Traducción I-Equipo 2

 

Autores: Heydi Cordero, María Isabel Ramírez y Lucy Ramírez

 

Texto Completo del discurso realizado por el Papa Juan Pablo II, desde el Vaticano, el día 12 de septiembre del 2001

 

No puedo comenzar esta audiencia sin antes expresar mi más profunda pena por los ataques terroristas, que en el día de ayer ensombrecieron y causaron terror en Los Estados Unidos de América, dejando miles de víctimas y una innumerable cantidad de heridos. Por ello, tanto al Presidente de los Estados Unidos como a todos los ciudadanos americanos expreso mis condolencias ya que ante tal horror nefando no podemos sino estar profundamente abrumados. Asimismo, me uno a todas aquellas personas que han expresado su más fuerte recriminación a esta acción tan indignante, y reitero que los caminos de la violencia nunca conducirán a  obtener soluciones genuinas a los problemas de la humanidad.

 

Ayer fue un día oscuro en la historia de la humanidad, una afrenta terrible a la dignidad humana. Y me pregunto: ¿cómo es posible que el ser humano cometa actos llenos de tanta crueldad y salvajismo? Con ello se demuestra que el corazón humano posee profundidades en las cuales esbozos de inaudita ferocidad a veces emergen, siendo el hombre capaz de llegar, en un momento dado, a destruir la vida diaria de un grupo de personas.

Es por ello que después de escuchar las noticias, observé la situación que se estaba desarrollando con una profunda inquietud pero con fervientes oraciones al Señor, porque la fe siempre viene a nuestra ayuda en esos tiempos en los que las palabras parecen fallar, ya que la palabra de Cristo es la única que puede dar respuesta a las preguntas que preocupan a nuestro espíritu. Aun y cuando, las fuerzas del mal parecieran prevalecer, los que creen en Dios saben que el mal y la muerte no tienen la última palabra. En ello se basa la verdad de la esperanza cristiana y en estos tiempos nuestra fe cristiana se fortalece con ello.

 

Así que, con mi más sentida condolencia, me dirijo al pueblo querido de los Estados Unidos, en este momento de angustia y consternación, cuando el coraje de tantos hombres y mujeres de buena voluntad está siendo puesto a prueba.

Igualmente, pero de una manera especial me dirijo a las familias de las víctimas y heridos, y les aseguro que gracias a mi cercana relación con Dios he dejado en la misericordia del Altísimo a las víctimas desamparadas de esta tragedia, a quienes he ofrecido esta mañana, una misa, invocando para ellas el descanso eterno. Y pido a Dios que le de valor y coraje a los sobrevivientes; que pueda ÉL dar la fuerza de voluntad y la perseverancia a los bomberos, rescatistas y voluntarios, que hacen un gran esfuerzo, para enfrentarse con una emergencia tan inmensa.

De igual manera, le pido a ustedes, estimados hermanos y hermanas, se unan a mí en oración por ellos y pidamos al Señor que no prevalezca el odio y  la violencia. Y pidamos a la Bendita Virgen María, madre de misericordia, que llene los corazones de todos los hombres de pensamientos sabios y de buenas intenciones.

 

 

Hosted by www.Geocities.ws

1