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GACETA

FEBRERO 2006

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Editorial

Para muchos Febrero es llamado el "Mes del Amor" y es en éste mes donde realmente comienzan las gestaciones a tomar camino en cualquier aspecto de la vida humana. Así que dejemos que Febrero nos fertilice y a disfrutar de esto en cada proyecto comenzado .

Este mes llega con nuevos cursos y talleres, así como eventos muy interesantes. Como el curso de Narradoras Mexicanas Contemporáneas organizado por la UNAM. Donde más de quince autoras mexicanas serán leidas y comentadas.

En la sección de Textos continuamos con "Artes Curativas" por Martin Cano, esta vez hablándonos de las Artes sanitarias en la antiguedad. Así también hemos incluido una poesía un tanto satírica y pícara de la guatemalteca Aida Toledo.

Mes con mes incluiremos una poesía o cuento de autora, esperando dar difusión a las letras femeninas.

Si tienes alguna duda, sugerencia u opinión, no dudes en escribir:

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Karina Falcón

 

CONTENIDO

* ESTEREOTIPOS: Por Sofía Rodriguez Zepeda

* LA MUJER ES UN MISTERIO. Por Angeles Mastretta

* ARTES CURATIVAS II. Por Martin Cano

* DEGRADACION EN FA(BULA) MENOR. Poesía Por Aida Toledo

* GALERIA: Karina Falcón

* AGENDA

 

 

 

¿QUÉ ES UN ESTEREOTIPO?

Por Sofía Rodríguez Zepeda

Es una representación social compartida por un grupo que define, de manera simplista, a las personas a partir de convencionalismos que no toman en cuenta sus verdaderas características, capacidades y sentimientos.

Un estereotipo se constituye como un modelo o "molde" de cualidades y valores que deben interiorizar y asumir mujeres y hombres en sociedad.

Los estereotipos se transmiten y promueven por diversas vías, tales como la educación formal y la educación informal, principalmente en el núcleo familiar y a través de los medios masivos de comunicación (sobre todo en aquellos espacios con fines comerciales de entretenimiento). Cuando prendemos la televisión, la radio o abrimos una revista, le estamos abriendo la puerta de nuestro hogar y de nuestra mente a unas serie de ideas y de imágenes que, si bien, por un lado, reflejan la realidad, nos informan y nos entretienen, por otro lado presentan una visión reducida y tendenciosa de cómo vivir, cómo pensar, cómo vestir, cómo ser.

Los contenidos de la mayoría de los medios de comunicación, como es el caso de las telenovelas o los anuncios publicitarios, presentan estereotipos o modelos de personas ideales, con los cuales nos comparamos, o bien, imitamos y que constituyen una vía eficaz para preservar la idea de desigualdad entre hombres y mujeres.

ESTEOREOTIPO FEMENINO

Mujer siempre buena, pasiva, obediente, servil, tierna, maternal, ama de casa eficiente y satisfecha, amable, comprensiva, discreta, delicada, dependiente y sin iniciativa, administradora de parte del dinero del hombre en el ámbito del hogar, temerosa, atractiva físicamente, siempre joven, apoyo incondicional para el hombre.

ESTEREOTIPO MASCULINO

Hombre fuerte, valiente, adinerado, independiente, cabeza de familia, agresivo, rebelde, con iniciativa, activo, trabajador, emprendedor, expresivo, no sentimental, protector, potente sexualmente, siempre joven.

Cuando una mujer adopta en su conducta rasgos del estereotipo tradicional masculino,

como es el caso del valor de la fuerza o la expresividad, se le cataloga como una mujer "masculina". Sucede lo mismo con los hombres que presentan características tipificadas como femeninas, tales como la ternura o el gusto por las labores del hogar. En este caso se le considera un "mandilón" o un "maricón".

A pesar de que vivimos en una cultura de estereotipos sexistas, en los que aparentemente se privilegia al hombre sobre la mujer, en realidad los estereotipos afectan negativamente a ambos géneros, al constituirse en patrones o paradigmas divisionistas que no permiten el descubrimiento, el desarrollo y la expresión de cualidades y valores propios del ser humano, sin distinción de sexo.

LA LEGISLACION DE MEXICO CON PERSPECTIVA DE GENERO

 

"La mujer es un misterio".

ANGELES MASTRETTA

H ay una estampa que guarda el más importante archivo fotográfico de la Revolución Mexicana , por la que camina hacia cualquier batalla un grupo de revolucionarios montados a caballo. Altivos y solemnes, con sus dobles cananas cruzándoles el pecho y sus imponentes sombreros cubriéndoles la luz que les ciega los ojos y se los esconde al fotógrafo, parece como si todos llevaran una venda negra a través de la cual creen saber a d ónde van.

