BAJO
EL SIGNO del "Littorio"
la comunidad italiana en México y
el fascismo
(1924-1941)
[publicado en Revista Mexicana de Sociología,
vo. 64 nº 2, pp. abril-junio 2002, pp. 113-139.
Franco Savarino
INAH-ENAH
...
hace años cruzando el Océano se llegaba a estas playas [...] con el corazón
afligido; y ¡cuantas veces teníamos que sonrojarnos, pobres desventurados,
delante a la protegida preparación de las otras Naciones de Europa! Ahora, en
cambio, se puede caminar con la frente en alto y es un orgullo el decirse
italianos y es, siempre, un motivo de respeto.
Ezio
Garibaldi, 1923
La
doctrina fascista, en América, es sustituida fácilmente por un ímpetu de
simpatía pasional y sentimental. De ésta no se conocen ni los principios ni las
fórmulas.
Piero
Belli, 1924.
La
política exterior de Italia y la irradiación del fascismo (italiano) en América
Latina están entre los aspectos menos conocidos del período de enfrentamientos
intercontinentales de los años ’20 y `30, que culminaría en la Segunda Guerra
mundial. Hasta hoy, en efecto, han
habido pocos estudios sobre este tema, en contraste con la bibliografía que
existe sobre la propagación del fascismo en Europa, Canadá, Estados Unidos y
Australia.[1]
Los escasos trabajos que existen, además, se refieren generalmente a los países
de migración italiana masiva (Brasil, Argentina, Uruguay)[2];
poco se sabe sobre la situación que conocieron los demás países con reducidas
poblaciones de origen italiano.
El caso de México se inscribe en esta
segunda categoría olvidada, a pesar de que, por su importancia estratégica y
por la presencia de un nacionalismo populista ambicioso (Calles, Cárdenas), el
país fue objeto de un interés particular por la Italia de Benito Mussolini.[3]
Es más conocida, por otro lado, la geopolítica y la penetración nacionalsocialista
alemana, que suscitó, en su momento, la pesadilla quintacolumnista durante los
años treinta y cuarenta, atizada especialmente por el líder de la CTM, Vicente
Lombardo Toledano y por los Estados Unidos.[4]
Además, han sido evidenciados aspectos semifascistas en algunos movimientos
políticos de aquélla época ("Camisas doradas", Sinarquismo) y aún han
sido señaladas, esporádicamente, las inclinaciones profascistas de algunos
personajes (J. Vasconcelos, el Dr. Atl, S. Cedillo, R. Yocupicio), sin ser
objeto de estudios profundizados en este aspecto; se advierte, además, la
ausencia de estudios sobre la influencia del modelo fascista en la
transformación política mexicana post-revolucionaria. Para obtener un cuadro
más completo de todas esas influencias "fascistas" hace falta, sin
duda, orientar la investigación directamente a la actividad fascista italiana,
tarea que es el propósito principal del presente trabajo.[5]
Aquí, en particular, se buscarán aclarar las modalidades de penetración del
fascismo en la colonia italiana entre 1924 y 1941, período en el cual también
la comunidad italo-mexicana experimentó un acercamiento importante a la Italia
de Mussolini. El análisis procederá examinado críticamente los efectos del
trasplante del fenómeno fascista italiano allende el Atlántico, para tratar de
verificar qué género de fascismo
logró establecerse, realmente, en México, así como sus límites, su percepción
subjetiva por parte de los receptores y los observadores externos.
El
movimiento fascista apareció con la Primera Guerra mundial, continuando la
efervescencia nacionalista propia del conflicto y planteando una revolución
cultural de largo alcance que tenía como objetivo superar al liberalismo
decimonónico, arrestar la "decadencia" spengleriana de Occidente,
detener la "amenaza bolchevique" presente en Europa desde 1917 y
apoyar a las clases medias emergentes.[6] En la doctrina fascista -hija genuina del
idealismo hegeliano-, el Estado asume una dimensión totalitaria, moviliza a las
masas -en especial a los jóvenes-, ataca a la cultura democrático-liberal
burguesa, y reemplaza la lucha de clases marxista con la lucha de las naciones
subdesarrolladas en contra de las capitalistas -la nación toma el lugar de la
clase social en la dialéctica histórica-, abriendo el escenario para una
intensificación del conflicto internacional. En esencia, el fascismo puede ser
descrito como una revolución conservadora
que busca establecer una "tercera vía" a la modernización, entre el
modelo liberalcapitalista y el socialista.[7]
Fue en Italia donde el fascismo alcanzó
el poder por primera vez, en 1922, con la "Marcha hacia Roma" -en
realidad, un golpe de estado- de los "camisas negras" de Benito
Mussolini: desde entonces el modelo italiano se tomó como paradigma y la
palabra italiana "fascismo" llegó a cubrir el amplio espectro de
movimientos afines que aparecieron en todo el mundo en los años veinte, treinta
y cuarenta, aunque la gran mayoría de éstos, en realidad, poco tuvieron en común
con la experiencia original italiana. La posterior expansión del fascismo
alemán provocó la condensación de un nuevo modelo paradigmático, aunque el
nacionalsocialismo fue una experiencia política diferente en aspectos
fundamentales del original italiano. En otros casos, como el de España, si se
utiliza la palabra "fascismo" las comillas son de rigor. En las
Américas se ha podido demostrar una presencia auténticamente fascista sólo en
unos cuantos movimientos políticos, entre los cuales destaca el "Integralismo"
brasileño de Plinio Salgado.[8]
Más influencia tuvo el falangismo español que -en su versión depurada por
Franco de sus aspectos semifascistas- se manifestó en diferentes países con
movimientos similares, sobresaliendo el "Sinarquismo" mexicano.[9]
Sin embargo, el fascismo verdadero se
propagó ampliamente en el Continente americano a través de las comunidades de
emigrantes alemanes e italianos, de acuerdo con una política deliberada de
Alemania e Italia para extender la influencia respectiva en el hemisferio
occidental. La organización alemana en el exterior
-"Auslands-Organisation";- fue mucho más compleja, centralizada y
efectiva que la italiana, se aprovechó de la disciplina y persistencia de la
identidad nacional entre los emigrantes alemanes y estuvo integrada en la red
de grandes intereses económicos del Reich en América. La organización italiana,
en cambio, fue frenada por la presencia de grupos contrarios al fascismo, por
la tendencia de los emigrantes a integrarse en los países de adopción y por la
menor capacidad de penetración económica de Italia en América.[10]
La organización italiana en el exterior
tenía como antecedentes los comités de guerra que se establecieron en muchos
países entre los emigrantes, a partir de 1915, para sostener la causa de la
Patria en la "Grande Guerra" europea. A través de estos comités se extendió la propaganda nacionalista,
se organizaron colectas pro-patria y se propició el reclutamiento de
voluntarios para el frente europeo. Muchos futuros dirigentes fascistas en el
exterior se formaron en esta experiencia.[11]
Otros órganos de contacto entre italianos que intensificaron su labor fueron la
Sociedad "Dante Alighieri", encargada de la difusión de la cultura
ítala en el mundo, y los Comités Italianos de Beneficencia, centros de apoyo a
los emigrantes necesitados. Después de la guerra (1920) se constituyó una nueva
organización, la "Lega Italiana per la Tutela degli Interessi
Nazionali", con objetivos fuertemente nacionalistas, pues se proponía
"hacer obra de propaganda y de penetración en los países extranjeros en
donde los intereses [nacionales] presentes y futuros los ameriten".[12]
Las primeras ramificaciones -"fasci"- del "Partito Nazionale
Fascista" (P.N.F.) aparecen en 1921, con la fundación del Fascio de New
York. En los años siguientes brotaron numerosas secciones fascistas en todos
los continentes, especialmente, como era obvio, en las áreas de más intensa
colonización italiana. En un primer momento, no fue claro qué funciones tenían
que desempeñar estos fasci y cómo tenían
que articularse a la dirección del P.N.F. La primera tendencia fue la de
secundar una tendencia espontánea a formar grupos para sostener la lucha
fascista en el exterior. Por las noticias que llegaban, las comunidades de
emigrantes fuera de Italia tenían la impresión de que la Patria victoriosa en
la guerra estaba amenazada por la subversión bolchevique, así que las huestes
de Mussolini, que trataban de impedirla, recibieron un fuerte apoyo general.
