, el de “Patriotismo” se
confunde a menudo con el concepto de “Nacionalismo”, más existen
diferencias. El patriotismo pone énfasis en símbolos, memorias, virtudes
ciudadanas y libertad política, mientras que el nacionalismo exalta más las
costumbres, los caracteres culturales y étnicos de pertenencia.
Históricamente,
el patriotismo ha sido propio de élites, en cambio el nacionalismo ha
sido también y sobre todo un fenómeno popular, de masas. Esta
diferencia descansa en el hecho que el patriotismo requiere de virtudes y
conciencia política que generalmente se dan sólo entre élites cultivadas; el
nacionalismo es más “popular” en tanto que (supuesta) expresión de
lealtades primarias e identidades culturales profundas, arraigadas ab antiquo
y naturaliter entre todos.
ãFranco Savarino, 2002.