Junto a ellos caminan sus mujeres, cargadas con canastas y trapos, parque y rebozos. Menos ensombrecidas que los hombres, marchan sin reticencia a su mismo destino: los acompañan y los llevan, los cobijan y los cargan, los apacientan y los padecen.

Muchas veces las mujeres mexicanas de hoy vemos esa foto con la piedad avergonzada de quien está en otro lado, pero muchas otras tenemos la certidumbre de ser como esas mujeres. De que seguimos caminando tras los hombres y sus ciegos proyectos con una docilidad que nos lastima y empequeñece. Sin embargo, hemos de aceptar que las cosas no son del todo iguales. Creo que con la prisa y la fiebre con que nos ha tocado participar, padecer y gozar estos cambios, ni siquiera sabemos cuánto han cambiado algunas ideas y muchos comportamientos.

Muchas de las mujeres que viven en las ciudades trabajan cada vez más fuera de sus casas, dejan de necesitar que un hombre las mantenga, se bastan a sí mismas, se entregan con pasión y con éxito a la política y al arte, a las finanzas o la medicina. Viajan, hacen el amor sin remilgos y sin pedirle permiso a nadie, se mezclan con los hombres en las cantinas a las que antes tenían prohibida la entrada, deambulan por la calle a cualquier hora de la noche sin necesidad de perro, guardián o marido que las proteja, no temen vivir solas, controlan sus embarazos, cuidan y gustan de sus cuerpos, usan la ropa y los peinado que se len antojan, piden con más fuerza que vergüenza la ayuda de sus parejas en el cuidado de los hijos, se divorcian, vuelven a enamorarse, leen y discuten con más avidez que los hombres, conversan y dirimen con una libertad de imaginación y lengua que hubiera sido el sueño dorado de sus abuelas.
 

Estamos viviendo de una manera que muchas de nosotras ni siquiera hubiéramos podido soñar hace veinticinco años. Comparo por ejemplo el modo en que las mujeres de mi generación cumplíamos quince años, y el modo en que los cumplen nuestras hijas.

Algunas de las mujeres jóvenes que viven en el campo también han empezado a buscarse vidas distintas de las que les depararía el yugo que nuestros campesinos tienen sobre sus mujeres, mil veces como la consecuencia feroz del yugo y la ignorancia que nuestra sociedad aún no ha podido evitarles tampoco a los hombres del campo.

Muchas de ellas son capaces de emigrar sin más compañía que su imaginación, y llegan a las ciudades con la esperanza como un fuego interno y el miedo escondido bajo los zapatos que abandonan con su primer salario. Son mujeres casi siempre muy jóvenes que están dispuestas a trabajar en cualquier sitio donde estén a salvo de la autoridad patriarcal y sus arbitrariedades. Mujeres hartas de moler el maíz y hacer las tortillas, parir los hijos hasta desgastarse y convivir con golpes y malos tratos a cambio de nada.

Mujeres que desean tan poco, que se alegran con la libertad para pasearse los domingos en la Alameda y las tardes de abril por las banquetas más cercanas a su trabajo. Mujeres que andan buscando un novio menos bruto que los del pueblo, uno que no les pegue cuando paren niña en vez de niño, que les canten una canción de Juan Gabriel y les digan mentiras por la ventana antes de violentarlas sin hablar más y hacerles un hijo a los quince años.

En muchas mujeres estas nuevas maneras de comportarse tienen detrás la reflexión y la voluntad de vivir y convivir fuera de lo que hizo famoso a México por el alarde de sus machos y la docilidad de sus hembras. Entre otras cosas porque alguna de esta fama era injusta. Yo creo que mujeres briosas y valientes han existido siempre en nuestro país, sólo que hace medio siglo parte del valor consistía más que en la rebelión en la paciencia y antes que en la libertad en el deber de cuidar a otros.

Quizá uno de los trabajos más arduos de las mujeres mexicanas ha sido la continua demanda de atención y cuidados que han ejercido sus parejas. Lo que en los últimos tiempos ha hecho a los hombres más vulnerables, porque como son bastante incapaces para manejar lo doméstico, basta con abandonarlos a su suerte cuando se portan mal. Cosa que las mujeres han empezado a hacer con menos culpa y más frecuencia.

Entre más aptas son, entre más acceso tienen a la educación y al trabajo, más libres quedan para querer o detestar a los machos que sus brazos cobijan.