Los grupos de trabajadores emigrantes sindicalizados o de tendencias
anarquistas y socialistas, sin embargo, tuvieron otra percepción y se opusieron
desde el comienzo a los fascistas, por las violentas acciones antiproletarias
de éstos. En algunos países, como Brasil y Argentina, esto causó una fractura
en las comunidades italianas, que perduraría hasta los años cuarenta.[13]
A partir de 1922 la tarea de los
"Fasci all'estero" se hizo más clara: se encargarían de organizar las
comunidades italianas en el exterior, difundir la italianidad y colaborar a la
lucha en contra del bolchevismo, la masonería y el imperialismo de las
"plutocracias" occidentales. El primer manifiesto y estatuto para los
fasci apareció en diciembre de 1922
en el órgano oficial fascista Il Popolo
d'Italia.[14] Allí se
establecía, entre otras cosas, que ningún Fascio podría tomar iniciativas
autónomas sin la aprobación previa de los delegados del P.N.F. Por el momento,
el deber de los fasci fuera de Italia
sería el de "coadiuvare ed obbedire" (coadyuvar y obedecer).[15]
El estatuto definitivo de los
"Fasci all'estero", redactado personalmente por Mussolini, aparecería
solo a principios de 1928. "Los Fasci all'estero" -decía el Estatuto-
"son la organización de los italianos en el extranjero que han elegido
como norma de vida privada y civil la obediencia al Duce y a la Ley del
Fascismo, y se proponen congregar alrededor del "Littorio" las
colonias de los italianos residentes en un país extranjero".[16] Mussolini, además, estableció un
"decálogo" de ocho normas de conducta para los fascistas fuera de Italia:
1-Ser respetuosos de las leyes del país huésped y 2-no inmiscuirse en su
política interior, 3-no suscitar discordias en las colonias, más bien sanarlas
a la sombra del Littorio, 4-ofrecer el ejemplo de rectitud pública y privada,
5-respetar y obedecer a los representantes de Italia en el exterior, 6-defender
la italianidad en el pasado y en el presente, 7-asistir los italianos
menesterosos y 8-ser disciplinados como si estuvieran en la Italia fascista.[17]
Los "fasci all'estero" serían coordinados por la "Segretería
Generale dei Fasci all'Estero", tendrían una secretaría de zona y
secciones secundarias en cada país, y coordinarían su acción con la embajada,
el consulado y las demás organizaciones oficiales italianas. Entre éstas
destacaba la recién fundada "Direzione Generale degli Italiani
all'Estero" que -a diferencia de la Secretaría de los fasci, que dependía del P.N.F.- dependería del "Ministero
degli Affari Esteri" (Secretería de Relaciones Exteriores).[18]
Hacia 1932 la organización de los "Fasci all'estero" llegó a contar
con 460 fasci, 269 secciones
fascistas, 220 fasci femeninos, 74
Casas de Italia, por un total de 119,000 fascistas inscritos (más 12,000
mujeres fascistas y 43,000 jóvenes en las secciones juveniles).[19]
La acción de los fasci se entendía como subordinada a la geopolítica fascista, de
tal manera que en cada continente y país había variaciones con relación a los
intereses y objetivos de la madrepatria, que estaban primariamente dirigidos a
la cuenca del Mediterráneo y a Africa Oriental, en donde Mussolini esperaba
fundar un imperio neo-romano.[20]
América Latina tenía un fuerte interés para Italia como mercado y meta de
emigrantes, cuya "italianidad" era menester defender, sin embargo el
gobierno fascista reconocía la débil posición económica en el área, las escasas
perspectivas de expansión política y la actitud asimiladora de muchos
emigrantes. La tarea de los fasci por
lo tanto se limitaría, aquí, a la obra de asistencia a los emigrantes,
organización de las comunidades y vigilancia antifascista (un gran número de
opositores políticos de Mussolini se encontraban refugiados en América Latina).
Las funciones políticas más importantes serían encargadas a misiones militares
y económicas y, directamente, a las legaciones en cada país. Éstas, los consulados
y los comités locales de la "Dante Alighieri" se encargarían de la
propaganda cultural que, bajo el rubro del "latinismo", fue la
verdadera punta de lanza del fascismo italiano en el continente.[21]
En México la acción internacional
fascista encontraba condiciones particulares, determinadas por el régimen
nacionalista revolucionario en el poder, la posición estratégica del país -como
enlace entre Estados Unidos y América Latina-, y, principalmente, la
configuración específica de la comunidad italiana.
Los
italianos en México se originan primero de una emigración más antigua, a partir
del siglo XVI -cómo evidencian los apellidos italianos que se encuentran a
menudo diseminados en la población de diversas entidades- la cual ya se
encontraba completamente absorbida en el siglo XIX; y segundo, de una
emigración reciente, a partir de la década de 1880, que terminó a principios
del siglo.[22] Fueron
cantidades pequeñas, pues los censos entre 1895 y 1930 registraban un promedio
de entre 2000 y 2500 personas de origen italiano en todos el país. Las
estimaciones de la embajada italiana, que calculaban también los nacidos de
padres italianos y los naturalizados, elevaban la cifra a entre 7000 y 10,000
personas en la década de 1920. México no estaba rozado por el imponente flujo
migratorio italiano -promedio de 600,000 emigrantes por año entre 1900 y 1910-,
el cual se dirigía preferentemente a Estados Unidos, Argentina, Brasil y, en
menor cantidad, a Chile, Uruguay y Perú.
Los italianos que llegaron a México
se dedicaron a la agricultura en su mayoría, fundando colonias agrícolas
-"Chipilo", "Fernánndez Leal", "Manuel González",
etc.- o prósperas haciendas privadas -"Nueva Italia" y "Lombardia",
de la familia Cusi, fueron las más conocidas-.[23]
Una parte menor se dedicó a los comercios y las profesiones libres en la Ciudad
de México y las grandes ciudades de provincia, especialmente Monterrey,
Guadalajara y Veracruz; entre éstos, había muchos escultores y artistas. Faltó
completamente aquél sector de braceros u obreros industriales que formaba gran
parte de las comunidades de Argentina y Brasil.
Durante la Revolución la colonia de
Chipilo fue atacada por fuerzas rebeldes en 1914 y en 1916, logrando rechazar
los agresores solo con sus propias fuerzas. Otros italianos sufrieron daños
económicos, por lo que Italia se sumó a las reclamaciones internacionales en
contra del Gobierno mexicano y envió armas, en 1913, para defender la Legación
y la colonia de la capital. Algunos italianos combatieron en las huestes
revolucionarias, destacando entre éstos Giuseppe Garibaldi, nieto del héroe de
los dos mundos. El 24 de mayo de 1915, con la entrada de Italia en la Guerra
europea, los italianos de México volvieron los ojos hacia la madrepatria, empeñada
en su "Cuarta Guerra de Independencia" en contra del archienemigo
Imperio de Austria-Hungría.
Durante la "Grande Guerra"
europea, la comunidad italiana en México dio su apoyo material y moral a la
causa nacional. A pesar de que fueron exentos de la llamada a las armas, una
media docena de jóvenes partieron como voluntarios para combatir en el frente
italiano, entre 1915 y 1916. A su regreso, fundaron una asociación de
excombatientes que funcionó por años, incorporando los sucesivos emigrantes que
habían participado en el conflicto.
Hacia 1919-20 la situación política
interna de México empezaba finalmente a estabilizarse, favoreciendo también la
normalización de la vida en las colonias extranjeras. Empezaron a llegar nuevos
emigrantes y misiones oficiales de Italia para buscar el estrechamiento de los
lazos políticos y económicos entre las dos naciones en camino a la
reconstrucción.[24]
Para los recién llegados y para los
residentes, sin embargo, resultó chocante el impacto con la indiferencia de las
autoridades italianas, máxime frente a la exaltación nacionalista que se había
experimentado durante la guerra. El nuevo Encargado de Negocios, Stefano
Carrara, poco hacía en favor de la colonia, que retrató con desprecio, en un
informe de 1920, como compuesta "... con la excepción de pocos
profesionales y algunos comerciantes honestos, bien por ex-campesinos o bien
por especuladores ávidos y sin escrúpulos".[25]
Estas actitudes eran comunes entre los diplomáticos italianos del período
liberal, casi todos aristocráticos, apartados de la vida y los problemas de la
comunidad de los compatriotas emigrados. Antes de la Guerra mundial se habían
verificado incidentes clamorosos: en 1900, por ejemplo, el Cónsul y el Ministro
de Italia no hicieron nada frente a la difícil situación de 500 emigrantes
desembarcados en Veracruz quienes, defraudados por la Compañía que los había
contratado, entraron en huelga para pedir el cumplimiento del contrato o la
repatriación.[26] Con la
Revolución, los súbditos italianos recibirían escaso apoyo por parte de su
Gobierno, tanto para su defensa personal durante el conflicto, así como en sus
posteriores reclamaciones por daños.
