Cultura

  Martes 28 de Octubre de 2003

El lenguaje de la TV
Falta más provocación y sobra escándalo

Por Carlos Alvarez Teijeiro
Para LA NACION

La siguiente es la 3ª nota de una serie de artículos que publica LA NACION , en la que especialistas de la cultura, la educación y la radiodifusión reflexionan sobre el mal uso del lenguaje en los medios de comunicación, tema que motivó un enérgico pronunciamiento de la Academia Nacional de Letras.

Si la calidad de una democracia depende, en muy buena medida, de la calidad de las formas de comunicación que la hacen posible, parecen muy acertados los intentos por rehabilitar la vida pública resarciendo al lenguaje de los muchos daños que le han sido infligidos.

Así, no es sólo que el discurso de los medios se nos convierta en un repertorio de significados excesivamente pobre para comprender la realidad. Lo que más debiera preocuparnos es que, estando como estamos, compelidos a transformar un país que merece estar mejor, debamos enfrentar la tarea, desprovistos de las herramientas primordiales de todo proyecto, las palabras, esos cofres repletos de sentido.

Pues, en efecto, contemplamos desvalidos el estruendo de los falsos lugares comunes, la carencia de matices, la inundación de prejuicios y estereotipos, la desfachatada aversión por todo cuanto remita a una ecología del cuidado, también el del idioma. Y es que cuidar el idioma, lo que no significa considerarlo un objeto de museo, desprovisto de vitalidad y remiso a toda innovación, significa construir lugares verdaderamente comunes desde los cuales proyectar pluralmente el futuro.

Humorada entrañable

Babel, en el fondo, más que un castigo divino contra la soberbia humana, podría interpretarse como la humorada entrañable de un Dios que desea evitar el totalitarismo político de la torre única regalando el pluralismo: muchas palabras, riqueza de caminos. Por el contrario, acodados en las planicies del discurso hegemónico no es posible sino seguir vislumbrando más de lo mismo. Quizás en esto resida, precisamente, la gran contribución de los medios a la vida pública: celebrar lingüísticamente ese pluralismo de formas en el que se cifra la riqueza democrática.

Pero no es el lenguaje de los medios, sin embargo, el único refractario a esta fiesta: ya Platón, en su República perfecta, condenó a los poetas al más severo ostracismo. Eran los poetas revoltosos y poco dispuestos a conformarse con las exigencias de una concepción de lo justo para cuya definición no eran tenidos en cuenta.

Hoy, afortunadamente, el discurso de los medios es el escenario privilegiado para debatir los significados compartidos, y ello encarga tareas que no pueden ser desatendidas.

Dicho paradójicamente, así como la función del historiador es predecir el pasado, la función del poeta -ese guardián de las palabras- es rememorar el futuro. Y los medios, poetas posmodernos, bien pudieran asumir el más digno papel que les cabe: el de genuinos provocadores sociales. Pues provocare es "llamar hacia adelante", desobturar el futuro, llenando el presente de palabras que permitan imaginar horizontes nuevos.

Que lo que nos faltan son verdaderas provocaciones y lo que nos sobra es el exceso de escándalos.

El autor es profesor de Etica de la Comunicación de la Universidad Austral

http://www.lanacion.com.ar/03/10/28/dq_539836.asp
LA NACION | 28/10/2003 | Página 09 | Cultura


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