Otra muestra de preponderancia masculina en la vida familiar ha sido –como en otros países, no sólo latinoamericanos sino europeos y norteamericanos- la voluntad de tratar mujeres como animales domésticos a los que puede castigarse con gritos y muchas veces con golpes. Eso también es algo que cambia en nuestro país. Cada vez es mayor el número de mujeres que denuncian las arbitrariedades en su contra y no se quedan a soportarlas como lo hicieran sus antepasadas.

Han transcurrido ochenta años desde el día en que se tomó la foto del archivo y las mujeres mexicanas aún hacen la guerra de sus hombres, aún arrastran y cuidan a sus heridos, aún mantienen a sus borrachos, atestiguan sus borracheras, escuchan sus promesas y rememoran sus mentiras. Pero ya no rigen sus vidas según el trote y la magnificencia de los hombres. Aún lloran sus infidelidades, sosiegan sus fidelidades, pero ya no los despiden y albergan sólo según el antojo de las inescrutables batallas masculinas.

Quizás es este el cambio más significativo: las mujeres actuales tienen sus propias batallas y, cada vez más, hay quienes caminan desatadas, lejos del impecable designio de un ejército formado por hombres ciegos.

Las mujeres mexicanas del fin de siglo ya no quieren ni pueden delegar su destino y sus guerras al imprevisible capricho de los señores, ya ni siquiera gastan las horas en dilucidar si padecen o no una sociedad dominada por el machismo, ellas no pierden el tiempo, porque no quieren perder su guerra audaz y apresurada, porque tienen mucho que andar, porque hace apenas poco que han atisbado la realidad del sueño dormido en la cabeza de la mujer que ilumina una vieja estampa con su cuerpo cargado de canastas y balas: para tener un hombre no es necesario seguirlo a pie y sin replicar.

Suena bien ¿verdad? Sin embargo, llevar a la práctica tal sentencia no siempre resulta fácil, agradable, feliz. Por varios motivos. Entre otros, porque las mujeres que se proponen asumir esta sentencia no fueron educadas para su nuevo destino y les pesa a veces incluso físicamente ir en su busca: se deshicieron de una carga, pero han tomado algunas más arduas, por ejemplo enfrentar todos los días la idea aún generalizada de que las mujeres deben dedicarse a atender su chiquero, a hablar de sí mismas entre sí mismas, para sí mismas, a llorar su dolor y su tormenta en el baño de sus casas, en la iglesia, en el teléfono, a tararear en silencio la canción que les invade el cuerpo como un fuego destinado a consumirse sin deslumbrar a nadie.

Muchas veces esta idea aparece incluso dentro de sus adoloridas cabezas, de su colon irritado, junto con su fiera gastritis cotidiana. O, peor aún, deriva en repentinas depresiones a las que rige la culpa y el desasosiego que produce la falta de asidero en quienes supieron desde niñas que no tendrían sino asideros en la vida.

Sin ánimo de volver a hacernos las mártires, debemos aceptar cuánto pesa buscarse un destino distinto al que se previó para nosotras, litigar, ahora ya ni siquiera frontalmente, dado que los movimientos de liberación femenina han sido aplacados porque se considera que sus demandas ya fueron satisfechas, con una sociedad que todavía no sabe asumir sin hostilidad y rencores a quienes cambian.

Me preguntaba hace poco un periodista: ¿Por qué a pesar de todo lo logrado, las mujeres hacen sentir que no han conquistado la igualdad? ¿Qué falta?

Falta justamente la igualdad, le respondí. ¿Por qué si un hombre tiene un romance extraconyugal es un afortunado y una mujer en la misma circunstancia es una piruja? ¿El hombre un ser generoso al que le da el corazón para dos fiebres y la mujer una cualquiera que no respeta a su marido? ¿Por qué no nos parece aberrante un hombre de cincuenta años entre las piernas de una adolescente y nos disgusta y repele la idea de una mujer de treinta y cinco con un muchacho de veintiséis? ¿Por qué una mujer de cuarenta y cinco empieza a envejecer y un hombre de cuarenta y cinco está en la edad más interesante de su vida? ¿Por qué detrás de todo gran hombre hay una gran mujer y detrás de una gran mujer casi siempre hay un vacío provocado por el horror de los hombre a que los vean menos? ¿Por qué los esposos de las mujeres jefes de Estado no se hacen cargo de las instituciones dedicadas al cuidado de los niños? ¿Por qué a nadie se le ocurre pedirle al esposo de una funcionaria de alto nivel que se adscriba al voluntariado social? ¿Por qué las mujeres que ni se pintan ni usan zapatos de tacón son consideradas por las propias mujeres como unas viejas fodongas cuando todos los hombres andan en zapatos bajos y de cara lavada sintiéndose muy guapos? ¿Por qué se consideran cualidades masculinas la fuerza y la razón y cualidades femeninas la belleza y la intuición? ¿Por qué si un hombre puede embarazar a tres distintas mujeres por semana y una mujer sólo puede embarazarse una vez cada diez meses, los anticonceptivos están orientados en su mayoría hacia las mujeres?