Con el fascismo, movimiento
ultranacionalista, se presentaba la esperanza de un cambio radical en la
actitud del Gobierno italiano hacia los emigrantes en el extranjero. Tal
cambio, en efecto, iba a producirse rápidamente, después de la toma de poder de
los "camisas negras" en octubre de 1922.
La
llegada de los "camisas negras": la misión de la "Nave
Italia" de 1924
El
nuevo rumbo de la política exterior de Mussolini fue evidente desde principios
de 1923, con el lanzamiento de una ambiciosa política mediterránea y, en lo que
aquí importa, en la apertura hacia América Latina.[27]
Hacia el continente fueron enviadas
misiones diplomáticas, militares y económicas. En México, país estratégico,
llegaron dos importantes misiones en 1923, la de Ezio Garibaldi y, a finales
del año, la de Arturo Norcia. Ambas tenían
como objetivo explorar los recursos del país -especialmente el petróleo-
para dar impulso a los intercambios con Italia y señalar las posibilidades para
la emigración.[28] Otra tarea
de las misiones era la de examinar la situación de la comunidad italiana, para
organizar una misión más importante aún que se estaba preparando para 1924.
Entretanto se había fundado en Italia una "Società Italo-Messicana"
con el patrocinio del máximo poeta italiano, Gabriele D'Annunzio.
La idea de un grandioso viaje
oficial hacia América Latina fue manifestada en 1923 por empresarios,
intelectuales y políticos, interesados en fomentar programas más ambiciosos de
expansión hacia el continente. El mismo d'Annunzio asumió el patrocinio
cultural de la empresa, ilustrando a Mussolini las ventajas de una magna misión
diplomático-comercial hacia América Latina, que desempeñara una acción
propagandista para Italia y el recién fundado gobierno fascista.[29]
México tenía que ser una de las escalas más importantes del viaje.
La misión se concretó cuando, el 18
de febrero de 1924, la nave "Italia" dejó el puerto de La Spezia
rumbo a Sudamérica. A bordo de la nave iba una enorme exposición de productos
de la industria y las artes italianas, junto con 700 personas, incluyendo a
numerosos representantes de firmas comerciales e industriales, periodistas,
artistas, militares y políticos. Entre éstos estaba presente el embajador
extraordinario Giovanni Giuriati, quien llevaba cartas de Mussolini y del Rey
para los gobernantes latinoamericanos.[30]
La nave hizo escala en los puertos
de Brasil, Uruguay, Argentina, Chile, Perú, Ecuador y Panamá, desplegando
durante seis meses frente al público latinoamericano la primera muestra
vislumbrante de la nueva Italia postbélica y fascista. Giuriati visitó
personalmente "más de sesenta comunidades italianas". El 23 de agosto
la misión desembarcó en el puerto de Veracruz, en donde las autoridades,
encabezadas por el Gobernador Aldalberto Tejeda, dieron la bienvenida a los
ilustres visitantes. Durante el primer día la nave fue visitada por más de diez
mil personas.[31] En la
ciudad, sin embargo, reinaba un clima tenso por la hostilidad declarada de los
sindicatos de la C.R.O.M. En muchas casas, en efecto, aparecieron banderas
rojas y pancartas que aludían al diputado italiano Giacomo Matteotti, matado
por fascistas, cuyo cadáver había sido hallado el 16 de agosto en Roma. Para
evitar incidentes, el presidente Obregón ordenó al comandante militar de
Veracruz, Juan Andrew Almazán, vigilar la situación, prohibió a los italianos
bajar a tierra con sus camisas negras, y predispuso una fuerte escolta militar
para el traslado, en tren, de la comitiva a la capital.
A la llegada a México hubo más
manifestaciones de protesta, pero en tono menor. El Encargado de negocios de
Italia, en efecto, había enviado a la prensa una nota citando el último discurso
de Matteotti en el Parlamento, que parecía irrespetuoso hacia México;[32]
además acababan de ser asesinados dos diputados
mexicanos.
La misión italiana permaneció una
semana en México, entrevistándose con las principales personalidades políticas
y conociendo de cerca la situación del país, en donde -se creía en Italia-
imperaba una especie de bolchevismo tropical. La colonia italiana respondió con
entusiasmo a la importante misión de sus compatriotas, formando Comités de
Bienvenida a la Nave "Italia" en las principales ciudades del país.
En el Comité Central de Bienvenida de la capital figuraban todas las
personalidades italianas más eminentes en la ciudad, quienes integrarían más
tarde el núcleo del fascio italiano
en México.[33] El contacto
con la misión y con la imagen de prestigio internacional que ya proyectaba el
fascismo tuvo un efecto prodigioso en esta pequeña comunidad, la cual recordaba
una Italia más bien pobre, tímida y distante, que los había dejado solos
durante la tormentosa historia de la Revolución mexicana.
La etapa culminante del viaje fue la
visita a la mayor colonia italiana en México: Chipilo, situada cerca de
Atlixco, a pocos kilómetros al sur de Puebla. La excursión había sido preparada
en detalle por el cónsul italiano en Puebla, Carlo Mastretta. Los italianos se
dirigieron en automóvil hacia la pequeña aldea de agricultores de origen
véneto, encontrándose en apuros por el lodo que atascaba la angosta vía. De
Chipilo llegó entonces un grupo de jinetes que logró liberar a los coches y los
escoltó hacia el pueblo. Allí los esperaba una bienvenida triunfal bajo una
plétora de banderas tricolores y al grito multitudinaro de "¡Viva
l'Italia!". En el pueblo tuvo lugar una ceremonia conmovedora que alcanzó
su momento culminante cuando Giuriati entregó a los chipileños una piedra del
Monte Grappa, la montaña sagrada al sacrificio de los soldados italianos en la
Gran guerra.[34] Una banda
de música entonó la canción fascista "Giovinezza...", arrancando
lágrimas de emoción entre los huéspedes, casi todos ex-camisas negras y
veteranos fascistas. Por primera vez los colonos veían con sus propios ojos una
delegación importante de italianos y se sintieron invadidos por una exaltación
nacionalista no menos profunda de la que experimentaron Giuriati y sus acompañantes,
al ver aquél reducto de campesinos ítalos perdido en la campiña mexicana. "¿Cómo no recordar la Colonia de
Chipilo?" -relataría más tarde Giuriati- "En Chipilo mil Vénetos
intactos, de tres generaciones, han construido un pueblo idéntico a los de la
llanura de Treviso y visten como vénetos y hablan véneto y viven según las
costumbres de los antepasados y cultivan tierras fértiles según las enseñanzas
de nuestra experiencia y aman Italia con la conciencia pura de servirla a los
pies de las montañas mexicanas más y mejor que si se hubieran quedado cerca del
Monte Grappa, del cual parecen haber aprendido la determinación heroica".[35]
Fascistas
"de buena fe": el auge del fascismo (1924-1936)
A
partir de 1924 el fascismo se difundió rápidamente en la colonia italiana en
México. El proceso fue impulsado por los cónsules y los dirigentes de la
Sociedad "Dante Alighieri", de la Sociedad Italiana de Beneficiencia
y de la Cámara de Comercio, que se adhirieron más o menos entusiásticamente al
nuevo rumbo político en la madrepatria.[36]
La Legación italiana se convirtió en una activa central coordinadora. Mussolini
-entonces también Ministro de Relaaciones Exteriores de Italia- removió el
Embajador, el conde Giovanni Battista Nani Mocenigo, por su actuación ambigua
durante la preparación de la misión de 1924.[37]
Su lugar fue ocupado, en calidad de interino, por el joven barón Giovanni Di
Giura, quien se encargó de dar la bienvenida a Giuriati. Como nuevo Embajador
fue nombrado Gino Macchioro Vivalba, quien sería el principal impulsor de la
fascistización de la comunidad italiana durante los años veinte.[38]
El "Duce" envió también un agente confidencial, Umberto Fabbri, con
el encargo oficial de agregado comercial de la Legación.[39]
Fue muy claro desde el comienzo que
el fascismo en México sería un asunto solo para italianos, pues no existía
ningún movimiento local con características afines -aparte un efímero y
minúsculo "Partido Fascista Mexicano" aparecido entre 1922 y 1923- ni
organizaciones que tuvieran un interés estratégico para la política italiana en
el país. Sí había, en cambio, cierta desconfianza por parte de las autoridades
mexicanas y una hostilidad manifiesta por parte de los sindicatos. Por estas
razones la fundación del "Fascio Italiano di Messico" se retrasó
hasta 1927, cuando un grupo de italianos se reunió, con el patrocinio de la
Legación, nombrando como Presidente Eliseo Lodigiani, hijo del propietario de
la fábrica de dulces y chocolates "La Suiza".[40]
Fue encontrado un local para las
reuniones -bautizado "Casa d'Italia", en calle Regina 70 bis-, y
establecido un calendario de eventos para celebrar, asambleas y actividades
sociales. Todos los italianos importantes de la colonia de la capital se
apresuraron a tomar la credencial del Fascio, para asegurarse una posición en
la comunidad y evitar sospechas. Algunos se alistaron incluso en la
"Milizia Volontaria per la Sicurezza Nazionale", heredera de las
"escuadras de acción" disueltas por Mussolini después de la toma del
poder. Fue fundado también un periódico, "Italia Nuova", dirigido por Gino Baldini y Aldo Masini,
boletín de enlace entre los italianos de la colonia. En marzo de 1928 el fascio fue completado con la fundación
de la sección mexicana de los "balilla" y "piccole
italiane", organizaciones juveniles masculina y femenina, respectivamente,
dependientes de la "Opera Nazionale Balilla", la gigantesca
institución que se encargaba de movilizar a la juventud en Italia.[41]
Entretanto, se fundaron otras secciones del Fascio en provincia, con sus
respectivas "Casas de Italia": Monterrey, Guadalajara, Tampico,
Puebla, Orizaba, Córdoba, Veracruz y Mérida. Todas éstas dependían del Fascio
de la capital (Secretaría de Zona) -con un Delegado y un Inspector del P.N.F.-
y, por ende, de la "Segreteria Generale dei Fasci all'Estero".[42]
Cuando Macchioro terminó su mandato en
1930, la gran mayoría de la comunidad italo-mexicana se había convertido al
fascismo, participando en diferentes grados en las actividades que giraban
alrededor del Fascio.[43]
Los italianos se acostumbraron a
calcular el tiempo desde la "restauración de los Fasci"[44]
y a reunirse para celebrar las fechas del calendario fascista: 23 de marzo
(aniversario de la fundación de los "Fasci di Combattimento"), 21 de
abril (fundación de Roma), 24 de mayo (entrada de Italia en la Guerra mundial),
20 de septiembre (conquista de Roma por las tropas italianas en 1870), cuatro
de noviembre (armisticio victorioso y fin de la Guerra mundial) y 12 de octubre
(descubrimiento de América por Colón).
Durante estas fechas tenían lugar ceremonias emocionantes, destacando,
el cuatro de noviembre, la "revista de los caídos", el ritual con el
cual se conmemoraba con la invocación militar y el saludo a los
"gagliardetti" (insignias fascistas) el sacrificio de 680,000
soldados italianos caídos en la guerra.[45]
El caso de Chipilo fue destacado pues
los chipileños solían vestir
todos en uniforme durante estas ceremonias, saludaban con el brazo tendido y
cantaban himnos nacionalistas y fascistas, suscitando la preocupación de las
autoridades militares del Estado de Puebla.[46]
En 1928 el periodista y escritor Mario Appelius, que visitó
México durante diez meses, observó como la comunidad italiana manifestaba un
ardiente sentimiento patriótico. En Chipilo, ya etapa obligada de todo visitante,
fue impresionado por el aspecto de "destacamento romano" de la
colonia. El escritor pasó en medio de "... una muchedumbre de campesinos:
de un lado los hombres, del otro las mujeres: machos aquéllos, fuertes,
descamisados, cortados por una raza viril en un granito ciclópico: altas las
mujeres y robustas [...] potentes en la gallarda femineidad de su porte".[47]
Parecían el prototipo de aquéllas huestes "romanas" celebradas por el
fascismo como ejemplo de las antiguas virtudes itálicas. Los mismos atributos que,
cuatro años antes, Giuriati había señalado con orgullo a Mussolini, remarcando
el aspecto de puesto militar avanzado que tenía el pueblo: "[a partir de
1916] la colonia se dio una organización militar, comenzando a dotarse de los
medios de lucha más modernos. [...] El montículo del Grappa, modificado y
protegido por trincheras con alambre de púas y con guaridas de ametralladoras,
dirige su torva mirada hacia abajo, sobre la llanura, esperando las turbas de
indios bolchevizados".
De 1929 a 1936 la adhesión al fascismo de los italianos en
México se mantuvo en crescendo. La
celebración del Tratado de Letrán, en 1929, dio a Mussolini un prestigio
inmenso entre los católicos, quienes vieron al dictador como un hombre de la
Providencia. Los padres salesianos italianos, en particular, colaboraron aún
mas estrechamente con la Legación, de la cual recibieron un valioso apoyo
contra las incautaciones y la persecución anticlerical durante el conflicto
religioso. En general, las tendencias oscilantes hacia el socialismo, que a
menudo se presentaban en el Gobierno mexicano durante el Maximato y el
Cardenismo, empujaban aún más los italianos hacia el gobierno de la
madrepatria, declaradamente anticomunista.
El régimen de Mussolini alcanzó su cenit de popularidad con
la conquista de Abisinia, entre 1935 y 1936, con la cual el "Duce"
proclamaba la restauración del Imperio Romano.
La noticia de la caída del Imperio del Negus impresionó a muchos
mexicanos y más aún a los de origen italiano, quienes vieron su patria lejana
conquistar finalmente un lugar entre las grandes potencias mundiales. La
identificación de la Italia moderna con la Roma imperial era, sin duda, una
ilusión descomunal, como demostraría trágicamente la posterior Guerra mundial.
Sin embargo, infundía un sentido de orgullo nacional por los orígenes, análogo
a la búsqueda de la gloria prehispánica, "azteca", que emprendía el
Estado mexicano en la misma época.
Todo lo que honrara y enalteciera la Patria podía caber, eclécticamente,
en esta exaltación nacional: la comunidad italiana en México destacaba de
Italia sus logros culturales -la figura de Dante especialmente-, la italianidad
de la Iglesia católica, las hazañas de Cristóbal Colón y Amerigo Vespucio en el
descubrimiento del Nuevo Mundo y las empresas libertadoras de Giuseppe
Garibaldi; además se resaltaba con orgullo el sacrificio determinante, épico,
del pueblo italiano en la Guerra de 1915-1918.
El fascismo, en efecto, fue percibido esencialmente como un
patriotismo que enaltecía el prestigio de Italia y la italianidad en el mundo.
Los italianos emigrados percibían que su condición de extranjeros originarios
de un país pobre e insignificante finalmente se acabaría, poniéndolos al mismo
nivel de los ingleses, franceses y norteamericanos, y creando un prestigio
equivalente al pasado prehispánico reivindicado por la nueva clase dirigente
mexicana.[48] El pasado glorioso para los italianos sería,
naturalmente, el del Imperio Romano. El Ministro italiano, Macchioro, en un
comunicado oficial a la comunidad italiana en México, dijo que: "La razón suprema, el principal motivo
de ser del Fascismo es la valorización de la Nación, la cual tiene que volver a
su antigua grandeza y vincularse con las tradiciones de Roma".[49]
La adhesión al fascismo de la comunidad italiana era
favorecida por su composición sociológica, pues abarcaba casi completamente el
espectro de la clase media, siendo ausente el proletariado industrial y
agrícola, menos permeable al discurso fascista. Sin embargo la principal
motivación de la adhesión al fascismo fue de índole cultural, a través de la
ecuación fascismo=patriotismo, promovida activamente por la propaganda y los
funcionarios diplomáticos italianos.[50]
En 1938 el socialista italiano Francesco Frola, refugiado en México, se quejaba
de que la colonia italiana era compuesta "... en su enorme mayoría por
fascistas. Pero no fascistas en el sentido activo de la palabra, sino fascistas
a remolque y, lo que más impresiona, de
buena fe".[51]
Si el
fascismo se reducía a simple patriotismo, a expresión de un nacionalismo
emocional, sin embargo, dejaba de ser aquél movimiento que había sorprendido a
Europa a principios de los años veinte con su espíritu vanguardista,
irreverente, futurista y revolucionario, capaz de atraer a la juventud rebelde
en la búsqueda de un nuevo orden cultural y espiritual. Se puede discutir, por
lo tanto, si ese patriotismo "a distancia" de los italianos en México
fue, en realidad, fascista, más allá de la apariencia y la simbología adoptada.