Y puedo seguir: ¿por qué al hacerse de una profesión las mujeres tienen que actuar como hombres para tener éxito? ¿Por qué los pretextos femeninos –tengo la regla o mi hijo está enfermo, por ejemplo- no pueden ser usados para fallas en el trabajo, y los pretextos masculinos –estoy crudo, perdonen ustedes pero vengo de un tibio lecho, por ejemplo- son siempre aceptados con afecto y complicidad?

¿Por qué la libertad sexual a la que accedimos las mujeres ha tenido que manejarse como la libertad sexual de la que hace siglos disfrutan los hombres? ¿Por qué las mujeres nos pusimos a hacer el amor sin preguntas cuando cada vez seguía latente en nuestros cuerpos la pregunta ¿qué es esta maravilla? Y aceptamos sin más la respuesta que los hombres se dieron tiempo atrás y que a tantos desfalcos los ha conducido: "este es un misterio, ponte a hacerlo".

Sólo los poetas han querido librarse de usar esta respuesta para responder a las múltiples preguntas que los hombres responden con ella, pero los poetas, como las mujeres, no gozan todavía de mucho prestigio nacional. Prestigio tienen los misterios, no quienes se empeñan en descifrarlos. Y los misterios, como casi todo lo prestigioso, los inventaron los hombres. Con ese prestigio nos han entretenido mucho tiempo. Cuántas veces y desde cuándo nos hemos sentido halagadas al oír la sentencia patria que dice: la mujer es un misterio.

Y ¿por qué no? La virgen de Guadalupe es un misterio, la Coatlicue es un misterio, la muerte en un misterio, la mujer debe ser un misterio y las sociedades sensatas no hurgan en los misterios, sólo los mantienen perfecta y sistemáticamente sitiados como tales. La virgen de Guadalupe en la basílica, la Coatlicue en el Museo de Antropología y ¿las mujeres?

Las mujeres ya no quieren seguir a los hombres a pie y sin replicar. Bueno y vaya, parece que se nos ha dicho. Y nos hemos subido a los caballos y trabajamos el doble y hasta nos hemos puesto al frente de nuestras propias batallas.

Por todo eso, incluso hemos encontrado prestigio y reconocimiento. Sin embargo, aún no desciframos el misterio. Aún no sabemos bien a bien quiénes somos, mucho menos sabemos quiénes y cómo son las otras mujeres mexicanas.

La última tarde que pasé en México, fui a una de las apresuradas compras de zapatos que siempre doy en hacer antes de salir de viaje. Volvía de una elegante zona comercial encerrada en mi coche que olía bonito, canturreando una canción que cantaba en mi tocacintas la hermosa voz de Guadalupe Pineda.

Estaba contenta. Conmigo, con mis amores, con la idea de viajar, con la vida.

Entonces me detuvo en un semáforo el rostro espantoso de una mujer que pedía limosna mientras cargaba a un niño. Estamos acostumbrados a esos encuentros. Sin embargo, la cara que cayó sobre mí esa tarde era inolvidable de tan fea.

-Debe estar enferma- me dije-. Y no eres tú. Es ella, es otra mujer. Tú eres una mujer que vive en otra parte, eres una escritora, una testigo. No la subas a tu coche, no ensucies tu bien ganada dicha de hoy, no la cargues, déjala en la esquina con su niño moquiento y sus preguntas que tan poco tienen que ver con las tuyas. Y corre a terminar tu conferencia sobre la situación actual de las mujeres mexicanas. Corre a ver si desde tu fortuna tocas algún misterio.

Corrí. Y aquí estoy después de darle vueltas por dos horas, todavía con la certidumbre de que no he tocado el misterio.

[Ángeles Mastretta, Puerto libre . México: Ed. Cal y Arena, 1993. Edición autorizada para el Proyecto Ensayo Hispánico; versión digital de Carlos Coria-Sánchez]

 

ARTES CURATIVAS II

Martin Cano

. Las más arcaicas artes sanitarias femeninas serían profilácticas: higiénicas, de precaución, de protección y empleo de vegetales medicinales

Aunque no es fácil encontrar pruebas manifiestas del ejercicio de la medicina en la Prehistoria se pueden deducir de muchos restos legados por nuestros ancestros tras ser analizados desde la Paleontología , la Paleoetnología , la Arqueología , la Etnología...