Que no fuera así lo demuestran la escasa atención dedicada a los fascistas
italianos durante las campañas anti-nazi organizadas por la C.T.M. y los
comunistas a finales de los años treinta, las quejas de los funcionarios
italianos frente a la actitud poco fascista de la comunidad y, sobre todo, el
abandono precipitado por parte de ésta de todo el aparato iconológico-ritual
fascista entre 1940 y 1945.
Epílogo
El clima hostil que se suscitó a partir
de 1936 por la intervención italiana en España y la carrera hacia la guerra
emprendida junto con la Alemania de Hitler, en el marco de la actitud
abiertamente antifascista del gobierno de Cárdenas, redujeron bruscamente las
manifestaciones "fascistas" de la comunidad italiana en México,
comenzando con la colonia de la capital. Aunque la crítica pública en contra
del fascismo fuera más de índole intelectual y dirigida al régimen de Mussolini
más que a los "fascistas" italianos en México, aumentaron las
presiones en contra de los símbolos visibles de aquél. Empezaron a producirse incidentes a partir
de 1936, con las protestas ocasionales organizadas por los sindicatos frente a
la Embajada de Italia, en repudio a la intervención de ésta en España.
En 1939 los comunistas organizaron un
boicot en contra de una exposición de grabados italianos, y el año siguiente se
produjo un incidente diplomático, al ser denunciado un "complot"
italiano en favor de Juan Andrew Almazán, inventado, según parece, por el
diputado Alejandro Carrillo.[52]
Para evitar más problemas y suspicacias del Gobierno mexicano, en la primavera
de 1941 todos los fasci fueron
disueltos por iniciativa de la Legación de Italia. Entretanto, los pocos
italianos antifascistas habían intensificado sus acciones, con la protección de
las autoridades, destacando el recién llegado de Brasil, Francesco Frola.[53]
Bien
por estas presiones antifascistas o bien por el desacuerdo con las acciones
internacionales de Mussolini, un gran numero de italianos en México se
apartaron cada vez más de toda actividad política. Un caso de conciencia
clamoroso fue el del canciller de la Legación de Italia, el poeta y periodista
Calogero Speziale.[54] Al observar como la madrepatria se
precipitaba hacia la catástrofe, Speziale repudió el fascismo y volvió al
anarquismo que había profesado en su juventud. Hacia 1939 escribía:
El pueblo aquel que entrega su confianza
en las manos de un loco aventurero
Hacia el abismo ciegamente avanza.
¡De sí mismo será sepulturero![55]
La
precariedad y superficialidad del "fascismo" de la comunidad italiana
en México, quedó entonces al descubierto. Ya en 1937 el nuevo Ministro de
Italia, Marchetti, señalaba al Ministerio de Relaciones Exteriores que la
"fe" fascista de los italianos en el país era inexistente, por los
"... fenómenos de mimetismo, timidez, tibieza, adaptabilidad al medio [que
los caracteriza...]; ha quedado aquí un ambiente de Italia Umbertina de no
creerlo. He intentado e intento corregir este estado de cosas con pocos
resultados".[56]
En el momento decisivo de cerrar
filas alrededor de la Patria en víspera de una nueva guerra, los italianos en
México se mostraron muy poco fascistas, incluso muy poco "italianos",
si hemos de creer a las quejas del Embajador sobre su "mimetismo".
¿Qué había representado, entonces, el fascismo para ellos? ¿Porqué adoptaron en
un momento dado su simbología, su mística, sus rituales, su lenguaje? ¿Estaban
equivocados los visitantes que observaban una comunidad que conducía su
existencia, literalmente, bajo el signo del "Littorio"?
Para intentar acercarse a estas
interrogantes tan elusivas hay que tener en cuenta tres factores: primero, los
emigrantes italianos se han caracterizado siempre, mucho más que otros, por su
tendencia a la asimilación en el país huésped, favorecida por su individualismo
y su regionalismo (los vénetos de Chipilo, en realidad, no hablaban italiano).
Segundo, el patriotismo apasionado de la Gran guerra, propagado y alimentado
después por el fascismo, provocó una momentánea -pero nunca total-
identificación con la madrepatria, que contrastaba en parte la tendencia
anterior; el patriotismo tuvo cierta significación en el clima de incertidumbre
creado por la Gran Depresión y el fantasma "bolchevique" -que era
percibido, a menudo, subjetivamente, como muy real-; además, se alimentaba de
una nostalgia auténtica, emotiva, por la tierra natal abandonada para huir del
hambre y la pobreza. Tercero, del fascismo se tomaron selectivamente algunos
elementos, nunca la doctrina completa ni su verdadero estilo de vida, que
fueron siempre poco o mal entendidos, o bien vistos con indiferencia.
El patriotismo estaba bien: servía para
ir con la frente en alto, ser respetados y esperar la protección de una nación
que ahora se consideraba relativamente poderosa en todo el mundo. La
reivindicación de raíces culturales prestigiosas -Roma, el Renacimiento, el "genio
italiano"- proporcionaba una fuente de identidad paralela y alternativa a
la que fomentaba el Gobierno mexicano, con referencia al pasado prehispánico;
la Revolución, de la cual la mayoría de los italo-mexicanos habían más bien
recibido daños que beneficios, era sustituida como epopeya colectiva por la
"Grande Guerra" de 1915-1918 y la sucesiva lucha
"antibolchevique" de los fascistas en 1919-1921. Al mismo tiempo, el
activismo movilizador fomentado por el fascismo propiciaba por primera vez la
formación de un sentido de comunidad, antes casi inexistente.
Además que por el nacionalismo, el
fascismo italiano también gustaba por su anticomunismo, toda vez que los
gobiernos daban giros repentinos y peligrosos hacia la izquierda, suficientes
para inquietar a los italianos de clase media -que eran la mayoría- y a los
campesinos propietarios de las colonias rurales.
Hasta mediados de los años treinta, de
este modo, funcionó una especie de doble ilusión óptica: los italianos de fuera
creían ver virtudes "romanas" y un genuino fervor patriótico-fascista
entre los italo-mexicanos; éstos, por
el otro lado, se vieron deslumbrados por la "potencia" fascista,
adoptaron un estilo nacional italiano más acentuado y actuaron "en buena
fe" como patrióticos hijos de Italia o, en los casos extremos (Chipilo),
como si fueran las huestes avanzadas del nuevo Imperio Romano proclamado por
Mussolini. No tomaría mucho tiempo para que tales ilusiones se desvanecieran en
el aire.[57]
Franco Savarino
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1984.
[1]
Véase por ejemplo, para Estados Unidos, Philip Cannistraro, Blackshirts in Little Italy. Italian
Americans and Fascism. 1921-1929. West Lafayette: Bordighera, 1999;
para Canada, Luigi Bruti Liberati, Il
Canada, l'Italia e il fascismo. Roma: Bonacci,1984. La
bibliografía sobre estos países es, en realidad, mucho más vasta y excede los
límites de este trabajo. Existen, además, diversos estudios que se enfocan a
las actividades antifascistas.
[2] Entre otros, Emilio Gentile, "L'emigrazione italiana in Argentina
nella politica di espansione del nazionalismo e del fascismo 1900-1930",
en Storia Contemporanea, XVII, núm.
3,1986, pp. 355-396; Angelo Trento, "Il Brasile, gli immigrati e il
fenomeno fascista", en Belenguino Vanni (ed.), La riscoperta delle Americhe. Lavoratori e sindacato nell'emigrazione
italiana in America Latina, 1870-1970, Milano, Teti Editore, 1994, pp.
250-64; Ronald C. Newton, "Ducini,
Prominenti, Antifascisti: Italian Fascism and the Italo-Argentine
Collectivity”, en The Americas, 51:1, July 1994, pp. 41-66;
Joâo Fábio Bertonha, "Entre a bombacha e a camisa negra: notas sobre a
açao do fascismo italiano e do integralismo no Rio Grande do Sul", en Estudos Ibero-Americanos, XXIV, núm. 2,
dezembro 1998, pp. 247-268; Joâo Fábio Bertonha, "O antifascismo no mundo
da diaspora italiana: elementos para uma analise comparativa a partir do caso
brasileiro", en Altreitalie,
núm. 17 (gennaio-giugno), 1998, pp. 16-30.
[3]
Cfr. Franco Savarino "Nacionalismos lejanos: la Italia fascista y México, 1922-1940", ponencia
presentada en el XII Congreso
Internacional de AHILA, Porto (Portugal), 21-25 sept. 1999.
[4]
Sobre la política alemana hacia México véase Friedrich E. Schuler, México Between Hitler and Roosvelt,
Albuquerque, Unversity of New Mexico Press, 1998; sobre la penetración nazi y la
quinta columna, cfr. José Bernal de León, La
Quinta Columna en el Continente Americano, México, Ediciones Culturales
Mexicanas, .s.f.; Vicente Lombardo Toledano, Cómo actúan los nazis en México. México: Publicaciones Universidad
Obrera de México, 1941; Brígida Von Mentz et al., Fascismo y antifascismo en América Latina y México (apuntes históricos). México, Cuadernos
de la Casa Chata, 1984; idem., Los
empresarios alemanes, el tercer Reich y la oposición de derecha a Cárdenas.
2 vols., México, Ciesas, 1988, vol. II, pp.143-196; Alicia Gojman de Backal,
"La acción revolucionaria mexicanista y el fascismo en México: los
Dorados", en Jahrbuch für Geshichte
von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft Lateinamerikas, núm. 25, 1988, pp.
291-302; Ricardo Pérez Montfort describe extensamente la "paranoia"
del complot nazi durante aquéllos años: "Por la patria y por la raza". La derecha
secular en el sexenio de Lázaro Cárdenas, México, UNAM, 1993, pp.65-74.
[5]
Este ensayo forma parte de una investigación más amplia sobre la influencia
fascista en México y las relaciones méxico-italianas, con el patrocinio del
INAH y de la Universidad de Turín (Departamento de Estudios Políticos). Una
primera versión ha sido presentada en las "IV Giornate di Studi
Italiani", México, 27 de agosto de 1999.
[6]
Como es sabido, la palabra deriva de los "fasci littori", insignas de la antigua República romana
cargadas por los littores, que
simbolizaban la unidad y el poder del pueblo de Roma; en tiempos modernos, los fasci fueron adoptados en la Revolución
francesa como símbolo republicano de la Nación. Sobre la naturaleza del
fascismo existe una bibliografía abundante: véase por ejemplo una antología de
interpretaciones en el clásico trabajo de De Felice, Le interpretazioni del fascismo, Roma-Bari, Laterza, 1997 (1969),
el estudio coordinado por Walter Laqueur, Fascism:
a Reader's Guide, Berkeley, University of California Press, 1976, y la
síntesis de Stanley G. Payne, Fascism. Comparision and
definition, Madison, The University of
Wisconsin Press, 1980. Aquí señalo en particular dos de las
interpretaciones más reconocidas en la actualidad, la de George Mosse y la de
Zeev Sternhell, coincidentes en señalar el aspecto intelectual y cultural del
fascismo (f. como revolución político-cultural europea -con antecedentes en la
Francia de antes de 1914- y como "tercera via" entre socialismo y
liberalismo, a partir del revisionismo marxista y del sindicalismo
revolucionario): George L. Mosse, The
Fascist Revolution. Toward a General Theory of Fascism, New York,
Howard Fertig, 1999 y Zeev Sternhell, Né
destra né sinistra. L'ideologia fascista in Francia, Milano,
Boldini&Castoldi, 1997 (1983).
[7]
Los principios fundamentales de la doctrina fascista fueron sintetizados por el
mismo Mussolini en el famoso artículo "La dottrina del Fascismo", de
la Enciclopedia Italiana, publicado luego como obra independiente: B.
Mussolini, La dottrina del Fascismo,
Roma, Istituto della Enciclopedia Italiana, 1934, pp. 1-36. El modelo del
fascismo como "revolución conservadora" se encuentra en Marcello
Veneziani, La rivoluzione conservatrice
in Italia, Varese, Sugarco, 1994.
[8]
Véase Hélgio Trinidade, La Tentation
fasciste au Brésil dans les années trente, Paris, Fundation de la Maison
des sciences de l’Homme, 1985.
[9]
Cfr. Hugs G. Campbell, La derecha radical
en México, 1929-1949, México, SEP, 1976, pp. 83-205; Jean Meyer, El Sinarquismo ¿un fascismo mexicano?
México, Joaquín Mortiz, 1979; Ricardo Pérez Montfort, op. cit.
[10]
Una buena medida de comparación entre las dos organizaciones se encuentra en
Bernal de León, op. cit.: de 170
páginas dedicadas a denunciar la "quinta columna" del Eje en América,
el espacio reservado a Italia es de sólo dos páginas. Las organizaciones
alemana e italiana no tuvieron contactos entre sí hasta julio de 1936, en
concidencia con el acercamiento político entre las dos naciones.
[11] Domenico Fabiano, "I fasci italiani all'estero", en Bruno Bezza
(coord.), Gli italiani fuori d'Italia,
Milano, Franco Angeli, 1983, pp. 222-223.
[12] Giuriati, La parabola di Mussolini
nei ricordi di un gerarca, Bari, Laterza, 1981, xxi.
[13]
Véase el caso argentino en Newton, op.
cit. pp. 41-66; cfr. el caso de Brasil en Bertonha, "Entre a
bombacha... ", op. cit.,
pp. 16-30.
[14] Il Popolo d'Italia, 5 de diciembre de 1922.
[15] Cornelio Di Marzio, Il Fascismo
all'estero, Milano, "Imperia" (Casa Editrice del Partito
Nazionale Fascista), 1923, p. 42.
[16] Bollettino del M.A.E. (Ministero degli Affari Esteri), 1928, febbraio, núm. 2, p. 87. El
documento es fechado 29 de enero de 1928
Cfr. también Il Legionario, 18 de enero de 1930.
[17] Ibid.
[18]
Mussolini hizo un amplio resumen de las reformas a la administración de la
política exterior italiana en el discurso "L'Italia nel mondo",
pronunciado en el Senado el 5 de junio de 1928: Mussolini, Scritti e discorsi di Benito Mussolini. VI. Scritti e discorsi dal 1927 al 1928, Milano, Hoepli, 1934, pp.175-228.
[19] Piero Parini, Gagliardetti italiani
all’estero, s.e., 1934. Estadística elaborada en ocasión de la
Exposición de la Revolución Fascista de 1932. Sobre los fasci, en general, cfr. Di Marzio, op. cit., Clementina Vanni, Scuole e
fasci all'estero, Venezia, Stamperia Zanetti, 1934 y Paolo Orano, Avanguardie d’Italia nel mondo, Roma,
Dante Alighieri, 1938. Sobre la "política exterior" del PNF véase la
amplia síntesis de Emilio Gentile, "La politica estera del partito
fascista. Ideologia e organizzazione dei fasci all'estero (1920-1930)", en
Storia Contemporanea, XXVI, núm. 6,
dicembre 1995, pp. 897-956.
[20] Sobre la política exterior fascista en general, véase Renzo De Felice, Mussolini il Duce. Gli anni del consenso.
1929-1936, Torino, Einaudi, 1996 (1974), cap. IV; MacGregor Knox, "Il
fascismo e la politica estera italiana", en Richard J. B. Bosworth y
Sergio Romano (coords.), La politica
estera italiana, 1880-1985, Bologna, Il Mulino, 1991, pp. 287-330; Pietro Pastorelli, Dalla prima alla seconda guerra mondiale. Momenti e problemi della
politica estera italiana (1914-1943), Milano, LED, 1998 y Liliana Saiu, La politica estera dell'Italia dall'Unità ad
oggi, Roma-Bari, Laterza, 1999,
pp.89-109. Cfr. la visión del proprio fascismo en Latinus, L'azione dell'Italia nei
rapporti internazionali dal 1861 ad oggi, Varese/Milano, ISPI, 1940, parte
II.