Tenemos conocimiento de esta medicina primitiva a través del estudio de la llamada paleopatología (análisis de restos humanos muy antiguos con alteraciones no naturales), de las insculturas y pinturas conservadas en cuevas, de los elementos encontrados en excavaciones como instrumentos caseros y quirúrgicos, y de las prácticas actuales de pueblos primitivos. (Anónimo, 2005).

Del análisis exhaustivo se deduce que en principio las artes curativas estuvieron dirigidas fundamentalmente a resolver los mas frecuentes problemas de salud de las madres, dadoras de la vida y de sus hijos, dado que la reproducción ha sido un asunto central en la vida de las sociedades humanas, puesto que en ella reposaba la continuidad física de la especie.

Prueba de que nuestras ancestras de Iberia ya cuidaban con esmero a sus hijos hace 300.000 años, es que en los enterramientos de entonces de la Sierra de Atapuerca, Burgos aparecen pocos cadáveres infantiles.

Una buen alimentación y profilaxis debía reducir la muerte de las crías (...) Por lo tanto para evitar la desaparición del grupo era extraordinariamente necesario garantizar el buen cuidado de las crías. (Carbonell, 1999: 193).

Desde el principio de los tiempos, serían mujeres con un grado cercano de consanguinidad o afinidad, las comadronas que establecerían redes de solidaridad y asistirían a las embarazadas en el nacimiento del bebé; ellas sabrían cómo cortar el ombligo al recién nacido y cómo curarlo para evitar infecciones; con qué remedios cuidar las diarreas, las enfermedades respiratorias, las anginas, las calenturas, o las heridas de los infantes; o cómo aliviarles el dolor cuando les crecían los dientes dándoles a chupar ciertas raíces. También ayudarían a pasar el puerperio a la recién parida y sabrían qué alimentos hacerle consumir durante el posparto en su tiempo de reposo para aumentar su secreción láctea y para conservar su salud y así poderse dedicar a sus hijos mientras crecían.

Las principales medidas terapéuticas que adoptarían en principio, serían higiénicas: del tipo de lavarse después del parto y de lavar a su recién nacido. Bien en las aguas frescas del río más próximo en verano, o en las aguas de fuentes más cálidas en invierno. Y asimismo recurrirían al lavado de sí mismas durante la menstruación, para mayor bienestar personal y evitar ciertas enfermedades propias.

También practicarían medidas de precaución para evitar contaminaciones, ya que pronto conocerían los efectos nocivos de comer frutos y plantas tóxicas o de comer alimentos corrompidos debidas al calor, o de beber aguas estancadas. Por lo que las cariñosas y vigilantes madres dictarían prohibiciones y tabúes para que sus hijos no probaran los frutos tóxicos, ni se acercaran a lugares donde había cadáveres putrefactos, ni tampoco a las aguas malolientes que les podían enfermar. Y especialmente pusieron especial cuidado: en arrojar los desechos de comidas lejos de los lugares donde estaban asentados; en procurar que los alimentos acumulados se conservaran en lugares frescos aún en condiciones extremas de calor; y sobre todo se preocuparon de sepultar los cadáveres humanos. Las más arcaicas evidencias de enterramientos humanos, han sido precisamente halladas en Atapuerca, obra del Homo antecesor, precedente del Homo neandertalensis y del Homo sapiens desde el Pleistoceno, en el año 300000 adne. En la Sima de los Huesos se han hallado acumulación sistemática de 32 cadáveres en el fondo de la sima de 12 metros , cadáveres asociada a ritual: ... seguramente el ceremonial funerario más antiguo conocido y probado empíricamente funerario (Eudald Carbonell, 1999: 193).

Y adoptarían medidas de protección para resguardarse a sí misma y a sus hijos del frío, trabajando gruesas pieles para producir vestidos de abrigo, de los que se despojarían en tiempos más cálidos. Está documentada la actividad de producción de pieles para usar como prendas de vestido por nuestros ancestros en Iberia, desde hace 350.000 años en la Gran Dolina (Carbonell, 1999: 194), y (Carbonell y Rodríguez, 2000: 48). Y beberían y comerían alimentos calientes o fríos para contrarrestar los trastornos de salud debidos a las temperaturas, desde que descubrieron las técnicas para hacer fuego.