[21]
Sobre la politica fascista en América Latina véase Savarino, op. cit.; cfr. también Aldo Albonico, Italia y América, Madrid, MAPFRE, 1994,
pp.165-169. Véase, además, la visión fascista directamente en Oreste Villa, L’America Latina, problema fascista,
Roma, Nuova Europa, 1933.
[22]
Sobre los italianos en México -especialmente para el siglo XIX- véase José
Benigno Zilli Manica, Italianos en
México. Documentos para la historia de los colonos italianos en México,
México, Ediciones San José, 1981.
[23]
Véase la historia de Chipilo en Il
Legionario, 17 de diciembre de 1927. La aventura de la familia Cusi, desde
su llegada a México hasta la expropiación cardenista de sus propiedades, es
relatada por Ezio Cusi, Memorias de un
colono, México, JUS, 1969.
[24] La
mayoría de los que llegaban eran emigrantes pobres, casi desesperados, que huían
de la crisis económica italiana de la posguerra, como relataba el Ministro de
Italia: "... a pesar de mis recomendaciones, los vapores que hacen escala
en los puertos mexicanos siguen desembarcando emigrantes clandestinos en
condiciones de extrema indigencia. Todos buscan trabajo que no pueden
encontrar, sufren el hambre y piden limosna. La mayoría de estos miserables
viene todos los días a la Real Legación pidiendo subsidios.": Nani
Mocenigo a M.A.E., México, 8 de febrero de 1924, Archivio Storico del Ministero
degli Affari Esteri (ASMAE), AC 1924-26 Messico f.48-5.
[25] S.
Carrara a M.A.E., "Colonia italiana in Messico capitale", México, 29
de septiembre de 1920, ASMAE, AC 1919-23 Messico f. 168-11.
[26] La
historia de la huelga es descrita en José Benigno Zilli Manica, Braceros italianos para México, Xalapa,
Universidad Veracruzana,
1986.
[27] Cfr. Knox, op.
cit., pp. 287-330. La apertura hacia América Latina se
había iniciado desde 1919, con el intento italiano de abrir los mercados
latinoamericanos a la producción nacional estimulada por la Guerra.
[28]
Arturo Norcia, periodista nacionalista, amigo del poeta Gabriele D'Annunzio,
llegó a México para "arreglar con el comercio, la banca y la industria de
esta capital, el establecer una línea directa entre Genova y Veracruz, que haga
más efectivas las relaciones diplomáticas y comerciales..." (ASMAE, AC Messico 1924-26, f. 1). Ezio Garibaldi
-hermano de Giuseppe G., combatiennte en la Revolución mexicana- ingeniero, militar y diplomático, tenía mandatos
también políticos y fue un observador privilegiado para que Mussolini conociera
la situación de la comunidad italo-mexicana. En la célebre familia Garibaldi,
Ezio fue quien más se acercó al fascismo.
[29]
Tarea de la misión era la de "... dar a las poblaciones de América latina
la precisa sensación de nuestra potencialidad y de la renovada invencible
voluntad de acción, que anima nuestro País, y confermar en nuestros
connacionales que viven y trabajan en América Latina el legítimo orgullo de
sentirse hijos de esta Tierra, excelsa entre todas a lo largo de los siglos por
la excelencia de sus inteligencias y el fervor de sus obras.",
"Crociera Italiana nell'America Latina. Ordine del
giorno approvato nel Convegno tenutosi a Roma il 30 gennaio 1923 sotto la
presidenza di S. Rossi Ministro per l'Industria e Commercio", p. 8,
Archivo Histórico de la Secretaría de Relacione Exteriores (AHSRE), 38-11-76.
[30]
Giuriati era un emisario eminente: había sido Jefe del Gabinete de D'Annunzio
en Fiume y luego Diputado, entre 1921 y 1934; amigo de Mussolini, fue uno de
los comandantes de la "Marcha hacia Roma", en 1922, y fue más tarde
Secretario del Partido Fascista en 1930-31. La misión de la nave
"Italia" tenía un carácter determinante para la política exterior
italiana hacia el continente; hasta hoy, sin embargo, no existe ningún estudio
sobre este histórico viaje, que abrió la puerta de América Latina para la
Italia fascista y fue, sin duda, un paso fundamental en la política de
prestigio internacional emprendida por Mussolini.
[31] Excelsior, 26 de
agosto de 1924.
[32]
Giacomo Matteotti, Discurso del 30 de mayo de 1924. El diputado socialista,
criticando a los fascistas, dijo que no deberían ya tolerarse en Italia
sistemas de lucha "al estilo de México". El Machete fue el
periódico que más atizó las protestas en contra de los visitantes italianos.
Gran parte de la prensa mexicana, sin embargo, lejos de criticar a la misión
"fascista", alabó a los representantes del Gobierno que había
derrotado a la "hidra bolcheviki" en Italia: por ejemplo "La verdadera
situación del momento de crisis política en el Reino de Italia", Excelsior, 26 de agosto de 1924.
[33]
Entre otros figuraban Dante Cusi (presidente del Comité, hacendado), Carlo
Lodigiani (vicepresidente del Comité, industrial), Eliseo Lodigiani (presidente
de la Sociedad de excombatientes), Adolfo Dollero (vicepresidente de la
"Dante Alighieri" y de la Cámara de Comercio, escritor), Adolfo
Ponzanelli (presidente de la Cámara de Comercio, escultor), Calogero Speziale
(canciller de la Embajada, periodista), Alfredo Valtorta (presidente de la
Sociedad Italiana de Beneficiencia), etc.
Información sobre la etapa mexicana de la Nave "Italia" se
encuentra en un folleto titulado La R.
Nave Italia, México, Scuola Tipografica Salesiana, julio 1924. También se
pueden consultar los libros escritos por cuatro periodistas y observadores que
acompañaban la misión: Piero Belli (1925), Enrico Carrara (1925), Enrico Rocca
(1926) y Manlio Miserocchi (1928). Más información existe en el AHSRE, en el
ASMAE, en el "Archivio Giuriati" (Camera dei Deputati - Roma) y en el
"Archivio Centrale dello Stato" (Roma).
[34] En
octubre de 1918 una vigorosa ofensiva italiana en el Monte Grappa y en el río
Piave (en Veneto) logró romper el frente austríaco, culminando en la brillante
victoria de Vittorio Veneto, con la cual terminaba, de hecho, la guerra. La
piedra del Grappa existe todavía hoy en Chipilo, colocada en la cumbre del
cerro también bautizado "Monte Grappa". Toda la simbología vinculada
a la guerra tuvo un papel importante en la activación del nacionalismo en el
pequeño pueblo durante los años '20 y '30. En 1924, el alcalde de Chipilo
relató con orgullo a Giuriati la heroica defensa del pueblo en 1916, en contra
de los zapatistas, como si hubiese sido un episodio de la Guerra europea, y
expresó incluso su intención de rebautizar la comunidad con el nombre de
"Vittorio Veneto": Piero Belli, Al di là dei mari..., Firenze, Vallecchi, 1925, pp. 296-302.
[35] Giuriati, La crociera Italiana
nell'America Latina, Roma, AGAR, 1925, p.9. Giuriati era
también originario de Véneto.
[36] La
"Dante Alighieri" en particular, desempeñó un papel activo en la
difusión cultural, bajo la dirección de las enérgicas hermanas Appendini. Maria
A. dirigió la Dante de 1916 a 1927, y su hermana Ida de 1928 a 1932 (fue luego
Presidente da la misma hasta 1947). Ida A. fue también el enlace de la
comunidad italiana con la UNAM, de la cual fue profesora por muchos años. Un
papel importante fue desempeñado por otro profesor italiano de la UNAM,
Francesco Cosentini, eminente jurista.
[37] El
conde Nani Mocenigo, de antigua y noble familia veneciana, había entrado en el
servicio diplomático en 1901. Llevó a cabo importantes misiones en las primeras
dos décadas del siglo XX. Durante la Guerra estuvo en la Legación italiana en
San Petersburgo, siendo testigo de la revolución socialdemocrática de febrero
de 1917. Trasladado a México en junio de 1921, fue removido en julio de 1924,
poco antes de la llegada de la Nave "Italia", y enviado a la Legación
en Suecia.