Y sobre todo, las madres encontrarían las principales propiedades terapéuticas de las plantas, sería la descubridora de la farmacología: La mujer habituada a la recolección, al contacto directo con las plantas (...) aprende a distinguir entre las meramente comestibles y aquellas susceptibles de transformarse en medicinales en ungüentos curativos, en elixires de vida o en afrodisíacos. (Bru, 1884: 22).

Las mujeres más apreciadas serían las descubridoras de hierbas, que al ser consumidas en infusiones, aliviaban los dolores del parto, o los premenstruales, o los de cabeza, y los de muelas, de garganta, de estómago; las innovadoras que experimentaban con pétalos de rosas o con hojas de otros vegetales, que al ser restregados, calmaban los ojos inflamados, o mitigaban los dolores de torceduras o de golpes o quemaduras; las que investigaban con ciertas semillas o con las sustancias que fluían de árboles, quemándolas sobre carbones ardiendo para que desprendieran humo, que al ser inhalado por la nariz, descongestionaba el pecho en catarros, o entraba por los poros y curaban ciertas dolencias; o descubrían que otras hierbas quemadas sobre la piel cauterizaban heridas; o las que trataban plantas o frutos por diferentes medios, como prensado, molido o maceración para obtener esencias o aceites: de laurel, de mirto, de mirra..., que usados como bálsamos se untaban y curaban heridas, llagas o atajaban la fiebre, o apaciguaban padecimientos crónicos artríticos. O conocían poderosas plantas narcóticas con las que preparaban filtros mágicos con los que infundían valor a los miedosos.

(En todo el universo, evidencia que fueron mujeres las descubridoras de las características medicinales de ciertas plantas, porque para recordar sus descubrimientos sus nombres femeninos fueron puestos a las plantas usadas para curar a la humanidad y a los animales, y porque fueron honradas con culto particular. Así, en nuestra cultura occidental, son ejemplos de plantas medicinales con nombres femeninos: ambrosía, artemisa, calipso, caria / nogal, cidonia / membrillo, dafne / laurel, dru / roble, escila, helenium, heracleum, iris, matricaria / partenión, medeis, melia, melisa, menta / hierbabuena, musa, ninfa, panacea / panax, pityusa / pino, sabina, siderión / verbena, valeriana, véneris, zea / maíz...).

Con el tiempo no sólo darían atención médica a la infancia, sino también ayudarían a aliviar los sufrimientos de sus madres que envejecían, de sus hermanos y demás familiares a los que cuidarían en su hogar hasta la muerte. Asistencia que extenderían a otros adultos enfermos. Y cuando empezó la domesticación animal, vigilarían la salud de sus animales, para no comerlo si caían enfermos y así evitar que les transmitieran enfermedades.

Hay pruebas de que en ciertas épocas aún no sabían enfrentarse a ciertas patologías. Por ejemplo, respecto a las fracturas de huesos, no las sabían inmovilizar ni entablillar hasta hace 30.000 años, cuando por fin aparecen las primeras fracturas encañadas (Silies, 2004). Mientras que posteriormente: existen restos de huesos que se rompieron y cicatrizaron bien y correctamente, por lo que nuestros antepasados más remotos sabían ³tratar² estas dolencias de forma más o menos eficaz. (Díaz, 2002).

Mientras que los problemas dentales no los resolvieron hasta hace 8.000 años. Un ejemplo en la Prehistoria peninsular que lo evidencia, surge al analizar el cráneo 5 hallado en Atapuerca de un homínido adulto Homo heidelbergensis , al que se le ha llamado Miguelón. Se le había roto un diente que le produjo un flemón y una infección y: Si se hubiera arrancado a tiempo esta persona hubiera sobrevivido y en cambio murió con grandes dolores. (Díaz, 2002).

Existen restos de Homo sapiens que prueban que encontraron técnicas muy complicadas para enfrentarse a las patologías dentales: Ésta es la prueba más antigua hallada (8.000 años de antigüedad), los dientes encontrados poseen unas perforaciones perfectas para erradicar las caries, perforaciones realizadas con punteros de piedra finísimos. (Díaz, 2002).

Y en lo tocante a otros traumas, existen restos que prueban que los supieron solucionar, ya que el enfermo sobrevivió: La intervención de alguna persona en la curación de otra se ha encontrado en restos antiguos, como en el del famoso fósil de Shanidar (Irak), que tenía un brazo amputado, entre otras cosas. Sobrevivió varios años pero se desconocen las técnicas para curarlo, probablemente el sabio empleo de hierbas curativas para lavar y cauterizar la herida fue lo que evitó una infección mortal. (Díaz, 2002).


DEGRADACION EN FA (BULA) MENOR

Aida Toledo (Guatemala)

 

Sube hombrecito le digo y

Se transforma en gato

Sube gatito le digo y

Se transforma en cabro

Sube cabrito le digo y

se transforma en perro

Sube perrito le digo y

Se transforma en asno

Sube asnito le digo y

Se transforma en león

(ruge ruge ruge)

Sube leoncito le digo y

Se transforma en mono

Sube monito le digo y

Entonces sube

 

 

AGENDA

 

IV DIPLOMADO. Relaciones de género. Construyendo la equidad entre mujeres y hombres.

Coordinación académica: Programa Universitario de Estudios de Género. UNAM

Objetivos generales del Diplomado:

Comprender la función crítica y propositiva de la perspectiva de género en el análisis de la realidad social.

Formar en estudios de género a profesionales de las diferentes disciplinas Humanistas, Sociales y Científicas, con el fin de que dichos estudios impacten su ejercicio profesional.

Promover la construcción del conocimiento desde la perspectiva de género.

Módulo IV. Construcción de la identidad masculina

Nombre

Ponente

Fecha

Lugar

Horario

Costo

Informes

Modulo IV: Construcción de la identidad masculina

IV Diplomado “Relaciones de género. Construyendo la equidad entre mujeres y hombres”

.

Mtro. Saúl Gutiérrez

31 de enero al 14 de febrero de 2006


Sesiones los martes.

Casa de las Humanidades

Presidente Carranza No. 162, Coyoacán,

D. F.

16:00 a 20:00 horas

$ 1 800.00

Claudia Itzel Figueroa Vite

56 23 00 21

pueg_formació[email protected]

 

 

 


NARRADORAS MEXICANAS CONTEMPORÁNEAS:
CATORCE ESCRITORAS ANTE SUS LECTORES.

Coordinadora: Mtra. Blanca Estela Treviño


Presentación. La narrativa escrita por mujeres en el transcurso del siglo XX ocupa hoy un lugar destacado en la historia de la literatura mexicana. Ese merecido sitio es el resultado de una labor denodada por conquistar un espacio propio (como sugiriera Virginia Woolf) en el devenir de nuestras letras. Se trata de los afanes de varias generaciones de creadoras que se empeñaron lúcida y combativamente durante la centuria pasada por poseer un espacio que les permitiera la búsqueda de su identidad femenina en la creación literaria.
Hablar de la narrativa de mujeres en el presente siglo nos obliga a mencionar a autoras ya desaparecidas como Nelly Campobello, Josefina Vicens, Rosario Castellanos, Inés Arredondo, Elena Garro, María Luisa Puga, cuyas obras entrañan, por su calidad literaria, un referente obligado en el estudio de la narrativa escrita por mujeres en las letras nacionales, así como una herencia insoslayable en el ejercicio creador de las escritoras posteriores.
En las dos últimas décadas ha surgido en México un grupo considerable de escritoras que cultivan y escriben con destreza e ingenio cuentos y novelas. Conscientes del legado de sus antecesoras, las narradoras de hoy están en la búsqueda de una voz propia, empeñadas en forjar un universo de ficción original donde se conjuguen con acierto nuevas propuestas estéticas y donde la palabra pueda nombrar y reinventar el mundo que habitan, pero sin renunciar al ejercicio de la imaginación.
Conviven en este curso las obras de tres generaciones de escritoras. En los cuentos y novelas de las autoras seleccionadas, el lector podrá apreciar las más diversas preocupaciones formales y un conjunto de universos literarios de distinta índole, donde se recrean toda clase de motivos: lo social, lo amoroso, lo erótico, lo cotidiano, lo fantástico, entre otras preocupaciones vitales y literarias.
Descubrir el mundo narrativo de un grupo de escritoras mexicanas de nuestros días, mediante la lectura de su obra, es el espíritu que anima al curso propuesto.

Objetivos. El presente curso permitirá conocer diversos universos narrativos y distintas búsquedas estéticas de trece escritoras mexicanas, a través de la lectura y el análisis de una de sus obras representativas.
Asimismo, se propiciará un diálogo fecundo en torno a los problemas de la creación entre el grupo y las escritoras invitadas.

Método de trabajo. Los martes de cada semana del curso los participantes leerán una novela o un libro de cuentos, según corresponda, de las narradoras que integran el programa. Se dedicarán dos sesiones de dos horas a cada escritora. En la primera sesión, el expositor(a) analizará la lectura correspondiente y la comentará con el grupo. En la segunda, se contará con la presencia de la escritora en turno, quien mantendrá una conversación con los alumnos.