[38] El
barón Di Giura inició su carrera diplomática en 1915, fue voluntario en la
Guerra y luego Delegado de Italia en la Conferencia de la Haya. Imbuido de
ideales nacionalistas, y fascista sincero, llegó a México en septiembre de
1923, a la edad de treinta años, primero como Cónsul y luego como Encargado de
Negocios ad interim. Macchioro Vivalba había iniciado su carrera
antes, en 1896. Diplomático hábil y experimentado, desempeñó importantes
misiones en África, Brasil y Europa; después de la guerra fue Comisario
Político en la Comisión de Armisticio en Viena, en donde protagonizó la
preparación del Tratado de Saint-Germain (1919), con la cual se desmembraba el
Imperio Austro-Húngaro. Fue enviado a la Legación en México en noviembre de
1924, permaneciendo como Ministro Plenipotenciario en el país hasta octubre de
1930.
[39]
Umberto Fabbri, ayudante honorario del Rey de Italia, fue el agente
confidencial de Mussolini en México de 1924 a 1926.
[40]
Los hermanos Domenico y Carlo Lodigiani, oriundos de Pavía, fundaron la fábrica
"La Suiza" en 1902, alcanzando en pocos años una floreciente
actividad (hacia 1924 la fábrica producía hasta seis toneladas diarias de
dulces y chocolates). Eliseo Lodigiani, hijo de Domenico, nacido en Milán en
1893, estudió en la Academia Militar de Siena. En 1902, llamado por el padre,
llegó a México para ayudar la familia en su nuevo negocio. En 1915 se alistó
como voluntario para el frente italiano, tomando parte en los combates en
primera línea, hasta el armisticio. Después de la guerra, se adhirió -como muchos
otros ex-soldados- al recién fundado movimiento fascista, tomando parte en
acciones anticomunistas. Regresó a México en 1920, fundando una asociación de
ex-combatientes y actuando como representante informal del fascismo; también
colaboró, como dirigente, en la empresa de la familia. En 1927 fundó el Fascio de México, siendo Delegado del
Partido Fascista ("federale")
hasta mediados de los años treinta.
[41] Italia Nuova, Anno II, núm 2, 1º de
abril de 1928. La O.N.B. fue fundada en abril de 1926. Más tarde fue formada
una organización paralela para los jóvenes en el extranjero llamada
"Organizzazioni Giovanili Italiane all'Estero" (O.G.I.E.),
formalmente separada de la O.N.B., y
dependiente de la "Direzione degli Italiani all'Estero": véase
Vanni, 1934, pp. 38-45.
[42]
Delegado de los fasci fue el
Presidente del fascio de la capital,
Eliseo Lodigiani. El Inspector del Partido fue Aldo Masini, director de "Italia nuova".
[43] Es
necesario, sin duda, aclarar el grado
y el modo de adhesión, pues en la Ciudad de México los fascistas activos e
"ideológicos" eran pocos. La mayoría visitaban la Casa d'Italia solo
ocasionalmente, durante los actos públicos o para escuchar conciertos y ver las
películas y documentales de procedencia italiana. En cierta medida, la
"Casa d'Italia" constituía una especie de "club" social
para la colonia (igual que los clubes que poseían otras colonias extranjeras).
[44] El
fascismo cambió el calendario cristiano, calculando los años "a fasci restaurati", es decir,
tomando como año cero el de la "restauración" del Estado romano en
1922: el año 1928 sería así el VI de la "Era fascista".
[45] La
revista de los caídos ("appello ai caduti") se efectuaba en México en
el cementerio italiano, en donde fue colocado, en 1918, un monumento de 5
metros de altura, obra del escultor Adolfo Ponzanelli. Sobre los aspectos
rituales del fascismo véase Emilio Gentile, Culto del littorio. La sacralizzazione della politica nell’Italia Fascista, Bari, Laterza, 1985.
[46] Macchioro a M.A.E., México, 7 de enero de 1930, ASMAE, AP 1919-39 Messico
p.1441. No eran precisamente camisas
negras, sino uniformes de la "Milizia Volontaria per la Sicurezza
Nazionale" (MVSN). La inquietud de las autoridades
mexicanas era acentuada por la escuela del pueblo, en donde los niños, vigilados
por el retrato de Mussolini, utilizaban libros de texto impresos en Italia.
Había también una sección del Fascio
de Puebla, colocada más tarde (1932), en una "Casa d'Italia" repleta
de insignas fascistas. Cfr. Bollettino del M.A.E., 1928, ottobre, núm 10, pp. 862-863.
[47] Mario Appelius, L'Aquila di
Chapultepec, Milano, Mondadori, 1933, p. 86. Appelius,
corresponsal del "Popolo d'Italia", periódico oficial del régimen,
viajaba en compañía de Eliseo Lodigiani, con el cual entregó las credenciales y
emblemas del Fascio a los hombres del
pueblo. El escritor incluyó su magnífico reportaje sobre Chipilo en su obra (supra), que constituye uno de los
mejores libros de viajes del escritor.
[48] R.
Newton señala una motivación parecida en Argentina -en este caso frente a la
clase dirigente criolla del país-: "... an alternate structure of
eminence, the italo-fascist, was now at hand. For now, thanks to Mussolini, Italian identity did count for something among the nations.": op. cit., p. 51.
[49]
Gino Macchioro Vivalba , "XXI Aprile", México, 21 de abril de 1927,
ASMAE, AP 1919-30 Messico, p.1440.
[50]
Esta motivación era común en todas las comunidades italianas expatriadas.
Albonico por ejemplo señala que "... la adhesión al fascismo [de los
italoamericanos] representó [...] tanto una forma de patriotismo emotivo como
una ingenua expresión de orgullo nacional": op. cit., p. 325. El
"patriotismo emotivo" funcionaba tanto para los italianos de clase
media y baja, y asimismo para los intelectuales (profesores, periodistas,
escritores), quienes veían con simpatía la política de exaltación humanista de
la cultura italiana emprendida por el fascismo.
[51] Francesco Frola, Ventun anni
d'esilio. 1925-1946,
Torino, Quartara, 1950, p. 254. (las cursivas son mías)
[52] G.
Roberti a M.A.E., México, 11 de octubre de 1940, ASMAE, AP 1931-45 Messico b.6
f.2
[53] El
conde Frola, ex-diputado socialista en Italia, abandonó el país en 1925
encontrando refugio primero en Francia y luego en Argentina y Brasil. Cárdenas
le concedió asilo político en México en enero de 1938. Aquí desarrolló una
intensa actividad política, con publicaciones y fundando, en 1941, la
antifascista "Alianza Internacional Giuseppe Garibaldi". Otro
dirigente destacado del antifascismo en México fue Nanni Leone Castelli, anarquista,
presente en el país desde 1926 y delegado de "Unión Democrática
Italiana". Comunistas, en cambio, fueron Tina Modotti y Vittorio Vidali.
[54]
Speziale, residente en México desde 1919, fue canciller de la Embajada de
Italia de 1920 a 1939. En diciembre de este año renunció, protestando en contra
del rumbo beligerante tomado por la Italia de Mussolini, de la cual había sido
partidario fiel por muchos años.
[55] Calogero Speziale, La voz eterna. Poemas, México,
Costa-Amic, 1963, LXXVIII, p. 50.
La trayectoria de Speziale contrasta con la de Nanni Leone Castelli, quien, en
1939, se acercó a la Legación para apoyar la guerra y el fascismo.
[56]
Alberto Marchetti a M.A.E., 26 de febrero de 1937, ASMAE, AP 1931-45 Messico b.
4 f.11. Se refiere a la Italia de fines del siglo XIX, bajo el reinado del rey
Umberto de Saboya.
[57] La
adhesión al fascismo perduró más tiempo en Chipilo, comunidad aislada que había
tenido una "fascistización" relativamente más intensa. En 1943, sin
embargo, al tener noticias de la caída de Mussolini y la firma del armisticio
en Italia, algunos jóvenes y campesinos entraron en los locales de la
"Casa d'Italia" y destruyeron el retrato del "Duce".
Después de la guerra, la comunidad abandonó su anterior "fascismo",
encaminándose hacia la asimilación -sin perder la conciencia de su
específicidad- en la mexicanidad.