Forma de evaluación. El alumno deberá presentar un ensayo (entre cinco y siete cuartillas) sobre una de las obras leídas durante el curso. Para la elaboración del ensayo se puede optar por un tema o bien elegir un motivo recurrente en varios de los libros analizados y llevar a cabo un trabajo comparativo. El ensayo se entregará en la División de Educación Continua dos semanas después de concluir el curso. Dos semanas más tarde, se devolverán los trabajos revisados por el coordinador y se hará la entrega del diploma correspondiente.


Duración: 58 horas (29 sesiones)

Horario: martes y jueves de 17 a 19 hrs.

Fecha: del 2 de marzo al 22 de junio de 2006.

Costo: $4200 (en dos pagos de $2100)

PROGRAMA

Presentación e introducción al curso
Mtra. Blanca Estela Treviño
Jueves 2 de marzo

Silvia Molina
Martes 7 de marzo: El amor que me juraste. Ed. Planeta.
Expositor: Mtro. Felipe Garrido.
Jueves 9 de marzo: asistencia de Silvia Molina y conversación con el grupo.

Margo Glantz
Martes 14 de marzo: El rastro. Ed. Anagrama.
Expositora: Mtra. Blanca Estela Treviño
Jueves 16 de marzo: asistencia de Margo Glantz y conversación con el grupo.

Anamari Gomís
Martes 28 de marzo: Ya sabes mi paradero. Ed. Plaza y Janés
Expositor: Mtro. Eduardo Antonio Parra
Jueves 30 de marzo: asistencia de Anamari Gomís y conversación con el grupo.


Ana Clavel
Martes 4 de abril: Cuerpo náufrago. Ed. Alfaguara
Expositor: Dr. Gustavo Jiménez
Jueves 6 de abril: asistencia de Ana Clavel y conversación con el grupo

Rosa Beltrán
Martes 18 de abril: El paraíso que fuimos. Ed. Planeta
Expositor: Mtro. Eduardo Casar
Jueves 20 de abril: asistencia de Rosa Beltrán y conversación con el grupo

Angelina Muñiz-Huberman
Martes 25 de abril: Dulcinea encantada. Ed. Planeta.
Expositora: Dra. Luz Elena Zamudio.
Jueves 27 de abril: asistencia de Angelina Muñiz y conversación con el grupo

Beatriz Espejo
Martes 2 de mayo: Todos los cuentos. FCE.
Expositora: Dra. Marcela Palma
Jueves 4 de mayo: asistencia de Beatriz Espejo y conversación con el grupo.

Bárbara Jacobs
Martes 9 de mayo: Las hojas muertas. Ed. ERA
Expositora: Dra. Ivette Jiménez de Báez
Jueves 11 de mayo: asistencia de Bárbara Jacobs y conversación con el grupo.


Elena Poniatowska
Martes 16 de mayo: El tren pasa primero. Ed. Alfaguara
Expositora: Dra. Edith Negrín
Jueves 18 de mayo: asistencia de Elena Poniatowska y conversación con el grupo.

Ana García Bergua
Martes 23 de mayo: Rosas negras. Ed. Plaza y Janés
Expositor: Mtro. Federico Patán
Jueves 25 de mayo: asistencia de Ana García Bergua y conversación con el grupo

Cristina Rivera Garza
Martes 30 de mayo: Nadie me verá llorar. Ed. Tusquets
Expositora: Dra. Ana Rosa Domenella
Jueves 1 de junio: asistencia de Cristina Rivera Garza y conversación con el grupo.

Mónica Lavín
Martes 6 de junio: Café cortado. Ed. Plaza y Janés
Expositora: Dra. Luzelena Gutiérrez de Velasco
Jueves 8 de junio: asistencia de Mónica Lavín y conversación con el grupo

Aline Pettersson
Martes 13 de junio: La noche de las hormigas. Ed. Alfaguara
Expositora: Dra. Luz Aurora PimenteL
Jueves 15 de junio: asistencia de Aline Petterson y conversación con el grupo.

Susana Pagano
Martes 20 de junio: Y si yo fuera Susana San Juan... CNCA-Fondo Ed. Tierra Adentro
Expositora: Dra. Graciela Martínez Zalce
Jueves 22: asistencia de Susana Pagano y conversación con el grupo

 

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NOCHE DE POESIA FEMENINA:
"Porque para llamarle poesia a la poesia falta que Ella abra los labios"
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